2 - Sakura
Agosto 2017
El desayuno en casa siempre era el mejor momento del día, justo antes de que yo fuera a la escuela y mis padres al trabajo.
—Tu mamá me dijo que arrasaste el domingo en una competencia —comentó mi papá con un buen español y fluido acento rioplatence, sirviéndose una gran taza de café.
—Como siempre —agregó mi madre con un poco de arrogancia, alcanzándome un tazón de avena y frutas. Ella siempre controlaba mi dieta para que mi cuerpo se mantuviera sano y en forma.
—Sí. Nos fue bien —respondí con una sonrisa tímida—. Estaba algo nerviosa porque aún no habíamos ensayado mucho esa coreo, pero Gustavo me guió cuando casi me confundí de paso.
—Me parece genial. Es bueno dedicarse a algo con tanto esmero y pasión como lo hacés por el tango. Me hacés acordar a tu madre cuando era joven —comenzó a decir papá mientras buscaba la mano de mi madre y la besaba. Supe que se vendría uno de esos momentos melosos de ellos—. Cuando la conocí parecía una guerrera...
—Con zapatos en lugar de una espada, pero igual de letal —finalicé la frase que mi padre había dicho cientos de veces.
Mis padres se conocieron cuando mamá participó de un Mundial de Tango en Japón y mi padre era apenas un guía y traductor. Fue amor a primera vista y, cuando la competencia terminó, mi padre la siguió hasta la otra punta del planeta.
De pequeña soñaba con tener un amor como el suyo, salido de un cuento de hadas. Creía ellos habían sido unidos por el hilo rojo del destino y que yo también tenía mi mano atada a la de alguien que no conocía aún. Pero al crecer entendí que eso no les sucedía a todos.
—Es bueno que Sakura sea tan dedicada, pero ¿no debería también tener tiempo para sus amigos? —comentó mi obaasan*, ganándose una de las miradas asesinas de mi madre.
—Sakura tiene mucho tiempo libre —replicó mi madre.
Ellas siempre discutían en cómo distribuir mi tiempo, cada una convencida de que era la persona que mejor me conocía en el mundo. El problema era que obaasan seguía tratándome como una niña pequeña, mientras que mamá solo pensaba en la persona en que me convertiría en el futuro.
—No te reocupes obaasan, no tengo amigos como para perder el tiempo —aclaré despreocupadamente.
—Hija, los amigos no son pérdida de tiempo —dijo mi padre, regañándome.
—Sí cuando todos son adolescentes.
—Vos también sos una adolescente, Sakura —contestó mi padre con una pizca de severidad—. Tus logros artísticos, tus notas y tus modales solo son parte de las cosas que te componen. Cómo te comportas con las personas de las que no necesitas nada es lo que realmente hablan de vos.
—Entiendo. Perdón, papá.
—No tenés que disculparte —dijo, acariciando mi cabello, oscuro como el suyo, para que sepa que no estaba molesto—. Pero no todo tiene que ser bailar o la escuela. La vida está compuesta de un montón de cosas. No es bueno cerrarse a las aventuras.
*obaasan: abuela en japonés.
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