14. Monstruos entre nosotros
Los cocheros golpeaban las riendas en contra de los cuartos traseros de los animales, la orden de Amadeus era ir lo más rápido posible sin importar que tan dañado resultara aquel animal o nuestra propia comodidad y seguridad. No tardamos mucho en estar de regreso en la casa de los Lupeiscu, del primer coche descendió el joven Carter y ese desagradable espectro maniatado de sus extremidades, siendo ayudado por el cochero. A continuación, el señor Owen teniendo total cuidado de no empeorar el estado de la doncella herida. Aún vivía, pero su respiración era bastante débil, y cada segundo que pasaba sin ser atendida su vida era seducida por la melodía de la muerte.
— ¡Rápido, traiga al doctor Henry! — Ordeno el hombre al adentrarse a la residencia.
Las cridas parecían estar sorprendidas por el estado de la muchacha. Algunas miraban sorprendidas la gravedad de la herida mientras un par de ellas lloriqueaban y se movían torpemente.
—¡Sí señor! —Temerosa una de ellas respondió, cubriendo la cabeza con una especie de manto obscuro y así salir a la calle a toda prisa.
—¡Usted lleve agua fría, mantas y algo de ropa de la señorita! — Índico el fiel señor Owen, subiendo las escaleras con la señorita Danica en sus brazos.
—Enseguida señor. — Respondió una doncella que de inmediato volvía por su camino para llevar a cabo la tarea que se le encomendó recientemente.
—Señor Carter, llévelo abajo. Déjelo en el sótano y no deje que se escape, usted también señor Murray. — Nos dijo apenas pudiendo girar la cabeza sin entorpecer su ascenso por las escaleras.
— ¿Escaparse? ¡Está muerto! — Emilio resoplo con cierta modestia, girándose a verme por un instante, solo pude negar ante lo dicho al principio.
Cuando el mayordomo se perdió entre el corredor principal sobre la escalera, Emilio y yo tomamos el cuerpo por los extremos, avanzando hacia un costado de la enorme escalera, allí pudimos encontrar la puerta que llevaba al sótano de la enorme edificación. A ciegas, cruzamos las escaleras cuesta abajo, tratando de encontrar algo que nos indicase el camino correcto. Aunque notoriamente temeroso, Emilio toco la pared, recuerdo que dijo que era tan fría que podría jurar que había sentido la humedad que se trasminaba a lo largo de todas las paredes.
Por suerte muy cerca de nosotros estaban algunas velas y candelabros. Emilio tomo una caja de fósforos para lograr encender el trio, solo para atormentarnos con la imagen que veríamos a continuación. Entre la penumbra del sótano podían divisarse cientos de ojos brillantes, debido a la reciente experiencia que tuvimos en el bodegón solo pude dar un paso hacia atrás por temor.
—E-Emilio... Apágala... — Le susurre, sin embargo, Emilio parecía estar verdaderamente encantado, una especie de extraña atracción lo hacía caminar hasta ese sitio. Para cuando las luces de las velas lograron iluminar ese recóndito rincón pude escucharse como suspiro de alivio. Echó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados y después rio con cierta euforia.
Aquello que nos había asustado no eran más que criaturas nocturnas disecadas, hermosas bestias con pelajes acartonados, que si bien era un total pecado haberlos asesinado. Los dos nos limitamos a dejar el cuerpo en el sitio donde creímos más conveniente, posteriormente, tuvimos que abandonar inmediatamente la extraña y macabra sala de trofeos del joven Lupeiscu. Que, aunque indirectamente habíamos agrandado con ese extraño ser.
DEL DIARIO DE ALEKSANDER LUPEISCU
(Continuación)
Tan pronto ordene que se fueran e hicieran todo lo posible por mantener a mi preciosa Danica con vida, me mantuve de pie aun en el bodegón, mi respiración se hacía cada vez más notable, el aliento era humeante como si estuviera perdiendo temperatura. Y en ese momento una avalancha de hombres bestias corrió en dirección hacia mí.
Las balas de plata que se alojaban aun en los cañones de mis armas fueron suficientes para eliminar definitivamente a la mayoría del grupo, tan solo quedaba uno de pie. Esa bestia de pelaje ennegrecido y sin un ojo. La desventaja era claramente para mí, quien ya no tenía municiones en ninguno de los dos tambores y que claramente, la bestia no se detendría para permitirme el cargarlas nuevamente.
Un rugido llenó la noche de repente y tan pronto lo escuche, arroje las dos armas al suelo. Estaba jadeando debido a la excitación, parecía que mi cuerpo comenzaba a temblar como anteriormente Byron y sus compañeros lo habían hecho. Fue entonces que esa terrible bestia del infierno, y a quien yo más odiaba surgió del interior de mi cuerpo.
El hombre-bestia de hebras negras también soltó un rugido que rápidamente ascendió hasta convertirse en un aullido helado y aterrador. Cuando la bestia de un solo ojo salto sobre las viguetas del techo y se lanzó hacia mí, la bestia en la que yo, Aleksander Lupeiscu también me había convertido se dirigió hacia él, andando sobre sus dos patas traseras, la áspera piel que me cubría como un manto sagrado estaba teñida de color naranja por la luna llena que acababa de colocarse en el punto más alto del cielo nocturno.
Por un instante pude verme dentro de aquella bestia, sus ojos brillaban como dos linternas verdosas y al encontrarse frente a frente los dos monstruos, el nacido bajo el signo de capricornio movió una de sus manos delanteras, una mano con dedos humanos, pero con garras en vez de uñas, lo decapitó de un violento zarpazo con sus fuertes garras.
El último sonido que Byron Sturmfuller oiría en su vida fue el aullido de triunfo del hombre-lobo que sonó cada vez con mayor fuerza. Su cabeza cayó al suelo, con los ojos muy abiertos y la sangre brotando a borbotones de la garganta cambiando a su forma humana al poco tiempo.
Y entonces, mi cuerpo en su forma bestial dio un salto hacia el cuerpo inerte y ocultó su hocico en la garganta y comenzó a alimentarse. El sabor de la sangre me embriago por completo, haciéndome perder el sentido y consciencia en ese momento. En torno a los humanos muertos y descuartizados horriblemente, la suave tierra del suelo que se acumulaba sobre la madera podrida estaba cubierta por unas grandes huellas. Parecían las de las patas de un lobo, pero al mismo tiempo tenían algo sórdidamente humano.
DEL DIARIO DE EMILIO CARTER
Londres, Inglaterra. Durante la madrugada de MAYO 12 del año 1888
Cameron y yo aguardamos al pie de la escalera desde que regresamos del sótano, solo podíamos observar en silencio durante el tiempo en que las mujeres bajaban y subían con sedas llenas de sangre; a pesar de la ausencia del doctor, las doncellas habían hecho lo que estaba a su alcance para prolongar la vida de la señorita Danica. Después de unos momentos en la casa de Lupeiscu, el doctor llego acompañado de la doncella que fue a buscarlo en primera instancia, se le veía resplandeciente y listo para la acción a pesar de la hora. El siempre fiel y servicial, Amadeus Owen, había descendido momentos atrás, apresurándose a recibirlo.
—Venga por acá doctor, le indicare por dónde. — Decía guiándolo con la mano, adelantándosele por la escalera.
—¡No hace falta, puedo ir yo mismo! — Comento el doctor con una especie de amarga sonrisa en el rostro.
—En la recamara de la señorita Danica. —Indico el contrario.
—Gracias. —Respondió perdiéndosele de vista en el corredor.
El doctor Henry Jekyll era una persona joven, su edad quizás sobrepasaba los veintisiete años, con cabellera corta y castaña, muy similar a la imagen londinense de Aleksander. Tenía bolsas por debajo de los ojos, delgado y de una tez morena, pero sin llegar a ser ''negro''. Algo que nunca había creído ver en Londres, pues en dichas tierras todas aquellas personas que no tuviera una piel deslumbrante y blanquecina, no eran aceptadas en la alta burguesía. Era un honor poder ver a un ''pardo'' con estudios en lado este de Inglaterra.
— Señor Amadeus ¿podemos hablar? — Cameron le llamo a la estancia desde el marco de la puerta, inmediatamente el mayordomo se encamino hasta él, tomando asiento en el gran salón.
El pelirrojo iba detrás del sujeto situándose delante de este en el sofá, tal y como lo habíamos hecho la primera vez que entramos a esa casa.
—Díganos que es lo que ocurrió allá— Pregunté apenas lo vi sentarse.
Amadeus suspiro profundamente, su cabeza se movió en forma de negación un par de veces, pero finalmente termino por hablar: —La bestia camina entre nosotros—
Con aquella respuesta tan simple del mayordomo, comencé a sentirme fuera de una penny blood; y es que, aunque no quisiera, desde nuestra llegada a Londres todo a nuestro alrededor parecía un escenario de cualquier historia barata.
Después de un aumento de la alfabetización en la clase trabajadora, los "Penny Bloods", encontraron un público sediento de entretenimiento. Originalmente fueron cuentos de piratas y delincuentes, después se fueron concentrando en el crimen y las historias de detectives, haciéndose cada vez más sangrientas y gráficas. Hasta el día de hoy son publicados semanalmente, con una duración de 8 a 16 páginas por episodio, llenas de ilustraciones en blanco y negro que interrumpían la negra historia, para darle así un sentido más real o en mi propia opinión, más ridícula y fantasiosa.
Siguen siendo muy populares entre el público letrado de Londres e inclusive algunas publicaciones viejas son llevadas a Paris por los viajeros y comerciantes. Estos relatos cuentan historias llenas de cuentos góticos, de noblezas latentes, de baronesas asesinas, damas nobles adictas al estudio de toxicología, gitanos, hombres con máscaras y mujeres con dagas, niños robados, brujas marchitas, delincuentes nefastos, princesas extranjeras, vampiros y hombres lobo, cosas que algunas personas nunca han tenido la oportunidad de ver y que claramente son ilustradas y representadas como algo burdo y cutre. Dejándonos como locos y mentirosos a quienes hemos presenciado eso noche a noche.
Debo admitir que algunas veces disfrute de la lectura de aquellas historias; inclusive puedo decir que de cierta forma me inspiraron a ser lo que ahora soy. Pero sin duda alguna sé que ninguna de esas historias baratas se compara a lo que verdaderamente es tener obscuras relaciones.
Y entonces Owen interrumpió mi pensar: —Si bien se dicen muchas cosas de Londres en esos tiempos, con las recientes revueltas de las distintas clases, es bien sabido que existe un nombre para denominar cada clase de grupos que se forman. — Indicaba el mayordomo con la vista al suelo.
—Cuéntanos sobre los merodeadores. — Le exigí con un tono de voz firme.
Enseguida el señor Owen continúo: —Los merodeadores son una clase de hombres bestia. Mitad hombres, mitad lobo. Son inofensivos para algunas personas, siempre y cuando sepamos cuando buscarlos. Ellos han aparecido desde los primeros recuerdos de la gente, viviendo en comunión con la naturaleza y tratar de salvar a todo ser viviente de la corrupción. —
Poco antes de haber terminado con la charla me vi en la necesidad de ponerme de pie, el hombre parecía algo asustado, necesitaba un gran vaso de alcohol, al menos de esa forma podría sentirse con la suficiente confianza de hablar o al menos, soltaría la lengua por la pérdida de sus sentidos. Serví un trio de vasos de cristal con el alcohol que estaba en el mesón. Al poco tiempo se lo entregue al mayordomo.
—¿A qué se refiere con saber cuándo buscarlos? — Pregunto Cameron sin perder de vista al mayordomo.
—Un hombre lobo es un hombre completamente normal la mayor parte del tiempo. Pero hay noches en las que no se debería buscarlos. Durante las noches de luna llena suelen atacar para conseguir alimento, y aunque muchos simplemente mueren, hay quienes, como usted y yo, que sobrevivimos. Pero hay unas muy pocas, que han tenido la desdicha de encontrarse con ellos durante las noches de luna sangrienta. Aquel hombre que sea mordido durante esta noche... Estará maldito a convertirse en uno de ellos y permanecer vivo para erradicar toda maldad en la tierra... —
—Aun así, muchos no lo creen cuando lo escuchan de alguien más...—Bebió un profundo sorbo— Esas incrédulas personas no entienden que solo se trata de un enemigo natural del ángel en la tierra. —
— ¿Ángel en la tierra? —Pregunto Cameron, tomando el vaso entre sus manos.
Después de dicha pregunta entre nosotros no hubo una respuesta clara o cualquier tipo de sonido, solo nos limitamos a beber un buen sorbo y así continuar.
—De donde yo vengo, existe una vieja historia. — Bebió nuevamente del vaso para enseguida continuar: — Hace muchos años, dos ángeles fueron desterrados del paraíso por revelarse contra Dios. Uno de ellos fue condenado al infierno, el otro fue desterrado a la tierra, confinado a deambular por ella por el resto de sus días como un muerto viviente. Pero Satán, no dejaría que su hermano vagara solo, así que enviaría criaturas a servir a su príncipe. — Explicaba
— El lobo fue modelado por el diablo. Pero éste no pudo darle vida, ya que sólo Dios tiene ese poder. Dios decidió animar al lobo y convertirlo a una criatura de la creación, pero, en el último momento, el diablo le agarró una pata al lobo. Desde entonces este animal tendrá la cualidad de ser el vínculo entre lo divino y lo demoníaco. De poseer la habilidad de transformarse en lobo sin perder su condición humana, ser símbolo de fidelidad y fuerza; pero también de devastación y depravación. —
Extrañamente después de la historia de Amadeus los tres permanecimos en silencio, de pronto toda la casa se sumergió en un silencio aún peor. Cameron y yo no teníamos una respuesta para eso, ni para nada, no sabíamos que decir o si lo que pensábamos estaría bien. Solo aguardamos. Y tan pronto dos segundos pasaron, el mayordomo suspiro, relamió sus labios y continúo:
—Los merodeadores volverán, se levantarán y se reunirán bajo el llamado del lobo de Dios. Pero no te confíes muchacho, el que su nombre tenga el nombre del señor, no cambiara que deje de ser una criatura sobrenatural que ronda gimiendo y aullando las casas sobre las que se cierne la muerte. —
Amadeus saco del interior de su chaqueta un enorme bastón, el mayordomo era aficionado de los habanos al igual que su amo. Poco antes de colocarlo sobre sus labios asintió un par de veces y después la voz grave se hizo presente nuevamente:
—Habitabit lupus cum agno. — Susurro en latín.
Conozco mucho a Cameron, pude observar en su rostro que sentía cada vez más intriga acerca de todas esas personas que recientemente habíamos conocido. Al igual que él comencé a hacerme conjeturas y preguntas que solo llevaban a mi mente a una serie de nuevas cuestiones aún más complicadas que las anteriores. Se suponía que éste era fiel a Aleksander, ¿Por qué lo había dejado atrás y ahora parecía no preocuparse más por él? Esta vez sin temor Cameron irrumpió en el silencio:
—Porque las bestias... esos hombres... porque se muestran a Aleksander. —
El mayordomo le dedico una mirada fija, mordisqueo el extremo del cigarrillo y al liberar el humo por los grusos labios y nariz pudo responder.
—Causa est lupus dei—
Una vez más el hombre murmuraba cosas que probablemente creía que no entenderíamos, pero no fue así, al menos no Cameron. Por el contrario, yo si pude entenderlo, inclusive me atreví a repetir las palabras en voz baja para asegurarme de que fuera lo que estaba pensando. El enorme reloj que adornaba la sala común, me llenaba la cabeza con su tic, tac, era pasado de media noche, en muy poco tiempo darían las 3:00 a.m. y la casa de los Lupeiscu resultaba la más callada en todo rincón. Dos horas y media habían pasado desde que el doctor había llegado para atender a la señorita Van Huntdis. Las doncellas que lo ayudaban no decían absolutamente nada cuando bajaban por agua caliente o mantas nuevas. Todos los sirvientes parecían estar orando por que la joven viviese, de otra forma habría consecuencias para más de uno.
Cuando finalmente estaba por comentar acerca de la traducción y lo que significaba las palabras que Amadeus había mencionado anteriormente, el crujir de la puerta principal al abrirse logro desconcentrarme de futuras acciones.
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