7 - Cherry

Agosto 2017


No creí que volver a entrar a una cancha será tan doloroso. Que extrañara tanto jugar, entrenar.

Antes, todos los martes y jueves a las siete de la tarde, Leo y yo íbamos al club de nuestro barrio, donde jugábamos en un equipo de vóley mixto. El salón era viejo, pero grande, las paredes algo sucias estaban llenas de marcas de pelotazos y pancartas con los emblemas del club y sus equipos. El lugar siempre olía a madera y sudor. Y la música que venía del salón de zumba era opacada por el swing de las zapatillas sobre la madera y bam de las pelotas al caer con fuerzas en nuestras manos. Aunque eso no evitaba que el coach nos retara por ponernos a bailar en vez de hacer lo que nos pedía.

También se oían nuestras puteadas* y exclamaciones, especialmente cuando Leo tenía que sacar. Él era realmente malo en eso, pero era excelente defendiendo. Los chicos nos llamaban "los hermanos guardianes". Un nombre en verdad estúpido, aunque justamente merecido. Leo era defensor y yo el líbero. Tenía el mejor puesto para los bajitos, que no se quedaban quietos y no temían tirarse al piso como si su vida dependiera de ello. Juntos éramos un gran equipo.

Los quince éramos un gran equipo. Pero ya no podíamos jugar nunca más juntos. No sin Luz, la capitana que siempre nos motivaba, y sin Luciano y Benjamín, los más altos del equipo. Los perdimos en el accidente junto a mi mamá, el conductor del micro y otro papá más.

—¿No les parece curioso que hagan concursos de bailes en canchas de básquet? –preguntó Simona, sacándome de mis recuerdos.

—Es porque es tango de salón, bailan todos a la vez —respondí, intentando volver al presente, haciendo uso de los nuevos conocimientos que adquirí para venir acá. No quería quedar como una boluda frente al Dr. Graham.

—¿Cómo en la peli de Chayanne? —comentó Nicole.

—Dios, amor, ¿qué tan vieja sos para haber visto es película? —respondió Leo, que había venido de colado. Leo no solo era mi hermano casi mellizo, sino que también completaba a mi grupo de mejores amigos. Con él éramos los cuatro fantásticos... o las tres mosqueteras y un idiota.

—Es Chayanne. Nunca se es demasiado vieja o demasiado joven para que te guste Chayanne—se defendió Niki.

Estábamos llegando tarde pero aun así encontramos muchos lugares libres en las tribunas. Mis amigos eligieron lugares lo más cercanos al suelo y yo ubiqué mi silla, intentando hacerme lo más pequeña posible. Agradecía que no hubiera tantas escaleras.

En la pista había un gran número de parejas, pero la misma cantidad estaba afuera, esperando su turno. Intenté divisar al Doc entre las tribunas**, pero no lo encontré.

¿Habríamos llegado demasiado tarde?

—¿Sabían que en un principio el tango se bailaba solo entre hombres? —comenté para tratar distraerme del peso en mi pecho.

—Demasiado gay —comentó Leo.

—Eh, ¿ya terminó? —exclamó Niki cuando la música descendió y las parejas saludaron con gracia a los espectadores.

La grave voz de un presentador anunció el turno de los demás concursantes y entonces vi las dos parejas que me interesaban. Una era la que mencionó el Doc, la del bailarín en silla de ruedas.

La otra tenía a la bailarina más joven y bonita de todas. Y al mismísimo Dr. Graham.


*Puteadas: insultos.

**Tribunas: gradas

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