Junio 2018

―En serio no entiendo por qué esto es necesario? ―me quejé.

―Porque es divertido.

―¿Divertido? ¿Sakura Tachinaba diciendo que algo es divertido? ―exclamé con una carcajada, haciendo que un poco del rímel que Sakura me estaba poniendo me entrara en los ojos―. Creo que esta noche se largará a llover.

―¡Dejá de moverte tanto! ―gritó ella, un poco molesta encima de mí.

―¿O qué? ―la reté, llevando mis manos a sus muslos y haciendo que el delineado que estaba dibujando saliera terriblemente chueco.

La única forma que había encontrado para que me dejase maquillar había sido sentándose encima de mí. Aunque sabía que aquella era una de las tantas excusas que encontraba para que le hiciera upa.

Ella tartamudeó unos regaños más y acepté quedarme quieta mientras ella terminaba de jugar con mi cara.

Dios, la había extrañado tanto.

Las citas con Sakura se habían vuelto cada vez más raras, por lo que intentaba aprovecharlas al máximo. Aunque la mayoría de las veces, como ahora, se trataba simplemente de estar en mi casa sin hacer mucho. Pero sentía que solo allí ella parecía sentirse cómoda y libre.

Porque, nuestras citas no solo se estaban volviendo cada vez menos frecuentes, sino que, cuando salíamos a fuera, Sakura se comportaba más distante, como si temiera que alguien la vería conmigo. Pero cuando estábamos en mi nuevo cuarto –mío y solo mío-, el que alguna vez había sido el de Lautaro, ella se volvía terriblemente cariñosa.

Todo eso me confundía un poco, pero lo entendía. Ella aún no se animaba a salir del armario y yo no la presionaría. Ella necesitaba ir a su propio ritmo. Aunque me dolía cada vez que quitaba su mano de la mía cuando íbamos por la calle, lo entendía.

Sakura valía completamente la pena.

Solo me preguntaba cuándo terminaría todo aquello. Y si algún día terminaría.