77- Cherry
Septiembre 2018
Frente a nosotras estaba la entrada del viejo club de mi barrio.
Donde había jugado por años junto a mi hermano. Donde había hecho tantos amigos que perdí.
Era un edificio de un gris que antaño fue blanco. El portón metálico con motivos verdes y blancos estaba cerrado, pero sabía que daban paso a un gran salón con piso de madera y gradas metálicas a los costados y, en el lado contrario había un par de puertas que daban a la cancha de fútbol. Casi podía escuchar el rechinar de las zapatillas, aunque el lugar estaba en silencio.
No me había atrevido a venir aquí desde el velorio de mi madre y compañeros. Hace ya casi tres años. No había podido. Dolía, todavía dolía mucho. Junto al portón aún estaban las fotos de las víctimas del accidente. Papelitos con mensajes, muñecos y flores seguían allí como ofrendas. Luz, Luciano, Benjamín, el papá de Beto y mi mamá. Noté que, junto a la foto de mi mamá, había un ramito de claveles rojos. Me pregunté si había sido mi papá o alguno de mis hermanos.
―¿Por qué estamos acá? ―le pregunté a Simona con voz trémula.
―Durante estos años te vi... te vimos pelear una batalla sola, Cher ―respondió ella, parada a mi lado―.Como líbero eras genial, siempre cuidando la retaguardia y salvando a tu equipo en los partidos; pero no dejás que otros cuiden de vos. Sos orgullosa, odiás mostrarte vulnerable y no dejás que otros te ayuden. Incluso ahora que perdiste a Sakura, te refugiás en un nuevo objetivo, en otro tipo de partido. Incluso dos años después del accidente, evitaste este lugar que tanto amabas.
―¿A dónde querés llegar con todo esto?
―La verdad, no lo sé ―dijo con un encogimiento de hombros.
―¡Mona! ―reproché y ella solo lanzó una carcajada. A veces podía ser tan descarada.
―En realidad Katia me había preguntado por vos. Intentó comunicarse con cierta ex-líbero, pero esta había bloqueado a todo el equipo de sus redes sociales ―dijo y no pude evitar ponerme colorada de vergüenza―. Al parecer andan necesitando un manager para la nueva temporada ―agregó, señalando un cartelito en el tablero de anuncios al otro lado de la puerta. Este anunciaba la búsqueda de un manager y sponsors para el equipo juvenil de voley.
―¿Y vos te parece que yo podría ser manager de un equipo deportivo? ―pregunté sin poder creer lo que estaba proponiendo mi amiga.
―No lo sé. El curso que estás haciendo termina dentro de un par de semanas, sos buena organizadora cuando querés y bastante chamuyera ―respondió con un encogimiento de hombros―. No perdés nada con intentarlo.
Me quedé mirando la hoja pegada al tablero de anuncios. Rezaba:
¡Los Gorriones se preparan para una nueva temporada y necesitan tu ayuda!
Buscamos manager, patrocinadores e hinchada.
Debajo había un número telefónico y un dibujo de una pelota de voley con un par de gorrioncitos, la mascota del equipo, revoloteando alrededor.
¿Qué podía perder con intentarlo? me pregunté.
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