2 | Pétalos de Chocolate
Ninguno de los dos era capaz de comprender lo que estaba sucediendo. Eran omegas, sus cuerpos habían sido diseñados para recibir a un alfa y entregar sus cuellos a la mordida feroz que provoca la marca indeleble capaz de unir de por vida al lobo destinado.
Pero lo que ocurrió después de ese fortuito encuentro iba en contra de todo lo que ellos conocían y aceptaban como parte del universo lycan del que formaban parte.
Jimin y Jungkook se enamoraron y desde aquella noche en la que probaron la piel del otro por primera vez, no volvieron a separarse. Jungkook prácticamente se había mudado al departamento de Jimin, pero aún no lo consideraban una convivencia.
Que no se hubieran cruzado antes era difícil de comprender, ya que Jungkook daba clases de canto en la misma escuela que Jimin enseñaba danzas.
La vida de ambos se repartía entre la pasión que tenían por las artes y la continua determinación de evadir a un Taeyang que se había convertido en una maldita sombra extraña de Jimin.
Una peligrosa y maniática obsesión.
Montaba guardias eternas frente a la casa de su ex omega, llevaba registro de quién entraba, quién salía, y ese, precisamente, era Jungkook que entraba un día y salía tres o cuatro días después. Pero para el alfa, Jungkook, no significaba peligro alguno, porque ya lo había olido y sabía que un omega con perfume a sakura no significaba rival para él que reventaba de olor a café y a hormonas de macho alfa, poderoso y bestial.
Esa mañana, Jimin se quedó a descansar, no se sentía bien así fue que prefirió faltar a su entrenamiento. Hacía frío, llovía a cántaros, preparó un té de jazmín, se sentó a mirar por la ventana los dibujos que la lluvia trazaba sobre las calles, llevó sus rodillas al pecho y estiró el buzo que llevaba puesto hasta cubrir sus piernas y pies.
La escena lluviosa, lo llevó hasta Taeyang, su cabeza a veces le jugaba en contra y se descubría entretejiendo pensamientos dañinos acerca de su relación con ese monstruo.
Con Jungkook había descubierto que podía ser feliz con pequeñas cosas y se sentía privilegiado de tenerlo, pero en el fondo seguía anclado en el pasado.
Kook decidió regresar antes de sus clases y se encontró con un Jimin melancólico y sumido en sus pensamientos. Se quedó en silencio respetando la reserva de su... su... no podía ponerle nombre a su relación con Jimin porque de verdad que nunca se lo había planteado, pero no quería dejarlo pasar porque aunque estuviera seguro que lo que sentían iba más allá de «títulos y nombres», él necesitaba definirlo.
Le resultó tierno verlo enfundado en el buzo, caminó hacia él, lo abrazó por detrás y lo acunó, luego giró para ponerse de frente, arrimó su rostro al de Jimin que salió del letargo.
—Hola, Jimin ¿Qué pensabas?
—Nada —mintió.
—No se puede pensar en nada —Sonrió y prosiguió— necesito hablar contigo.
Jimin se separó de golpe. Lo que venía detrás de esas palabras, nunca era bueno.
—¿Qué ocurre?
—Ocurre que ya no quiero más de nuestros encuentros a escondidas. Sé que estamos aquí en nuestra burbuja de protección pero tengo necesidades, inquietudes.
—¿Jungkook, por qué me dices esto, tienes dudas? ¿Me amas?
—Jimin, sabes que te amo. Estoy loco por ti.
Ante esas palabras, Jimin se sintió dichoso. Él era alguien lastimado en el pasado.
—Dime más, necesito oírte —Jimin necesitaba escuchar todo de boca del hombre más hermoso y noble que se haya cruzado por su vida. Jungkook conocía ese lado insaciable del rubio y sonrió mientras le besaba uno a uno sus dedos de cachorro.
—Amo cuando bailas, amo cuando cantas. Admiro tu carácter fuerte y tierno a la vez. Me enamora cómo cambia tu voz cuando me hablas al oído —Lo miraba a los ojos mientras confesaba su enamoramiento. Jimin parecía haber caído en un caracol de emociones.
—Amo que seas tierno de día y salvaje de noche. Amo cómo te vistes pero más cuando te desvistes.
Me gusta tu cabello —Lo acarició— tus manos —Las besó— tu piel —Hundió su nariz en el cuello del rubio y aspiró néctar— tus ojos de media luna cuando te ríes. Mi mundo ha cambiado desde que te conozco ¿Sigo?
Jimin se acercó tanto al hermoso Jungkook que él chocolate blanco se fusionó con los pétalos de sakura y se hicieron uno.
Pétalos de chocolate, delicia en estado animal.
Con un dedo despejó el mechón largo del rostro de Jungkook y con sus labios casi pegados a los de él, Jimin lamió la comisura de su boca, como aquel primer contacto que habían tenido.
Sus bocas se encontraron en un beso mojado y perfecto.
Podían sentir el latido furioso del corazón del otro.
—¿Dónde estabas, amor de mi vida que no te podía encontrar? —dijo, Jungkook en un susurro.
Jimin tapó su cara con ambas manos y no pudo contener un llanto ahogado que traía clavado en su alma desde hacía años.
—Kookie, lo que me has dicho es muy hermoso, nunca nadie me ha hecho sentir así. Tú ya lo sabes, mi ex me maltrató tantas veces que he perdido la cuenta y si de algo sirve, te confieso que tengo miedo que nos descubran. Necesito que nos cuidemos y que cuidemos esto que tenemos como si fuera oro.
Jungkook asentía con angustia, él tenía los mismos temores.
—Vengo de una relación muy tóxica que dejó heridas profundas, Jungkook, necesito sanar esa lesión, necesito olvidar.
—Ya lo sé, nene.
—Quiero que me conozcas más antes de asegurar que me quieres.
—No te quiero, te amo.
Jimin sonrió ante la corrección— Pero no sé qué sientes tú, Jimin, nunca me dices que me amas...
—Mi hermoso amor —se levantó para sentarse sobre el regazo de Jungkook y hablar sobre su boca— Yo te amo cómo nunca he amado a nadie en esta puta vida.
El cuarto azul que los veía estallar cada vez que sus cuerpos se derramaban en lujuria, hoy era testigo mudo de que entre ellos se había colado la magia, esa que derriba todo a su paso cuando dos almas se encuentran.
Pero ellos eran lobos y para empeorar, ambos eran omegas, la realidad era más fuerte que una magia que solo se da en cuentos de hadas y claro que este no era un cuento. Afuera, a pocos pasos de ellos, se construía el desamor y el horror, en los planes maquiavélicos de un ex despechado y en una sociedad retrógrada que no asumía ni aceptaba cambios.
Esa noche, Jungkook salió de darse un baño vigoroso. Jimin acababa de tomar uno y él se recostó a su lado.
El perfume que la criatura rubia, emanaba, inundaba ambientes y sentidos. Jungkook caía vencido ante el poderoso olor blanco de su omega y su cuerpo reaccionaba de manera inescrupulosa. Cruzó su brazo por el abdomen desnudo de su compañero y lo acarició.
Jimin gimió un jadeo de bebé que lo erotizó tanto que Jungkook sintió que le daría un paro cardíaco.
Iniciaban una ronda de besos y caricias cuando el celular de Jimin comenzó a chillar a su lado. Él quiso ignorarlo pero frente a la insistente demanda del ringtone, decidió ver quién era...
Jungkook alcanzó a leer en la pantalla, el contacto que llamaba: "Innombrable".
Rápidamente, Jimin cortó la llamada. Pero Taeyang, era insistente. Continuó una y otra vez.
Jungkook se levantó de su lado.
—Atiende, Jimin, atiende de una vez.
—No. No pienso atender. Vuelve a mi lado, kookie.
—No. ¡Resuelve el asunto con ese tipo de una maldita vez!
Jungkook sabía que su ex lo seguía llamando, no ignoraba el acoso al que ese alfa lo sometía, al principio le restó importancia porque nunca imaginó que lo que ellos tenían llegaría al punto en el que estaban.
Las cosas habían cambiado, se amaban, hacían el amor mil veces al día, tenían «algo», que si bien no estaba definido, era algo que estaba iniciando y por más prohibido que fuera, era fuerte, único.
Esa llamada significaba el lazo que lo ataba a su antigua vida y aunque Jimin había puesto fin, Taeyang, no. En ese momento Jungkook confirmó que él, no tenía ninguna chance frente a un alfa y se sintió desdichado de muerte.
Jimin apagó su móvil pero Koo no regresó a la cama. Se fue al sofá y se acurrucó en posición fetal.
Quería llorar, le dolía que pasaran estas cosas, le dolía que hubiera alguien entre ellos.
No debería dolerle, él bien sabía que con Jimin nunca podrá tener una relación normal ni estable.
Nunca serán novios.
Nunca podrá marcarlo y él tampoco tendrá una marca en su cuello.
Nunca tendrán cachorros.
Nunca formarán una manada.
Se quedó allí, inmóvil, con un vacío en el estómago indescriptible, quería desaparecer o correr al bosque a que la madre luna le diera explicaciones.
Entonces lo sintió deslizarse en el sofá.
—Kookie, déjame estar contigo. No me eches por favor. Te necesito, solo a ti. A nadie más.
Ya no podía disimular el llanto. Jimin lo abrazó y lo acunó.
—No, no, no llores mi sol.
—¿Como me llamaste?
—Sol. Mi sol. Eres mi sol, Jungkookie.
—Qué lindo —comentó entre hipidos.
Jimin secó sus lágrimas con sus manos hechas puñitos.
—Escúchame, Jungkook, sé que soy yo quién debe poner fin a estos llamados y lo haré, confía en mí. No tengo nada con él, no me importa nada de él, sólo tú.
—¿Entonces, por qué no lo has bloqueado aún?
—No sé.
—¿Aún necesitas que él te llame? ¿Necesitas sentirte querido o deseado por el tipo que te hizo tan infeliz?
—¡No! Eso no es así, Jungkook. Yo-yo-o...
—Minnie, ¿Qué soy para ti?
—No hablemos de eso, Jungkook. Estamos bien así, no pongamos rótulos.
—Necesito saberlo, yo no quiero seguir así.
—Kookie —Jimin intentaba no romperse frente al hombre que amaba, pero sentía que se le caía el alma —Kookie, tengo miedo, miedo es poco, tengo terror que nos descubran y nos separen.
Jungkook lo besó con el llanto encajado en la garganta tratando de acallar sus propios demonios.
—Jimin, mi amor… no llores.
—¿Qué va pasar cuando encuentres a tu destinado, Jungkook? —Hipó.
—¿Qué va pasar si te marcan y caes rendido a los pies de ese alfa?
—Puede pasarte a ti, también.
—¡Claro que sí! Cada día que salgo tengo terror de que Taeyang me arrincone y me marque a la fuerza. Por eso sigo aceptando sus llamadas de mierda. ¡Para que no entre en ira! Me encierro bajo mil llaves cuando sé que él entra en celo, pero… no doy más Jungkook, no doy más. Te amo demasiado como para perderte, ¡Pero no sé qué hacer!
Se estrecharon en un abrazo infinito y lloraron por horas, mares de dolor.
En ese abrazo, encontraron una minúscula paz que ellos anhelaban más que aire que respiraban. Con meñiques entrecruzados, se hicieron la promesa de que nada los distanciaría.
Se besaron en un intento de darse consuelo porque ninguno de los dos era capaz de resistirse a los labios del otro ni a sus poderosas presencias entre las sábanas, pero no hicieron el amor, la pasión se había esfumado junto con los llamados del alfa y tras la declaración descarnada de sus temores más profundos
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