9

Noveno capítulo.

Tenía a Charlotthe en mis brazos estando en el segundo piso, a la pequeña le encantaba jugar en el pasillo con sus autos de Barbie así que estaba en eso mientras que Lizzie estaba en un asunto que dijo que me contaría luego.

Charlotthe y yo nos giramos al tiempo al escuchar el redundante golpeteo en la gran puerta de madera de mi hogar, mi corazón se aceleró. ¿Lo habría logrado tan fácilmente? Una de las criadas de la casa abrió la puerta, mi estómago sintió una fuerte pulsación al verla usar su uniforme, haciéndome recordar a Tess y el charco de sangre bajo su cuerpo y mis conversaciones con Fernick.

Alejé los pensamientos de mi mente para concentrarme en la puerta, y ahí estaba él; mister guapísimo, es decir, Salem, recostado en la pared de la puerta, sus manos en los bolsillos y una mirada seductora en el rostro.

Me enamoraría de él, fácil y sencillo. Era sexy y me daba curiosidad desde su nombre extraño de pueblo de brujas hasta su penetrante mirada ¿Qué tan difícil era?

Incómoda, bajé con la niña en brazos con sumo cuidado de que no se cayera o Lizzie me mataría cuando llegara de la universidad, pasé el gran salón y la sala de estar de la gran casa. Me acerqué a él dando pasos tranquilos para detenerme frente a él y luego poner a la pequeña niña en el suelo, la cual, miraba expectante al hombre en la puerta, que estaba vestido absurdamente elegante pues tenía un traje negro con una camisa blanca y corbata roja como la sangre.

Me sonreía con una sonrisa amplia y blanca que denotaba un aire narcisista con una actitud soberbia de suficiencia.

—No sabía que las chicas listas tenían hijas a tan corta edad. —¡Esa voz! En verdad me bajaría las bragas aquí mismo por esa voz.

Imbécil. No corregí que Char no era mi hija, quise ver la personalidad y caballerosidad de este hombre desde el primer momento. Claro, la pequeña no dijo nada, la teníamos perfectamente entrenada para decir o no decir ciertas cosas en momentos incómodos con hombres. Ella sería la próxima Regina George de Beret, lo tenía más que claro.

—Pues ya ves. —Dije con desdén. No podía mostrarme muy interesada, era una chica difícil o eso se suponía, mientras que no me pusieran vodka en la mesa, todo estará bien. Además, Char no se parecía nada a mí. Pero bueno, a veces la genética es graciosa.

Soltó una risa leve bajando un poco su mirada, ya me estaba dando cuenta que el hombre era realmente impertinente. Luego, subió su vista y la conectó con la mía.

—Acabo de salir de un negocio de mi padre y vine hasta acá para preguntarte si quieres salir. Es sólo una formalidad, después de todo saldrás conmigo.

Era posesivo, se le notaba, y yo no me iba a dejar poseer, había sido yo la que había puesto las reglas desde el inicio y así no le gustara así sería siempre.

—Entonces... ¿Por qué viniste? — Dije haciéndome la tonta, sólo por el hecho de querer que él asumiera que estaba aquí por mí.

—Por una cita— Rodó los ojos y soltó una risa. Se giró para ir caminando de espaldas hacia su auto, aparcado en frente. Un auto lujoso, una camioneta negra larga y alta.

—Ya que insistes acepto.

—Ya habías aceptado —Contestó con obviedad alejándose un poco más.

—No, te di la oportunidad de invitarme si encontrabas mi casa. —No sabía por qué pero tenía un instinto extraño de querer competir con él.

—Que compleja eres Evangelinne.

Alcé mis hombros con desinterés, Char se prendió de mi pierna y me hizo tambalearme, cuando logré alzar la vista Salem ya estaba apunto de entrar a su auto.

—¡Paso por ti en dos horas! —Terminó de decirme forzando la voz debido a la distancia. Dicho eso se subió en su auto y se fue.

Cerré la puerta y me recosté en esta, con mi espalda pegada me senté en el suelo y sonreí.

—Tienes una cita. —Dijo la pequeña a mi lado, que era igual a su madre. Pelirroja y chismosa.

—Así es, como las que tienen tus muñecas con tus kens.

—Ellas no tienen citas. Se van de fiesta como tú y mamá.

Reí viendo que la niña se iba corriendo a la sala de la casa, seguramente a ver alguna película. Lizzie y yo sí que éramos pésimas criando a esta niña.

***

—¡Me muero! —Chilló Lizzie, mi amiga. Sacando todos mis vestidos Valentino y de otras marcas del armario. Era una lluvia de colores, un vestido tras otro siendo arrojado a la cama de mi habitación.

—Cálmate y ayúdame a saber qué me pondré. Viene en una hora y media y apenas estoy duchada. — Lizzie era la mejor amiga del mundo pero cuando se trataba de citas ella se ponía más nerviosa que yo, así la cita fuera mía.

Lizzie me sonrió viendo cerca de quince vestidos, los otros de mi armario eran para una fiesta demasiado exótica o algo demasiado elegante. Así que estábamos buscando algo elegante pero tranquilo. Digo, el hombre se había presentado a mi puerta de traje por lo que supuse que era una cena más formal.

Char estaba subida en la cama con su pequeña manita hasta su mentón y estaba cruzada de piernas con su vestido de Elsa viendo qué vestido le gustaba más.

—Entonces, se llama Salem. Por supuesto tiene dinero, si no, no iría a una IVY. Tiene un lindo auto y claro, lo más importante, tiene una personalidad sensual y fue lo suficientemente segura de sí mismo para aparecer acá a pedirte una cita. ¡Y además le gustan las mamis! Mi petunia será regada próximamente, lo puedo sentir en mí.

—¡Mami yo quiero que me rieguen mi petunia!

Lizzie y yo giramos a ver a Char con los ojos abiertos sin saber que responder más que reír a grandes y extensas carcajadas. Luego le dijimos:

—No amor, regar la petunia es algo feo que te hacen los niños. —Dijo Lizzie como una madre celosa.

—Si, es algo que hacen las niñas grandes. Cuando crezcas más hablaremos del tema —Concluí.

—Están demasiado emocionadas por eso de regar la petunia. Pobrecita... ¿Está muy seca? —Terminó de decir la niña con ese tono dulce que la caracterizaba, claramente sin entender el contexto.

Lizzie y yo abrimos los ojos como si fuera posible que a alguna se le saliera alguno luego de su primer comentario y estallamos a carcajadas hasta que no podíamos respirar.

Amaba a estas dos, no sería nada sin ellas.

—Ah, Eva —Lizzie chasqueó la lengua—tú madre me ha dicho que se fue al viaje ese que debía hacer a Alemania. —Soltó Lizzie viendo un vestido negro y corto.

—Si, me dejó el recado con la señora de la cocina —contesté—, Gracias igual.

Estuvimos cerca de una hora decidiendo el vestido. Hasta que, al fin, decidimos uno que era el mejor de todos para la primera cita. Uno elegante, sencillo y un poco casual. Luego de esto, pusimos labial vino tinto en mis labios con un poco de Gloss. Un maquillaje Smoky Eye y mi piel bien trabajada con una base de cobertura ligera y bien matificada, con un poco de bronzer.

Al fin estaba lista.

***

Y tal cual como lo había dicho Salem, a las dos horas en punto del momento de su partida sonó el timbre. Lizzie, Char y yo ya estábamos en la sala de estar de la casa. Al oír el timbre le di un beso a Char y un abrazo a Lizzie y me levanté del gran sofá. Estaba nerviosa, mi corazón latía a un millón de palpitaciones por segundo.

Me levanté y caminé hacia la puerta para abrirla.

—Hola. — Salem estaba de traje, pero en uno diferente. Tenía una camisa negra con un traje negro con un aire más casual, ya que el pantalón no era demasiado suelto. Todo su vestuario estaba acompañado de una corbata blanco nieve y unos zapatos elegantes negros. Estando de pie Salem, me tendió su mano para que la tomara. Tímidamente hice lo que me sugería y le sonreí.

—Hola Salem.

Sabía que era un poco mojigato y viejo todo ese tema del traje y vestido para la primera cita y todo el asunto, pero así eran las cosas en Beret, elegantes y pretenciosas.

Caminamos hacia el auto que Salem había traído, nuevamente veía su camioneta. Abrí la puerta y me subí con dificultad al auto debido a la altura que tenía y que mis tacones eran dignos de desfilar, si, pero no para caminar grandes distancias y mucho menos para subir con facilidad a un enorme auto.

—Cuidado al subir. —Salem me miró fijamente mientras que yo intentaba subir al auto. Una vez lo logré luego de un momento bastante vergonzoso me puse el cinturón y miré al chico frente a mí, me mirada con una expresión pasiva en su rostro, como si estuviera en otra dimensión en su mente. Incómoda, pregunté:

—¿A dónde iremos? —Inquirí con curiosidad y en un tono de voz tranquilo, tratando de ignorar su lapso mental.

—No te lo esperas. Créeme. — Sacudió su cabeza volviendo en sí. Al terminar decir esto apartó su mirada de mí y con una sonrisa ladeada comenzó a conducir.

Le mandé un texto a Lizzie con mi ubicación a tiempo real durante ocho horas, era un alivio que whatsapp pensara en eso, creo que todas éramos conscientes del riesgo que tristemente corríamos las mujeres.

—Mientras llegamos, ¿De qué quieres hablar? —Pregunté.

—Mhm te contaré un poco de mí ¿te parece bien? —relamió sus labios y continuó— Mi banda favorita es Bring me The Horizon, no tengo color favorito, y no me gustan las cosas demasiado alegres.

—Qué fúnebre pensamiento. —Salem soltó un par de risas, me miró por un segundo y luego seguió viendo en frente.

—Dime más cosas. Juguemos algo, dime cinco cosas y yo te diré cinco cosas, así no se hará tan eterno llegar al sitio. —Propuse.

—No seas así —dijo—, estaremos allá en poco tiempo. Además, creí que a las chicas les gustaba ese tema del romanticismo.

Su tipo de humor, personalidad y todas las situaciones que le rodeaban me hacían sentir bien, era una conversación amena con un chico guapo, algo que no había tenido hace mucho tiempo, demasiado, a decir verdad. No sentía que las cosas se sintieran forzosas ni incómodas, sólo un poco nuevas. Quizá estuviera enloqueciendo, con todo lo que estaba pasando, no sería de extrañarse, pero, de alguna forma con Salem me sentía normal.

—Si, pero yo a ti te he visto dos veces por menos de cinco minutos.

Y aun así me siento tan cómoda contigo. Pensé.

—Que obvia, pero no tienes en cuenta que tuve que buscar buenos contactos para poder ir a tu casa e invitarte a salir, como premio de consolación de que casi te partes el trasero.

—Entonces ¿Eres un premio de consolación? —Reí, era tan atractivo. Su cabello desordenado color negro cayendo en su rostro y esos ojos azul claro que hacían que mi estrógeno bailara.

—Así parece. Te haré caso con tu juego, empezaré y luego tú me dirás cinco cosas —asentí. Primero, nací en Europa, en Varsovia, Polonia, segundo, tengo muchos hermanos, tercero, mi padre está en el negocio de las farmacéuticas, cuarto, amo mi auto y cinco, tengo más edad de la que aparento.

—Interesante... ¿Y cuál es esa edad que no aparentas? —Pregunté graciosa.

—¡Por favor mujer! Eso no se le pregunta a un hombre, que te pasa. Iugh. —Replicó fingiendo indignación.

—Ya ya, perdóneme, caballero. —Dije alzando las manos en forma de rendición y riendo.

—Perdonada, niñita atrevida. Sigues tú. —Salem conducía realmente bien, con buenas pausas y sin mayor problema para los cambios del auto. Ya habíamos estado en el auto un buen rato y no estábamos muy lejos de algunos sitios que conocía bien, por lo que no sentía mayor temor.

—Nací en Scottland, amo los tonos pasteles, amo a Charlotthe con mi vida, mis padres están en el negocio de los licores de alta gama y odio el color fucsia y la palabra fucsia. Me dan fobia y rabia, pero sólo cuando lo dicen otras personas o veo el color —riendo agregué—. Creo que le MK ultra me tomó de niña y me hicieron odiar la palabra y el color. —Terminé apretando los puños incómoda, odiaba esa palabra.

—Interesante...—Salem estaba imitándome. Se quedó en silencio, el auto comenzó a entrar a un camino rugoso en medio de la oscuridad, estaba tan distraída con él que no había notado que había acelerado y ahora nos hallábamos muy lejos de mi zona segura.

—Oye... ¿A dónde—Me interrumpió.

—Voy a secuestrarte, Evangelinne. —Su actitud era seria, y sombría. Mi corazón se aceleró, apreté mis puños con mucha más fuerza, empecé a respirar demasiado rápido, no sabía qué hacer ¿Llamar a Bradly? iba a abrir la boca para gritar cuando dijo:

—Es broma, ya crees que te voy a secuestrar hoy—me dio una sonrisa y rio antes de decir—. Sexta cosa sobre mí, tengo un humor extraño.

Me relajé. Estaba segura que tenía mi rostro de todos los colores posibles por el susto que me había dado. Míster guapísimo aparcó el auto en medio de la nada literalmente y se bajó del auto, luego le dio la vuelta por el frente para abrirme la puerta. Yo, obedientemente me bajé y tomé la mano que me ofrecía como apoyo por los tacones que llevaba.

Salem y yo caminamos unos cinco minutos en medio de la oscuridad con una linterna luego de que él cerrara el auto. Tenía miedo, mi teléfono estaba en mi bolso y así el dijese que era una broma estaba lista para atacar con la navaja que también había traído en mis cosas. Luego, justo antes de que gritara y corriera por mi vida vi a lo lejos algo precioso, una luz resplandeciente que sobresalía en toda la oscuridad. Logré visualizar una carpa bastante grande y blanca que estaba sobre una mesa que tenía dos sillas de madera, cada una a los dos extremos de la mesa que se veía que tenía un precioso mantel.

Nos acercamos más y pude verlo todo. Las sillas efectivamente eran de madera, con un cojín en los asientos. La mesa, tenía un mantel precioso blanco y estaba decorada con pétalos de rosas y con tres tipos de recipientes para bebida, una copa de vino, una copa de champagne y un vaso normal para jugos o agua. Al lado de los vasos de bebida había dos platos vacíos para cada puesto. En la carpa, luces pequeñas se enroscaban en el techo y en las columnas que la sostenían. Alrededor de nosotros, unas lámparas grandes que dejaban apreciar nuestros alrededores. Había flores por todo el suelo y árboles hermosos cubriendo toda la zona.

Recuerdo que cuando era niña así había soñado mi cita perfecta, y ahora que era realidad, era mágico. Una curiosa coincidencia.

—Esto es —tragué duro, las palabras no me salían de la boca—. Esto es precioso Salem, Yo...—Salem me sonrió con una amplia y larga sonrisa ayudándome a tomar asiento en mi silla respectiva para luego sentarse él. Después, chasqueó los dedos y al acto llegó un chico con una bufanda negra como de mesero y vestido como tal y habló.

—Que tengan una hermosa noche. ¿Qué les sirvo? —Tenía una especial y cálida amabilidad.

Fascinada por todo el ambiente romántico respondí algo confundida notando un pequeño detalle.

—No hay carta.

—Puedes pedir lo que gustes, están capacitados para traerte lo que sea. —Agregó Salem satisfecho, viéndome.

—De acuerdo—relamí mis labios—. Una copa de vino rosa y pasta de su preferencia —Que exigente era para estar en medio del bosque. La cita era preciosa y el lugar mágico, pero no por eso más fácil con él.

—Enseguida señorita. ¿usted que desea señor?—Preguntó el camarero.

Salem dijo su orden y el mesero asintió alejándose dejándome detallarlo. Tenía el rostro definido y una contextura normal, era atractivo, pero no demasiado. Seguí viéndolo a tal punto en que se perdió en la oscuridad. No tenía idea cómo iban a cocinar todo en el bosque, pero la cita era increíble.

—¿Te gustó el lugar Evangelinne?

Miraba todo a mi alrededor, embelesada y un tanto confundida, sentía que ya había estado aquí antes.

—Me fascinó, te esforzaste mucho.

Me dio una sonrisa simple, viéndome expectante. Estuve viendo el sitio hasta que al fin recordé qué sitio era, yo venía aquí todo el tiempo a jugar con aquel hombre y mis padres cuando veníamos de Scottland a Beret de viaje, pero claro, no podría decirle eso. Él no debá saber que me debía marcar con un tipo que no conozco, que supuestamente pronto conoceré. Además, en menos de seis meses tendría magia y era posible que fuera inmortal. No podría decirle eso, era demasiado para la primera cita, y más cuando él creía que tenía una hija.

—Me alegra que te guste.

Le sonreí. Quince minutos después llegó la comida y estuvimos toda la noche hablando trivialidades, en ningún momento salió el tema de Char, así que seguimos hablando cosas graciosas mientras que las copas de vino venían y venían a nuestras bocas. ¿Cuántas llevaba ya? ¿Ocho? ¿Diez? Me reía al compás de lo que decía Salem, estaba algo ebria.

—Y por eso es que Beyonce es mejor que Madonna. —Terminó de decir Salem al tiempo en que ambos reíamos de lo que hablábamos.

—¿No es un poco raro que un chico discuta conmigo el por qué Beyonce es mejor que Madonna?

Salem soltó una carcajada, sin pensarlo mucho bebíamos aún más vino. Ya habíamos acabado de comer hace un buen rato y, sin darnos cuenta el amanecer empezaba a asomarse.

—¡No puede ser! ¿Cuántas horas estuvimos aquí? — Estaba sorprendida, pero cómica ante el hecho de que para mí fueran solo unos minutos.

El mesero se acercó gracias a una seña de Salem, el hombre frente a mi debió haberle pagado ridículamente bien para esperar tantas horas allí. Pasados unos minutos el mesero trajo una botella de Champagne, la cual sirvió educadamente en nuestras copas. Luego, se alejó.

—Brindo por una gran cita. —Alcé la vista y vi a Salem alzando la copa, brindando y sonriéndome de manera coqueta.

Alcé mi copa a la par con él y estando un poco ebria pero aún consciente respondí. —Brindo por la mejor cita de mi vida.

Chocamos las copas en un sensual y exigente duelo de miradas y bebimos, luego de eso nos quedamos viendo como unos idiotas durante un rato. Yo debía estar horrible, mi maquillaje tuvo que haber muerto hace horas y ya debían ser las cinco de la mañana aproximadamente. Pero Salem, ese hombre se veía precioso, ya no tenía el saco del traje y tenía la corbata algo suelta y su camisa desabotonada en el primer botón.

Mordí mi labio viendo un poco de su piel.

—Creo que es hora de irnos Eva.— Levantándose tomó su saco y me lo puso sobre los hombros. Con ambos brazos me ayudó a levantar ya que no podía tener un buen equilibrio y nos llevó a su auto.

¿Había notado como le miré y le molestó? ¿Por qué cortar todo tan de repente? Sentía que había hecho algo mal o que tal vez le había acosado. Solté un sonoro suspiro ¿Por qué siempre arruinaba todo?

***

Estábamos en su auto y yo estaba acurrucada en mi asiento de copiloto, sin tacones y cansada. Había sido la mejor noche que había pasado en mucho tiempo. Salem manejaba con cuidado de no moverme mucho al conducir, se notaba por la manera como tomaba las curvas de la carretera.

—¿Te gustó la cita entonces? —Me dijo mientras conducía. El pequeño momento incómodo al parecer había acabado.

—Es la mejor cita de mi vida, lo juro—alcé una de mis manos en señal de juramento—. Pero, no entiendo por qué planeaste todo esto si sólo me habías visto un par de veces en tu vida.

El soltó una risa y luego me dijo:

—¿Recuerdas aquel sitio que estuvo muy de moda cuando teníamos unos... —Se quedó callado un momento calculando. — diecisiete?

—Claro, MyLove. Yo amaba ese sitio, es más, creo que conocí a mi primer amor platónico en ese sitio.

v¿Y cómo fue?

—Hablábamos durante horas por chat por varios meses. Y éramos tan jóvenes que prometimos amarnos eternamente y algún día casarnos. Pero, luego el sitio cerró de la nada y nunca tuve ningún dato de él, así que tuve que conformarme. Su usuario... ¿Cómo era? Era algo como... Battle...—Trata de recordar, esforzando mi cerebro al máximo en la inocencia de esa edad.

—BattleMen246.

—¡Eso! Pero espera tú...

—Mucho gusto, EvaPrincessMoon77.

—No lo puedo creer... ¿Cómo? —Pregunté emocionada abrazándole incómodamente en el auto, había encontrado a un hombre guapo y aún mejor, alguien de quién me había enamorado anteriormente. Sería libre de todo esto si así lo quería.

—Lo supe el día de la cafetería ¿Cuántas Evangelinne Royald existen en el mundo que estudien Historia? Cuando hablábamos estabas apenas cerca del primer año.

—En verdad, no lo creo —Terminé de decirle y me alejé un poco para ver su rostro—. Eres más guapo de lo que creí BattleMen.

—Eso es bueno EvaPrincess. Por cierto ¿Qué pasa con ese nombre? —Preguntó gracioso rompiendo el abrazo.

—Yo era una princesa. ¿Tú qué criticas BattleMen?

—Vamos, era un nombre bastante masculino.

Ambos reímos mirándonos fijamente a los ojos. Esta había sido la mejor cita del jodido mundo. Volví a sentarme en el asiento del copiloto y nos fuimos charlando y recordando las horas que pasábamos hablando. Luego de poco más de una hora de conducir ya por el tráfico de las seis, llegamos a mi casa. No iría a la universidad posiblemente.

—Esto ha sido increíble, Salem.

Él asintió sonriendo y me acompañó a la puerta de mi hogar.

—Cuando quieras podemos repetirlo. —Luego, me pasó un pequeño papel con su teléfono.

Salem y yo nos abrazamos una vez más por un largo rato y luego entré a mi casa, con mis tacones en la mano. Subí al segundo piso, a mi recámara, y me tiré a la cama a dejarme llevar por el sueño.

HACE CALOOOORRRRR😏😏

¿QUÉ PIENSAN? LAS LEO, RECUERDEN VOTAR Y COMENTAR, NOS LEEMOS EL VIERNES 🖤

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