87 - Cherry
Febrero 2019
Aún me impresionaba el rumbo que estaba tomando mi vida. Todas las cosas nuevas que se habían vuelto rutina.
Cada día me levantaba temprano en una habitación que era solo mía (la que le había pertenecido a Lauti), hacía mis ejercicios de movilidad, desayunaba con mis hermanos y luego iba a un trabajo por el que había luchado.
Después de una larga y exasperante charla con mi padre, Rodrigo y yo lo convencimos de que ayudaría con la administración del taller. Incluso lo habíamos convencido de instalar un programa para registrar y facturar todo y proporcionar turnos web. Todo esto abrumaba a mi padre anti-tecnología, pero yo estaba ansiosa de poner en práctica todo lo que venía aprendiendo en mis cursos. Como siempre, él terminó accediendo a las peticiones de su princesa.
Los días que no tenía que ir al club o a rehabilitación con Gustavo, salía con Mona y Niki y ellas tenían que soportarme poniéndolas al día sobre todo. No se quejaban. Aunque me diera pena admitirlo, me daba cuenta de que ellas estaban felices por mi proceso.
―Se siente como cuando de lo único que Cherry y Leo hablaban era de voley ―comentó una vez Simona mientras merendábamos en Don Nino.
―Pero es lindo volver a verla emocionada otra vez ―replicó Nicole con ternura.
―En realidad, hay algo de lo que quería hablarles ―murmuré, esquivando sus miradas. Me concentré en revolver mi café.
―Oh, no. Acá vamos de nuevo ―suspiró Mona.
La miré con mala cara.
―No es lo que pensás ―le respondí, aunque mi voz no sonó firme.
Por las tardes, iba a las prácticas del club donde ayudaba a Lionel con el entrenamiento o me internaba en las pequeñas oficinas para coordinar y planificar las excursiones. Estábamos en medio del torneo de verano y que los chicos siguieran avanzando hacia la final solo implicaba más trabajo para mí. No me quejaba. Me sentía útil y necesitada. Sentía que avanzaba junto con ellos. Sus victorias también eran un poco mías.
Luego de las prácticas me quedaba un rato con Lionel para terminar de acordar algunas cosas, aunque la mayoría del tiempo él simplemente me pedía que le hiciera pases mientras charlábamos de cualquier cosa. Era sorprendente lo rápido que llegué a sentirme cómoda en su presencia. Él era algo torpe, pero amable... como un osito.
Pero una tarde, hizo una pregunta aún más extraña de lo usual.
―Ey, Cherry, ¿te puedo invitar un café? ―dijo y luego se lo pensó un poco―. Te gusta el café, ¿no? ¿O podría ser un trago o un helado? ¿O un café helado? Vos decime. Es que hay algo que tengo que decirte.
Lo miré sin entender lo que estaba queriendo decirme y por qué no podía hacerlo en el club. Mi mente se disparó a las más disparatadas posibilidades. Había escuchado los comentarios de los chicos diciendo que nos "shippeaban" a Lionel y a mí. No era como si me desagradara Lionel; en realidad me parecía muy guapo, pero no había querido pensar en ese tipo de cosas. No aún. Era muy pronto.
En mi corazón aún había flores de cerezo que aún no se habían marchitado.
Sin embargo, había sido una tonta al pensar que Lionel quería invitarme a salir o algo por el estilo. Ese no era el problema del que quería hablar con mis amigas. Era algo mucho peor.
―¿Recuerdan con qué equipo íbamos a jugar antes del accidente? ―les pregunté tímidamente.
―Por supuesto ―dijeron ambas―. Era el de Lobos ―agregó Niki.
―Pues ellos son nuestros próximos contrincantes. En las semifinales ―dije al fin, sintiendo cómo mi voz se quebraba.
―Oh, Cher ―suspiró Simona, rodeándome los hombros con un brazo.
Apoyé la cabeza en su hombro al tiempo en que tomé la mano que Niki había alcanzado por sobre la mena.
―Estoy bien ―dije―, pero no sé si podré hacerlo sola. No esta vez.
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