16 - Sakura

Septiembre 2017


—¡Sakura, a cenar! —me llamó mi abuela.

—¡Ya voy! —respondí mientras guardaba todos los útiles que estaba usando en sus respectivos lugares, pausaba la música del reproductor y me aseguraba que mi escritorio volvía a su perfecto orden antes de bajar.

En el comedor me esperaban mis abuelos. Ojiisan* estaba terminando de poner la mesa mientras obaasan* traía una bandeja de katsudon, el favorito del abuelo. Como durante el día gastaba mucha energía yendo a clases y bailando sin parar, mi abuela insistía en preparar cenas llenas de calorías que luego debería gastar saliendo a correr un poco. Guisos, pastas y carnes eran sus patos favoritos de preparar, aunque solo lo hiciera para tres.

Mis padres solían trabajar hasta tarde y obaasan insistía en que yo debía comer temprano para poder dormir bien. Así que los días entre semana siempre éramos nosotros tres comiendo en una mesa demasiado grande hasta para cinco y luego viendo viejas telenovelas japonesas en la TV. Esa era la razón por la que mi padre siempre se quejaba que mi japonés era muy teatral.

No parecía ser los planes ideales para una adolescente de diecisiete años, pero para mí era lo mejor del mundo.

Adoraba a mis abuelos con locura. Ellos eran lo que me conectaban con la cultura de mi padre. Cuando era pequeña, mi obaasan me contaba de una leyenda muy popular de Japón, su país natal. Ella me dijo que existía un mágico hilo de color rojo que se encargaba de unir a las personas destinada a amarse. No importaba qué tan difícil o imposible parecía esa unión, aquel hilo rojo podía hacerlo.

Fue ese mismo hilito el que evitó que la guerra separará a ojiisan de ella. Y fue el mismo que guió a mi padre hasta el otro lado del mundo en busca de mi madre. Y que, en algún momento sería el que me lleve hasta el amor de mi vida.

Solo tenía que estar atenta para poder verlo cuando aparecía.


*Ojiisan y obaasan: abuelo y abuela en japonés.

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