Único
|En menos de un minuto la idea se ha hecho presente en sus pensamientos y en una fracción de segundo, la ha llevado a cabo.
Hasta hace tan solo unos momentos se había encontrado recostado en la arena, con los brazos cruzados detrás de la cabeza y la mirada perdida en la sombrilla que lo protege del sol. La mayor parte de sus amigos se encuentran en el mar, jugando entre ellos ya sea fuera o dentro del agua.
Sus pensamientos —sin embargo—, no le permiten disfrutar de aquel día junto a sus amigos, a diferencia de otras ocasiones que no tarda mucho en unirse a los juegos o a las batallas Pokémon de entrenamiento que estaban llevando a cabo entre ellos, en esta ocasión ha decidido apartarse y pensar detenidamente sobre los sentimientos que desde algún tiempo atrás viene arrastrando con cansancio.
Pero no llega tan lejos cuando el sonido de pisadas llama su atención, lo suficiente como para obligarlo a levantarse y observar quien es la persona que ha decidido acercarse.
Y es ahí cuando sus miradas se cruzan una vez más, que los verdes ojos de Misty le observan con curiosidad, mientras su cabello y toda ella en general se encuentra escurrido agua. No están uno al lado del otro, pero tampoco están muy alejados.
Y es entonce cuando decide levantarse repentinamente de su lugar, en un acto rápido y sin pensar ni medir absolutamente nada, simplemente cediendo ante un impulso que meses atrás no se le permitió realizar.
Sal.
Es lo primero que viene a su mente antes y después de alejarse a ella. No sabe si se debe al lugar o si siempre será así cuando decida llevar a cabo tan peligrosa acción, pero por el momento lo saborea, notando entonces que no es un sabor realmente desagradable y que con el tiempo puede llegar a disfrutarlo.
Es curioso —piensa—, durante la mayor parte de su vida siempre había creído que sus labios iban a terminar con un horrible sabor a químicos, mientras que a su nariz llegaría el aroma del cloro que normalmente se usaba en las piscinas.
Pero ese día había demostrado que se encontraba equivocado.
De repente ha perdido total interés por saber qué ocurre a su alrededor, la idea de ir a con ellos simplemente ya ni siquiera se encuentra en segundo plano. Lo único que tiene claro su mente son los brillantes ojos verdes que no han parado de observarlo, debatiéndose entre demostrar vergüenza o confusión, mientras sus labios tiemblan, probablemente queriendo decir algo — ¿insultarlo tal vez? —, pero sin poder ponerse de acuerdo como para dejarlo salir.
Y tal vez es así cómo deberían quedarse.
En silencio, observándose el uno al otro mientras piensan en el sabor que ha quedado en los labios por culpa del otro.
Su primer beso no es dulce —como casi nada entre ellos, sinceramente hablando—, es salado como el agua de mar, inolvidable como muchas de las cosas que les han pasado juntos a lo largo de la vida y —sobre todo—, es un momento que han disfrutado sin ponerse a discutir de inmediato.
—Tus labios están salados.
Pero no podían quedarse así toda la eternidad y tal comentario nace de lo más profundo de su mente para mantener el equilibrio entre ellos. Porque se aman, pero más que amarse necesitan discutir para saber que las cosas están bien entre ellos.
— ¡Ash Ketchum! —se queja finamente, con el rostro enrojecido y la toalla con la que pensaba secarse siendo estrujada entre sus manos—. ¡¿Se puede saber en qué estás pensando?!
Y no responde.
Porque le da pena admitir que Gary tenía razón ese día y ha decidido jamás decirlo en un lugar donde su amigo pueda enterarse que lo dijo. Así que mejor prefiere sonreír mientras escapa corriendo de la escena del crimen, mientras la líder de gimnasio le grita un poco más antes de empezar a perseguirlo.
Probablemente hoy aún no era el día, pero si con el salado beso aún no quedaba claro… Él realmente amaba a esa chica.
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