5 - Cherry

Agosto 2017


—No puedo creer que hayas preferido llevarnos a un concurso de baile a hacer unos de mis videos —exclamó Simona cuando nos sentamos en una mesa junto a la ventana de nuestro bar.

Samuel, el mozo de siempre, nos vio y se acercó con una sonrisa. Era un lindo chico pelirrojo y con pecas, a penas mayor que nosotras.

—¿Lo mismo de siempre? —preguntó y las tres asentimos con la cabeza al unisón provocando una risa en él—. Okay, ya les traigo su pedio.

—Si no fuera lesbiana, le daría —comentó Simona viéndolo ir y, ante nuestras miradas escépticas, agregó—. ¿Qué? Solo estaba dando mi apreciación sobre su aspecto.

Mona tenía razón, Samuel era lindo y muy simpático. Hasta había sido mi crush por años... Hasta que volví de la muerte y conocí un ángel llamado Dr. Graham.

Pero él no era la única razón por la que siempre íbamos al café del barrio. Lo normal era que a los chicos de nuestra edad le gustara ir a cafés modernos del centro que sirven mezclas con más azúcar de la que tu cuerpo puede soportar. Aquí, en "Don Nino", lo más dulce que podías encontrar era una chocolatada submarina o el budín de pan de Doña Elisa. La ventaja de "Don Nino" era que nunca había mucha gente y los clientes habituales ya nos conocían. Además, era bar más cercano lo suficientemente amplio como para que no chocara las mesas con mi silla cada dos por tres.

―A mí me encantaría ir a ese show ―agregó Nicole, mi mejor amiga de toda la vida y mi cuñada desde hace unos tres años―. Nunca vi un concurso de tango en vivo, pero creo que me hubiera gustado aprenderlo. ¡Se ve tan sexy! ¿Creen que podría inscribirme en un curso de baile?

―Niki, ya no te da la vida para hacer más cosas ―la regañó Simona―. El día tiene solo veinticuatro horas, mi cielo, y vos de por sí ya dormís poco.

Nicole hizo un puchero, pero la vimos hacer cuentas mentales. Mona y yo suspiramos a la vez. Así era Niki. Amaba estar aprendiendo cosas nuevas todo el tiempo. Y era tan extremadamente organizada con su tiempo que su agenda siempre estaba al tope de hobbies y obligaciones. Si se organizaba bien, ella podía hacer todas sus tareas, leer medio libro, jugar un raro al WoW, verse una serie y dedicarle algo de tiempo a mi hermano en un solo día. A veces me preocupaba que durmiera bien. O me preguntaba si tenía un giratiempo.

―Conociéndote ―dijo Mona volviéndose a mí―, vamos a tener que ir a ayudarte a elegir un atuendo decente.

―¿Qué tiene la ropa que siempre uso? ―exclamé confundida.

Mis dos amigas le dieron una larga mirada a mi aspecto. Estábamos a finales de invierno así que yo llevaba puesto jean, zapatillas y un buzo* que le había robado a Leo y me quedaba enorme. Era la hija menor de una familia trabajadora y, por ende, siempre me había acostumbrado a heredar la ropa de mis hermanos. Al punto en que ya no esperaba que me la diesen y simplemente las tomaba de la lavadora. Yo tenía mucho busto así que siempre me había resultado más cómodo usar remeras** y buzos de varón.

―A veces me preguntó qué te vi ―bromeó Simona con un suspiro fingido.

Mona se nos unió a Nicole y a mí en la secundaria, y fue la primera chica con la que salí. Sin embargo, con el tiempo descubrimos que funcionábamos mejor como amiga que como novias.

—Es solo un concurso de baile ―agregué a la defensiva―. No tenés que ir más producida que las bailarinas... Supongo.

—¿No te invitó ese doctor sexy? Ahí ya tenés una razón para llevar algo que llame su atención —la traidora de Nicole se puso de su lado.

—Chicas, ando en silla de ruedas y uso una peluca roja como una manzana. Creo ya llamo lo suficiente la atención —protesté.

—Hablando de pelucas, ¿no querés que te preste una? ―preguntó Niki con ojos de cachorrito―. Quizás alguna larga, de colores o... Creo que tengo una castaña que se parecía a tu cabello...

—Esta está bien. Ya le agarré mucho cariño a esta —dije, tocando distraídamente las hebras sintéticas de la peluca que siempre llevaba puesta. Era de un rojo intenso con corte charré que me había lucir como un tomate cherry.

La peluca había sido una mezcla entre regalo y broma por parte de mis hermanos luego del accidente, quienes siempre me había comparado con los tomates cherry por mi baja estatura y la facilidad con la que me ruborizaba. Ya había pasado un año y medio desde el accidente y mi cabello estaba creciendo. Pero las quemaduras me habían dejado una parte que los injertos de piel o el cabello podían tapar. La calva del lado izquierdo de mi cabeza era lo que más odiaba de mí. La odiaba más que mis piernas débiles, más que las estrías en mis caderas.

Esa cicatriz me recordaba que nunca más podría pedirle a mamá que peine mi cabello, algo que a ella le encantaba. Me recordaba todo lo que había perdido. Me recordaba a ella.

Nicole y Simona notaron mi cambio de humor y en un santiamén cambiaron de tema, haciéndome volver con ellas a nuestro pequeño mundo que habíamos creado con los años. A veces pensaba que ellas podían leerme la mente.

Así que siempre fuimos las tres. Las que no encajábamos en los estándares de normalidad. Las que éramos demasiado gordas o demasiado flacas, demasiado raras para ser lindas o demasiado frikis para ser normales. Y nunca hubiera podido pedir mejores amigas que ellas dos.


*Buzo: sudadera.

**Remera: playera, camisa manga-corta.

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