Especial I

La humanidad no era más que una creación de su padre; Chronos, sin embargo le resultaba fascinante ver cómo se adaptan a las dificultades que tenían, veía en ellos una esperanza como especie.

Los pueblos se desarrollaban rápidamente y convivían de forma armoniosa con la naturaleza.

Él y sus hermanos, creían que la humanidad se estaba ganando su lugar en el mundo.

Zeus, los gobernaría y guiaría hacia un futuro mejor

Poseidón, les brindaría la vida del agua para poder avanzar.

Y él, el hermano mayor se vería confinado a resguardar el Inframundo, no obstante, como todo dios joven, escapaba de sus deberes para visitar el mundo terrenal y observar a los humanos.

(...)

La hierba de aquella planicie se movía con el viento generando un ambiente agradable y tranquilo, el sonido era una bella melodía.

Sus ojos observaban el claro cielo, disfrutando de la paz que había.

Ciertamente, le gustaba salir del Inframundo y despejar su mente de todo.

— ¡Espera pequeño, no puedes andar corriendo! —gritaron

Se incorporó un poco visualizando a lo lejos a una joven corriendo tras un pequeño animal, miro divertido la escena pero de inmediato noto algo fruta de lo normal.

— ¡Oye! —se puso de pie rápidamente intentando llamar a la chica.

Sin embargo esta no lograba escucharlo, pues con cada paso, más se acercaba al bosque de las ninfas.

— ¡Detente! —apresuro sus pasos hasta que finalmente logró sujetar su brazo justo en la entrada de ese lugar

Observo al animal que perseguía la joven y lo noto enseguida; una ninfa. La mirada oscura de aquella criatura estuvo sobre ellos por unos instantes para luego adentrarse en la oscuridad del bosque.

Soltó un suspiro aún sujetando a la mujer contra su pecho, no se había dado cuenta de cuando habían llegado al suelo.

— D-disculpe... —susurro la chica con un leve color rojizo adornando sus mejillas

Me disculpo por el atrevimiento señorita — se alejó de ella levantándose y ofreciéndole la mano— pero es demasiado peligroso entrar a ese bosque.

La ayudó a ponerse de pie mientras ambos miraban fijamente los ojos de su acompañante, los violáceos ojos de la joven despedían un brillo hipnotizante que habían logrado atrapar los verdosos ojos de aquel joven dios.

— L-lo lamento...quería atrapar a aquel conejo...estaba lastimado —se explicó desviando la mirada avergonzada.

— No se preocupe, pero déjeme decirle que no era un conejo —sonrió de forma tranquilizadora.

— ¿De qué habla? —lo miro confundida

Tardó un poco en responder, pues no era fácil explicarle a un humano sobre las criaturas mitológicas; ya que para la humanidad ellos eran seres de leyendas.

— Ese conejo era un "ethelontís" de las ninfas —explico.

— Entonces es cierto...hay ninfas en este bosque... —miro en dirección hacia la espesura del arbolado.

Sus ojos reflejaban curiosidad y asombro.

— ¿Te gustan?

— Los seres mitológicos son... —llevo su mirada hacia la de él dejando la frase en el aire— misteriosos...y fascinantes —dijo perdida en sus ojos.

(...)

No entendía como había terminado así, tres días a la semana regresaba a la misma planicie, a la misma hora y encontrándose con una sola persona.

Y ahora que lo pensaba, jamás le había preguntado su nombre.

— Algo está mal —murmuro

Su hora de reunión se había pasado hace dos horas, ella siempre se retrasaba unos minutos, pero no tanto como ese día.

Abandono el lugar dispuesto a ir al pueblo por primera vez. Caminaba sumergido en sus pensamientos, una humana haciendole esperar, ya vería lo que le esperaba a esa chica cuando se reunieran.

— Si...ya verá... —se dijo a si mismo con una sonrisa traviesa.

La luz anaranjada iluminó su camino cosa que le extraño, el atardecer ya había pasado, entonces...¿Que era esa luz?
Su andar se detuvo al contemplar el pequeño pueblo ser devorado por las llamas, las personas corrían desesperadas intentando salvarse.

¿Pero donde estaba ella?

Sabía que la vida humana era corta...lo sabía, si lo sabía, ¿Por qué le dolía tanto saber qué iba a morir?

Comenzó a correr.

Los gritos se escuchaban cada vez más lejos, sus pensamientos estaban centrados en encontrar la débil presencia de la joven.

— Maldición... —murmuro una vez frente a la pequeña casa consumida casi en su totalidad por las llamas.

Entró sin pensarlo dos veces, la temperatura dentro habría sido insoportable para un humano, pero el siendo un dios lograba tolerarlo.
Buscaba desesperado a la chica debido a que respirar se estaba haciendo difícil.

— ah... —se escucho un débil gemido entre las columnas derribadas.

Rápidamente se aproximó al lugar encontrando finalmente a la joven, respiraba de forma dificultada y la mitad de su cuerpo era aplastado por las columnas.

— ¡Oye! ¡¿Puedes oírme?! ¡Resiste! —gritaba en un intento de evitar que quedara inconsciente.

La chica levantó un poco la mirada sonriendo débilmente al verlo ahí.

V-viniste... —murmuro sorprendida y alegre.

— Claro que si —dijo observando cada pilar para evitar lastimarla al moverlos— Escucha, voy a mover esto, ¿Puedes moverte? —esta nego— bien...será más difícil, pero tienes que confiar en mí

S-si... —respondio con una cansada sonrisa, pues el sueño comenzaba a invadirla.

— ¡No te duermas! —exclamo alterado, podía sentirlo.

La muerte estaba llegando a ella.

—E...E-esther.... —dijo la chica con esfuerzo buscando su mirada.

— Hades —se presento.

L-lo sabía...

— ¡Oye! ¡Esther! —grito al verla inmóvil.

(...)

El fuego finalmente se había extinguido, la lluvia había aplacado las llamas de aquella catástrofe, pero trajeron las lágrimas de aquel dios que llevaba en sus brazos el cuerpo sin vida de la mujer que se había ganado su corazón.

Finalmente había entendido aquellos sentimientos que lo llevaban a la planicie todo el tiempo.

Hades estaba enamorado de esa mujer.

Se detuvo en el lugar donde se habían conocido, con cuidado y delicadeza bajo su cuerpo entre el pasto, acomodo algunos mechones de su cabello y fue ahí cuando perdió el control, un fuerte grito salió de su garganta expresando la completa agonía que estaba experimentando.

En ese momento toda la naturaleza de su alrededor comenzó a morir...y cuando unió sus manos aquella vida que había perdido la naturaleza le fue dada a ella.

El aire entró de golpe en su cuerpo alertando al dios, el cual miraba asombrado lo que había ocurrido.

— Hola... —dijo estirando su mano hasta la mejilla de Hades

Las gotas de lluvia caían sobre ellos logrando camuflar las delatoras lágrimas que corrían por sus mejillas.

Hades no respondió, simplemente tomo su cuerpo estrechandola en un cálido abrazo.

— Me salvaste —comento una vez que rompieron el abrazo.

— Y lo haré las veces que hagan falta para tenerte a mi lado —confeso para finalmente besarla.

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