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Tercer capítulo.
9 de Septiembre del 2018
—¿Qué es esto?- Me pregunté tomando el anillo y viendo el grabado que tenía en su interior. Una letra preciosa en cursiva decía.
Por siempre tuyo.
Mordí mis labios con curiosidad y me puse el anillo en mi mano izquierda. Se me veía bien y acentuaba con mi tez morena, pero ¿Cómo había llegado a mi lavabo? Suspiré de manera frustrante, nuevamente mi madre se había metido en mi recámara y había dejado alguna de sus joyas en mi baño.
Sin embargo esa teoría no tenía sentido; mi madre había tirado el anillo de compromiso que compartía con mi padre. ¿Sería posible que mi madre contrajera nupcias nuevamente? Chillé como adolescente de la emoción de pensar que mi madre tendría nuevamente a alguien en su vida. Y que, al fin podría irme a vivir sola sin el cargo de conciencia de tener que cuidar a mi madre. Sé que sonaba como una egoísta y posiblemente lo era, pero ya era hora de que me independizara.
Dejé el anillo en el lavabo y me metí a la regadera a darme una ducha. Hoy no tenía clase más allá de una tontería en la tarde, así que faltaría. No me apetecía hacer nada luego de casi haber muerto. Sabía que todos tenían esa epifanía luego de la muerte en que su deber en el mundo es hacer algo grandioso con sus vidas o algo por el estilo. Pero seamos sinceros, si queremos cambiar es un arduo trabajo, no es en base del hecho de que un tigre de montaña golpeara tu auto.
Un tigre de montaña...
Casi me mata.
Acelerada me senté en el escritorio de mi recamara y empecé a buscar sobre el fantástico destruye autos Tigre de montaña. Ese maldito animal me las pagaría, hoy mismo iría a cazarlo así mi cuerpo se sintiera pesado y dolido.
Busqué en Google y en menos de quince segundos ya tenía una gran pila de información en el servidor. Abrí la primera pestaña y leí.
"El Tigre de montaña es un animal con pelaje en tonalidades oscuras, que tiende a pesar cerca de una tonelada y vive en las zonas altas de ciertas aglomeraciones de bosques en climas tenues y fríos. Son solitarios y sólo mantienen compañía en el momento de aparearse y cuando las hembras crían a sus cachorros..."
Una tonelada...
Si, es una buena cantidad de fuerza y eso explicaría el golpe, pero no explicaría por qué mi auto se detuvo de la nada y tan abruptamente. Y mucho menos el hecho de que diera tantas vueltas en el asfalto.
Y la voz... Esa voz que era sensual, bastante masculina. ¿Quién era?
—Buenos días sexy—Di un brinco en la silla de mi escritorio y cerré la información abruptamente. Lizzie había entrado a mi cuarto cargando a la pequeña niña en sus brazos, la cual nos miraba expectante y sonriente sosteniendo una muñeca con medias de agujeros, unos shorts y un top con tacones. Parecía una prostituta pero Lizzie y yo no le decíamos nada a Char y sus gustos... Peculiares.
—Buen dia Fueguitos. ¿No tuviste clase esta mañana? — Amaba molestarla por su cabello.
—Ja ja, eso, ríete de las que sí tenemos un cabello con personalidad. Y si, tenía clase pero la cancelaron así que me quede con mini me. ¿No es así preciosa?—Dijo esto último con una voz típica de madre alzando a la pequeña en sus brazos mientras que la niña aplaudía con sus pequeñas manitos.
—Muy bien. Yo tengo que salir un rato a atender algunas cosas.
—Vale, no quiero que salgas sabiendo que tuviste un accidente hace dos días pero como sé que todo lo que te digo te importa un rábano pues nada. —rodeé los ojos—ah, Eva, tu madre dejó una nota en el refri diciendo que se había ido a Alemania de improviso por un daño en alguna cosa de los licores. —Lizzie cambió el tema— ¿Sabes cuál es la mayor ventaja de ser tu amiga? Siempre hay alcohol gratis.
—Oh, creí que era por mi fabulosa personalidad, pero el alcohol también es un buen argumento. Ahora, sal que debo cambiarme.
—Bruja.
Lizzie rió por lo bajo y salió del cuarto con su hija mientras que con un pie cerraba la puerta.
Volví a abrir la información y decidí que iría de cacería por lo que tendría que irme cómoda, si, dije de cacería. A mucha gente le parecería vengativo que fuera a matar al tigre que me causó el accidente y sinceramente, lo es. Pero así era, además, aquella parte del bosque tenía licencia de caza por lo que técnicamente no hacía nada malo.
Me puse unos jeans y unas botas de caza cerradas y negras en compañía de un suéter negro y una chaqueta impermeable del mismo color. Mi cuerpo se sentía un poco más fuerte pero sabía que estaba siendo irresponsable. Sin embargo, mi deseo por ver a ese animal muerto era mucho mayor que mi dolor físico.
Estando vestida abrí la puerta de mi habitación y me dirigí hacia el sótano, justo a la zona de armamentos que teníamos en caso de emergencia desde que dejamos de cazar ciervos con papá. Tomé una escopeta que cargué a mi hombro y un par de cuchillos los cuales puse en mis botas. Tomé uno de los bolsos negros que había en la sala y allí metí balas, agua, barras de proteína y mi billetera con los documentos.
Salí de casa tratando de ser discreta, me subí uno de los autos de mi hogar el cual comencé a conducir hacia el sitio donde había tenido el accidente.
El tigre no podía estar muy lejos, si estaba por ahí era que buscaba alimentos o abastecerse de agua. Mientras conducía comencé a pensar en cómo aprendí a cazar con mi padre y lo divertido que era cuando era una niña. Creo que era algo extraño que un padre le enseñe a matar animales a su hija pero mi padre no era una persona normal.
Teníamos una buena relación, creo, hablabamos cada día una vez para contarnos cómo estábamos y que él me contara como va su relación con la zorra con la que engaño a mi madre. Porque, si, están juntos así mis padres no se hayan divorciado realmente, ya que ellos siguen casados por papeles debido a la droga que mueve el mundo, el dinero. Claro, para mi madre es terrible, ya que debe verlo mínimo dos veces al mes en New York y Scottland en las reuniones con socios e inversionistas.
Luego de conducir media hora o un poco más llegué al sitio del accidente y me adentre al bosque para dejar el auto en un sitio para cazadores donde no estorbara, saqué el bolso con las cosas y me encaminé dentro del bosque en dirección a las montañas en busca del animal.
El bosque era un sitio mágico. Tenía neblina pero no era algo excesivo, el clima era húmedo y la temperatura era bastante fría pero no para llegar a una situación de hipotermia. El cielo se veía azul pese a que tenía varias nubes en él y algunos animales pequeños como conejos y ardillas corrían por todo el lugar. Una vegetación variada de árboles de distintas tonalidades de verde y algunos nidos de pájaros de colores propios del sector se apreciaba a simple vista. A través de las copas de los árboles entraban rayos de sol, todo en conjunto daba un ambiente como si fuera un bosque fantástico lleno de misterios y ese tipo de cosas que leía cuando era niña.
Me adentre cada vez más al bosque, dos kilómetros luego de caminar un buen rato, a lo lejos vi unas figuras humanas.
Cazadores, supuse, no le di importancia y continúe buscando al animal. Tenía que tener cuidado con las personas, no quería herir a nadie que no fuera el tigre y lidiar con un disparo de escopeta era bastante difícil.
Me adentré más en el bosque hasta el punto de que no se veía señal humana y esforzándome demasiado por lo débil que estaba mi cuerpo luego del choque, escuché tras de mí un crujido de una hoja o una rama y me giré abruptamente para ver tras de mí a una pequeña niña. Aprecié a una chiquita rubia y con ojos grises acompañados de unas pequeñas pecas por todo su rostro, y una piel blanca como la porcelana. La pequeña tendría quizá unos ocho años más o menos, frente a mí la desconocida alzó su mirada y conectó sus ojos con los míos, sus ojos llorosos e hinchados seguramente de llorar en cantidades alarmantes.
—Oh pequeña... ¿Te perdiste?—Dije con voz dulce y pausada. La niña negó repetidamente mientras que empezaba a sollozar. Me acerqué a ella agachándome a su altura y tomé sus pequeñas manitos con delicadeza.
—¿Qué sucede linda?—Pregunté angustiada y asustada por la actitud de la pequeña.
—Yo...—Al terminar de hablar me mostró sus manitas. En sus muñecas tenía claras señales de que alguien la había amarrado y que ella había luchado para liberarse. Se me heló la sangre. Posiblemente cerca de nosotras había un pedófilo o algún loco, así que sin pensarlo tomé la escopeta.
—Cajaro... No, perdón. —esto de hablar frente a niños no se me daba bien. —¿Qué pasó, quién te hizo esto?
—Un monstruo malvado. —Dijo la niña en medio de sollozos. Al mirar su ropa noté que tenía un lindo vestido rosa de princesa totalmente rasgado y con sangre en una cantidad notable.
—¿Te duele algo? ¿Estás herida en algún otro lado que no sean tus manitas?
A la mierda el tigre debo llevar a esta niña al hospital.
—Ella... Ella era como...
—Como una asombrosa perra maldita, hola Lucy.—Respondió una mujer de cabello rubio que caía de una rama de un fuerte roble frente a nosotras para aterrizar de pie, a la vez que sonreía de manera cínica a la niña y a mí.
¿Qué mierda?
Tomé a la niña del brazo y la puse tras de mí como primer impulso. Apunté con la escopeta a la mujer como acto reflejo y me fijé que estaba descalza y vestida de azul claro en un sensual vestido acompañado de una chaqueta de cuero negra. La chica era rubia y tenía un cuerpo prácticamente perfecto, sus ojos eran penetrantes y me asustaba el hecho de que no la hubiera escuchado acercarse y que sólo haya notado su presencia cuando se lanzó de aquel árbol, y que encima no le hubiera pasado nada.
—Oh, ternurita... Bueno, quería comerme solo a la niña, pero en vista de que estas aquí tú eres un premio mayor. —Dijo la mujer con una voz sensual y posesiva.
—¿Premio mayor?—Pregunté desconcertada y alarmada.
—Si, ya sabes, más sangre. Es una lástima tener que matar a la niña, pero no puedo dejarla vivir luego de secuestrarla. —Estaba temblando y respiraba de manera acelerada escuchando las palabras de esa mujer. Y Lucy, la niña tras de mí, sollozaba de pánico. ¿Comernos? ¿Es caníbal? Por la adrenalina sostenía firmemente la escopeta en su dirección y puse mi dedo en el gatillo. Estaba lista para disparar si daba un sólo paso más.
—¿Por qué secuestraste a la pequeña maldita lunática?—Subí el tono de mi voz ya bastante molesta.
—Cariño se llama cacería, debía practicar y de paso comer. Vamos no te enojes, te darán arrugas. —Habló la mujer frente a mi viéndose las uñas y restándonos importancia.
—Todo estará bien Lucy, no te preocupes. Quédate tras de mi ¿Okey?—Le dije con la voz más calmada que pude o qué más bien me permitía los nervios a la pequeña que estaba tras de mí, mientras que sostenía con firmeza la escopeta en dirección a la mujer.
—Linda, no prometas algo que no puedes cumplir.
Un teléfono comenzó a sonar, pero no era el mío. Era el de la psicópata que estaba en frente a mí. La mujer con descaro contestó con cara de asco al ver el nombre que estuviera en el teléfono móvil.
—Esto es estúpido. Salem debe saber que eso está prohibido en la orden a menos de que... —Se quedó callada unos segundos mientras escuchaba la voz al otro lado de la línea.
—Imbécil Salem, siempre un paso adelante. Muy bien, lo haré pero acabaré con la pequeña y voy para allá. —Concretó.
Lucy comenzó a llorar desconsolada detrás de mí así que comencé a disparar cerrando mis ojos por el temor, entendiendo que la mujer hablaba en serio. Luego de eso vi a la misma mujer frente a mí mirarme a los ojos como si nada.
No tenía un solo rasguño.
—Dame el arma y quédate quieta.— Sin querer hacerlo y contra mi voluntad hice lo que me dijo.
Sentí unas impetuosas ganas de obedecerla sabiendo que iba contra todo lo que quería. Me sentí sin personalidad y sin identidad por ese instante. Como una caja vacía.
—¡Maldita sea qué me hiciste perra!—La chica rió audiblemente luego de mi grito y tomó de un brazo a la niña llamada Lucy para luego tomarla del cuello y levantarla del suelo en mi presencia.
—¡Suéltala!— Grité desesperada viendo como la niña luchaba contra la mujer con la poca fuerza que tenía a la vez que sus ojos se abrían como platos y su rostro blanco iba tomando otra tonalidad más roja.
—Hmm No. — La mujer con la misma mano que la sostenía la acercó a la pequeña a ella y la mordió salvajemente en cuello. Podía sentir las arcadas que me querían salir de mi cuerpo por la desagradable escena.
En ese instante, los ojos de la misteriosa mujer se volvieron rojos y líneas extrañas y marcadas aparecieron en su rostro. Su cara se tenía ese aspecto horrible y yo gritaba desesperada. El maldito animal que era esa mujer frente a mí me veía al mismo tiempo que mataba a la niña. No podía moverme, esa monstruosidad bebía y succionaba el cuello de la pequeña que lloraba para luego de unos momentos dejar de luchar.
Lucy había muerto.
—¡Déjame ir! ¡Déjame ir!—Toda mi valentía se había ido al caño luego de ver la horripilante escena. Luego de que esa cosa se había saciado tiró el cuerpo de la pequeña niña al suelo, inerte.
—¡Lucy!—La rubia se acercó otra vez a mí y por más que traté de moverme no lo logré, me había hecho algo que no me lo permitía, quizá era el temor y adrenalina moviéndose en mi sistema.
¿Qué era esta cosa?
—¡Hazlo rápido entonces, mátame maldita cosa!—Le grité desesperada.
—Oh no querida—La mujer tocaba mis mejillas lentamente sintiendo su textura a la vez que me miraba fijamente con diversión en su mirada. —A ti te espera algo peor.
Desperté.
Estaba en mi casa, durmiendo en mi cuarto. Al despertar lo recordé todo, la niña, la escopeta, la mujer...
La sangre.
¿Una vampiresa? Recordé mi clase de mitología.
Es físicamente imposible.
Me levanté abruptamente y me vi en el espejo del baño. Estaba con el cabello y la ropa tal cual como antes de salir. Las cosas que había llevado a la cacería estaban en el bolso y la escopeta estaba apoyada en una silla de la habitación sin señal de haber sido disparada. Es imposible. Yo vi la sangre, no podía moverme, yo lo vi todo.
¿Estoy enloqueciendo por el golpe del accidente? Seguro el médico realizó mal los exámenes.
Bajé a la planta inferior corriendo buscando un poco de café y vi a mi madre en la sala de estar de la casa comiendo palomitas y viendo una película. Para verificar el sueño salí por la puerta de enfrente y vi el auto parqueado perfectamente como antes de que saliera.
Regresé a la casa y fui hacia donde estaba mi madre, sentándome a su lado permitiendo que mi cuerpo temblara y sintiendo cómo mi voz se desestabilizaba dentro de mí, la abracé.
—No viajé por mal clima así que me iré la próxima semana, ya no tienes cinco años para estar así ¿Pasa algo?
—Mamá... He tenido la noche y el día más extraños de mi vida. —Dije tratando de no sonar muy alterada, pero era imposible, había presenciado un asesinato. Y no sólo eso, la mujer había jugado con esa pequeña como si fuera solo un pedazo de carne.
Me dolía el cuerpo, me sentía débil y vulnerable.
—¿Qué te pasó preciosa?—Preguntó mi madre con tono de angustia.
—Primero sentí una voz masculina en el accidente y anoche sentí que me observaban —Tenía que ser sincera así me creyeran loca. —. Además, he tenido una pesadilla horrible en la que mataban a una niña llamada Lucy y la asesinaba una mujer rubia que estaba vestida extraño, luego desperté y es como si nada hubiera ocurrido.
—Oh cielo debe ser por el accidente igual y...—La interrumpí.
—Y luego está ese anillo. —suspiré cansada.
—¿Qué anillo Evangelinne?—El tono de mi madre se tornó serio y angustioso.
—Uno de argolla rosa con un hermoso diamante sobre él, tiene de dedicatoria: Siempre tuyo. Algo demasiado cursi para mí gusto. ¿Por qué?
Mi madre palideció y me miró fijamente mientras que trataba de sonreírme como si nada malo estuviera pasando. La misma sonrisa de cuando me fracturé de pequeña y la misma de cuando me decía que no le importaba mi padre.
—Por nada linda. Debo realizar un par de llamadas, te veo luego.
Mi madre ocultaba algo pero había dos explicaciones; Una, entendía que su hija estaba enloqueciendo y estaba asustada o, dos, sabía que ya estaba loca y me iba a internar. Pero el tema de algo tan absurdo como un vampiro era imposible.
O eso creía.
Nos leemos pronto, recuerden que actualizo cada viernes en la tarde ✨
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