5. Las doce clothes de oro
La Acrópolis, o "ciudad alta", se erige a una altura de 100 metros de la capital griega. El santuario, esa pequeña cúpula que apenas se divisaba entre los montes, en realidad era un monstruo, una fortaleza impenetrable; sus edificaciones estaban creadas a base de mármol blanco y chapas de oro, y aunque despintadas por el tiempo y castigadas por siglos de historia, aun podía ver su reflejo en ellos sin ningún problema, sus calles eran limpias, con algunas flores sobre vasijas pintadas a mano.
El santuario se encuentra dentro de las murallas de rodorio, al norte del mar mediterráneo, y se asienta sobre tres colinas, que llevan el nombre de Atena, Nike y El Monte de las estrellas (Star Hill). La Colina De Nike es custodiada por los doce templos del zodiaco, templos sagrados custodiados por los santos de oro, y para acceder a ellos se debe ascender por una larga escalinata, donde se está coronada por la cámara del Kyoko, la cual, sirve de residencia para el regente del santuario, y da directamente hacia el templo de Atenea.
En la colina alta de Atena, se encuentra el templo de Atenea, morada de la diosa, cuyo patio trasero da directamente hacia la Gran estatua de Atena, un colosal monumento a la Diosa que preside y domina el santuario. Visible desde lugares distantes.
Por último, pero no menos importante, el monte de las estrellas, que es considerado como el lugar más cercano al cielo. Es un pico rocoso, muy elevado verticalmente, en cuya cima, se erige, completamente aislado, el diminuto templo de las plegarias. Este monte es la montaña sagrada donde los Patriarca sucesivos hacen sus predicciones, observando el movimiento de los astros, que les permitirá predecir el futuro del mundo. Este lugar no está muy alejado de las Doce Casas y es descrito como el más sagrado de todo el Santuario, ya que incluso, un Santo de Oro necesita un permiso especial para entrar en este.
A los pies del Monte de las Estrellas se esconde, inmerso en un pequeño bosque, la llamada "Fuente de Atenea", un misterioso templo que sirve de reposo, curación y recuperación a los caballeros heridos en combate.
Los soldados atenienses de bajo rango residen en suburbios del santuario como la plaza de bronce, un laberinto de calles y callejones estrechos, donde residen los más desfavorecidos y los aprendices, que se alimentan con frecuencia de los guisos de los tenderetes de los calderos, que bien pueden llevar carne de rata o víctimas de asesinato.
Por otra parte, los soldados nombrados, residen en el otro lado de la colina de Nike; la plaza de plata, ahí es donde todos los santos de Plata, Bronce y algunos de Oro retirados moran, entrenan y hacen sus vidas de manera normal.
Las fanfarrias sorprendieron a Kydoni, se trataba de una procesión de soldados, todas las personas que la conformaban llevaban la misma indumentaria; protectores metálicos en el pecho, brazos y rodillas. Había hombres y mujeres, lo intuyo por el simple hecho de sus formas en la cadera y pecho.
Kydoni se unió a aquella procesión, caminando entre los flautistas y músicos, mientras eran guiados por mujeres enfundadas en diminutos vestidos de seda blanca; cuyos cuerpos danzaban y realizaban canticos hasta llegar a un espacio de tierra lisa y forma circular denominado orchestra.
Kydoni siguió a la multitud, aquellos hombres y mujeres que había visto vestidos como guerreros se sentaron en la gradería, observo a su alrededor, los rayos de sol iluminaban todo el sitio, el cielo estaba totalmente despejado, como si el universo hubiera conspirado para que ese día fuera perfecto para realizar un evento. Giro la cabeza y observo al skené, esa forma alargada detrás a la orchestra; por debajo de la techumbre se encontraban trece sillas, y cada una ocupada por una persona que emanaba un cosmo totalmente diferente al de los otros.
Kydoni quedo boquiabierta, jamás en toda su vida había podido creer ver eso; los doce santos de oro juntos en un mismo lugar, por si fuera poco, la mismísima diosa Athena estaba coronando el centro de la orden.
Kydoni no podía dejar de observar a la chica al centro del skené; sentada en ese trono de madera y arabescos al medio relieve, podía ser confundida con cualquier mujer común, era joven y delicada, con el cabello de violeta y lavanda en largos mechones, flequillo por encima de sus cejas, con un cinturón de oro que le aprisionaba el abdomen, sobre el lado izquierdo de la cabeza llevaba el hanzashi dorado; una de las reliquias de la divina diosa, el llevar el cabello levantado la hacía lucir un poco más fiera.
El cosmo que emanaba de su cuerpo era sorprendente, su aura se mostraba tan puro y a la vez sumamente poderoso, siendo capaz de levantar un poco el borde de su vestido. Un poco por debajo estaban los cosmos de los caballeros de oro, quienes custodiaban los flancos de la Diosa, enfundados en sus radiantes armaduras de oro.
Enseguida los observó cuidadosamente a cada uno, en todo el tiempo en el que permaneció en la academia, nunca se les mostro alguna fotografía de todos aquellos que ostentaban un título o portaban cloths, solamente les daban breves descripciones o características específicas tales como, su nacionalidad o edad. Comenzó a nombrarlos a todos, detallando cada facción en sus rostros, y tratando de recordar sus nombres como se los habían enseñado en la academia, de izquierda a derecha:
— Mu, el caballero de oro de Aries, aquel sobreviviente del país extinto Mu, el único con el conocimiento para reparar las cloths muertas, maestro alquimista y extremadamente pacifista—
—Aldebarán de tauro, la enorme bestia brasileña, cuya fuerza es comparable a la de un Titan. —
—El caballero de géminis, Saga, uno de los caballeros más poderosos en la orden, y posible sucesor del patriarca, experto en las artes mentales, uno de los mayores en la orden. —
—Deathmask de Cáncer, el dandi italiano, es conocido por su habilidad única para viajar a voluntad a la colina de Yomotsu Hirasaka, no tan poderoso, pero sumamente sádico y violento. Hasta ahora nadie conoce su verdadero nombre. —
Hizo una pausa para repasar al siguiente individuo, el relieve y esmeraldas de la armadura le parecieron familiares, luego noto que aquel hombre entre todos era el único que no llevaba capa sobre los hombros; se trataba de Aioria, el caballero de oro de Leo:
— uno de los menores en la orden. En la academia era llamado ''el destello amarillo'', el poseedor del puño más rápido de la orden dorada... Y el más grosero... —susurro por lo bajo recordando el incidente en las calles de rodorio, frunció el entrecejo y pasó de largo al siguiente caballero.
—El maestro Shaka de Virgo, el más sereno y poderoso de toda la orden ateniense. —Sus cabellos rubios brillaban tanto como su armadura, su rostro fino y sus enormes pestañas resaltaban por debajo de la máscara de virgo, el hombre más cercano a Dios no parecía intranquilo ante la presencia de tantas personas, pues mantenía sus ojos cerrados.
El siguiente era el maestro Dohko, a pesar de su apariencia joven y galante, aquel el caballero de libra era sobreviviente de la guerra sagrada anterior, el más sabio poseedor del Misopethamenos; el joven tigre.
Un escalofrío le recorrió la espalda al observar al siguiente caballero: —Él... él... —titubeó un poco, en ese momento sus miradas se cruzaron, sintió esa mirada verde penetrarla, enseguida bajo la mirada y trató de esconderse detrás de una persona. —¿¡Qué demonios hace él aquí!? — Se cuestionaba levantando de poco el cuello de la chaqueta que vestía. Entonces recordó:
''Milo de Escorpio, el impacto rojo, el caballero proveniente de Milos, el más letal de la orden. Cabello purpura... ojos verdes...'' Un segundo después respiro profundamente, luego observo una vez más hacia la orden, quería confirmar que se tratara verdaderamente del caballero de escorpio; al reconocer su perfil, intentó ponerse de pie, Kydoni sintió la necesidad de salir corriendo lo más pronto posible de ese sitio, sin embargo, en ese momento una voz estruendosa la hizo estremecerse. Al ver una vez más al frente, un caballero estaba paseando por el borde del teatro.
—¡SILENCIO! ¡HEMOS DE COMENZAR! — Dijo sin el mayor esfuerzo, como si fuese un león rugiendo fieramente ante un montón de animales.
Kydoni lo observó fijamente, y poco a poco volvió a su asiento, su cabello no era tan largo a comparación de los demás; perfectamente alineado por debajo de la tiara en punta, su piel acanelada y sus músculos resaltaban aun por debajo de la armadura alada. Era él, el caballero de oro de sagitario, el legendario Aioros, el consejero de la Diosa y quien ahora sucedía su puesto de caballero.
Se sorprendió al verlo portando aquella armadura, lo cual significaba que, a pesar del torneo, ella seguía perteneciéndole. Enseguida, con tan solo un respirar del caballero, el ropaje de oro se desprendió de su cuerpo, colocándose en un estado tótem, con el cuerpo de caballo rampante, los protectores se alinearon uno sobre otro, terminando de endosarse el arco y la flecha para finalmente mostrar al majestuoso centauro. Aioros colocó su mano sobre ella y entonces dijo:
—Eterna gloria... eso es lo que le espera al vencedor del torneo. — Volteo a ver a todas las personas en la gradería, avanzo un par de pasos. Kydoni lo observo una vez más, no era del todo mayor, quizás tendría 28 o 30 años.
—Es tan joven y ya ha logrado el más alto rango en el santuario... — Se dijo al tenerlo a unos cuantos metros de distancia.
—Pero eso supongo que ya lo saben, es por eso que están aquí, para ser merecedores de esa gloria y ser nombrados Santos de Atena... Lo cual también me hace pensar que son hombres sensatos. — Aioros llevo sus manos detrás de su espalda, y mostró una sonrisa, Kydoni lo observo y entonces notó el enorme parecido entre él y su hermano Aioria. Quizás en unos años el caballero de Leo seguiría sus pasos.
—Sin embargo, ser un caballero de oro no es fácil, para ello, la diosa Atena ha decidió poner una nueva regla. — se dio media vuelta observando a la diosa, realizo una corta reverencia.
Atena se puso de pie, tomo el cetro con el emblema de Nike con la mano izquierda y entonces avanzo hasta el centro del teatro. Todos los presentes acallaron, como símbolo de respeto algunos inclusive bajaban la mirada al estar cerca suyo:
—Tras la debida consideración, el patriarca, la orden dorada y yo, como suma autoridad del santuario, hemos decidido que ningún soldado menor a diecisiete años o del sexo femenino, podrá inscribirse al torneo del centauro—
—¿¡Qué!?, ¡No es justo!, ¿Pero ¿qué le pasa?, ¡Por favor yo también quiero participar! — Fueron algunas protestas que provinieron de las personas sentadas en la gradería. Sus rostros parecían molestos, algunos se pusieron de pie ascendiendo en forma de protesta.
—Esta decisión es inapelable — Respondió la diosa con un tono de voz casi inaudible, la multitud aclamaba por una respuesta más convincente.
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