Febrero 2018

—Sakura, arriba, arriba —escuché a mi madre a través de la neblina del sueño.

—¿Qué?

—Vamos. Despertate que se nos va a hacer tarde.

—A dónde podemos llegar tarde a las cuatro de la mañana un sábado —me quejé mirando mi reloj despertador que no sonaría sino hasta dentro de dos horas.

—Al aeropuerto, por supuesto. Tenemos que ir a recibir a Touma —exclamó mi madre encendiendo la luz y abriendo mi ropero para comenzar a tirarme algunas prendas sobre la cama—. Ponete algo largo que a estas horas hace frío.

—¿A quién? —solté mientras salía de la cama.

—Al chico de intercambio que decidimos hospedar. Por Dios, Sakura, ¿dónde ha estado tu cabeza todo este tiempo? —dijo ella.

—Que decidimos. Sí, como no —murmuré mientras me metía en el baño.

Una hora después, estábamos esperando que un gran grupo de pasajeros que acababan de llegar desde Tokio nos dejaran ver al supuesto Touma. Mi madre hasta había hecho un cartel con el nombre del chico: Touma Watanabe o algo así.

Cuando mi paciencia, que aquella mañana había sido nula, estaba llegando a números negativos, se nos acercó un chico bajito, con un pelo muy oscuro que apenas dejaba ver su cara.

—¿Familia Tachinaba? —preguntó con un tímido español.

Mi madre casi chilló un "sí". Mis padres le dieron una cálida bienvenida y el pobre fue presa de uno de los asfixiantes abrazos de mi madre.

—Ella es nuestra hija, Sakura —dijo ella, tomándome de los hombros y prácticamente poniéndome enfrente del chico—. Son de la misma edad, así que seguro se harán buenos amigos.

Le lancé al chico una mirada que aseguraba que no me haría su amiga y creí verlo tragar con dificultad.

—Un gusto —dije, extendiendo mi mano con fría cortesía.

—Ig-igual —respondió él, tomándola con cuidado.

Cha, chann. Al fin conocemos al misterioso chico de intercambio. 

¿Cuáles son sus primeras intenciones?