38 - Sakura
Enero 2018
―Interesante ―meditó Mariana cuando la llamé esa noche y le conté todo lo que había sucedido―. Definitivamente harían una linda pareja.
―Mariana, esto es serio ―rezongué, sola en mi habitación. Me había pasado las horas de jardinería dándole vueltas al asunto y llegando a múltiples conclusiones, hasta que terminé buscando ayuda en mi amiga.
―Estoy hablando en serio ―respondió ella, haciendo que rodara los ojos―. ¿Entonces te gustan las chicas?
―No... No lo sé. Siempre me habían gustado los hombres... Creo, nunca pensé mucho en ello tampoco ―admití, roja de vergüenza.
―¿Has considerado que eres bi?
―¿Bi-qué?
―Bisexual. Es cuando te sentís atraída tanto hacia hombres como hacia mujeres, entre otros ―se explicó, con el todo que usaba la gente cuando se veía obligada a explicar algo ridículamente obvio.
―¿Entre otros?
―A veces olvido que te has educado en puros colegios católicos ―suspiró ella, con paciencia.
Ella tenía razón. Aunque mi familia no profesaba ninguna religión, siempre me habían mandado a los mejores colegios privados, y estos solían ser cristianos. Nunca me había quejado de mi educación, aunque las misas siempre me habían parecido una perdida de tiempo. Preferiría destinar ese tiempo a estudiar.
―Sabés que existen muchas orientaciones sexuales y también más de dos identidades de género, ¿no? ―preguntó Mariana con tono didáctico―. Por eso la comunidad LGBT tiene tantas iniciales y colores. Existen muchas maneras de amar y vivir.
―Tengo una vaga idea del tema ―admití con un poco de vergüenza. Recordaba haber escuchado el término unas cuantas veces en libros y en la televisión, pero nunca le había dado mucha importancia. Solo ahora cobraba verdadero sentido para mí.
―Lo mejor será que investigues un poco por tu... ¡Ya voy mamá! ―gritó, casi dejándome sorda. Del otro lado de la línea se escucharon más voces―. Lo siento, debo irme. Pero escribime si tenés alguna duda.
―Lo haré.
―Y, Sakura ―agregó con voz seria y tierna a la vez―. Sea cual sea la palabra que te identifique, para mí seguirás siendo la adorable gruñona y maniática del orden de siempre.
―Gracias, Mari.
"La palabra que te identifique."
Las palabras tenían un poder impresionante.
Los humanos las creábamos para darle nombres a las cosas y las cosas existían porque tenían nombres. Si no lo tenía en nuestro idioma, seguramente lo tenían en algún otro. Había aprendido eso de mi propia mente, donde podía el japonés y el español trabajaban para nombrar mi mundo, para definirlo y decirme qué era lo que existía en él.
Los sentimientos también tenían nombres. Y las formas de amar también. Solo debías encontrar el nombre que le correspondía.
Aún no estaba segura que "bisexual" sea el nombre que correspondiera a cómo me estaba sintiendo, pero era un buen punto de partida.
Cuando el asunto del nombre pareció estar solucionado, al menos por el momento, otros dos problemas llegaron.
¿Qué hacía con aquella palabra? Dentro de mi mente parecía pequeña e inofensiva, incluso amigable. Pero sabía que en cuanto la dijera en voz alta, en cuanto mis padres y abuelos la escucharan, o en cuanto mis compañeras la repitieran en maliciosos susurros, se haría enorme y monstruosa.
Las palabras te daban tu mundo, pero también podían arrebatártelo.
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