10. La gloria y el comienzo de un nuevo desafío

Entonces la diosa lo vio fijamente, suspiro profundamente antes de hablar:

—Primeramente, esta reunión no es de máxima seguridad como las otras, sin embargo, para mi es importante conocer el pensar de cada uno de ustedes. —Su vista se dirigió hacia cada uno de ellos, los caballeros guardaron la compostura mientras asentían un par de veces como aceptación. —Queremos darle el título de santo de oro a tu hermano. —

—¿¡Que!? —Cuestionó Milo sorprendido.

—Por lo visto esta mañana, creemos que Atom es el indicado, no queremos llevar este torneo más allá y exponernos a perderlo a él o a más aspirantes. — Complementó el patriarca situado al costado derecho de Atenea.

—Creemos... —chasqueo la lengua viperina en una media sonrisa — me suena a montón. —Respondió Deathmask, bebiendo un profundo sorbo de la copa de vino previamente servida.

—¡Las reglas no las haces tú, máscara de muerte! —Reprendió Aioria, esperando el respaldo de su hermano.

—¡Tampoco tú, mocoso! —. Respondió el italiano velozmente poniéndose de pie frente al mesón.

El arrastre de la silla hizo molestar a la diosa y a más de un caballero, sin embargo, su alteza no mencionó una palabra alguna, a pesar de creer que Atom era el candidato perfecto, no le parecía apropiado tomar una decisión sin antes consultarla con el pontífice y su orden, después de todo, el que convivieran y fueran unidos era una de sus principales motivaciones.

Aioria de igual forma se puso de pie, observando fijamente hacia Death Mask, su mirada verde hizo choque con la del italiano, a tal punto de poder sentir la tensión inundar la sala. Sus auras se entrelazaban en una especie de masa obscura y blanca contrastante entre sí. Al ver que ninguno de los dos desistía de sus miradas y sus cosmo energía estaban fluyendo fuera de sus cuerpos hasta hacerse visibles, Atenea golpeó el suelo con el cetro que sostenía con su mano derecha. Entonces ambos caballeros se disculparon con la respectiva reverencia volviendo a su lugar.

Atenea los siguió con la mirada, suspiro profundamente y entonces dijo: —La mitad de ustedes está dispuesto a ascender a Atom como santo de oro, Aioros ha decidido no participar en esto. Milo, eres tú quien puede decidir, ¿tu hermano será santo de oro, o no? —

—Yo... Diosa Atenea, eso es... —

—¡Eso es injusto, mi diosa! —Afrodita objeto con ferocidad interrumpiendo a Milo. — El torneo abre las puertas para evaluar el nivel de los aprendices. ¡No es posible que solo por buena suerte, ese chico ascienda en la primera ronda! — Le observo con fiereza, luego simplemente dio un vistazo a sus compañeros quienes asentían.

Previamente a la llegada de Milo, el patriarca y la Diosa Atenea habían expuesto su intención de nombrar a Atom como caballero de Sagitario, sin embargo, Deathmask, Afrodita, Saga, Shura y el Maestro Shaka habían declinado dicha imposición, pues el torneo del centauro se había diseñado para medir fuerza, resistencia y otras cualidades de los aprendices, además, de dotar de conocimientos y dichas capacidades a los espectadores para próximos encuentros.

—Respeto tu decisión de no apoyarnos Afrodita, y estoy de acuerdo contigo, pero cada día mengua más nuestro ejército, el sello impuesto en la última Gigantomachia ha comenzado a debilitarse; debemos concentrarnos en eso y dedicarnos a fortalecernos... —

—Con todo respeto, su alteza... Creo que Afrodita tiene razón. No es justo para ningún aspirante. — Milo observó hacia Afrodita, quien levantaba una ceja y dejaba entrever una sonrisa triunfal, estaba a punto de decir algo cuando esta vez fue interrumpido por Milo.

—Sin embargo, desapruebo su comentario. Mi hermano no ha tenido un golpe de suerte, y así como lo hizo esta vez, estoy completamente seguro que será capaz de sobrepasar las demás pruebas. ¡Sea la prueba que sea! —Observó nuevamente hacia Afrodita haciendo un ademán con la cabeza, incitándolo a responder, sin embargo, el suizo no pudo decir más debido a la interrupción de Aldebarán.

—¡Como encargado de la siguiente prueba, me niego a la participación de Atom! —La estruendosa voz del brasileño hizo que todos lo observaran con fijación: Al notarlo, Aldebarán mostro una sonrisa sobre el duro rostro; haciendo que sus mejillas se tensaran y trazaran en su rostro los pómulos altos, luego se cruzó de brazos como acción característica del enorme santo, enseguida continuo:

—El chico ha demostrado una fuerza bruta incomparable. Para romper el muro de cristal impuesto por Mu es necesario una cantidad enorme de cosmo, mezclada con una enorme cantidad de fuerza. ¡Para mi ha demostrado ser alguien verdaderamente fuerte! El chico ha pasado mi prueba. —

Y dicho aquello los Santos comenzaron a hablar nuevamente, unos asintiendo en lo dicho por el caballero de Tauro, unos cuantos negaban que la verdadera fortaleza estuviese involucrada en un solo ataque. Milo bajó la mirada, e inevitablemente dibujo una sonrisa en su rostro: Kydoni había logrado más de una sola hazaña en un día. Esa niña estúpida había sido el motivo de convocar a una reunión dorada, y había sobrepasado a dos caballeros de oro en un solo día.

El tiempo paso, la reunión dorada estaba llegando a su cúspide; se acordó la continuación del torneo y de lo que pasaría con los aspirantes caídos, a partir de la segunda prueba, el torneo pasaría de ser un colectivo a basarse en eliminatorias individuales.

Milo parecía aún fuera de sí, seguía pensando en lo que estaba por ocurrir; había tenido la oportunidad de salvar a Kydoni de todo este circo al aceptar que fuese un santo de oro, sin embargo, aquella niña era tan orgullosa como él, tan pronto supiera lo que se dijo de ella en la reunión, estaría dispuesta a continuar con el torneo tal y como él lo decretó. Pero por un instante pensó en lo contrario, debió haber sido más egoísta y pensar en el bienestar de su pequeña hermana y en lo feliz que habría sido de haber recibido la armadura de oro con tan solo haberse medido en la primera prueba.

Milo sacudió la cabeza esperando que aquellos pensamientos se dispersaran, luego volvió a estar inquieto, pensó en Kydoni, en el hecho de haberla dejado en la fuente: si el médico se enteraba que era una chica, seguramente se lo contarían al patriarca en ese mismo momento.

—Entonces Milo le comunicara los pormenores de esta reunión a su hermano ¿cierto? — Le cuestiono el caballero de Leo, haciéndolo volver la cabeza.

—¿Disculpa...? — Cuestionó parpadeando un par de veces.

—Hemos decidido medir a los aspirantes en base al nivel de tu hermano. —Comentó Aldebarán cruzándose de brazos nuevamente.

—Sabemos que no puede ser justo, pero es quien ha ostentado un rango dentro del santuario. Su papel como caballero de plata nos dará un indicio de a quien debemos eliminar y a quienes dejar que continúen—. Explicó Mu, posando su mirada sobre la de Milo. Con su mente en blanco, el caballero de escorpio solo comentó:

—Me parece bien. Si es la decisión de cada uno, le daré la noticia en cuanto pueda. ¡Gracias por su preocupación! —. Y dicho esto se levantó de la silla, se despidió de la diosa y el pontífice como lo dictaba el código de honor, luego de la orden.

A su salida, la diosa se despidió siendo escoltada a sus aposentos por Saga y el pontífice, los demás miembros de la orden comenzaron a partir uno por uno. Frente al mesón solo quedaban tres santos; Aioros suspiro profundamente y entonces se digirió hacia Camus; este último había recogido un par de pergaminos estelares llevándolos consigo.

—¿No te parece raro, Camus? Milo parece preocupado... quiero decir, parece un tanto nervioso. —Comento mientras jugueteaba con un pétalo rojo entre sus dedos. El caballero Afrodita había dejado unos cuantos, a su partida, pero a pesar de ello, comenzaban a ennegrecerse en los bordes.

Camus se detuvo un momento mientras se levantaba, observó a Aioros fijamente y después respondió con un tono sereno. —No sé a qué te refieres. Milo siempre ha sido un hombre un tanto inquieto. —Se dio media vuelta observando al caballero Sagitario y Leo, sentados uno frente al otro. —Tus métodos de persuasión son pésimos. Te sugiero que si quieres saber algo sobre Milo se lo preguntes directamente. —Asintió con la cabeza y después continuo: — Caballeros. —

Entonces Camus se giró nuevamente, avanzando hasta la salida con un paso lento pero firme, sus botas creaban un eco sobre el mármol. Al escuchar el crujir de la puerta, Aioros arrojó el pétalo sobre el mesón, y después llevo el dorso de su mano contra su mejilla, acariciando levemente el propio rostro.

Aioria se acercó hasta él sobre la mesa, entonces le cuestionó —¿qué es lo que te genera tanto interés en Milo? —

Aioros lo observó y colocando su mano por sobre la de su hermano le respondió: —Hay algo en la actitud de Milo que me está dejando intranquilo. —Aioria frunció el entrecejo ante aquella respuesta. Aioros le sonrió negando un poco.

—Descuida, no es nada. Supongo que el ascender como sanbocho y consejero de Atenea me hace ver cosas de más. —Palmeó ligeramente la mano del menor y entonces se puso de pie. —Ve a descansar Aioria. Yo haré lo mismo. —Sentenció en su partida.

Una vez más la puerta rechinó, dejando a Aioria solo en aquel sitio. A solas, Aioria pensó en las palabras de su hermano, intento recordar el rostro de Milo, las acciones que realizaba y el lenguaje de su cuerpo, sin embargo, aquello le parecía normal. Conocía a Milo de muchos años y era cierto lo que Camus les dijo, Milo era una persona inquieta.

Chasqueó la lengua llevando la diestra sobre sus labios mientras recordaba la aparición de Atom en la prueba; recordó la intensidad en los ojos de aquel joven. La forma tan fina en la que se había colocado antes de golpear el muro de cristal y la determinación tan grande con la que se empeñaba a ponerse de pie aún con los borbotones de sangre en su brazo. Aioria no había tenido la oportunidad de conocer a Atom mientras era caballero de Plata, solamente los vagos recuerdos que su hermano le había contado. Aun así, sentía especial interés en escucharlos de su propia boca.

Se le dibujó una sonrisa en su rostro ante el recuerdo del impedimento de Milo por cargarlo. —Yo también estaría asustado si mi hermano menor tuviera semejante espíritu. — Susurro poniéndose de pie, su capa ondeo con semejante fuerza que hizo volar el rastro de pétalos detrás suyo.

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