47 - Cherry
Febrero 2018
—¿Así que esta es tu sorpresa? —pregunté, cuando Sakura me quitó la venda de los ojos y vi lo que tenía ante mí.
Los Bosques de Palermo se extendían frente a nosotras. Un gran parque poblado de árboles y picnics, surcado por calles llenas de corredores y patinadoras. Más allá había lagos donde nadaban gansos y botecitos a pedal. Más acá, frente a mí había una manta y, sobre ella, un par de bolsas de super y un equipo de mate.
—Vos planeaste nuestra primera cita. Me pareció justo ser la encargada de la cita de San Valentín —dijo la voz de Sakura sobre mi cabeza. Le había sido simple llevarme hasta allí sin que yo supiera, maniobrando mi silla.
Entonces noté la gran cantidad de parejas en el parque.
—San Valen... Cierto que es hoy. Perdón, Sakura, me olvidé por completo.
—No te preocupes. No llevamos mucho tiempo saliendo así que no hay por qué darnos regalos. Lo que es bueno porque sabés cómo soy con los regalos...
―Una exagerada ―respondí para molestarla.
―Yo también me había olvidado—respondió con una sonrisa de disculpa—. Fue Mariana quien me lo recordó anoche y me ayudó a armar algo rápido. Incluso fue un poco problemático salir de casa. Creo que mis abuelos sospechan que estoy saliendo con alguien.
Asentí. Quise preguntarle si no quería contarle lo nuestro, aunque sea a sus abuelos. Sabía que tenía una relación más estrecha con ellos que con sus padres. Pero decidí guardar esa pregunta para después.
Por hoy me dediqué a disfrutar el día con Sakura. A disfrutar del caluroso sol que la obligó a atarse su largo pelo en una cola alta y dejaba ver su largo cuello y sus hombros pálidos. Se me ocurrió que se le verían lindos uno de esos aritos colgantes.
Después de arrasar con nuestro picnic, decidimos ir a dar una vuelta para bajar la comida. Cuando nos acercamos a uno de los lagos nos quedamos viendo los botes que iban y venían.
—Hace años que no me subo a uno de esos botecitos —dije, recordando la vez en que me subí a uno con Rodrigo y casi caímos y Leo, en vez de ayudarnos, se había puesto a cantar la canción de Titanic—. ¿Crees que podamos subirnos a uno?
—¿Segura?
—Si tienen alguno de remos no creo que habrá problema —dije y me volví a verla—. No me dirás que le tenés miedo al agua.
—Por supuesto que no —exclamó ella, ofendida, encaminándose hacia el puesto de alquiler.
El encargado aceptó cuidarme la silla por un rato e incluso me ayudó a subir a un botecito rojo. Sakura subió después y se aferró a mí.
—Tenés miedo —dije, más como una afirmación que como una pregunta.
—No —respondió Sakura, obstinada. Pero cuando una ola chocó el bote, ella se pegó más a mí.
—Voy a hacer como que te creo —le dije con una sonrisa—. Pero, así como estamos no vamos a poder remar. Vas a tener que, o ponerte en el banco de enfrente o sentarte detrás de mí.
Ella eligió lo segundo. Puso sus largas piernas a cada lado de mis caderas y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no perder yo también la calma ante los pensamientos impuros que azotaron mi mente.
—Ahora abrazame —le ordené.
—¿Qué? —preguntó ella y su aliento me hizo cosquillas en la oreja.
—Yo tengo más fuerza en mis brazos, dejá que yo lo haga—respondí y, para enfatizar, tomé los dos remos y empecé a remar despacio hacia el centro del lago—. Vos solo agarrame y dame apoyo moral.
Ella lo hizo.
A pesar de lo aterrada que estaba, ella nunca me soltó.
Dato random: la anécdota de los hermanos en los botes la tome prestada de un viaje que hicimos con mi curso a Palermo donde, mientras un par se había caído de su bote, el resto nos pusimos a cantar. No se preocupen, nadie salió herido XD
Pero volviendo, ¿qué les pareció esta cita improvisada de las niñas?
A mí, a esta altura, estas dos ya me están dando diabetes, jajaja.
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