7. El usurpa sitios

Milo había salvado a Kydoni de los dos hermanos, pero ahora la estaba llevando muy lejos del teatro. Durante su andar, jamás dejó que se alejara de él, y cuando algunas personas los veían, fingía hablarle de buena forma. Pero tan pronto estuvieron los suficientemente lejos, le soltó del brazo, recargándola contra una columna de mármol.

—¿¡Qué demonios estás haciendo!? — Le cuestionó viéndola con severidad.

Kydoni guardó silencio, no quería responder, al menos no después de como la había tratado momentos atrás. Presionó los labios intentando desviar la mirada de la de Milo. Pero luego aquel le sostuvo las mejillas provocándole que sus dientes rasgaran ligeramente las paredes interiores de su boca. El dolor no fue del todo intenso, pero al menos sirvió para aflojarle la lengua.

—¿¡Que parece!?—Pregunto levantando la ceja. —Saludo a mis colegas. — Kydoni dibujo nuevamente ese puchero en el rostro; donde sus ojos se cerraban ligeramente y sus labios se mantenían presionados en una pequeña mueca; cada que lo hacía parecía más una niña.

Milo conocía perfectamente esa mueca, estaba molesta, y quizás en otra situación habría funcionado para librarse de él, pero esta vez había algo realmente grave de por medio.

—¿Colegas? ¿Eres estúpida o qué? —Milo levanto la voz mientras le sostenía por las muñecas, luego la soltó nuevamente. —¡Aioros fue amigo de Atom!, lo veía como su discípulo, ¿y tú solo apareces y dices hola? —

Kydoni se mordió el labio inferior; su hermano tenía razón, no podía solo intentar mezclarse, no después de adquirir la identidad de alguien conocido en el santuario entero. Sintió como Milo le soltó; luego lo vio alejarse un poco mientras restregaba sus dedos índice y medio contra su frente. Lo hacía de tal forma que parecía querer estirar sus ideas. Conocía esa expresión, su padre lo hacía cuando estaba molesto, vendría un regaño fuerte, que, sin duda, no estaría dispuesta a escuchar.

En ese momento, aprovechando que el mayor estaba distraído, Kydoni se alejó de él, escabulléndose entre los callejones del santuario. Milo se dio cuenta un poco tarde, tan solo alcanzo a verla dando media vuelta en la siguiente esquina. Rápidamente se puso en marcha tras suyo:

—¡¡Kydoni!! ¡Vuelve aquí! —Le llamo con fuerza, y en ese mismo segundo recordó que no debía llamarla por su nombre de chica, mucho menos estando rodeado de gente. Movió la cabeza y aceleró su paso.

—¡¡Atom!! ¡¡Atom!! ¡Vuelve aquí! — Gritaba el caballero de oro mientras le seguía de cerca, Kydoni no cedía su paso, caminaba apresurada entre callejones y calles estrechas, la chaqueta le estorbaba así que, en un giro para asegurarse y ganar un poco más de tiempo, se la quito y se la arrojo a la cara.

Milo la tomo entre sus manos arrojándola lo más lejos posible. —¡Déjate de tonterías mocoso, tendrás que escucharme! — Reprendía con voz sonora.

Sin embargo, Kydoni giro en un pasillo, y entonces se encontró cerca de la costa, no tenía a Milo tras suyo, recordó el lugar por el que había ascendido, así que se apresuró a tomar la escalera y perderlo.

Descendió rápidamente por la escalinata pedregosa, buscando estar lo suficientemente lejos de la superficie para ser vista. Tardó unos cuantos minutos en estar a la altura de la tumba de su hermano mayor. Allí, se escondió tras la cruz de madera. Había perdido a Milo de vista, lo sabía porque no escucho más su maldita armadura de oro golpear contra el suelo. Necesitaba pensar, en lo que haría, y en cómo debía actuar frente a Aioros y todos aquellos que habían conocido a Atom en años anteriores.

Sumida en sus pensamientos, permaneció oculta tras la tumba de su hermano, hasta que entonces lo escucho de nuevo:

—Es demasiado pronto para volver al infierno, ¿no lo crees, demonio? —Kydoni levanto la mirada, y entonces se cegó por los brillantes protectores de la armadura, su hermano finalmente la había encontrado. Suspiro profundamente antes de responderle, pero Milo se le adelanto.

—De verdad te creía más lista, pero ciertamente eres más estúpida de lo que pensé. ¿Presentando tus respetos en tu propia tumba? — Le mostro una sonrisa desdeñosa, haciendo que su ojo derecho se contrajera notablemente. 

—¿Qué pasa si alguien te ve? —Pego un salto para estar cerca suyo, Kydoni nuevamente había actuado precipitadamente, y Milo estaba allí para hacérselo saber.

—Tiene razón... —Pensó alejándose lentamente de la tumba de su hermano. —Soy una idiota...—Desde su llegada a Grecia actuaba como tonta y en todas sus acciones, siempre había fugas que no podía prever. —solo estoy cometiendo errores...—Presiono los puños con fuerza, luego viro su mirar hacia la costa, dándole la espalda a su hermano, de esta forma no la vería llorar.

—Solo pensé que nadie vendría aquí... es un camino tortuoso. —Dijo ella agachando un poco su mirada, no quería que la viera llorar, no en ese momento. Ya de por si le era bastante duro darse cuenta que Milo tenía la razón.

—Que este lugar esté olvidado por algunos, no quiere decir que se haya ido—. Formulo en su mente, más no fue capaz de decírselo, Milo noto el actuar de Kydoni; la había lastimado con sus palabras.

—Todos los días vengo a visitarlo, a veces le cuento sobre nosotros, por ejemplo, cuando fuiste a la academia, en tu loca idea de ser una dama de compañía de Atenea. —La imponente forma de caminar de su hermano la hizo retroceder, como si fuera un solo acto de baile, Kydoni se alejó haciéndose a un costado a su mismo paso, mas nunca dejo de verlo —Creo que a él le hubiera hecho la misma gracia que a mi cuando lo escuche.  —Milo camino solo un poco para ponerse de frente a la tumba de su hermano, se arrodillo debidamente y después guardo silencio por un momento.

Kydoni no pudo evitar derramar unas cuantas lagrimas más, Milo la había hecho sonreír con sus comentarios; y sabía muy bien por qué. Ella verdaderamente no tenía la madera para ser una dama de compañía, no era refinada, ni mucho menos femenina.

El que su hermano no dijera nada más solo alentó a su deseo de convertirse en santo de oro. Giro sobre sus pies mostrándole una sonrisa asimétrica, no estaba tratando de ocultar la desdicha por la que estaba cruzando; se encontró con la imagen de su hermano delante de la tumba de Atom. Sostuvo sus manos contra el pecho, por primera vez en años estaban juntos, aunque quizás no del todo, uno de ellos faltaba, observo a Milo por el perfil, por un momento la imagen de él de rodillas, con el cabello hacia adelante, lo hacía lucir como su hermano, sus labios temblaron, trago saliva y entonces dijo:  —Milo... yo...—

Pero casi al unisonó, Milo se levantó de su sitio, rojo de la ira, le asestó dos bofetadas, de izquierda a derecha la primera y de derecha a izquierda la segunda, más fuerte, Kydoni no vio llegar el golpe antes de que iniciara el movimiento, de lo contrario, habría danzado para apartarse del camino, y no llegara a tocarla. Por el contrario, se tambaleó de espaldas contra la cruz de madera en la tumba de su hermano y cayó al suelo, pero no dejó escapar ni una lágrima.

Se llevó los finos dedos a la mejilla magullada, donde la piel blanca empezaba y a enrojecerse. Al día siguiente, el moretón le cubriría la mitad del rostro. —Luciré esto como símbolo de honor, maestro. —anunció la menor.

Nuevamente Milo comenzó a hablar: —Tendrás que irte esta misma noche. —La menor sintió como un montón de dagas atravesándole el pecho. Finalmente, su hermano no había desistido de aquella elección, seguía oponiéndose a que permaneciera en el santuario.

—¿¡Qué, pero de que estas hablando!? ¡Fui seleccionado! — Objeto ella con un poco de miedo en sus palabras. Sus ojos estaban derramando demasiadas lágrimas, al punto de no dejarla ver cuando Milo se incorporó.

—No, no es así, quien fue seleccionado fue Atom, pero él está muerto, tienes que entenderlo. ¡Vuelve a casa Kydoni, este no es tu sitio! — Reprendió permaneciendo firme frente a ella.

—¿Por qué te niegas a que continúe? ¿Qué pasa si gano la armadura? —

—¡Es imposible! —

—¿¡Por qué hermano mayor!? —

—Quizás no lo entiendas, o no te lo hayan explicado en tu tonta escuela de señoritas. Pero las cloths de oro, no son como un vestido que puedes cambiar cada vez que se te antoje. ¡Tienen memoria, no pueden ser engañadas! —

—¡Eso no me es suficiente! — Objeto ella dando un par de pasos más hacia él, Kydoni se había envuelto en una especie de berrinche, donde golpeaba sus zapatos contra el piso, y con sus puños golpeaba el pecho de Milo a la vez que lloriqueaba exigiendo respuestas.

—¡Escúchame, Kydoni! El torneo del centauro no es para débiles o asustadizos, será fuerte, muchos quizás no sobrevivan. Prefiero que te consideren un traidor a un cadáver de primera. — Le sostuvo los hombros, haciendo que le viera fijamente. Por primera vez en su vida, Kydoni pudo observar el temor en los ojos de su hermano.

—P-pero... Milo — Antes de que pudiera decirle algo más, Milo la soltó y la aparto de su camino, alejándose rápidamente por la escalinata pedregosa.

—¡No desistiré de mi decisión hermano! — Le grito tratando de retenerlo.

Milo hizo una pausa, levanto su mirada para verla únicamente por encima del hombro. —Entonces considérate muerta para mí. — Respondió tajantemente, enseguida rasgo la capa de sus hombreras, dejándola tendida sobre el camino.

Kydoni vio partir a su hermano, sin embargo, no pudo hacer nada para detenerlo, avanzó difícilmente hacia la escalinata; su cuerpo se sentía pesado, pesado por el cargo que llevaba el querer ser un caballero y admitir que se había equivocado al venir hasta el santuario, quiso gritarle a Milo que se detendría, que volvería a la Saint Academy pero las palabras no le salían, su razón y corazón estaban divididos.

Milo nunca miro hacia atrás, quizás si lo hacía se daría cuenta en la batalla en la que se encontraba atrapada, pero el caballero solo desapareció. Una sensación de vacío le inundó el pecho; tomó la capa de Milo del suelo, la colocó sobre sus hombros y se dejó caer sobre uno de los descansos mientras, la sangre del labio le corría por la barbilla y se le mezcló con la sal de las lágrimas. Allí permaneció por unas cuantas horas, viendo la costa, repasando las palabras que Milo le había dicho, buscando respuestas dentro de sí misma para no desistir y poder sobrevivir en aquel sueño que poco a poco se estaba convirtiendo en un infierno.

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