Agosto 2017

—¡Fe-felicidades! —fue lo primero que atiné a decirle al Doc, mientras intentaba no pensar en lo guapo que se veía él en traje y lo tonta que debía verme yo en mis jeans viejos y una blusa que me quedaba muy ajustada.

¿Mi peluca estaba torcida? Por todos los dioses, esperaba que mi peluca no estuviera torcida.

Sin embargo, el Dr. Graham me sonrió como si yo me viera genial cuando me dio las gracias y dijo lo feliz que lo hizo que yo fuera. Aunque le sorprendió que Lautaro no me acompañara. También les estaba hablando a mis amigos, nos comentaba sobre bailarín que me había mencionado.

Pero yo no le estaba prestando atención a nada de eso. Yo no podía sacar los ojos del Doc, de cómo el traje se ajustaba a su figura reveladoramente musculosa o de cómo aquel peinado hacia atrás le resaltaba sus ojos oscuros y aquella sonrisa...

Alguien tosió delicadamente.

—Ah, cierto. Cherry... chicos, ella Sakura, mi compañera —anunció corriéndose para que pudiéramos a la muchacha que se escondía detrás de él—. Tiene casi su misma edad y es una de las bailarinas más jóvenes de nuestra categoría.

Entonces llevé mi atención a la chica más linda que había visto en mis dieciocho años de vida.

Ella ni siquiera parecía humana. Se veía como una muñeca o alguna especie de deidad oriental. Tenía la piel pálida y era envidiablemente delgada. Su maquillaje hacía resaltar sus ojos rasgados de un contrastante color azul y su boca de corazón. Su oscuro pelo recogido y aquel diminuto vestido daban la sensación de desnudez.

Pero lejos de parecer desprotegida. Poseía una fiereza intimidatoria en su mirada.

Ella daba algo de miedo.