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Un día nuevo, sin darte cuenta te habías acurrucado en la capa de virgo, tus mejillas ardieron de la misma manera que la noche anterior, tomaste la capa y la acercaste a tu rostro para poder sentir su aroma, el incienso olía bien, le preguntarías luego que tipo de incienso usaba él.

Tomaste la capa y la metiste al cesto de la ropa sucia, tocaba lavar ropa y el supuesto cuarto de lavado qué harías jamás lo hiciste así que debías ir al río que quedaba cerca de la zona de las amazonas para lavar tu ropa, ni de chiste dejarías que las doncellas lavaran por ti, te vestiste y colocaste la máscara en tu rostro, tomaste el canasto que por cierto tenía unas asas que te permitían que la llevaras a todas partes con facilidad. Bajaste los escalones topándote con algunos caballeros que te miraban extrañada, saludaste a algunos y a otros ni siquiera los miraste, pasaste por virgo y asombrosamente el caballero no estaba, te era extraño pues este caballero no salía de su templo. Llegaste hasta el río donde varias amazonas te vieron y empezaron a murmurar.

—¡___!— Gritaron a tu espalda. Al darte la vuelta te topaste con la rubia a la que habías defendido aquella ocasión, llevaba ropas para entrenar y un cesto de ropa que iba a lavar. — ¿Qué te trae por acá?

—Bueno, al igual que tu, he venido a lavar mi ropa.

— Pensé que la ropa de los caballeros dorados era lavada por las doncellas.— Se unió a la conversación Shaina, la amazona llevaba unos simples pantalones, lo que te hizo darte cuenta de que todas usaban pantalón o ropas de entrenamiento y tú unos shorts.

"Por supuesto, usan leotardo pero no shorts".

—Prefiero hacerlo yo, tengo manos y sé cómo hacerlo. — Dijiste orgullosa, te parecía tan patético que aquellos caballeros que se jactaban de grandiosos y poderosos ni su ropa pudieran lavar.

— ¡Así se habla!— Exclamó Shaina, mientras dejaba caer los cestos de ropa sucia.

Y tanto tú como June empezaron a reír, y las tres empezaron con su tarea. Al poco rato varias doncellas llegaron con los cestos de ropa de los caballeros dorados y una a una fueron sacando las prendas, reconociste las inigualables túnicas del Patriarca, y el Changshan del maestro Dohko, al igual viste diferentes estampados en la ropa interior de los dorados lo que a varias causó gracia. Miraste a una doncella de aspecto delicado, tez pálida, cabellos rizados y de un castaño claro, viste como de la cesta sacaba un Kasa color marrón, y como con mucha delicadeza lo acercaba a su rostro para oler la fragancia que este desprendía, te diste cuenta que esas vestimentas eran de Virgo, la forma en la que la doncella trataba esas ropas y las expresiones de su rostro te dieron a entender que estaba enamorada de él, negaste con la cabeza, pobre, por más hermosa que fuera, aquel caballero no parecía ser el tipo de hombre interesado en conquistar mujeres, no como aquel león ojo alegre.

Ya llevabas la mitad de la ropa que ibas a lavar, June casi terminaba, sin embargo Shaina tenía había llevado 2 cestos de los cuales llevaba la mitad de uno.

—Shaina.—  Le llamaste. — ¿Utilizas mucha ropa?

—No, es solo que me ofrecí a ayudar a Marín con la suya.

—¿Y dónde está Marín?

—Fue a realizar un encargo de Athena. — Respondió con calma.

Si terminabas rápido ayudarías a la peli verde con su deber, de un momento a otro se escucharon murmuros de toda las chicas presentes, alzaste la mirada y lo viste allí, envestido en su armadura dorada, sus cabellos sueltos y ondulados, una mirada seductora y a la vez llena de altismo, cualquiera que lo viera se quedaría embelesado con su belleza, observando aquellos ojos celeste, esos pómulos bien definidos, esa piel pálida y aquel lunar que parecía puesto por la mano de un ángel, en sus labios rosados llevaba una rosa roja, Afrodita de piscis había cautivado la mirada de todas, buscaba a alguien, su mirada lo decía todo.

—¿Qué hace Afrodita por acá?—Pregunto la amazona de la serpiente.

—No lo sé, pero no siempre podemos verlo tan cerca como ahora, ¡Es guapísimo!— Exclamó June.

Bueno si, Afrodita era guapo, bueno, muy guapo pero no era para tanto ¿no? Todas las amazonas e incluso las doncellas no apartaban la mirada de ese hermoso hombre que se paseaba a la orilla del río.

—Lord Afrodita, aun no termino de lavar su ropa.— Se levantó una doncella de cabellos rojizos e innumerables pecas en su tez.

El caballero la ignoró lo que te hizo rodar los ojos, te caía bien pero tenía el mismo orgullo que los otros. De momento a otro sus miradas se cruzaron y dedicándote una sonrisa empezó a ir hacía ti.

—Te encontré pequeña doncella. — Se quitó la rosa que llevaba entre los labios y te la colocó con delicadeza en tu cabello, escuchaste suspiros y miraste a varias de las chicas que te miraban con cierto recelo.

—¿Qué se te ofrece?

—Necesito que me acompañes, quiero hablar contigo y resolver unas dudas.— Te mostró una aperlada sonrisa.

—No puedo.— Apartaste la mirada y seguiste con lo que estabas.— estoy ocupada.

—¿Ocupada haciendo qué?— Frunció el seño.

—Lavando, ¿Qué no ves?

—Pero para eso están las doncellas, por ejemplo la mía está justo ahora lavando mis prendas.— Puntualizó.

—Yo puedo lavar mi propia ropa, tengo dos manos en perfecto estado.— Atacaste, Shaina soltó una risita, que molestó a piscis.

—¿Te falta mucho?

—Son dos canastos y llevo la mitad de uno. —Respondiste señalando el tuyo y el que contenía las prendas de Marín. Afrodita quedó horrorizado y soltando un suspiro se sentó entre June y tú.

—Te ayudaré.

Esas dos palabras captaron la atención de todas las chicas presentes, podría a ver sido un pequeño paso para Piscis pero uno muy grande para combatir el machismo en el santuario, le pasaste el cesto que estaba a la mitad, le diste jabón y lo mandaste a lavar. Afrodita sacó la primera prenda y la remojó en las agua del río, miró como todas se movían con velocidad restregando con el jabón. Se rascó la cabeza sin la menor idea de cómo hacerle, miró a June intentando aprender mientras la miraba.

—Oye.— La llamó.— ¿Me podrías ayudar?

—¿Eh?— La amazona del camaleón sintió un escalofrío recorrer sus espalda, nunca antes había estado tan cerca de un caballero tan guapo como lo era piscis.

No estabas segura, pero algo te decía que June detrás de esa máscara estaba sonrojada por el hecho de que Afrodita le hablaba, con manos temblorosas y muy nerviosa le enseñó paso a paso como debía llevar a cabo su tarea. Ya entendiendo las explicaciones de la amazona de camaleón lavó la prenda que había metido al agua, enjuagó y exprimió, sacó otra prenda de tu cesto sacando la capa de Virgo.

—¿Incienso?— Susurró, se llevó la capa a su rostro para poder percibir mejor el olor.— Si es incienso.

Tan metida estabas en lo tuyo que no viste cuando piscis había sacado la capa de Shaka. Cuando lo viste te lanzaste de inmediato para arrebatarle la prenda pero Afrodita fue más rápido y la apartó para que no pudieses tomarla.

—¿Me puedes explicar qué haces tú con la capa del estirado de Shaka?— Estaba molesto, se veía en su rostro y en su tono de voz, su bella mirada se tornó amenazante. Te mordiste el labio inferior y miraste por el rabillo a la doncella que lavaba la ropa del rubio, su ojos estaban tan abiertos que parecían platos, las manos se las llevó a la boca, su expresión era de preocupación, desconcierto y celos. —Estoy esperando ___.

—Me la prestó ayer y olvidé devolverla.— Fue todo lo que respondiste y le quitaste la capa, no tenías porque dar explicaciones de tus actos.

Piscis soltó un suspiro y siguió en lo suyo al igual que tú, miraste por el rabillo del ojo a la doncella que lavaba las prendas del rubio, no dejaba de mirarte, estaba extrañada, eso se podía percibir a kilómetros.
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Para cuando terminaron ya era medio día, fueron hasta una zona en donde las ropas se ponía al sol para que este las secara, te sentaste en una roca que estaba bajo la sombra de un árbol para esperar así como todas las demás, Afrodita se ató el cabello en una cola alta viste como se quitó la armadura pues moría de calor, dejó al descubierto su abdomen marcado y su espalda ancha, vaya que tenía un cuerpo bien trabajado, varias de las presentes no dudaron en soltar un suspiro.
El pisciano se sentó a tu lado, estaba agotado y con las manos picadas por el jabón. Sin lugar a duda los intensos rayos de sol que llegaban a Grecia no daban tregua, Afrodita estaba rojo por el calor, y no era para menos, al estar acostumbrado a salir solo cuando entrenaban y a misiones, su color natural de piel seguía intacto.

—Bien, ya que estamos descansando, ¿De qué querías hablar?— también estabas cansada, llegarías a bañarte a tu templo para quitarte todo el sudor y Comerías pues ya te sentías hambrienta.

—Ah sí. —Piscis te miró y con delicadeza te quitó la rosa que aun llevabas en tu cabello. — ¿Cómo es que eres inmune a esto?

Te mostró la rosa, era hermosa, mucho más hermosa que las que vendían en Rodorio, le miraste sin entender.

—¿Inmune a qué?

—Al veneno de la rosa.— Habló en tono serio, captando tu atención.— Esta rosa la corté del camino de rosas que lleva a la cámara del patriarca.

Tragaste saliva, no lo habías notado, y es que bueno, no tenías porque notarlo. Aquellas rosas eran un mecanismo de defensa del propio santuario y solo aquellos reconocidos por él y que no representaban alguna amenaza podían atravesar el sendero hasta la cámara patriarcal, de no ser así morirían en minutos tras aspirar el dulce veneno de estas.

—El día que llegaste al santuario el sendero no se apartó, te consideraba una amenaza.— Te explicó.— Te vi atravesarlo con facilidad cuando ibas a presentarte con nosotros, lo cual no es normal, solo yo puedo estar sobre ellas sin salir afectado. ¿Por qué? ¿Por qué no te intoxicaste?

—No soy inmune, no del todo al menos, si me lanzaras una ráfaga de rosas demoníacas sería peligroso.— Piscis te miró sin entender.— Verás, ese día utilicé algo a lo que el maestro Dohko llama, Èxìng, que quiere decir maligno.

— ¿Maligno?

—La historia de Ofiuco es luz y oscuridad.— Tomaste de las manos de Afrodita la rosa.— Un lado bueno y uno malo, Èxìng es la oscuridad.— La rosa fue envuelta por un cosmos negro y violento, Afrodita no podía creer lo que veía, la rosa se marchitaba con rapidez, cosa que jamás se había visto.— Y el cosmos que tú y yo conocemos es la luz.

La rosa está vez fue envuelta por aquel cosmos dorado que los caracterizaba a la perfección, el hermoso caballero no sabía que decir, la rosa regresaba a la vida, ese era el poder del cosmos del sanador.

—Increíble...— Susurró.

—Ese día utilicé el Èxìng, la primera vez que lo descubrí estaba muy asustada, pero el viejo maestro me enseñó a controlarlo. - Explicaste apenada.— No es como que me enorgullezca esto.

—¿Entonces nadie más sabe?

Negaste con la cabeza. Apartaste la mirada y viste el azul del cielo, tan puro y tú, cargando con una maldición desde la época del mito.
Apretaste los puños, el Èxìng no era obstáculo alguno para impedirte realizar tu misión, habías jurado proteger a Athena y con ella a la Tierra y todos sus habitantes.

—Todos cargamos con algo, no existe persona alguna en la Tierra que llevé algo ligero en su corazón.— Miraste a piscis y le dedicaste una sonrisa, algo te decía que podías confiar en él y él en ti.— Espero algún día saber cuál es tu carga.

—Algún día lo sabrás, te lo prometo.— Prometió piscis.

Ambos se enfrascaron en una charla tocando diversos temas y sacando a relucir diversas curiosidades de los caballeros, como por ejemplo que Mu tenía un alumno al que no conocías, que Aldebarán tenía un jardín secreto, Saga y Kanon se peleaban una o dos veces por semana y por cosas estúpidas. Death Mask tenía una extraña colección de máscaras en una de sus habitaciones, que Aioria estaba enamorado de la amazona del Águila, que Shaka rara vez salía de su templo y que la mayor parte de su tiempo la pasaba meditando y que por si fuera poco en Rodorio tenía un club de admiradoras, cosa de la que no tenías ni la menor idea. Que el maestro Dohko iba todos los sábados en la tarde a la cámara del patriarca a jugar ajedrez con Shion, Milo era un rompe corazones dentro y fuera del santuario, pues tenía un récord de citas y chicas conquistadas, Aioros no era un santo, pues salía con una chica que vivía en Rodorio y que nadie la había visto, Shura era un viejo amigo de Afrodita y Death Mask y se consideraba era el único con el que se llevaban bien, era el más orgulloso de todos y el que juraba ser el caballero más fiel a Athena, Camus, según Afrodita, era el más amargado y recto en el santuario, se dedicaba a leer en las tardes y aunque pareciera estúpido, era el mejor amigo de Milo. Y por supuesto, Afrodita te contó de su santuario de rosas y lo aseado que era, tenía algo así como un trastorno con la limpieza.

—¡Afrodita!— Se escuchó un grito a la espalda del pisciano, este rodó los ojos.

—Ahora este que quiere...— se dio la vuelta para encarar a Death Mask que llegaba de lo más normal portando su armadura.

—No sabía que también lavabas ropa.— Dijo con un toque de burla hacía piscis.— Hola "___".

—Hola Death.— Saludaste mostrándole una sonrisa, era tan natural hablar con esos dos, si tan solo fuera así de fácil hablar con los demás, en especial con Shura, Aioria y el egocéntrico de Milo.

—Deja de burlarte y dime qué quieres.

—El patriarca nos llama, creo que quiere que vayamos a Rodorio por un encargo.— Se cruzó de brazos.— Ese viejo nos explota, al parecer iremos por nuevas cortinas para la alcoba de la señorita Athena.

Arqueaste una ceja al escuchar cómo le decía Death al patriarca, sin duda alguna, de todos, él era el más... Como decirlo, ¿Vale madrista?
Afrodita rió ante el comentario y comenzó a colocarse la armadura de nuevo para acompañar a su amigo y compañero de armas.

—Entiendo, supongo que el patriarca me ha llamado pues reconoce mi refinado gusto en cuanto a decoración.— Dijo muy orgulloso de sí mismo el pisciano, a lo que Death Mask rodó los ojos y tú reprimiste una sonrisa.

—Lo que digas.— Death te miró y guiñó un ojo.— Es verdad, casi lo olvido.— Empezó a buscar en su armadura hasta que sacó la cuenta blanca que el patriarca te había dado.— Aldebarán encontró esto el otro día y camino acá me pidió que te le entregara.

Tomaste la cuenta, según tú está estaría en tu templo, olvidaste que la llevabas contigo el día que entrenabas junto a Kanon. Notaste la pequeña grieta que se había formado.

—Se agrietó...— Susurraste.

—Sí, pero es solo una canica, en Rodorio puedes comprar otra más linda.— Death Mask le restó importancia pues no sabía lo valiosa que era para ti.

—Si.— Dijiste sin dejar de mirar la cuenta, algo triste.

Afrodita fulminó con la mirada al cangrejo y éste solo desvió la mirada, aquella reacción del peli celeste era clara, la había regado con su comentario.

—Hablaremos luego señorita.
—Aseguró piscis, llamando tu atención.— Tengo que acompañar a este imprudente.— se acercó a ti para colocar la rosa de nuevo en tu cabello y después depositó un tierno beso en tu mejilla, lo que te sonrojó.

—Sí, nos vemos "___".— Se despidió Death Mask, sin embargo Afrodita le dio un codazo para que se despidiera de otra forma.

Para tu sorpresa el italiano se inclinó para darte un beso en la mejilla, pero esta vez ya no te sonrojaste, al contrario, fue el cangrejo dorado quien lo hizo.

—Bien, ya nos vemos.— Pasó su mano derecha hacia su nuca y desvió la mirada apenado.

Sonreíste para ambos y los dejaste ir, ese dúo te caía bien, eran tan distintos pero se notaba una gran relación entre ellos, así como piscis te había dicho de Camus y Milo, lo que realmente te parecía extraño.
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Ya eran la 1:19 p.m., te Morías de hambre, habías recogido toda la ropa y caminado hasta la casa de Aries, estabas cansada, si, podrías ser un caballero dorado, uno fuerte y demás cosas, pero aún eras humano y para ser sinceros te daba cierta pereza subir tantas escaleras.

"Mu la tiene fácil, su templo es el primero".

Pensaste para ti, acomodaste bien el cesto de ropa en tu espalda y emprendiste tu camino, saludaste a Mu, bromeaste con Aldebarán un poco, pasaste a ver como se encontraba Kanon y éste se encontraba bien y bastante recuperado de la paliza que le diste, Death Mask no estaba, seguía con Afrodita en Rodorio, pediste tres veces el permiso para pasar por la casa de Leo, pero Aioria solo te ignoró, sin más pasaste ignorándolo a él, en Virgo todo estaba tranquilo y para tu sorpresa Shaka aun no estaba, saliste de su templo sin problema alguno y avanzaste a libra, a medida que te acercabas sentías aquel cosmos tan poderoso y cálido que solo una persona podía tener, aceleraste el paso pues tenías ya días sin verlo, al llegar a la entrada no viste a nadie, pero sentías allí su presencia.

—Pido permiso al caballero de Libra para pasar por este templo.

Silencio, no hubo respuesta alguna, pero sabías que estaba ahí, podías sentirlo y no estaba solo, había alguien más con él, lo sentías. El sonido de la armadura al caminar se hizo presente y con ello el repicar de fuertes pisadas en el suelo de mármol, apareció frente a ti la imponente imagen de Dohko de libra.

—Permiso concedido.

Te respondió mientras te mostraba una cálida sonrisa, sin dudarlo saliste corriendo a abrazarlo y éste no dudo en aceptarlo.

—Veo que estás mucho mejor que cuando me fui. - Comentó apartándose de ti.

—Soy la sanadora, sería tonto que no me curara rápido.— Bromeaste.— ¿A dónde fue maestro?

—Fui a los cinco viejos picos, fui por un encargo de Athena y otro del patriarca que es más para ti.

—¿Para mí?— Preguntaste desconcertada.

—Ven a conocerla.— Ordenó el viejo maestro.

De detrás de una columna salió una chica, más joven que tú, de estatura más pequeña que la tuya, cabellos azabaches, tez blanca, ojos de un azul oscuro y rasgos asiáticos por donde le vieras, traía un vestido blanco y largo y su cabello largo en una trenza.

—Ella es Shunrei, la cuidé desde que era un bebé, soy algo así como su padre adoptivo.

—Mucho gusto Shunrei.— Extendiste tu mano y ella bastante tímida estrechó la suya con la tuya.

—De ahora en adelante estoy a su servicio. - Inclinó su cabeza para hacerte una reverencia.

— ¿Qué?— soltaste su mano y viste al viejo maestro esperando una explicación.

—Shion quería que te consiguiera una doncella, pues es indispensable para que te ayude mientras haces tus deberes como caballero. — Hizo una pausa.— Shunrei se queda sola en los cinco viejos picos y al ser ella una buena chica, de mi entera confianza le propuse ser tu doncella.

—No la necesito, puedo encargarme de mi templo y de mis deberes de caballero.

—Pero...

—Aunque.— Interrumpiste al asiático.— No me gustaría que se quedara sola allá, Shunrei ¿Te gustaría ser más una amiga que una doncella?

La chica abrió los ojos sorprendida, jamás se había imaginado algo así, tímidamente asintió con la cabeza, le trasmitías confianza y eso era bueno, ella era tan vulnerable y no querías que algo le pasara. Miraste al viejo maestro quien tenía una sonrisa de oreja a oreja en su rostro, se veía el cariño que le tenía a la pequeña Shunrei. Te despediste de él y te llevaste a la asiática para que conociera tu templo, te explicó que dormiría con las otras doncellas por la zona de las amazonas, le comentaste de tres amigas que habías hecho allí y con las que podía confiar, estando a unos metros del templo de libra te detuviste, aun sentías la presencia de alguien más con el viejo maestro, te diste la vuelta y miraste con atención la salida, intentado percibir algo más, pero Shunrei te llamó sacándote del trance. Llegaron a Escorpio donde el caballero Milo estaba aconchado a una columna, con los brazos cruzados y con la mirada hacia tu dirección, te estaba esperando, con esa sonrisa arrogante y esa pose de superioridad, portaba su armadura dorada y los cabellos atados en una trenza.

— Pido permiso al caballero de Escorpio para pasar por este templo.— Lo miraste directo a los ojos, este soltó un suspiro y cambió su expresión a un de irritación para después mostrarte aquella egocéntrica sonrisa que aun no tenías el gusto de golpear.

—Permiso concedido. — Comenzaste a caminar, Shunrei venía detrás de ti con la cabeza baja, era fácil de intimidar. Justo cuando pasaba junto a Milo este la tomo de la mano y la atrajo hacia él como un acto reflejo por parte del caballero, la rodeó con un brazo y con una de sus manos acarició su mejilla.— ¿Y tú quién eres? No había tenido el gusto de conocerte.

La pequeña estaba nerviosa, un poco asustada y con las mejillas rojas, temblaba como un pequeño conejo con frío, cuando escuchaste eso te diste la vuelta de inmediato y apartaste las manos del caballero de escorpio de la pobre chica a quien colocaste a tu espalda y lo miraste de forma amenazadora, clavándole tus ojos marrones en su mirada.

—No pienses que tendrás el gusto de conocerla Milo, ella es mi protegida y no una más de tus conquistas.— Shunrei estaba atónita ante lo que pasaba, pero sobre todo apenada por lo sucedido, te cruzaste de brazos optando una postura defensiva, escorpio era mucho más alto que tú, pero eso no te intimidaba en lo absoluto, Kanon lo era y le habías dado una arrastrada en el coliseo que nadie olvidaría.— Además, ella es mucho más joven que tú.

—Vaya, no puedo imaginarlo, a caso... ¿Estás celosa?— Soltó una risota lo que te enojó a sobre manera, ¿Celosa de qué?, sin previo aviso te tomó de la cintura y te llevó hacia él.— Milo de escorpio puede estar con quien él quiera ¿Sí? Podría incluso enamorarte para tenerte a mis pies.

Esta vez quien se rió fuiste tú, te parecía patético ese comportamiento, miraste sus manos aferradas en tu cintura y como te miraba de manera lasciva, ese idiota solo quería pasar un rato.

—No te confundas imbécil, ¿De qué puedo estar celosa? ¿De tu forma tan patética de coquetear?, tenerme a tus pies, si claro, yo no salgo con hombres que piensan con la cabeza de abajo.

Te apartaste de él y tomaste a Shunrei de la mano para salir del templo del escorpión dorado, Milo chasqueó la lengua irritado y golpeo una columna totalmente cabreado, sin ninguna duda tu sola presencia lo irritaba, y lo que le habías dicho le había dado justo en su ego.

"Cuando menos te lo esperes besarás el suelo ___"

Pensó para si mismo, para él, ese momento era algo que esperaría con ansías. El día en que se enfrentara a ti él demostraría que una chica no tenía nada que hacer en el sendero de las 13 casas, o al menos eso pensaba él.
Llegaste a tu templo, le advertiste a la peli negra de tener cuidado de Milo a lo que ella te comentó que su corazón ya le pertenecía a alguien más lo que te sorprendió pero no tanto, la chica era muy bonita y delicada, parecía que se rompería con un solo empujón, incluso su voz te parecía algo poco audible y finita, le mostraste el templo de pies a cabeza, le dijiste que durante el día podría estar allí o donde ella quisiera pero siempre bien acompañada, que en cuanto viera pasar a las demás doncellas se fuera con ellas para no irse sola.

—Espero y te sientas como en casa, en lo personal aun no me acostumbro a esto.— le comentaste.

—El viejo maestro me comentó que usted vivía cerca de unas montañas.

—Por favor llámame "___", quiero que seamos buenas amigas y si, crecí fuera del santuario y por lo mismo no soy muy bien aceptada aquí.— Apartaste la mirada.

— Usted... Digo "___", te convertirás en el mejor caballero del santuario, ¡No lo dudes!— Miraste a la joven un poco sorprendida y le mostraste una de tus más sinceras sonrisas.

— Vamos a preparar algo para comer, muero de hambre.

Shunrei asintió y juntas fueron a la cocina para preparar la merienda, empezaste a sacar temas para profundizar un poco en la conversación, te contó que el maestro Dohko la había encontrado en una huerta cerca de los cinco viejos picos, que siempre lo había visto como una figura paterna, la entendías a la perfección pues sentías lo mismo cuando se trataba de Shion. Comieron entre pláticas, fácilmente te podías acostumbrar a eso, te agradaba la peli negra, tanto que le habías propuesto enseñarle algunos movimientos para su defensa personal, no querías que nada le pasara, pero estabas consciente que no siempre estarías cerca para cuidarla, la chica aceptó un poco dudosa y eso fue un alivio para ti, terminaron de comer, lavaron los platos y trastes que se encontraban sucios y salieron un momento a sentarse en las escaleras de la entrada, siguieron conversando de otras cosas, mayormente Shunrei te preguntaba sobre ti a lo que le respondías sin un ápice de pena. La tarde empezaba a caer cuando vieron llegar a Dohko con su Changshan dirigirse a tu templo, te levantaste de las escaleras al igual que Shunrei para saludarle respetuosamente.

—Maestro, ¿Se dirige a ver al patriarca?— Lo miraste de pies a cabeza, no te acostumbrabas a verlo tan radiante y lleno de vitalidad.

—Si, voy a pedirle permiso para ir a la taberna del pueblo, y a decirle a todos para ir.— Lo miraste extrañada.

— ¿Todos?

— Si, y no acepto un "no" por respuesta, te veo en Aries junto con los otros en una hora, Shion a veces es difícil de convencer.

El viejo maestro se dio la vuelta dispuesto a ir a decirle a su entrañable amigo que saldrían, miraste a Shunrei extrañada y ella solo se encogió de hombros. Le dijiste que esa noche la podría pasar en tu templo, que la cama era bastante amplia para que cabieran las dos y que no creías llegar muy tarde.

Entraste rápido a tu cuarto para buscar algo de ropa, y de inmediato te metiste a la ducha, procurabas medir el tiempo y arreglarte con calma, después de todo convencer al patriarca le tomaría tiempo. Saliste envuelta en toallas y búscate en tus cajones ropa interior limpia, unos jeans, una blusa de mangas ¾, te colocaste todo, incluida tu máscara y unas sandalias que el maestro Dohko te había regalado, te miraste en un espejo y cepillaste tus cortos cabellos, estabas lista para irte.
Estabas a puntos de salir cuando tropezaste con el cesto de ropa limpia y recordaste que tenías que devolver la capa a virgo, la sacaste y te la llevaste contigo. Antes de salir tomaste un poco de dinero, una última vista al espejo y saliste de allí.

—No creo llegar muy tarde Shunrei, pero no me esperes despierta.— le guiñaste un ojo y ella se sonrojó.

—Claro, que te diviertas.

Saliste de allí con la capa de virgo y emprediste la caminata hasta  aries, afortunadamente no te topáste con Milo, porque estabas segura de que si volvía a hacerte una de sus bromas nada graciosas le partirías el trasero aún si te castigaban a pasar tres noches en las mazmorras.
Llegaste a virgo y le llamaste tres veces, se te hacía extraño que no estuviera allí, estabas pensando en dejar su capa en una silla que estaba cercana a ti, cuando escuchaste el repique en el suelo de mármol.

—Ofiuco, ¿A qué debo tu visita?— su voz te erizó la piel, se escuchaba ronca y no suave como siempre, te diste la vuelta para verlo detrás de ti, estaba allí parado con los ojos cerrados como de costumbre, con su armadura dorada, pero en esta ocasión estaba sudado y sucio, con la cara roja por el calor y unos cuantos cabellos de su fleco pegados a su frente. Tenía algunos raspones en el cuello y otros en la cara, pero el más evidente era uno que atravesaba su mejilla.

—Yo...— estabas ¿Extrañada?No, probablemente sorprendida. Recuperaste la compostura y lo miraste como si nada.— Vine a entregarte tu capa, pensé que estarías en aries con los demás e iba a dejarla en la silla, pero ya estás aquí.

Le entregaste el manto y el lo tomó en seguida.

—Ah, lo había olvidado, gracias.— ni siquiera sonrió, no mostraba alguna reacción en sus facciones.

—Bueno, ¿No irás con los otros a Rodorio?— El maestro Dohko te había dicho que TODOS, y al decir todos lo incluían a él, ¿No?

—El anciano maestro siempre me invita, pero por lo regular no voy a ese tipo de reuniones, ¿Tú irás?

— Sí, siento que si no voy el maestro, Afrodita y Death Mask me molestarán mañana.— te encogíste de hombros, no estabas mintiendo, tenías ese leve presentimiento.— Bueno, me retiro. Deberías ir con nosotros.

Te diste la vuelta y saliste de allí lo más rápido que pudiste, hablar con el caballero de Virgo te resultaba incómodo, porque ya que él no expresaba nada, no sabías si le molestaba tu presencia, si estaba incómodo o agusto.
En el templo de virgo, Shaka abrió los ojos un instante para ver tu figura alejarse, tragó saliva un poco inquieto y después de unos segundos los volvió a cerrar. Acercó la capa a su rostro para olerla, lo suficiente para sentir la fragancia que ésta desprendía sin que ésta se manchara con sudor, era un agradable olor a frutas, sin duda muy diferente a el olor que siempre tenía en sus ropas. De hecho muy diferente a la fragancia de muchos allí en el santuario, se quedó allí parado varios minutos inhalando aquella fragancia como si fuese una droga.

— Señor.— una delicada voz le sacó de su trance, alzó la "mirada" y allí parada de encontraba una joven doncella de cabellos rizados cargando sobre su espalda un cesto de ropa.

— Isobelle, permíteme ayudarte.— le quitó el cesto para llevarlo a su habitación, la chica le seguía pisándole los talones.

— Señor, disculpe el atrevimiento pero... — la chica de rizados cabellos no dejaba de ver el manto y mientras jugaba con sus dedos alzó la mirada para ver al rubio.— la capa... Acaso ¿Huele mal? Si quiere mañana yo puedo lavarla.

Intentó quitarle la capa de las manos pero Shaka solo la apartó, dejando desconcertada a la doncella que moría por él.

—No te preocupes Isobelle, está limpia, puedes retirarte me daré un baño.— le respondió frío.

— Pero, ¿Y sus heridas?

—Yo puedo solo.

Fue su escueta respuesta y se adentró a su aposento, Isobelle hizo una reverencia a la nada y salió allí con tristeza, el caballero de virgo jamás se fijaría en ella.
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Llegaste a aries en donde se encontraba ya la mayoría esperando al maestro Dohko, todos se veían bastante atractivos con sus ropas casuales, estabas nerviosa puesto que solo saldrías con caballeros y no habría presencia femenina más que la tuya, soltaste un suspiro y tomaste valor para entrar a la sala, los presentes te voltearon a ver, algunos poniendo una expresión de sorpresas, otros dedicándote una sonrisa y otros tantos (Milo, Aioria y Shura) te ignoraron.

— "___", ¿Me puedes decir que haces aquí?— Se acercó Saga con tono autoritario.— Deberías estar en tu templo señorita.

—Saga tiene razón, no vamos a un lugar apropiado para ti.— Se le unió Kanon.

—Los gemelos tiene razón.— Ahora el que hablaba era Aioros.— Deberías volver a tu templo, eres una señorita, y las señoritas no deberían ir a este tipo de lugares y menos rodeada de hombres.

Estabas atónita, parpadeaste un par de veces y te alejaste de los tres unos centímetros.

—Un momento, en primer lugar me invitó el maestro Dohko, en segundo creo tener la edad suficiente para decidir a donde quiero ir  y en tercero, chicos, sé que se preocupan por mí, pero ya no soy la niña a la que tienen que cuidar.

—Ella tiene razón.— Habló piscis.— si ella quiere salir a divertirse es libre de hacerlo.

Se acercó a ti y se posicionó a tu lado para demostrarte apoyó, lo miraste por el rabillo del ojo, estaba serio y con la mirada clavada en los mayores.

—Tú no tienes nada que opinar Afrodita.— Expresó Saga.— Haste a un lado y deja que "___" se retiré a tu templo.

—Los que no tienen nada que opinar son ustedes Saga, el anciano maestro fue quien la invitó, acaso... ¿Piensan desobedecer la orden de nuestro superior?— Puntualizó Death Mask en un intento por defender a su amigo y hacer entrar a razón a los mayores, quienes no quitaban su posición sobre protectora.

—Odio admitirlo, pero Death Mask tiene razón.— Comentó el acuariano, lo que provocó que la mirada de los tres se fijaran en él, sin duda la expresión fría de los gemelos y Aioros no se compraban a la del francés.

—Camus... — se le escapó de los labios a sagitario.

Realmente era frustrante para ti, por un lado tus viejos amigos se comportaban de forma autoritaria contigo, aún te veían como una niña pequeña, por otro, tus nuevos amigos apoyaban el hecho de que ya eras lo suficientemente mayor para hacer tus propias elecciones.

—No estamos desobedeciendo nada, porque esto no es una orden del viejo maestro.— dijo Kanon.

—Por supuesto que es una orden mía.— La mirada de todos se posó en el asiático que hacía su entrada.— Yo le dije que no aceptada un no como respuesta, Géminis, Sagitario, les recuerdo que su maestro soy yo y ella debe de seguir a su maestro.

Los gemelos y el arquero solo desviaron la mirada avergonzados, soltaste un suspiro, Dohko tenía razón, aparte realmente deseabas pasar una noche con todos e intentar limar asperezas entre todos ellos. Sabías por mucho que a por lo menos 3 de ellos no les agradabas en nada, querías intentar demostrarles que las cosas no debían ser diferentes con tu presencia.
Con el mal entendido aclarado todos se disponían a emprender el camino hacia la la taberna más atiborrada y escandalosa de todo Rodorio, sin embargo tú y el viejo maestro se detuvieron en seco al sentir que alguien se acercaba detrás suyo, se dieron la vuelta y quedaron extrañados antes la figura que salía de las sombras, no era otro más que Shaka de virgo quién llegaba con su inexpresivo rostro, sus cabellos atados a una trenza y una vestimenta poco propia de él, te quedaste viéndole bastante tiempo a decir verdad, era tan extraño verlo de esa manera, se veía bastante bien, igual de guapo que los demás, lo único que le quitaba un poco de encanto era el apósito  que cubría la herida de su mejilla, y no sólo eras tú, eran todo quienes miraban sin entender porque el santo de Virgo se encontraba allí parado con ropas causales.

—Shaka, ¿A pasado algo? — Preguntó Dohko preocupado, pues pensó que algo malo había pasado en el santuario.

—No, no ha pasado nada maestro Dohko, tan solo he venido a acompañarles esta noche.— respondió sereno, el asiático parpadeó un par de veces un tanto perplejo.

—¿Y a qué se debe niño virgo? Siempre te invito, nunca aceptas.

—Bueno.— ladeó la cabeza hacia su derecha y respiro profundamente.— La señorita "___" sonaba muy entusiasmada con la idea de que fuéramos todos, se me hizo descortés no aceptar en esta ocasión su invitación.

Todos arquearon la ceja dudando de la credibilidad de esa respuesta, tus mejillas se tornaron levemente escarlata pero gracias a la máscara nadie pudo notarlo, no te gustaba para nada esa sensación. Virgo notó esa atmósfera un poco incómoda y se llevó una mano hacia su nuca.

—Es solo por esta ocasión.— intentó aclarar.

—¿Por qué no solo dices que estás interesado en "___"?— soltó Death Mask.

La mayoría soltó una pequeña risita burlona, otros tantos como Camus, Shura y Mu se quedaron en silencio, los gemelos y sagitario fulminaron con la mirada a Virgo y tú solo te ponías cada vez más roja, agradecías llevar puesta tu máscara y que la poca luz no permitiese que se notara.

—Porque no es así, pero creo que lo mejor será volver a mí templo, que pasen linda noche.

El rubio estaba dispuesto a retirarse pues no quería generar falsos rumores acerca de su persona y la tuya, pero el asiático no lo dejó

—No tienes porqué irte niño virgo, nos da gusto que vengas con nosotros.— le mostró una de sus más grandes sonrisas, a lo que Shaka calmó un poco, seguido, pasó un brazo por los hombros del rubio y haciendo que se agachara un poco le susurró al oído.— Solo espero que no te metas con mi pequeña.

Le soltó y volvió a mostrarle sus aperlados dientes esta vez en seña de amenaza, Shaka solo tragó saliva. Todos empezaron a avanzar hacia Rodorio, tú ibas a lado de Dohko  y volteaste a ver si Shaka venía tras de ustedes, lo que no esperabas era ver que venía platicando de lo más normal con Mu, al final hasta Shaka quien se decía nunca salía de su templo tenía un amigo.

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