Esmeralda's sadness (1/2)
*
Una sombra se escabulle huyendo como un ladrón. Utiliza una capa blanca y lleva consigo una pequeña maleta tejida. No está en óptimas condiciones, pero su gran miedo ha vuelto y su angustia no puede ser contenida hasta encontrar respuestas.
Aún es de madrugada; nadie se ha dado cuenta todavía. Piensa que nadie le ha seguido, mas uno de los caballeros, que curiosamente andaba cerca para tratar de aliviar sus penas y calmar su atormentada cabeza (y por el poder del guión), siguió su camino.
*
Hermes y Atena desayunaban en una mesa grande con tres sillas.
— Lo más probable es que llamen a Poseidón como testigo —Dijo Atena.
— No es probable, es completamente certero que lo harán si no es que ahora mismo están comunicándose con él —Hermes le dio un sorbo a su taza de café— Perséfone ya debe haberse despertado.
— Espero que mejor después de haberle dado un poco de ambrosía antes de dormir.
— Deberías ir a ayudarla a levantarse —Su tono de voz no parecía de sugerencia.
Hermes miró en dirección a Aiacos y Esmeralda, quienes resguardaban la puerta siendo también compañía en ese comedor.
— Tú... —Llamó la atención de ambos hermanos— Aiacos, ¿verdad? —Asintió— Acompaña a Atena a los aposentos de Perséfone —Ordenó de manera impasible. Atena lo miró sin entender, pero no dijo nada. Había notado que miraba de forma rara a Esmeralda, quizás quería hacerle algunas preguntas.
Aiacos se resistía a obedecer; Atena se dirigió a la puerta y le hizo una seña para para que la acompañe. Él le echó una mirada a su hermana y salió.
Se sentía un gran e incómodo silencio.
— Es irónico, ¿verdad? —Dijo posando la taza sobre la mesa— Nos volvemos a ver después de tanto tiempo.
...
— ¿Viniste a vengarte?
— ¿Disculpe? —Dijo frunciendo el ceño
— La muerte de ese hombre todavía no ha sido vengada. ¿Es por eso que mi hermana casi muere?
— Está equivocado
— Ella no pudo encontrar esas escrituras sola, fuiste tú quien la llevó a la casi muerte. —Se levantó y caminó hacia Esmeralda, ella quiso abandonar el comedor, pero Hermes hizo un ademán con los dedos y la puerta se cerró.
— Te infiltraste en las filas de Hades buscando llegar hasta ella, y ayudaste a su propósito.
— No es cierto. Jamás le haría daño.
—Todo te incrimina.
— ¿El hecho de llevar en mi memoria a una persona muy querida me convierte en responsable de todo? —Sintió un dolor en el pecho.
Hermes bajó la mirada hacia su brazo izquierdo, llevaba una venda en el lugar donde estaba la herida. Se sorprendió al caer en cuenta que si aún la traía era porque la herida no había cicatrizado.
Esmeralda desvió la mirada con vergüenza y dolor, endureció el rostro para tratar de maquillar su sentir.
La venda le recordaba a la luz de los relámpagos de esa noche lluviosa en la que la tragedia entro en la vida de una pobre chica.
Tomó aire, retrocedió a girar la silla hacia ella y se sentó cual rey en su trono.
— Te escucho —Suavizó el rostro.
— Señor, no tengo culpa en lo que se me acusa. Mi señora es para mí como una hermana. Me convertí en espectro mucho antes de que siquiera Perséfone fuera raptada y llevada al Inframundo. Aiacos bien puede decirle por qué él también se unió. No tuvo que ver nda con Perséfone; mucho menos por venganza. Si hubiera querido algo así, habría envenenado su corazón con odio y rencor, pero no lo hice; ella es completamente inocente.
— ¿Qué hay de la inscripción? Sabía que la encontraría, pero no pudo haberlo hecho sola, ¿o sí? —Enarcó una ceja.
— De hecho, sí. Encontró un pergamino que la condujo hasta su palacio. Se encontró en el laberinto; yo estuve con ella, pero no tenía conocimiento de que existiera. La condición para encontrarlo era revelar el gran secreto de mi señora. Ella recuperó sus recuerdos, fue lo único bueno que hizo Hades antes de morir; de no haber recordado su pasado, no habría sucedido todo esto.
— ¿Todas las vidas pasadas?
— Sí, señor. Y... Traté de persuadirla de no sacrificarse, pero sentía tanta culpa por la muerte de los caballeros, que no hubo nada que la detuviera. Usted sabe, ella está enamorada de uno de los caballeros; su vida era solo sobrevivir sin él. Debió verla en esos momentos de devastación total...
Esmeralda se vio reflejada en ella; era como viajar en el tiempo y repetir la misma escena con otros actores.
Hermes no dijo nada, solo la observó tratando de descifrarla. Seguía acusándola, pero no tenía fundamentos... Formuló una pregunta en su cabeza, pero quedó inconclusa al abrirse la puerta.
Atena y Aiacos tenían una expresión de preocupación, aunque se quedaron sorprendidos por un momento a causa de la escena.
— ¿Qué ocurre? ¿Dónde está Perséfone? —Preguntó Hermes
— No está en su habitación. La hemos buscado por toda la cámara; estábamos a punto de bajar a las 12 casas, pero los caballeros estaban subiendo para conversar sobre lo que pasó anoche... —Suspiró preocupada— Ninguno la ha visto... Ha desaparecido.
El rostro de Esmeralda se transformó en preocupación y a la vez enojo
— No puede ser... —Masculló Esmeralda tratando de conservar la calma, fría como siempre— Estaba muy débil, no pudo haber ido lejos... —Paseó los ojos por todos lados pensando— Atena... ¿Dices que viste a los caballeros?
Los hermanos de ojos verdes se miraron y entendieron al instante. Aiacos relajó los músculos.
— Está con Milo —Concluyó Aiacos.
— Es lo que supuse. No hay de qué preocuparse...
— Perséfone aún está débil, no puede exponerse así.
— Atena, si Milo está con ella, estará bien. —La tranquilizó Aiacos.
— ¿Se llevó algo de ambrosía? —Preguntó Hermes.
— Ahora que lo mencionas, la botella que dejaste en la mesa de noche no está.
— ¿Se llevó algo más?
Entreabrió los labios
— Ropa.... —Negó— Hará un viaje.... Dioses, ¿por qué? —Apretó los dientes angustiada.
— Algo debió pasar. —Esmeralda trató de pensar.
— Ayer se estaba recuperando, le dimos a beber un sorbo de ambrosía, durmió y nada más...
— Un sueño... —Planteó Aiacos
— Es lo más probable. Tuvo una pesadilla y se fue.
— Debemos encontrarla, no es seguro que esté lejos de aquí —Dijo Hermes.
— Aiacos y yo iremos a buscarla —Dijo Esmeralda. Su hermano asintió— Los caballeros deben de quedarse aquí por seguridad. Ya uno de ellos se fue.
— Nosotros tenemos la obligación de ir en su búsqueda; y no afectaría a la seguridad del Santuario.
— De acuerdo —Aceptó Atena— Por favor, encuéntrenla.
*
Esmeralda se colocó su armadura y sujetó su cabello en dos trenzas. Se armó con su arco y un carcaj infinito de flechas.
Se miró su brazo izquierdo; la venda ya era parte de ella, podría decirse que es parte de su piel, ya que nunca dejó de usar una, y solo pudo reemplazarla por una nueva.
Aquella herida era una maldición que quedaría como una marca profunda en el corazón hasta el día que dejara de reencarnar y muriera definitivamente.
Una vez, ingenuamente, se quitó la venda pensando que podría curarse la herida y cicatrizar, pero no había remedio. Al retirarse la venda, vio con sorpresa que la piel estaba intacta y sana. Creyó que ya había sanado, sin embargo, al instante, la herida volvió a aparecer y a sangrar intermitentemente.
Ajustándose las botas pensó en Perséfone y Milo; almenos ellos estaban vivos. Esmeralda cometió muchos errores, el primero deellos fue haberse vuelto cazadora, y el segundo y más importante, no haberleprohibido a su corazón amar
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