Si de por si vivir solo o sola no es fácil, ¿te imaginas siendo una chica recién llegada en una tétrica mansión habitada por seis chicos extraños, raros y con una particular característica?

Si le preguntas a Zaphyr ella te dirá que aunque suene tentador, no lo es. Más aún si debes estar pendiente de que no te los cruces por los pasillos en las noches, o que uno de ellos te invada en tu cama con intenciones nada inocentes.

La joven logró encontrar un escape a los chicos, ir al lago donde el aroma del agua ocasionaba que el suyo no se percibiera en lo absoluto. Se sentía feliz de escapar por unos minutos de la locura que vivía día a día.

—No deseo regresar pero debo hacerlo —suspiró cansada antes de ponerse de pie y caminar rumbo a la mansión.

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—Ruidosa, ¿dónde estás? —llamó el mayor de los hermanos desde su puesto en la sala, ella no había ido a moverlo de posición en el sofá.

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—Espero estés siguiendo tus lecciones de etiqueta —expresó el chico azabache ante la puerta de la habitación que le pertenecía a ella.

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—Zorrita~, ¿quieres jugar a las escondidas? —espetó el pelirrojo mayor dando saltos por los pasillos de la mansión—. Nfu~ eso es tan excitante.

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—¿Dónde estás, Zaphyr? Estamos esperando por ti para jugar, ¿cierto Teddy? —el pelimorado estaba saliendo de la cocina con una bandeja de dulces para su tarde de té.

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—Su majestad exige la presencia de su esclava aquí mismo —refunfuñó molesto el pelirrojo menor entrando a la biblioteca de la mansión.

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—Tch, ahora donde te metiste —gruñó el albino buscándola en el jardín de rosas—. Espero tengas una buena excusa o te destruiré—apretó sus puños, haciendo que estos truenen.

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¿Podía ella significar para cada uno de ellos algo más que sólo alimento o un objeto de su diversión?

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//Créditos correspondientes al autor/a de la imagen//