70. Sakura
Agosto 2018
Toqué la peineta de sakura que adornaba mi cabello una última vez, como si fuera un pequeño conjuro de buena suerte.
Las luces del escenario casi me cegaron cuando tomé el brazo de Gustavo y seguimos a los demás participantes, pero ya estaba acostumbrada a esto. Saludamos al jurado con un educado asentimiento y tomamos nuestros puestos, sintiendo cómo la adrenalina electrificaba mi cuerpo. Su mano en mi cintura, mi mano en su hombro, y las otras dos unidas.
Entonces la música y la batalla empezaron.
Gus comenzó a moverse y lo seguí, enredando mis pasos con los suyos. Los bailarines formaban un círculo que no dejaba de fluir, un reloj que no esperaba por nadie. Y en medio de ese torbellino de movimientos, colores y luces, Gus se sentía como un pilar del que sostenerme mientras yo revoloteaba alrededor suyo. Era como un racimo de flores de cerezos meciéndose con el viento, sujetándose al tronco firme. Como si él fuera lo único a lo que podía sujetarme ahora.
Seguimos nuestra coreografía tal como la ensayamos una y otra vez, a la perfección. Pero entonces, la ronda dio la vuelta y me encontré frente al público
Y, aunque no debería haber sido posible, la vi. Estaba sentada en el pasillo central, su cabello rojo refulgiendo bajo las luces, y me miraba como siempre deseé que me miraran.
Mi corazón se detuvo. Mi mente se puso en blanco. Y mis pies se movieron solos, como si quisiera correr hasta ella. El viento había arrasado con las flores. Mi imprudencia me hizo tropezar y, de no haber sido por Gus, casi había arruinado la coreografía.
―Lo siento ―susurré al hombro de Gustavo―. Creí...
Creí que podría llegar hasta Cherry, pero ella estaba fuera de mi alcance. Siempre lo había estado.
Y, cuando volví a pasar por aquel lugar, ella ya no estaba.
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