7

Séptimo capítulo.

25 de septiembre de 2018.

Estaba en mi habitación acostada viendo hacia el techo con mis piernas flexionadas. Había pasado dos semanas desde la cita del campanario que tuve con aquel individuo, no sabía de qué otra forma llamarle. Era ridículo que me ayudara de la nada, eso sólo pasaba en las novelas. Era lógico que quería algo de mí y por ahora descubrir qué era no era mi prioridad, aún tenía dudas que él podía solucionar.

Aún no había podido decirle a Lizzie todo lo que estaba pasando y mentirle estaba matándome, era demasiado difícil y más cuando ella me conocía tan bien.

Pensé en todo lo que estaba pasando y cómo afectaría mi vida en general, mi universidad, mi salud mental y mi familia.

Volví a pensar en la universidad y me di una pequeña sonrisa a mí misma al recordar que había entregado mi trabajo al profesor Conell y que había cumplido con todos mis asuntos de la universidad luego del accidente. Aquel día que entregué mi trabajo al profesor actuaba un tanto extraño como si mi ensayo le hubiera puesto en una actitud errática. No le di mucha importancia, era un profesor de mitología, para haberse especializado en eso ha debido tener algún cable suelto.

Suspiré de forma pesada y cansada. Para mí era imposible no dejar de pensar en todos los demonios, en cuántas cosas inexplicables del mundo tendrían explicación en la fantasía, y en lo irreal que era que en algún momento tendría que conocer a una persona que de alguna u otra forma dependía de mí.

O quizá yo de él.

Por alguna razón, no podía decidir qué era lo que quería. Y además, en todo ese tiempo no me había visto en otro momento con Delicioso aparte de mi gran caída, por lo que mi plan de enamorarme de otro no iba bien. Había hablado con mi madre sí, pero básicamente me dijo que era normal que yo no recordara muchas cosas por lo pequeña que estaba, que yo era sumamente especial, y que no les viera como asesinos. Según ella debía entender que no todos eran así, que muchos tenían donantes personales y que al ser mordidos por un vampiro se sentía mucho placer.

Para mí todo era una mierda de mentiras. Lucy no había sentido placer en lo absoluto y es que no estaba en edad de experimentar placer. Aun así, Clarck había decidido acabar con su prematura vida como si de un bicho se tratara. Seguía pensando ¿Cómo mataría a aquella mujer de tez blanca? Claramente no era su destinada así que no podía matarla. Mi única esperanza y creyendo que Bradly fuera completamente honesto era que ella fuera una convertida o una híbrida.

La historia de mi madre sobre cómo bebían de donantes me resultaba asquerosa y era obvio que no todo podía ser tan perfecto en medio de un tema tan oscuro como este. Y luego estaba el asunto de que soy la destinada de algún sociópata. Ay sí, me marcan con un anillo y me caso cual cenicienta.

No tenía sentido, algo aquí no está bien.

Seguía acostada, el sol con sus últimos destellos se filtraba por mi ventana. Ya iban a ser las seis de la tarde. Puse una almohada sobre mi rostro para evitar que la luz molestara mis ojos.

Cada vez faltaba menos tiempo para que llegara mi magia, cada vez menos tiempo para librarme de esto.

Sonaba como una esquizofrénica hablando de magia y esas cosas. ¿Quería librarme de esto? Esa era la pregunta. El hecho de que Bradly me dijera que era igual a ellos no lo hacía más sencillo y que mi madre me diera información tan a medias hacía todo aún peor.

Además, había que adicionar que siempre había sido una mujer con una conducta autodestructiva. Me guste o no, siempre lo arruinaba todo para mí en varios campos de mi vida excepto en el académico, pero esta vez iba a ser diferente. Esta vez iba a ser madura y elocuente con mis deseos e iba a hacer las cosas de la mejor manera posible para mi vida. En poco tiempo tendría veintiuno y tendría que lidiar con demasiadas cosas. No tenía tiempo para tonterías ahora.

—¡Tía Eva! ¡Tía Eva! —Escuché la voz y tiernos pasos de mi pequeña sobrina de crianza, Charlotthe. Me partía el alma saber que por todo esto ella podría salir lastimada. Mi destinado o la palabra extraña que mi madre me había dicho podría hacerle daño. Esa cosa necesitaba beber de mí con urgencia o moriría por lo que entiendo y seguramente hará cualquier cosa para obligarme a aceptar.

No pude evitar pensar ¿Cuándo lo conocería? Todo se había mantenido tan anónimo y en el sigilo que en ningún momento había pensado en conocerlo realmente hasta ahora.

—Dime preciosa ¿Qué quieres? ¿Juegos? —Me senté en la cama con ayuda de mis brazos y bajé un poco la vista para ver sus preciosos ojos verdes.

La pequeña niña negó repetidas veces con la cabeza y tomó mi mano con su pequeño dedo para guiarme por la casa. Salí al pasillo del segundo piso y no estaba la mucama que cuidaba de ella, y claramente Char no habría podido subir todos esos escalones sola, no sin ayuda.

Que incompetente mujer.

Seguimos caminando por el segundo piso, me flexioné un poco y levanté a Char del suelo para tenerla en mis brazos a lo que ella soltó varias pícaras carcajadas.

—Ya traviesa, cuéntame qué pasa. —Char se acercó a mi oído para susurrarme y me dijo.

—La nana se fue con un chico. —Soltó varias risas risueñas, para Char era totalmente nuevo y alocado el contacto entre sexos. Era tan tierno.

—¿Ah si? —Le seguí el susurro jugando con ella.

—Sip. Ella me dejó en el pisito de abajo y yo —Hizo un ademán de comer con su manita.

—¿Tú qué? —A veces no le entendía.

—Comí galletitas.

De acuerdo, creo que permitir que Char se quedara sola en la cocina fue demasiado negligente de su parte y al parecer Char ya es lo suficientemente alta para subir los escalones por sí sola. Me hirvió la sangre. Esta niña era todo para mí y esa mujer la dejó sola en la cocina donde podía lastimarse.

—Pequeña vamos a bajar y te pondré una buena película. ¿Quieres?

—¡Sip! —Char era fácil de emocionar y de entretener, el problema es que veía las cosas a su manera y nos hacía preguntas demasiado difíciles de darle a entender.

Bajamos las amplias escaleras del segundo piso y la dejé en el lobby haciéndole señas a otra de las chicas del servicio. Pensé por un momento ¿Si trabajara aquí y fuera a acostarme con un chico en mi casa a dónde iría? Al ala de empleados claramente.

Caminé hacia un estrecho pasillo que estaba a un par de puertas del gran lobby de mi casa. Esta era la ruta para el ala de empleados si estaba en lo cierto. La verdad, es que a diferencia de lo que muchos piensan al caer en el cliché de la buena economía es que sí hay padres con dinero que cuidan a sus hijos. Entre esos, mi padre antes de ser un imbécil. Es por eso que no tengo una dramática historia sobre mi persona sufriendo y teniendo como figura materna a una nana. No es que esté mal, simplemente no me pasó a mí.

Seguí caminando por el pasillo, no era un espacio que causara claustrofobia, era limpio y lo suficientemente amplio para que pasaran dos personas al tiempo, pero teniendo en cuenta las dimensiones de la casa si era pequeño. Conforme recorría el pasillo me daba cuenta que no había casi empleados aquí. Era viernes y se iban a descansar, era cierto que algunos vivían con nosotras pero la gran parte tienen sus casas en otros sectores.

Estando a la mitad del pasillo escuché que algo se rompió en uno de los cuartos del final del pasillo, quizá un florero cayó de alguna mesa, pero el estruendoso impacto había logrado asustarme. La luz no era mala, había amplias ventanas y balas de luz en el techo, pero no dejaba de ser menos escalofriante el hecho de que estuviera sola en un ala de la casa que no recordaba bien y con ese sonido ensordecedor.

Me quedé en silencio, quizá había sido sólo un accidente.

—¡No! ¡No! ¡Por favor! ¡Te lo pido! — La chillona voz de una mujer se escuchaba venir de la misma puerta de donde suponía cayó el florero. Temblé nerviosa del hecho de que me había equivocado, no había sido un accidente. Corrí hacia esa habitación lo más rápido que pude y la abrí. La escena me dejó sin habla.

Sangre, mucha sangre por todos lados y en grandes cantidades. Líneas de sangre en las paredes y el suelo signo de que habían apuñalado a alguien horizontalmente y varias veces de manera superficial hasta matarlo. Los cuadros, el florero, las sábanas de la cama y todos los objetos en general de la habitación estaban por todo el suelo. Había tanta sangre que el gran charco que salía del cuerpo casi tocaba mis pies.

—Lo siento, lo siento Tess... Lo siento. —La voz entrecortada por las lágrimas era de Fernick, el guapo hombre que me había recibido el día que volví del accidente. Hablaba en un leve susurro al tiempo que sus manos manchadas de sangre acariciaban el rostro de una mujer delgada y con el cabello negro. Los ojos de la mujer estaban abiertos y debajo de ella y sobre todo el cuerpo de Fernick había mucha sangre.

Sentí nauseas. La boca de mi estómago iba a explotar en cualquier momento.

Fernick seguía con el cuerpo, susurrándole cosas que no lograba entender. Obviamente debió haber notado que estaba allí de pie, viendo lo que presuntamente había hecho. Estaba asustada, debía correr, podría hacerme eso a mí. Solté una fuerte respiración y me giré dispuesta a irme en silencio, rogando que el tipo frente a mi estuviera en algún trance asocial y no hubiera notado mi presencia.

Nuevamente, supe que me había equivocado al escucharlo hablar.

—Señorita Eva —su mirada seguía fija en el cadáver—. Yo no quise hacerlo, se lo aseguro. Lo juro, lo juro por lo más preciado, yo, yo...—comencé a dar pasos hacia atrás, el tipo estaba completamente loco. Mi cuerpo ya estaba fuera de la habitación e iba a empezar a correr cuando dijo—. Es como si me hubieran obligado.

La idea llegó como llamara a mi mente, compulsión. ¿Sería posible que le hicieran lo mismo que me hizo Clarck a mí?

—Cómo...—Carraspeé mi garganta tratando de ignorar el hecho que frente a mi había un cadáver y que el olor a hierro era demasiado como para soportarlo. —¿Cómo que te obligaron?

—Se lo juro, no lo recuerdo, pero no podía detenerme. —Fernick alzó la mirada y me miró por un momento con sus ojos cristalizados por las lágrimas. El iris de sus ojos, un tono ámbar bastante hermoso junto con su enrojecida tez morena me daban la sensación de que decía la verdad.

—Mira Fernick —Carraspeé otra vez tratando de no vomitar por el olor a Hierro que se empezaba a filtrar en el aire. —. Debemos ir a la policía. Es lo mejor.

Asintió mirándome en silencio. Su conducta no era normal, no era natural. Si fuera un loco con algún problema de demencia me atacaría ahora mismo pero no era así. La culpa se veía en sus ojos, la sinceridad que emanaba era algo que no podía refutar.

—Por favor, créame, yo no quise hacerlo. —Los vellos de mis brazos se erizaban ante la escena, era como si estuviera dentro de alguna mala película en donde pensaran que entre más sangre mejor. El problema era que esto no era una película, había una chica muerta que trabajaba para nosotras y uno de nuestros empleados la había matado.

—Yo te creo Fernick ¿Okey? —No sabía del todo si mi respuesta era sincera, sólo no quería que se alterara.

—De acuerdo. —El hilo de su voz era casi imperceptible. Volvió a mirar a la chica que yacía muerta en su regazo.

Asentí sin decir nada y comencé a correr lejos de la escena devolviéndome por el pasillo. Traté de oír si Fernick me perseguía, pero no era así. Eran varios metros de pasillo antes de llegar al lobby, era lógico por qué nadie había ido a esa habitación con el ruido, estaba muy lejos así que nadie había escuchado nada de lo que pasó.

Cuando llegué al lobby vi a Char sentada al lado de Lizzie que seguramente había llegado de la universidad. Yo estaba sudando, muriendo por dentro tratando de asimilar lo que había pasado. Estaba asustada, muy asustada, a unos metros de nosotras había un asesino que conocía cada rincón de esta casa y que por alguna razón no me había atacado. No importaba ahora si había sido compulsión o no, debía proteger a Char a Lizzie.

—Eh, Lizzie. —Le hablé al llegar a la sala de estar.

—¡Hola preciosita! —Alzó un poco la vista hacia mí y luego miró a Char— ¿Si Eva? — Mi amiga no me miraba y en ese instante estaba agradeciendo lo despistada que era a veces, estaba concentrada jugando con Char en sus piernas.

—Sal con Char al cine —sonó como una orden así que aligeré mi tono de voz que estaba alterado por los nervios—. estaba pensando que podrías llevarla al cine. Quisiera decir que fuéramos todas, pero debo hacer cosas de la universidad.

—Creí que ya habías terminado con todo lo de la Universidad. —Dijo jugando con Charlotthe.

—Al parecer no, me faltó algo, un informe o algo así. —Respondí con la poca naturalidad que podía fingir, esperaba que me creyera, Lizzie sabía que era muy obsesiva con la universidad y quizá esa no era la mejor mentira para decirle, no luego de que la he estado evitando por los últimos días para no mentirle.

Lizzie suspiró y alzó su vista para mirarme terrible, si le nombrabas cine a Charlotthe era una orden de la pequeña niña ir.

—¡Cine! ¡Cine! ¡Cine! —Charlotthe empezó a saltar de manera hiperactiva sobre las piernas de Lizzie. Apretaba mis puños, casi podía sentir mis uñas reventando la piel de mis palmas, necesitaba sacarlas de ahí ahora.

—No. —Maldita sea.

—¡Cine! ¡Cine! ¡Cine! —Insistió frunciendo su pequeño ceño y brincando aún más fuerte.

—No. —Por favor Lizzie....

—¡Cine! ¡Cine! ¡Cine! —Habló más fuerte la niña mientras saltaba, a veces Char era un tanto irritante para conseguir lo que quería.

—¡Bien Charlotthe! —Lizzie hizo un pequeño gruñido sin ser agresiva—. Me sacaste lo intensa que eres. —Char sonrió con suficiencia. Al lado de Lizzie estaba su bolso, lo tomó, se lo colgó al hombro y bajó delicadamente a la niña de sus piernas. Trataba de respirar como una persona normal para que Lizzie no notara que algo iba mal.

Algo iba mal no, algo iba terriblemente mal, había un cadáver a unos metros.

—¿Seguro no quieres venir? —Lizzie me dio una sonrisa cuando estaba a punto de salir de la casa. Gracias a la vida que Charlotthe estaba vestida y Lizzie había acabado de llegar de la universidad, si no habría sido más difícil sacarlas de aquí.

—Si, si, segura. Diviértanse. —Concreté. Podía sentir como me temblaba el cuerpo y se me dormía un poco la boca.

—Bien. Me llevaré tu auto, quiero estrenar el nuevo lindo color plateado que le han dado al sacarlo del taller. Y si, ya tomé tus llaves de tu cuarto porque soy una abusiva.

—¡Abusiva! —Gritó la niña con emoción. Le divertía esa palabra.

—Bien, no hay lío. —Le sonreí y le di un beso a Charlotthe. Ambas salieron de la casa y pude cerrar la puerta, mi primer instinto fue correr hacia el teléfono que estaba en la sala de estar. Corrí hasta la mesa de madera que estaba en medio y tomé el teléfono, estaba a punto de marcar a emergencias cuando escuché una voz.

—Suelta el teléfono, Evangelinne. —Giré lentamente temblando y sin soltar el teléfono. La persona frente a mí era Bradly.

—¡Maldita sea! —Le grité, no estaba para él en este momento. Bradly en definitiva era la imagen de lo importuno. Además ¿Cómo había entrado sin que Lizzie lo notara?

—¿Qué haces aquí? —Terminé por decir. Soltó una sonora carcajada, esa que lo caracterizaba. Estaba vestido de camisa negra con pantalón negro y unos zapatos a juego. Parecía que se había vestido para un funeral, qué apropiado.

—Bueno, caminaba por estas residencias porque me gusta el aire limpio. Al estar cerca olí un maravilloso olor a sangre proveniente de aquí. Así que como estamos empezando una maravillosa amistad y no nos habíamos visto en días quería verificar que no te hubieran descuartizado. Y ya vi que no, así que me voy.

—No, no te vayas, por favor.— Supliqué. No teníamos una maldita amistad, nos habíamos visto dos veces en la vida, pero tener un vampiro de mi lado con un asesino suelto me sería de ayuda.

—¿A qué se debe tú suplica mi querida? —Su risa coqueta se hizo presente.

—Hay...Hay...—Recordé a la mujer muerta cerca de aquí.

—Oh ¿Tu primer muerto? ¡Qué emocionante, soy tu primera vez! —Olvidé que podía leer mi mente y su comentario lo había confirmado.

—Una chica... Hm... Ven. —Dije en voz baja, casi como si murmurara, se me estaba acabando la energía para afrontar lo del cadáver.

—Como ordenes Bambi. —No sabía qué decir, apenas me salieron ese par de murmullos. Comencé a correr hacia la habitación en donde estaba Fernick y para mi suerte aún seguía ahí mirando el cadáver.

Juro que jamás creí que me iba a alegrar que un asesino siguiera quieto. Bradly, que era varios centímetros más alto que yo se hizo a mi lado. Estábamos en la habitación cerca a la puerta, el rubio comenzó a caminar de manera lenta y pausada, ya no tenía ese semblante divertido de siempre, estaba serio, como si estuviera preocupado.

—¿Qué sucedió? —Preguntó Bradly con un tono sereno.

—Yo... No quise... Lo juro...—Fernick estaba en shock. Yo permanecía callada viendo qué pasaría. Llevaba varios minutos con el cadáver allí, el olor era cada vez más fuerte y la piel de la mujer había perdido mucha pigmentación. Seguía muy nerviosa, demasiado, pero tener a Bradly ahí de alguna manera me hacía sentir mejor.

—Si, si, quédate quieto. —Bradly tocó con una de sus manos el hombro de Fernick y sus ojos se tornaron blancos, como un exorcismo.

—¡Mierda! —Exclamé impresionada por el cambio en su mirada.

—Que boca tan sucia tienes Eva. —Respondió tranquilo teniendo aún los ojos blancos.

—Pero ¿Cómo...? —Últimamente todas mis preguntas empezaban así y eso comenzaba a fastidiarme.

—Busqué en sus recuerdos —respondió, como si fuera obvio—. Ahora, calla. —Me silenció luego de quitar la mano del cuerpo de Fernick.

—Me siento... —Habló el moreno por primera vez algo que no hiciera alusión al cadáver. Fernick esta vez, con un tono más audible.

—¿Cansado? Es normal. Levántate. —Sentenció severo Bradly.

Para mi sorpresa Fernick le obedeció y con cuidado dejó recargado en el suelo el cadáver de la chica que ahora tenía los ojos cerrados.

—Ahora mírame —Fernick miró a Bradly—. Irás a la habitación de en frente, te cambiarás, ducharás, quemarás la ropa con sangre y luego te acostarás a dormir un rato. Creerás que esto fue sólo un accidente, tú no hiciste nada. —Fernick asintió y salió del cuarto sin decir absolutamente nada.

—¿Pero qué haces? ¡Estás encubriendo un crimen! —Me exalté, eso no era correcto, habíamos ayudado a un asesino y no dejaría que eso perturbara mi conciencia.

—Bambi mira, preciosa—pronunciaba palabra por palabra como si fuera idiota—. Le ayudo porque ese pobre hombre fue hipnotizado por un vampiro que le dijo que hiciera... —Señaló el cadáver y el cuarto en general. — Pues, esta divertida escena. —Dejé pasar que usara el adjetivo divertido y pregunté.

—¿Cómo? ¿Quién? —Fernick decía la verdad, él no quiso hacerlo. Por un momento olvidé la horripilante escena en donde estábamos y me concentré en el hecho de que alguien tuvo un motivo para obligar a Fernick a matar a esta mujer.

—Eso trataré de averiguar, ahora tú hazme un favor. Voy a limpiar todo esto, pero necesito que tú te vayas de aquí unos treinta minutos ¿Está bien? Tengo una manera muy específica de eliminar los cadáveres y con tu estúpida guerra interior de la moral no me dejarías hacerlo bien.

No dije nada en el momento, asentí y me limité a salir de allí entendiendo que esta situación estaba sobrepasando mis capacidades. Por un momento pensé en canibalismo, pero no creí que un demonio por más perverso que fuera cayera en esas atrocidades. Seguramente iba a quemar el cuerpo.

Llegué a mi habitación y cerré la puerta. Estaba tranquila con que Bradly estuviera allí, sé que no dejaría que nadie lo viera ni le haría nada a Lizzie o a Char ¿Por qué creía saber eso? No lo sabía, pero sabía que estaba en lo correcto.

Toqué el anillo de mi dedo que era el símbolo de mi futuro síndrome de Estocolmo, lo tenía en mi dedo desde hace días y me quedaba viéndolo por varios minutos al día tratando de tomar una decisión o quizá para lograr ver mis alternativas. Me desplomé en mi cama con un último pensamiento que se coló en mi mente mientras estaba cayendo en un profundo sueño ¿Bradly sería tan demoniaco como para cometer canibalismo?

Me respondí luego de unos segundos, claro que no.

O eso supuse.

¿Les ha gustado el personaje de bradly? Es desesperante, pero lo amo.

Nos leemos el viernes, no olvides comentar y votar 🖤

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