Los meses siguieron pasando y mi relación con Joel fue mejorando cada día más. Nos conocíamos muy bien y disfrutábamos el hacernos compañía, para el final de curso, Joel y yo ya nos besábamos por los pasillos, nos daba igual que nos vieran, éramos muy felices.

Comenzamos a vivir juntos en su casa y cada tarde la pasábamos como si fuera la última, no todo era siempre sobre sexo, también veíamos películas, reíamos, comíamos, nos besábamos, y no había duda de que estábamos locamente enamorados.

También paseábamos por los parques en primavera, yo con la cabeza apoyada en el hombro de Joel y nuestras manos y brazos entrelazados. 

Al siguiente año, que por cierto ya era el último, ya no me tocó recibir clases con él, pero como vivíamos juntos no había problema ya que ese tiempo lo reponía cada noche al dormir sobre su pecho.

Cuando acabé la universidad, admito que me dio miedo que todo lo bueno fuera a terminar, pero pasó todo lo contrario, cuatro años después, seguíamos siendo una pareja muy feliz y nuestro amor no hacía más que aumentar.

Una noche, después de cenar a la luz de las velas, Joey me dio una cajita con un collar de oro rosa con forma de corazón. Vi el reverso, y para sorpresa mía tenía una de las frases que siempre soñé leer.

¿Te quieres casar conmigo, ojitos?

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Gracias por leer hasta el final, mucho amor y buenas vibras para todas y todos. ♥

Sigan pasando en mis demás historias, uwu.

—Gabbb.