Premonición de muerte

* NOTA: EL ORDEN DE LOS CAPITULOS NO ALTERAN LA HISTORIA DADO QUE ES UN RECUERDO (ESMERALDA)

Perséfone

Me encontraba al interior de una edificación. Era de noche, y la tenue iluminación de la luna era lo único que conseguía no sumirla en la total oscuridad.

Estaba tirada en el suelo; las fuerzas me abandonaban y sentía la muerte rondando. Eché un vistazo a mi cuerpo; no llevaba armadura tan solo un vestido blanco (como siempre) el cual estaba manchado de sangre, sobre todo la parte baja.

Notaba el sudor excesivo secarse a paso lento sobre mi frente. Respiraba aceleradamente luchando por no ahogarme. Sentía los ojos cansados; se cerraban y la visión era borrosa.

Sentía una gran angustia esperando algo. No lo entendía.

Quise levantarme, pero no tenía energía suficiente.

De repente, escuché los pasos de alguien con armadura acercándose. Su cosmos era amenazante, era el enemigo. Me mantuve firme esperándolo/la.

No pude verle la cara cuando entró y tampoco distinguir su voz era de hombre o mujer, para mí todo era un eco dentro una intermitente cámara lenta.

— ¿Dónde está? —Preguntó con voz autoritaria

— Lejos. Fuera de tu alcance —Dije haciéndome la fuerte

Él o ella me miró frunciendo el ceño y negando.

— ¿Crees que está a salvo? No tienes idea de cuánto sufrirá, y más si ya no estás. —Resopló con diversión— No eres ni la sombra de lo que fuiste.

Sentí miedo. Como el que no había sentido hace tantísimo tiempo cuando fui asesinada por Hades.

Se dispuso a atacarme, y yo a defenderme. Extendí el brazo tratando de hacer algo, pero las fuerzas me abandonaron. Mis ojos no daban para más, mi corazón hizo el doble de esfuerzo para alimentar el engranaje de mi cuerpo; todo se volvió negro y caí desmayada.

*

Me desperté con el corazón acelerado a mil, totalmente asustada. Sacudía la cabeza tratando denegarme a creer lo que había visto, porque no fue un sueño cualquiera. Podrían decir que solo fue una pesadilla, pero yo sé muy bien que es uno premonitorio.

No había vuelto a tener uno desde que tuve aquel donde vi morir a los caballeros dorados.... A Milo.

Volví a sentir esa misma angustia, no quería volver a pasar por ese trago amargo. Y esta vez, no era la vida de alguien más, era la mía.

Me desmayé, pero muy dentro de mí, sé que morí asesinada.

Las lágrimas empiezan a asomarse y dejó salir todo en un llanto incontenible. Mi cuerpo tiembla ante la idea de caminar por la recta final hacia el no retorno.

No quiero morir.

Siento tanto miedo que un nudo se forma en mi garganta y me cortando la respiración.

Tengo que salir de aquí. Irme... Pero, ¿a dónde?..."Podría huir de mi propia muerte?... —Negué— No se puede escapar del destino... Pero... ¿Y si no muero? —Mis ojos se posaron fugazmente en todos los puntos de la habitación mientras caminaba en círculos pensando— Respuestas... Necesito... —Tuve una idea— Oráculo. Claro.

Sin meditarlo dos veces, empaqué algo de ropa en un pequeño maletín. Me cambié de ropa y llevé un abrigo. Cuando iba a salir, vi la botella de ambrosía en la mesita de noche.

Hermes me había dado a beber un sorbo. Había dicho que solo bebiera poco porque sino podría quemarme y volverme cenizas. En pequeñas cantidades, funcionaba con efectos curativos, vitales en mi caso. Ahora dependía de la ambrosía, era como una batería.

Empaqué la botella y salí sigilosamente de la cámara.

Logré bajar algunas casas sin oposición de ningún caballero (al parecer estaban muy cansados luego de haber revivido)... Hasta la casa de Escorpio.

Tragué saliva y despejé la mente dándome valor. Después de lo que le dije ayer, lo último que quería era verlo cara a cara.

Crucé toda la casa y no salió a detenerme; suspiré aliviada. Salí de la casa bajando algunos escalones y escuché su voz.

— ¿Qué haces aquí? —Estaba sentado en un escalón. Me quedé de piedra sin saber bien cómo reaccionar, cómo comportarme o responder. Giré hacia él y nuestras miradas se cruzaron. Ver sus ojos azules hicieron acelerar mi corazón...

Cometí el error de mirar sus ojos azules por instinto; mi corazón se aceleró.

Todavía no podía asimilar el hecho de tener a Milo aquí, vivo. Y era lo único importante. Hasta hace poco solo deseaba verlo aunque sea un minuto, aunque sea de lejos.

Me llenaba de júbilo verlo, y deseaba tanto poder abrazarlo, decirle lo mucho que lo había extrañado y lo culpable que me sentía de todo. Quería solo estar a su lado y no despegarme; pero lo había dejado en libertad.

Lo había lastimado tomando esa decisión, pero no quería que volviera a estar en peligro por mi culpa; quería que fuera feliz, aunque no sea conmigo.

Parecía confundido y sorprendido al mismo tiempo...

— Yo... Eh..... -Miré a otro lado- Solo pasaba por aquí; tengo que ir...

— ¿A dónde?

— Un lugar que no conoces...

— Te estás escapando y nadie te ha detenido... Hasta ahora.

— Milo... Por favor...

— ¿Qué?

— Déjame pasar.... Estoy segura que los demás caballeros están dormidos.

— Para variar. Han vuelto a la vida y lo primero que hacen es dormir —Rodó los ojos.

De repente se hizo un silencio incómodo. Milo no tenía una expresión facial, solo miraba de frente.

— ¿Por qué te vas? —Preguntó Milo. Tardé en responder, no sabía qué le iba a decir para no involucrarlo.

— No es algo especial... Solo debo ir

— ¿Ahora ni siquiera me dices la verdad? —Exhaló indignado— Fue suficiente. Vete. Haz lo que quieras.

Estaba tentada a tomarle la palabra; pero me dolía ver su expresión de dolor, lo había vuelto a herir. Pensaba que no confiaba en él, y no era verdad. Tenía que aclarárselo.

— Milo... No es lo que piensas. Confío en ti; solo... no quiero ponerte en peligro. Tengo miedo...

— ¿De qué?

— De que te pase algo malo -Dije desviando la mirada.

Relajó el rostro tratando de comprender.

— No ponerme en peligro —Repitió para él— ¿Fue por eso lo de ayer?

Y salió el tema de ayer.

— En parte.

— ¿Sí sabes que fue egoísta lo que hiciste? Tomaste tú sola esa decisión. Y lo peor es que solo nos hace sufrir.

— Es lo mejor —Dije más para mí.

— ¿De verdad te crees esa mentira?

— Milo, ya no tenemos que estar atados. Terminó el ciclo. Somos libres de elegir. Y yo elijo dejarte en libertad.

— Sabes... No entiendo y no quiero entender tu manera de pensar. Después de todo...

— Precisamente por eso! ¡No quiero volver a perderte! -Eso no estaba planeado, salió inconscientemente- ¿Crees que no me duele? Me dolió mucho haberte herido ayer, y el que creyeras que no te digo a dónde voy o por qué por falta de confianza y crueldad...

Milo se levantó acercándose a mí, retrocedí un paso de inmediato.

— ¿No puedes ver que todo lo hago por ti? -Dije evitando su mirada. Estaba triste y sin haberlo planeado, estaba llorando.

Entonces, recibí un abrazo de su parte. No dijo nada ni esperó tampoco una respuesta mía.

Solo dejé que mis brazos lo rodearan me acurruqué en su pecho.

Nos quedamos así un rato hasta que volvió a hablar.

— No tienes que seguir sacrificándote. Soy consciente de que casi mueres por devolvernos la vida a todos.... Y te lo agradezco.... Pero...

— No quiero perderte. No de nuevo. Verte morir... Te he visto morir miles de veces...

— ¿Miles? -Alzó mi mentón para que lo viera

— Antes de morir, Hades me devolvió mis recuerdos.... No te imaginas lo doloroso que es recordar todas esas veces

— Entonces no recuerdes, borra de tu mente todo ese sufrimiento. ¿Estoy aquí o no? —Se encogió de hombros— Además... —Vaciló— ¿Tú mataste a Hades?

— Sí. Lo derroté gracias a ti —Me miró con atención— Te recordaba durante mi combate; me diste las fuerzas necesarias para superarlo... Sus palabras... Recordaba lo vivido antes de que Hades llegara y....

Milo no me dejó terminar y me besó sin previo aviso. Sus suaves labios sobre los míos produjeron la chispa que mi corazón necesitaba y pedía en ruegos. La angustia que sentía se convirtió en nostalgia y alegría. Me estaba contradiciendo, pero mi parte lógica no funcionaba en ese momento.

Correspondí su beso con la misma intensidad que Milo. De pronto, el suelo ya no existía y flotábamos sobre nubes; las estrellas de la noche centellaban creando música armoniosa.

Lentamente, mis manos se colocaron en su hombro y nuca tocando su cabello. Siempre me gustó tocar su cabellera rubia... Bueno, la mayoría de las veces era rubio; Miura lo fue.

Cuando terminó el beso, sentía que no podía articular una palabra bien. Milo reía, lo cual me daba mil años de vida. Al menos, por ahora, no existía la tensión y estar en confianza era un privilegio. Pensar que pude nunca más volver a escuchar su voz, reírse y responder con sarcasmo. Hasta ayer, ver a Milo solo era posible en mis sueños, mejor dicho, pesadillas.

Sus ojos azules resplandecían en su expresión de ironía y burla. Me recordó tanto a las peleas con Miura.

— Creo que con eso podemos decirle adiós a tu fuerza de voluntad

Rodé los ojos

— Se llama proteger

— Te he dicho que no necesito que me protejas. Hades ya no está, era el mayor obstáculo por su obsesión contigo

Mis pensamientos volvieron al sueño que tuve y volvió a renacer en mí esa angustia que el beso había borrado.

— No exactamente.

— ¿Hablas de los dioses? La tormenta de anoche fue demasiado extraña como para ser obra de la naturaleza

— Creo que tiene que ver con el final... —Suspiré dándome valor— Tuve un sueño... Premonitorio.

La expresión de Milo se transformó

— Estaba en un lugar desconocido. Tenía el vestido cubierto de sangre, y estaba muy agotada. Entró alguien, no sé quién... Traté de defenderme, pero caí desmayada. No sé si morí... Pero yo siento en lo más profundo que así fue... —Desvié la mirada— Estoy condenada...

— No puede ser —Trató de convencerse— Seguro solo fue una pesadilla. No puedes morir...

— Sí puedo, y esta vez para siempre. Ofrecí mi inmortalidad, ahora no puedo usar mi forma divina. Es el fin.

— No. —Estaba enojado y frustrado

— No quiero morir —Me miró preocupado a los ojos— Por eso me estaba yendo.

— ¿Estabas huyendo y no ibas a decirme nada? —Frunció el ceño

— No quería que te sintieras como yo me estoy sintiendo, estoy completamente desesperada

— ¿A dónde ibas?

.....

— A Delfos... A ver al oráculo

— ¿Crees que después de tantos años sin haberle consultado sigue ahí?

— Sí. Completamente. Y es mi única esperanza.

— Entonces yo también iré. No voy a dejar que vayas sola a buscarlo.

— No tienes que venir. Te aseguro que puedo encontrarlo

— Voy de todas formas... Aún estás débil... Aunque ya no se refleja tanto en tu apariencia

Lo miré extrañada; toqué mi rostro, mis mejillas se habían rellenado un poco, y ya no tenía esa apariencia cadavérica de ayer.

— Es la ambrosía. Por eso llevo una botella llena —Señalé mi maletín.

Sonrió.

— Perfecto. Eso me ayudará a cuidarte mejor —Se dio la vuelta— Iré por mis cosas.

— No...

— Perséfone, está decidido... Espera solo un momento.

*

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