4. Una mañana de determinación

Si... ellos piensan que yo correré con la misma suerte que mi hermano mayor.Limpio la espuma con el cuello de su playera, provocando que el muchacho pareciera un poco extrañado.

Kydoni a pesar de haber estado recluida en un colegio de señoritas durante los tres cuatro años, no era del todo cuidadosa con sus modales. O quizás simplemente era debido al alcohol que había estado bebiendo lo que la hacía comportarse así, aunque para él lucia exactamente como la niña bonita con la que había jugado años atrás. Suspiro profundamente y le dijo. — Bueno... Kydoni yo... siempre pensé que serías una excelente compañera... me sentiría muy alagado si tú decides...

Pero entonces Kydoni dio un salto del taburete, caminando hacia la ventana trasera que daba hacia una especie de patio en la otra acera. —¿Qué es lo que hacen allá? — Cuestiono mirando al pequeño grupo conformado por alrededor de cinco hombres; todos vestían protectores de acero sobre los hombros y pecho, además, unos cuantos llevaban cascos, rodilleras y bandas en la frente.

Ah ellos... se preparan para las audiciones en el santuario— Respondió tan pronto se acercó para ver.

—¿Audiciones? — Cuestiono sin despegar la vista de la ventana; los hombres corrían por el patio, pateaban y hacían piruetas en el aire, algunos otros parecían llevar un combate de cuerpo a cuerpo.

—Más bien es una especie de eliminatoria, el santuario organiza un torneo para nombrar nuevos santos. Últimamente ha sido muy común... pero este es un premio grande, la armadura de oro de sagitario—

—¿¡Sagitario!? ¿No había un caballero ya? — Cuestiono dándose media vuelta, parecía algo sorprendida ante la revelación.

No en algunos años... el caballero de Sagitario decidió retirarse, siendo uno de los más importantes consejeros de la diosa, alguien tiene que cubrir su puesto.

—Qué interesante... — Dijo ella volviendo la vista hacia aquellos hombres. 

Kydoni permaneció de pie frente a la ventana, observando a aquellos hombres hasta que todos cayeron rendidos. Estudio sus movimientos y fortalezas, recreando sus movimientos en el desván de la taberna, en ocasiones buscando la mejor forma de esquivarlos, finamente y grácil como en la academia se le había instruido.

Derramo unas gotas de sudor, exhausta se dejó caer sobre la cama que Bastián le había cedido. Coloco una almohada sobre su rostro y dejo escapar un agudo grito; luego la lanzo al suelo dejando ver en su rostro una sonrisa. Estaba de vuelta... Su país era el que en su corazón albergaba el santuario, recinto de Dioses y guerreros lo suficientemente poderosos para cuidar del mundo. Levanto el puño derecho hacia el cielo, pudo observar las estrellas detrás del tragaluz en el techo de la alcoba.

—¡Muy pronto serán mías! —

A la mañana siguiente, Bastián se despertó muy temprano, había dormido en la primera planta de la taberna en una bolsa de dormir. Preparo un desayuno especial; Dolmadiaka, se trataba de un par de sacos a base de hojas de parra, rellenas con arroz, acompañadas de un poco de carne, salsa de huevo y unas cuantas rodajas de limón amarillo. Una especialidad de la taberna, tan pronto estuvo listo, lo colocó todo sobre una bandeja y en un vaso, zumo recién extraído de granada.

Con cuidado ascendió hacia el desván, sin despegar la vista de la bandeja, pues no quería que ningún bocado se moviese y arruinase la presentación. Se dirigió solamente valiéndose de sus recuerdos hacia la cama, bajo la charola dándose cuenta de que Kydoni aún estaba dormida, las sábanas cubrían su pequeño cuerpo, creando una forma apenas notable bajo ellas. Colocó la charola sobre una de las mesitas de noche y entonces le llamo con delicadeza.

—Kydoni... despierta, te he hecho el desayuno...— Menciono, pero no hubo respuesta. —Vaya que tiene el sueño pesado... — fue entonces que levantó la sábana, encontrándose únicamente con vestigios de la ropa de Kydoni y una pequeña nota adhesiva en color rosa:

''Hola... Sé que si te despertaba y te contaba lo que estaba pensando hacer, no me lo permitirías. He decidido participar en el torneo del centauro.
¡Deséame suerte!
Gracias por tu hospitalidad, Bastián. Prometo devolverte tu ropa.''

—Dony.

Tan pronto leyó aquella nota, Bastián corrió hacia la ventana, las dos hojas de madera estaban abiertas de par en par, y sobre el tejado, yacían pintadas unas líneas por las llantas de su maleta. Observó a todos lados esperando encontrarla, sin embargo, no había nadie allá afuera.

El muchacho regreso dentro de la alcoba, y unos minutos después, estaba levantando las sábanas para recostarse un poco antes de abrir, cuando de debajo de la ropa que la chica había olvidado, se encontraba un teléfono celular; rápidamente lo tomo entre sus manos como si se tratase de un precioso objeto, presiono el botón de ''home'', sin embargo, la pantalla no se ilumino, por el contrario, apareció un símbolo que indicaba que la batería estaba agotada. Resoplo dejándose caer sobre el colchón.

—¡Fiuuuu! Espero que me perdones... pero te deseo la peor de las suertes —

Kydoni había tomado unas cuantas pertenencias del closet de Bastián, un par de pantalones, camisetas y unos cuantos calcetines; si quería entrar a un torneo en la misma ciudad de sus padres y no ser descubierta, tenía que lucir como alguien completamente diferente. Arrastro la maleta hasta muy cerca de la puerta de Acuario; aquella colindaba con el puerto. Avanzó unos cuantos metros a lo largo del rompeolas, y justo cuando no vio a nadie a su alrededor, dio un salto entre las enormes piedras que lo formaban.

Demoro un poco en descender junto a su equipaje, por suerte, al lugar que había elegido, el mar llegaba con más calma. Rápidamente, y esperando no ser vista por nadie, comenzó a remover unas cuantas piedras; eran sumamente pesadas, así que, en su mayor parte, tuvo que emplear toda la fuerza que había en su cuerpo.

Apenas el hueco fue lo suficientemente grande para meter su maleta, volvió todas las piedras a su sitio, colocando una pequeña cinta de colores anudada a un extremo como identificación para no perderla. Kydoni se limpió el sudor con las mangas de la chaqueta de Bastián, sacudió la cabeza desordenándose el cabello y de forma insospechable camino por la orilla de la playa.

SANTUARIO DE ATENEA,
ACROPOLIS DE ATENA, GRECIA.

Su caminata la llevo hasta muy cerca de la bahía de plata, rio principal que abastece a las tierras del santuario y desemboca en el mar mediterráneo, tan solo le quedaba ascender por una escalinata para estar en las calles del santuario. Suspiro profundamente y enseguida continuo: el ascenso era un poco tortuoso, la escalinata se hacía estrecha y muchos de sus escalones estaban desquebrajados, como si en muchos años ese paso jamás hubiera sido usado.

Conforme se acercaba al Santuario, Kydoni pudo observar cómo algunas lapidas y pequeñas cruces le marcaban por donde ir. Al parecer antiguamente los caballeros eran enterrados en ese lugar, guiando a quienes llegasen o partieran del santuario. Cuando se dio media vuelta para ver que tanto le faltaba, se sorprendió. Frente a ella, con una cruz de madera, un listón rojo, y una corona de guirnaldas aparecía un nombre conocido.

Rápidamente subió al montículo para encontrarse con ella; se arrodillo frente a la cruz con un poco de melancolía, era la única que parecía seguir recibiendo visitas, las flores estaban frescas como si fueran del día anterior, y el listón rojo parecía limpio. Kydoni no dudo en tomarlo, sintiendo la seda de la que estaba hecho.

—¿Sabes? Parece un poco irónico encontrarte aquí... — Rio un poco, enseguida sus ojos se llenaron de agua, delineando una pequeña mancha rosa en el inferior de sus parpados. —Voy a participar en el torneo... Y sí... quizás suene un poco descabellado... pero estoy desesperada... este siempre ha sido mi sueño, y si no hago todo lo posible por realizarlo, entonces no sé qué hago en esta tierra. —

Kydoni derramo un par de lágrimas sobre la tierra seca, mientras sostenía sus rodillas con sus manos. Mordió un poco su labio inferior para evitar sollozar, sorbio la nariz y después continuó: —¿Sería mucho pedir tu protección? — Estaba por levantar la mochila del suelo cuando recordó que en su interior aun portaba objetos de valor.

Busco dentro de ella, extrayendo un pequeño monedero con unas cuantas monedas, su pasaporte, identificación, tarjeta de crédito y una argolla de oro. Sin embargo, no pudo encontrar su teléfono celular, toco sus bolsillos, reviso en las bolsas externas de la mochila, pero no lo encontró; no podría volver hasta el rompeolas para revisar si estaba dentro de la petaca. Suspiro profundamente esperando tener alguna oportunidad para poderlo rescatar después. Acto seguido, removió la tierra que sostenía la cruz de la tumba, haciendo espacio para introducir sus pertenencias debajo de ella.

Luego observó fijamente la argolla, tenía su nombre grabado en el interior, y al costado, el símbolo de Nike en el cetro de Atenea, ese era el anillo que se le daba a cada Saintia el día de su ingreso a la Academia. Suspiro profundamente antes de cubrir sus pertenencias y volver a clavar la cruz.

Kydoni se despidió fervientemente, presiono sus labios y después anudo en el centro de la cruz de palo, el anillo representativo de la academia. Kydoni se alejó, su argolla formaba perfectamente el acento sobre la A inicial. Cuando la chica se marchó, se pudo leer perfectamente la inscripción en aquel grueso tronco que formaba la cruz.

Áτομο
Átom, el demonio de sangre,
caballero de plata

Tardo muy poco en completar el resto del ascenso, Kydoni no podría creer lo que veía, con tan solo unos pasos, todo a su alrededor parecía tan irreal. Cuentan las leyendas griegas que fue en la famosa Acrópolis donde ocurrió la primera disputa entre la diosa Athena y Poseidón, el dios de los mares por las tierras de Ática. Athena había sido escogida por el pueblo como su protectora después de hacer nacer una oliva en una piedra. En su homenaje, los atenienses construyeron un enorme santuario de mármol, originalmente pintado en colores brillantes sobre una piedra de 1200 metros de diámetro.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top