12. Ojos que no ven
—Sería bueno que de vez en cuando les envíes un mensaje. — La fémina interrumpió sus pensamientos. Milo se acercó rápidamente a Kydoni, rodeando con su brazo su cuerpo por completo, —¡Shh... no debes decir nada de eso... la tecnología está prohibida en el santuario! —
Kydoni se apartó de él rápidamente con el ceño ligeramente molesto, odiaba que su hermano le tratase de cubrir el rostro con sus enormes manos, a lo que respondió: —¡Deja de actuar como si no estuviéramos sol...! — entonces una presencia la hizo callar, rápidamente se encorvó, pues de esa forma sus pechos no sobresalían.
Aquella persona delante de ellos era una chica con apariencia un tanto desalineado, llevaba una túnica de lana con anchas mangas, sus cabellos marrones lucían como un estropajo a simple vista, pero a pesar de su apariencia, su rostro era joven, sus labios carnosos y rosados enmarcaban su rostro, hasta que observó sus ojos. Eran blancos, con solo un ligero contorno donde debía estar su iris.
En ese momento se dio cuenta de que aquella joven, era ciega. Enseguida la cierva se inclinó hacia Milo y extendió un pequeño monte de ropa delante suyo; —¡Tómalos Kydoni! — ordeno el masculino.
Un poco nerviosa y desorientada, la menor se precipitó a tomarlo, notando lo limpias que estaban sus manos a comparación de sus ropas, un pequeño roce con las manos contrarias se dio mientras Kydoni se aseguraba de no dejar caer ninguna de las prendas en su haber.
—Esa ropa es para ti, por favor úsala. Lily te dirá donde tienes que ir para tomar un baño, luego por favor dile que es lo que deseas comer. —
Aquella mujer realizó una reverencia ante el santo y enseguida sin ningún problema se dio media vuelta comenzando a caminar. Kydoni la observó y de regreso a su hermano. Aquel solo le hizo una seña con la cabeza de que continuara tras de la sirvienta.
Para ser ciega, aquella mujer parecía haber memorizado por completo el templo, pues en ningún momento tocó algo a su alrededor para guiarse, como si tuviera conciencia sus pies la llevaron hasta el lado de una puerta al final del corredor, nunca dirigió una sola palabra hacia Kydoni, solamente con una reverencia le hizo entender que había llegado a su lugar. Kydoni trago saliva y realizó la reverencia de vuelta, sintiéndose enseguida abrumada por olvidar la condición de aquella persona. Enseguida la mujer sin si quiera mostrar alguna seña en su rostro se alejó.
El tiempo pasó, Kydoni finalmente había terminado el baño. Su cuerpo había descansado lo suficiente dentro de la pileta de piedra, el agua caliente siempre ayudaba después de un duro entrenamiento, inclusive, había sido más cómodo y seguro para sus heridas.
Una vez afuera, frente al espejo, Kydoni observó su desnudez, había demasiados puntos rojos sobre su pecho, brazos y parte de su cuello, pensó si había sido lo correcto, en la academia le habían enseñado a amar su cuerpo, sentirse segura y sobre todo respetarse a sí misma, en ese momento la chica no se sentía para nada diferente, aquellas marcas desaparecerían y volvería a ser igual que antes, se colocó de costado y observó sus curvas, no había muchas, su pecho aún era algo pequeño al igual que sus glúteos, pero todo lucia en su lugar, sus bíceps y tríceps eran duros al ejercer cierta presión, resultado de sus arduos entrenamientos; se acomodó el cabello y sonrió, a pesar de no tener problema con el polvo y la suciedad, le gustaba sentirse hermosa, en medio de aquella expresión comenzó a vestirse, había un par de rollos de vendajes que usó ajustadamente sobre el pecho, luego se colocó la camiseta de lana azul, tomó los pantaloncillos holgados y entonces buscó en el interior la parte inferior de la ropa interior.
Sorpresa se llevó la chica al darse cuenta que no estaba entre aquellas prendas, viró la mirada y buscó bajo el lavabo creyendo haberla dejado caer. Pero tampoco estaba, la cabeza se le inundó de sangre, se observó al espejo nuevamente, dándose cuenta de lo roja que estaba su rostro. Ahogó un grito de desesperación. Si decía una sola palabra, el eco llevaría su voz hasta Milo donde quisiera que estuviera, sería una bochornosa situación.
Milo descansaba sobre el sofá mientras repasaba lo escrito en un diario viejo, se trataban de las memorias de uno de sus antecesores, algunas páginas estaban desprendidas del empastado, por lo cual era cuidadoso y un tanto celoso con el contenido. Pocas veces levantaba el rostro, hasta que notó una presencia frente suyo. Enarcó una ceja al darse cuenta de quien se trataba. En medio de un gesto de negación cerró el libro con fuerza, levantándose enseguida de su sitio.
La puerta del baño se abrió ligeramente, tratando de que aquella no emitiera algún sonido que la delatase, Kydoni se asomó entre el pequeño espacio tratando de observar hacia ambos lados del corredor. Suspiro profundamente al darse cuenta que su hermano no estaba por ningún lado, pero en cuanto su rostro fue hacia la izquierda se topó con la prenda olvidada, su pequeña sonrisa se convirtió en una bochornosa mueca de sorpresa. Pues quien detenía la prenda con uno de sus dedos era Milo.
Kydoni se moría de la vergüenza, Milo no había dicho una sola palabra después de haberle entregado la ropa interior. Sentada sobre el sofá con la cabeza gacha, tan solo lo escuchaba caminar de un lado hacia otro. Finalmente sintió como su hermano se dejó caer sobre el sofá.
Milo suspiro profundamente y entonces le dijo. — No creo que haya sido tan malo...después de todo, los demás caballeros pudieron haber estado aquí... —
Kydoni levanto el rostro lleno de sorpresa, haciendo un sonido que termino en las carcajadas de Milo. —¡Solo bromeo! — Y dicho esto, la menor asentó un golpe sobre el hombro del caballero. —¡Tranquila! — Decía riendo mientras se cubría a la vez de los golpes que Kydoni aún seguía lanzándole.
—Hablo en serio, no hay caballeros que visiten a otros, salvo por cosas importantes. Sin embargo, tenemos que tener cuidado si planeas seguir en medio de la competencia. —
Kydoni volvió a sorprenderse: —¿Tenemos? — le cuestionó. —pero... pero dijiste qué...—
—¿Me has oído? ¡No volveré a repetirlo! He cambiado de opinión. Al principio pensé que no hablabas en serio, que quizás solo era un capricho de niña tonta para no volver a casa, sin embargo, tu desempeño en la primera prueba fue espectacular, y vaya que me sorprendiste. Es por eso que planeo ayudarte a sobrepasar este torneo. —
Y dicho aquello, Kydoni exploto en medio de un grito de felicidad, rápidamente se abalanzó sobre el cuello de Milo abrazándolo fuertemente. —¡Gracias, gracias! Hermano mayor, te juro que no te defraudaré, ¡seré el mejor santo de oro femenino que haya habido jamás! —
Milo negó en cuanto el abrazo se rompió. —¿Santo de Oro femenino? ¡Eso es imposible! No existen caballeros de oro femeninos. — Poco a poco el rostro de Kydoni se fue apagando nuevamente, suspiro pesadamente pero casi al siguiente segundo apretó los puños para poder responder.
—¡Eso es injusto! ¡Sabes que puedo hacerlo, soy capaz y lo demostraré! — Respondió levantando un poco la voz
—¡Las cosas no son así, Kydoni! El santuario no es tu escuela de niñas donde puedes cometer errores y solamente recibir tareas domésticas como castigo. — Milo suspiro profundamente y entonces continuo: — Si deseas continuar dentro del torneo, tendrás que hacerlo bajo la identidad de Atom. —El caballero se cruzó de brazos y entonces continuo: — Preferiría conocer a mi hermano nuevamente como un perdedor, a terminar viendo a mi hermana como... — Milo negó dos veces con la cabeza y entonces se puso de pie.
Kydoni lo siguió con la mirada, y desde su lugar le dijo: — ¿A verme como qué...? —
—A verte como una hermana silenciosa... —
—¿Hermana silenciosa? — Cuestionó la fémina.
Milo en respuesta, suspiro profundamente entonces le dijo: —la persona que tú viste minutos antes... era una aprendiz de santo femenino, sin embargo, no pudo cumplir con su misión, así que ella fue privada de sus sentidos. —
—¿Su misión? ¿A qué te refieres? — Cuestionó colocando una almohada sobre sus piernas.
—Desde los tiempos inmemorables, solo a los hombres se les permitía luchar junto a Atena. Por esa razón las mujeres no tenían derecho a ser Saints...—
—Me se la historia Milo, una mujer caballero es obligada a usar una máscara para igualarse ante un hombre, — interrumpió Kydoni apoyando el rostro sobre su puño.
—¿Entonces conoces las consecuencias y la responsabilidad de llevar dicha máscara? — Amar o matar, esa es la regla. —Respondió el griego en forma de reprimenda.
La joven asintió con la cabeza, y después dijo: —Siguiendo la ley de las máscaras, un Saint Femenino no debe ser vista nunca por un hombre sin su máscara ya que es un "insulto" aún más grave que ser vista sin sus ropas, en el caso de que una Saint femenino sea vista sin su máscara tiene dos opciones para con el testigo: matarlo o amarlo — Kydoni conocía muy bien esa regla, se las habían hecho memorizar en la Academia de Saintias, el cómo diferenciarse a sí mismas de las guerreras de Atena.
—¿Y qué pasa si un santo femenino decide no matarlo... ni amarlo? —
Ante la respuesta de Milo, Kydoni se mostró un poco confundida, ¿es que acaso existía otra opción ante la situación? Negó un par de veces. —No lo sé... supongo que aceptar su destino. —
—¿En serio? ¿Tú lo harías? — De nuevo ese tono de molestia en Milo. —¿De qué hablas? — Respondió ella.
—Las hermanas silenciosas son mujeres que decidieron no aceptar el destino y la responsabilidad de un caballero, se enamoraron, incumplieron las reglas, pero fueron incapaces de acatar la sentencia. En penitencia por la traición hacia su palabra, fueron condenadas a vagar por el santuario como personas no vivientes, conservan su mentalidad y recuerdos, pero sus sentidos se han ido, fueron privadas de la vista y el habla. —
—¿Quién se atrevería a hacer una cosa tan espantosa? —
—Fuiste tú... —aguardo y enseguida continuo: —es una regla impuesta por Atom —
—¿Qué...? ¡Mi hermano no lo haría! —
—Él lo hizo. Fue una simple sugerencia... un dato curioso que encontró en algún viejo libro que relataba las disciplinas en el santuario desde los recuerdos de los hombres. Pero su mejor amigo la llevo hasta el Kyoko. De cierto modo, Atom es culpable de la desdicha de todas estas mujeres. —
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top