3 - Cherry
Agosto 2017
—Eso es... Solo un paso más... ¡Muy bien! El último... —la voz del Dr. Graham era tan suave que parecía estar susurrando. Me gustaba mucho su voz. Creo que me gustaba todo él—. Excelente, Cherry.
Cuando levanté el rostro, me di cuenta que había llegado al final de las barras. Nunca había llegado tan lejos desde que comencé la rehabilitación.
—Creo que con eso estamos por hoy. No queremos que te sobreesfuerces —dijo y su voz apenas aumentó unos decibeles. Él siempre hablaba bajito, como si temiera desconcentrarme.
Lo miré. Estaba muy cerca y sus manos aún se encontraban a unos centímetros de las mías sobre las barras de metal. El Dr. Graham tenía la piel morena, la sonrisa cálida y los ojos oscuros. Todo de él me recordaba al chocolate. Demasiado delicioso.
Demasiado incorrecto también, dijo una voz en mi cabeza y amagué con alejarme. Pero no podía dar otro paso sin tambalearme. Aún no había desbloqueado la habilidad motriz de ir en reversa. El doctor lo entendió como una señal de que ya había tenido suficiente y, con la ayuda de Lautaro me llevó hasta mi silla.
—¿Cómo te sentís? —preguntó, examinándome con su mirada analítica.
—Bien. Me tiemblan un poco las piernas nomás —respondí con honestidad e ignorando la mirada preocupada de mi hermano.
Aunque no me gustara, sabía que de nada me servía hacerme la dura y ocultar mi dolor o los síntomas de mi cuerpo. Si quería recuperarme rápido tenía que hacer exactamente lo que él necesitaba mi para volver a andar. Y yo necesitaba volver a como era antes. Necesitaba volver a ser yo.
—Cherry, ¿tenés planes para este sábado? —preguntó el Dr. Graham, sacándome de mis salivaciones.
Ayudar a Simona con los videos para su canal de YouTube, pensé.
—No, ninguno —respondí.
—Me alegra —exclamó el Doc, extendiéndome un folleto en color rojo—. Quería invitarte a este concurso de Tango.
Mi corazón saltó por sobre mi cabeza, mientras intentaba ignorar cómo mi cerebro había relacionado la palabra "invitar" con "cita" retumbando por toda mi cavidad craneal.
—Se presentará una pareja especial, él baila en sillas de rueda —continuó y mi corazón descendió hasta la realidad—. Me pareció que sería bueno que pudieras ver y conocer deportistas o artistas en situaciones similares a la tuya. Podría serte de inspiración. La entrada es gratuita así que podés llevar a algunos amigos... o a tus hermanos —se corrigió, mirando a Lautaro.
Por supuesto, cómo se me podría haber ocurrido que el Doc me invitara a una cita, y más frente a mi hermano mayor, a quien le había tocado llevarme ese día a rehabilitación. Lautaro, Rodrigo y Leo siempre se turnaban para acompañarme. Siempre y cuando Lautaro y Leo no tuvieran clases o Rodrigo no tuviera que ayudar en el taller mecánico de papá. Ellos a veces –siempre- eran algo –muy- sobreprotectores.
—Me encantaría ir —le dije al Doc. No era una cita, pero al menos era otra oportunidad de estar con él. Me preguntaba cómo se vería sin su guardapolvo*.
—¡Buenísimo! —respondió él, con una mezcla de entusiasmo y timidez—. Nos vemos el sábado entonces.
*guardapolvos: bata.
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