Un plan a seguir


Mary Anne estaba decepcionada, Camus no había llegado, eso le hacía sentir vacía y con ganas de llorar. ¿Acaso no tenía suficientes motivos para llorar? La vida le debía muchas explicaciones y ahora el amor le daba abofeteaba con fuerza. Aparte de sentir su orgullo lastimado no podía alejar el sentimiento de preocupación. ¿Y si le pasó algo?...Esa pregunta le rondaba la cabeza como taladro.

Habían llegado hace media hora más o menos y después de que Haziel ayudó a Bell a sentarse de nuevo en la silla de ruedas, ella tristemente avanzó hacia la primer ventana que encontró, todos sabían que esperaba que Camus llegara aún.

Haziel la miraba constantemente, esa mirada desalentadora no le agradaba, en lo más profundo de él sentía rabia y su prejuicio le estaba dictando que Camus sólo jugaba con ella, no encontraba otra razón sin embargo él estaba consciente de que Camus fue quien más la visitó cuando estaba en coma, debió hacerlo por algo...prefirió dejar esos pensamientos aun lado.

Eufrosine resoplaba una y otra vez, se estaba frustrando cada vez más. Sory le había enviado un mensaje informándole que se dirigía a su casa para estar con Mary Anne. Sine esperaba que Camus se comunicara cuanto antes, él había sido muy tajante al decir que iría con Mary Anne para que a la mera hora se echara para atrás, simplemente no tenía lógica alguna. Miró el reloj y luego a Mary Anne, verla de esa manera le desesperaba más, tenía ganas de darle de palazos a Camus.

-Ha tardado demasiado.- Dijo la rubia.- Voy a buscarlo...

-¿Y por dónde comenzarás? No sabemos dónde está...ni siquiera contestar el móvil.- Le decía Clara.

-Pues no encuentro lógica alguna de su retraso...o algo le pasó o se arrepintió.- Sine puso ambas manos sobre sus caderas y sopló hacia el cielo.

Mary Anne cerró la cortina de la ventana y se hizo hacia atrás con la silla de ruedas.

-¿Qué ocurre Mary Anne?.- Le preguntó Clara.

-Tengo algo de sed.- Dijo la chica.

-Voy por un vaso de agua.- Clara se levantó de una silla y fue hacia la cocina evitando mirar demasiado aquella sala.

-¿Te sientes cansada?.- Le preguntó Haziel acercándose.

-No demasiado, sólo no quiero acostarme...ya estuve demasiado tiempo postrada en una cama.- Recargó su cabeza en sus dedos como si esta le doliera.

-Entiendo...podemos hacer otras cosas mientras tanto, Sory no debe tardar en llegar.- Decía Sine.

Clara se acercó a ellos con una bandeja y varios vasos de agua y uno se lo extendió a Mary Anne, ella se estiró un poco y comenzó a beber el contenido. Pronto se escuchó el timbre.

-Debe ser Sory.- Dijo Clara y Sine se acercó a la puerta para abrirla, al ver de quien se trataba se le iluminaron los ojos además de tener ganas de cumplir aquellos pensamientos de tortura.

Camus e Hyoga habían llegado a esa casa, no fue difícil llegar porque en ocasiones anteriores habían hablado sobre la casa de Sine y como era ahí donde iba a quedarse Mary Anne por un tiempo, se vio en la necesidad de preguntarle la dirección a detalle. Sine observaba que ambos se veían agitados, como si hubieran corrido por un largo tiempo.

-Perdón por la tardanza.- Mencionó Camus. Mary Anne dejó de beber de inmediato, escuchar su voz hizo que su corazón latiera muy fuerte.

-¿Y por qué a esta hora?.- Demandó saber Sine.

-Tuvimos un inconveniente, íbamos a llegar desde hace un buen rato.- Explicaba Hyoga.- Pero no pudimos...es algo largo de explicar.

Sine se sintió más tranquila de escuchar eso aunque no supiera qué pasó realmente. Le permitió el acceso a ambos. Por reflejo, los ojos profundos de Camus miraron a Mary Anne, ella lo veía también...quería lucir molesta pero sus nervios le traicionaban, la mejor cara que pudo hacer era una de sorpresa.

-Me alegra verte mejor Mary Anne.- Dijo Hyoga evitando que se formara un ambiente denso, más del que ya se estaba formando.

-Gracias...creo.- Dijo Mary Anne.

-Quisiera hablar contigo.- Dijo Camus directamente a Mary Anne, ella ocultó su rostro con el vaso de agua.

-Estoy cansada para hablar contigo.- Dijo neutralmente.

-Sólo conmigo.- Añadió Camus.

-Muy bien, voy a comprar unas cosas a unas cuantas cuadras...¿Alguien quiere venir?.- Preguntó Eufrosine con el propósito de dejarlos solos.- ¿Vienes Haziel?

Haziel miraba a ambos neutral y segundos después se levantó del sofá y caminó hacia Mary Anne quien lo presionaba con la mirada.

-No hace falta, yo tengo que regresar al hospital.- Le respondió a Sine pero a quien miraba era a Mary Anne.- Debes cuidarte, a la señorita Saori le mandé el listado de los medicamentos y los ejercicios que debes hacer, supongo que ella no debe de tardar en visitarte.

-No, me informaron que ya viene para acá.- Intervino Clara aportando información.

-Gracias.- Dijo Haziel sin despegar la vista de Mary Anne y enseguida le tomó de la mano. Camus echó para atrás la cabeza y no dejaba de parpadear. Hyoga y las otras chicas miraban a Camus como si este quisiera interponerse.- Cuídate mucho y aun así seguiré al pendiente de ti, seguiré siendo tu médico.

Mary Anne le sonrió ligeramente y asentía.

-Muchas gracias...por todo.

Haziel aceptó el agradecimiento y se separó de ella para luego despedirse de los demás, apenas y había mirado a Camus, momentos después él se fue del lugar.

-Ahora sí, hay que irnos, ya es de noche.- Mencionaba Sine tratando de salir rápidamente.

Hyoga extrañado abrió la puerta y miró el cielo.

-Pues yo aún veo el atardecer.

-Calla y avanza.- Le ordenó Sine antes de empujarlo y salir seguida de Clara.

Camus y Mary Anne se quedaron solos. Mary Anne tenía la ansiedad de moverse, de alejarse de Camus, su presencia le ponía nerviosa...era extraño, hace tiempo cuando no tenía pena de demostrarle sus sentimientos no se sentía tan nerviosa y ahora parecía una adolescente. Se llevó una mano a uno de sus labios y comenzó a pellizcarlo con los dedos, una forma de descargarlo.

Camus la examinaba de reojo, sus acciones no eran nada discretas, era muy fácil percibir sus sentimientos, ahora estaba inquieta.

-Lo siento.- Dijo él dejándola estática.- Por haber llegado tarde, no es que se me haya olvidado...es sólo que no podía dejar que nos siguieran.

-¿Seguirlos?.- Preguntó suspicaz.

-Sí, ya te lo explicaré con más detalle, lo hicimos para no involucrarlas.- Mary Anne dejó su labio tranquilo y puso ambas manos a sus extremos, justo donde estaban las llantas de la silla.

-No importa, entendería si también me dijeras que hay otros asuntos importantes...unos que debieron surgir en cinco años ¿no?.- Las palabras de Mary Anne sonaban rencorosas.

-Si piensas que te estoy mintiendo estás equivocada, ya te dije que ha pasado.

-Sí y aunque no sé quiénes los estaban persiguiendo, soy capaz de comprenderlo...yo estoy bien, si dejamos a un lado que estoy en silla de ruedas porque mis piernas no reaccionan como deberían después de estar muchos años sin moverse.

Mary Anne comenzó a avanzar moviendo sus manos sobre la silla de ruedas y pasó a un costado de Camus.

-Quiero ayudarte.- Le dijo él girándose.

-¿Cómo? ¿Regresarás el tiempo y evitarás que me accidente?.- Ella iba a seguir avanzando, quería alejarse pero en vez de eso, Camus apoyó sus manos en la silla evitando que ella continuara.- Deja por lo menos que de vueltas en esto.

-Manne...sé que te sientes mal, tal vez no lo comprenda totalmente pero no debes dejarte caer.

-¿Dejarme caer?...Yo no quería esto Camus, fue inconsolable saber que han pasado años desde ese incidente...parte de mi vida se esfumó de repente.- Mary Anne puso sus manos sobre sus ojos, quería sumergirse en sus penas a base de lágrimas. Camus se puso frente a ella de cuclillas, tomó sus manos sutilmente.- Déjame...-Le dijo débilmente.

-No me pidas eso porque no voy a hacerlo, mejor déjame mirarte a los ojos.- Mary Anne negó.- Por favor, sólo te diré algo...

Mary Anne sollozaba y a cada uno de ellos separaba sus manos, sus turquesas impregnadas de llanto miraron derrotadas a Camus.

-No me mires como si me tuvieras lástima...no quiero eso.

-No te tengo lastima, sólo quiero ayudarte.

-¿Y por qué ahora? ¿Sabes...? Ya entiendo porque te has comportado diferente conmigo, es por todo lo que ha pasado, es por lástima aunque digas que no...

-Ya te dije que no, entiéndelo...

-¿Entonces por qué?

Camus se quedó mudo, no podía decirle que se sentía culpable por su accidente y que esa fue la razón por la cual comenzó a estar con ella en aquel hospital, no deseaba verla sufrir por más tiempo, verla como estaba ahora ya era demasiado.

-Es aprecio, te lo dije en el hospital...nada de lo que te dije o hice fue falso...quiero ayudarte a que superes esto, poco a poco lo conseguirás...no te fijes en el pasado que no disfrutaste si no en los que puedes disfrutar, ahora estás bien y eso es lo que importa.

-Sí pero...aquella vez en el hospital resultaba más fácil porque no sabía cuánto tiempo estuve así, ahora que lo sé...me siento desilusionada y con una impotencia severa, no creo que haya algo que me haga olvidar en lo que la vida me arrebató...ni siquiera recuerdo el motivo por el cual me ocurrió esto.

Camus apretó más las manos de Mary Anne. ¿Cómo hacer que de su rostro volviera a salir una sonrisa? La tristeza opacaba toda ilusión y eso no le gustaba a él. Su mente empezó a formular ideas que le ayudaran a mejorar la actitud de Mary Anne. Después de varias se le ocurrió una arriesgada pero con un buen fin...no iba a empeorar el autoestima de Mary Anne al decirle la razón por la cual corrió tanto hasta que un camión la arroyó, si omitía esa parte y la ayudaba a superar ese mal trance podría traer de vuelta a la antigua Mary Anne, la tristeza quedaría lejos, ya se encargaría de hablar con todos sobre su idea, ojalá todos lo apoyaran.

-Nadie sabe por qué pasó pero no pienses en eso.- Le limpiaba las lágrimas de sus mejillas. Mary Anne mordía constantemente su labio.

-No será fácil...- Dijo más tranquila.

-Claro que no...pero yo estaré ahí.- Mary Anne detestaba que su corazón sintiera felicidad y tristeza al mismo tiempo, la única forma que había para sentirse mejor era un abrazo. Ella rodeó con sus brazos a Camus y hundió su rostro en uno de sus hombros.

Camus estaba pasmado por el acto de Mary Anne sin embargo le correspondió al abrazo, ella lloraba desconsoladamente, podía estar ahí por mucho tiempo siendo como un pilar para ella. Tenía que hacer mejor las cosas aunque tuviera que esconder algunos hechos, lo hacía para bien mientras que nadie dijera lo contrario.

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Ébano estaba mirando aquella noche a través de una ventana forjada, su mente estaba vislumbrada por aquel plan que tenía en mente...aquel encuentro con su hermana le había avivado la maldad que tenía sin embargo detestaba sentirse arrepentida, había luchado por mucho tiempo con aquellos sentimientos apegados con Saida y aunque habían disminuido, todo lo que había intentado contra ella no había funcionado demasiado, Saida nunca terminaba herida porque ella misma se arrepentía de hacerle daño...no podía continuar así, esta vez sería diferente.

Flashback.

-¿Daño? ¿Por qué piensas que te haría daño?

-Porque ahora entiendo los episodios bipolares que tenías de niña, mi mamá los mencionaba en una carta que dejó.

-¿Qué? ¿Por qué no me mencionaste nada? Ébano. ¿Qué decía esa carta? ¿De qué estás hablando?.- Ébano no podía sentirse más victoriosa ese día, la risa tenía que contenérsela hasta que se alejara de Saida.

-En esa carta me pidió que no te dijera nada y ella explicaba que tenías tendencias de maldad, que a veces eras feliz viendo sufrir a los demás y eso le inquietaba.- Ébano mentía en cada frase pero era lo que había dictado el plan.- A ella le preocupaba que cuando crecieras empeoraras tu posible enfermedad, la verdad es que no lo creía hasta que comprendí eso...decía que tú querías deshacerte de mí y que varias veces te detuvo, por eso hubo una temporada en la que te mandaron a Creta.

-Yo no...yo no podría hacerte daño.

-Eso nadie lo sabe, a lo mejor actúas con maldad y no te das cuenta, sin embargo ya no me importa mucho eso, soy tu hermana y la única que te querré a pesar de todo.- Mostraba un vago sentimiento.

-Eso que dices debe ser mentira, yo no soy mala persona y lo que me sucede tampoco es grave.

-¿Estás segura? ¿Has puesto a prueba ese poder?

Saida negó con la cabeza, cada vez empezaba a creer en esa probabilidad.

-Simplemente lo sé, no soy mala...no le haría daño a nadie, ni siquiera a ti.

-Hagamos como que te creo.- Ébano miró su reloj y alzó las cejas.- Tengo que irme, se me hace tarde.- Avanzó de nuevo hacia el coche y se subió en él pero antes de partir miró a Saida y su actitud abatida.- Mejor regrésate a la mansión, estarás más segura ahí.

Saida negó de nuevo, no quería irse con ella, no quería creer en nada de eso.

-Me quedaré aquí.

-Como quieras pero después no digas que no te lo advertí.- Ébano se puso las gafas oscuras y el coche avanzó alejándose de la pelirroja.

Fin flashback.

Ébano golpeó la pared con las palmas de su mano, se sentía sumamente frustrada...Saida tenía poderes desconocidos, tenía que saber cuáles eran...¿Quién era realmente su hermana?

-¿Cómo te fue con tu hermana?.- La voz de Érebo expresaba sarcasmo. Ébano oprimió sus dedos.

-Siempre apareciéndote como si nada...ya no es una aparición original.- Contestó a secas.

-Todo el tiempo lo he hecho...y eso no fue lo que te pregunté.- Érebo estaba a unos cuantos metros atrás de Ébano y más atrás estaba Ésile arrodillada.

-Iba bien todo, hasta que volví a sentirme débil...¿Cómo es posible que no pueda hacerle daño?.- Irguió la espalda y se volteó para luego recargarse en la pared.

-¿Qué le dijiste?

-Una mentira, tal cual el plan...sin embargo ahora me siento de esta manera...-Miró sus manos detenidamente.- Me parece que nunca podré hacerle daño sin sentirme abrumada.

-Tienes que alejar esos sentimientos...yo te dije que Cereby tenía mucho que ver en esto.- Ébano alzó la mirada con severidad y la posó varios segundos en Ésile.

-Tenemos que hablar a solas.- Jactó. Érebo miró por encima de su hombro.

-Vete Ésile.- La mujer agachó la cabeza con respeto y luego se levantó para marcharse del lugar.

-¿De verdad crees que Cereby tiene mucho que ver en esto?

-Tengo mis sospechas, será mejor que lo aclares con ella. Ébano se quedó callada meditando la situación por un buen rato. Érebo la miraba estresado.- ¿Y bien?

-Dudo que haya sido ella...pero si es la única forma de saber esto, lo haré...vamos a verla.- Ébano avanzó hacia la puerta y en la salida se encontró con Kesia a quien apenas y miró. Kesia agachó la mirada e hizo una leve reverencia. Posteriormente Ébano siguió su camino y segundos después Érebo la estaba siguiendo pero a diferencia de ella, él le prestó más atención a Kesia.

-¿Qué haces aquí?.- Kesia más confiada alzó la mirada.

-Sólo estaba pasando por aquí, me cercioraba de que todo estuviera en orden.

Érebo la miró secamente antes de volver a hablar, claro...cambiando el tema como era su costumbre.

-Iremos a ver a Cereby.- Kesia se asombró por comp0leto al escuchar aquella frase, su corazón saltaba de alegría, una oculta.

-¿Cereby? ¿Ella está bien?

-Ojalá...no le puede pasar nada hasta que resolvamos unos asuntos.- Dijo con toda la frialdad posible.- Será mejor que vengas.- Ordenó y siguió avanzando.

Kesia levantó un poco su vestido y lo siguió apresurada, no veía la hora de verla.

Inframundo.

Pandora se encontraba tocando una melodía nostálgica con su arpa. Los tres jueces; Minos, Radamanthys y Aiacos estaban sentados a lado de ella mientras que enfrente estaban Hades y Perséfone muy atentos a la música. Hades estaba recargado en su trono con sus manos a los costados, esa música le agradaba ahora en vez de irritarle como en ocasiones anteriores, tal vez Pandora estaba en lo cierto, que él se portaba más tajante y de mal humor cuando no estaba Perséfone cerca, una clara evidencia era ese momento. Hades miró a Perséfone con delicadeza pero pronto se inquietó al verla pensativa, sabía cuándo algo le pasaba, esa sencilla pose donde acomodaba su mejilla sobre la palma de su mano mientras que tenía la vista perdida sin parpadear demasiado...La había notado extraña desde que llegó al Inframundo, como triste y no sabía la razón, le preguntó a Radamanthys qué le había pasado y este le dijo que Deméter había discutido con ella pero él mismo sospechó que su juez le estaba ocultando algo.

Hades frunció el ceño sin despegar la vista de su esposa, ya hasta la música ni la escuchaba por pensar en lo que le estaba sucediendo. Estiró su brazo y cubrió la mano de Perséfone. Ella sintió el calor en su piel y miró a Hades, su mirada esperaba alguna respuesta...¿ Se habrá dado cuenta de lo que estaba pensando? Era imposible que lo supiera al menos que Radamanthys le hubiera contado lo que ella pidió guardar...no...a lo mejor sólo era una suposición.

-¿Pasa algo?.- Preguntó ella.

-A mí no...más bien la pregunta es para ti.- Contestó firme.

-Yo no tengo nada.

-Te conozco.- Repuso confiado.

-De verdad...no me pasó nada.

-¿Es sobre Deméter? Ella no tenía qué enojarse porque te fui a visitar antes de tiempo.- Seguía insistiendo en saber Hades. Perséfone levantó la mirada.

-Ni siquiera sabe que fuiste a verme, ella se enojó por lo mismo de siempre y pues a mi me afecta.

-Te dije que Deméter no es buena para cocinar pollo, estoy seguro que eso hizo.- Hades se tomaba las cosas a la ligera y eso comenzó a irritarle a Perséfone, cerró los ojos y tomó el aire suficiente.

-No es por la comida de mi mamá si no porque mencionó el tema de los hijos.- Perséfone apretó el puño libre, tenía dolor por las palabras de Deméter, esas que no debía saber Hades...sin embargo, ella misma le reveló su angustia, Hades había elaborado una trampa para que le dijera la verdad sí o sí y ella había caído, debía haberlo pensado.

-Sabía que algo te ocurría, no me gusta mucho utilizar este tipo de métodos para averiguarlo pero al menos ya sé que te trae así...¿Qué te dijo exactamente?

-Nada importante...sólo mencionó eso.- Hades enarcó una ceja, no le creía.

-¿Me vas a hacer que vaya a preguntarle personalmente?

-No te atreverías...- Hades puso una mirada de incredulidad. Perséfone lo miró y luego resopló largamente, hablaba como si no conociera a su esposo.- Está bien, sí te atreverías...- Suspiró.- Hay veces que me gustaría que no me conocieras tanto.

Hades esbozó media sonrisa y apretó mejor su mano, esos gestos significaban demasiado para ella.

-¿Qué te dijo Deméter?.- Volvió a preguntar con calidez. Perséfone se sentía en confianza ahora, se sentía como una tonta al no haberlo hecho antes, tal vez era el temor de que terminaría enojándose con su madre y las discusiones aumentarían, ella ya no quería eso.

Inmediatamente, Zero apareció a la sala apresurado. Los jueces miraron al hombrecillo con cierta altivez al igual que Pandora. Hades lo miró y volcó los ojos, justamente tenía que llegar cuando tenía una conversación importante con su esposa.

-¿Qué quieres Zero?.- Preguntó Hades sobando sus sienes.

Zero iba caminando hasta estar frente a Hades y apoyó su frente contra el suelo sin poder calmarse.

-Lo lamento mi señor...mi señora Perséfone...yo sé que ordenó que no fueran interrumpidos de no ser por algo importante pero es que pasó algo importante y por eso es que estoy aquí interrumpiendo y le suplico que me disculpe.- Pandora miró con aburrimiento al espectro. Minos y Aiacos se cruzaron de brazos mientras que Radamanthys apoyaba su cabeza con hastió.

Perséfone tenía el ceño fruncido y Hades ya poseía un tic nervioso que trataba de quitarse.

-Zero...no tienes porqué repetir todo, me ha quedado claro.- Dijo Hades fastidiado.

-¡Lo lamento mi señor! ¡No volverá a ocurrir!.- Se disculpaba Zero mientras hacía reverencias.

Hades estaba a nada de sacar a Zero con una patada, ese sujeto le calaba la paciencia hasta que Perséfone pasó su mano sobre su brazo, sus ojos miel-azul le propiciaban la calma y su sonrisa era al toque final. Hades sonrió para ella y suspiró profundamente.

-¿Qué es lo que pasa Zero?...Y sé breve.

-Sí mi señor, lo que pasa es que el señor Thanatos e Hypnos desean hablar con usted sobre algunos asuntos importantes...no me dijeron de que se trataban.

Los jueces se levantaron de sus lugares y se acercaron a Hades donde se reverenciaron. Hades se levantó de su trono.

-Iré en un momento, primero debo hablar con mi esposa.

-No Hades.- Dijo Perséfone acaparando la atención de todos.

-Pero tenemos que hablar sobre lo de Deméter.- Repuso Hades.

-Lo sé pero si Thanatos e Hypnos han mandado por ti es porque debe ser importante.

Hades estaba en un dilema, claro que debía ser importante como para que Hypnos y Thanatos quisieran hablar con él pero también le parecía importante que Perséfone no se sintiera mal con las palabras que le haya dicho Deméter.

-¿Estás segura?

-Sí...no hay problema.- Dijo Perséfone sonriendo más.

Hades asintió entonces y se acercó a sus jueces quienes se pusieron de pie.

-Vamos, espero que no sea nada grave....Pandora, te quedas con Perséfone.- Dijo Hades compartiendo una mirada tierna con Perséfone.

-Por supuesto mi señor.- Dijo Pandora con sus manos enfrente.

Hades terminó retirándose con los jueces y con Zero. Cuando la enorme puerta se cerró, Perséfone se desparramó en el trono muy desinteresadamente. Pandora analizaba a la diosa y aclaró su garganta antes de hablarle.

-¿Se siente bien mi señora?

-Sí...no es nada sólo un montón de ideas.

-Co todo respeto, no se ve muy alegre como en ocasiones anteriores.

-Tú también me conoces bien ¿eh?

-Lo siento si la ofendió.- Se disculpó la chica.

-No, no te preocupes, no estoy molesta...sólo me siento contra la espada en la pared, mi madre siempre se encarga de hacerme sentir así...a veces pienso que me manipula apropósito.

Pandora se guardaba su comentario, ella estaba segura de que Deméter siempre se encargaba de que su hija llegara tarde al Inframundo cada inicio de otoño además de siempre hacerse la víctima, su odio no podía ser más claro que el agua.

-¿Qué le dijo esta vez?...Sé que no me incumbe pero puedo ayudarla.

Perséfone valoraba aquel apoyo que le ofrecía Pandora cada vez que ella estaba ahí, cabía decir que se sentí muy bien con su presencia pues eran las únicas dos mujeres en todo el Inframundo.

-Gracias...esto no quería que lo supiera Hades pero caí en su trampa y ahora tendré que decírselo...es sobre el mismo tema que me duele cada vez que lo expresa mi madre, no puedo evitarlo.

-Sobre un hijo....lo sé, lo lamento pero escuchamos la conversación de hace momentos sólo que...par que usted esté así tan opacada debió habérselo dicho de muy mala manera.

-Y así fue, es difícil tratar se hacer que las dos personas que quiero se lleven cordialmente.- Decía desesperanzada.- Tú sabes que he anhelado tener un hijo pero no puedo, es deprimente y...-Carraspeó un poco, no iba a ponerse a llorar en ese momento.- Mi madre me dijo que ojalá no tuviera hijos...¿Te imaginas lo que siento? Es lo que yo quiero y a lo que mi madre me desea a mal.

-Ya entiendo, por eso ha estado así estos días.

-Sí...en verdad me duele que mi madre no acepte mi relación, sé que no comenzó de la mejor manera pero...he cambiado de parecer, ahora creo que nunca podré vivir sin pisar el Inframundo.- Dijo felizmente. Pandora sonrió como pocas veces hacía.

-Cuando hay cariño de verdad todo vale la pena y usted ha encontrado su lugar aquí junto al señor Hades. Perséfone asentía a cada palabra que Pandora decía.- Pero no debe estar así, si le digo un secreto...el señor Hades se desquita a veces pero no le vaya a decir...aunque no lo reconozca, todos sabemos que él está mejor cada vez que usted regresa aquí.

-Es bueno saberlo.- Rio un poco.- En fin...tendré que olvidar este hecho y salir adelante, no debo permitir que mi madre me arruine mi estancia con ustedes...así que mejor cambiemos de tema...¿Cómo te ha ido?

Fortaleza.

Ébano había ido a los calabozos, unos guardias le permitieron el acceso sin chistar y ella siguió caminando hasta el fondo de los pasillos. Miraba cada rincón con desprecio y un profundo asco, todo el lugar estaba sucio y oscuro, justo donde pertenecían las personas quienes no la obedecieron o la traicionaron...ahí estaba aquella mujer con la que tenía pensado hablar. Ébano se acercó a uno de los guardias y lo miró altivamente.

-Abre esa puerta.- El hombre asintió y posó la llave en la cerradura, al abrirse la puerta se escuchó un chirrido largo. Ébano entró a la celda evitando tocar las paredes sucias. El guardia se acercó un poco con una antorcha y alumbró el lugar.

En una esquina estaba la mujer encadenada y completamente sucia. Sus cabellos largos estaban enredados y llenos de mohín. Ella estaba encadenada tanto de manos como de pies, no podía caminar a más de dos metros de distancia y no había ni un rastro de luz, ninguna ventana, ni el más diminuto agujero...sólo las resistentes paredes.

-Dame eso y vete.- Ordenó Ébano al guardia quien le entregó la antorcha y salió de la celda sin cerrar la puerta ya que inmediatamente llegó Érebo y Kesia, la chica miró a la mujer angustiada mientras cubría su boca con su mano.

Ébano dio paso tras paso hasta estar cerca de aquella mujer que apenas y se movía. La chica se agachó un poco y alumbro mejor a la mujer quien se movió bruscamente al ver la luz muy cerca, Ébano deslizó una sonrisa perturbadora.

-Después de tanto tiempo...te vuelvo a ver.- La mujer temblaba y puso sus manos en sus mejillas, todo su rostro estaba cubierto por sus largos cabellos.

-¿Ébano?.- Preguntó la mujer con voz nerviosa.

-¿Me recuerdas? Me halagas.- Dijo con cierta falsedad.- Sin embargo no vine a visitarte porque te haya extrañado sino porque necesito aclarar ciertas cosas, unas pendientes...- La mujer se quedó callada.- Contéstame algo...¿Recuerdas a Saida?

La pregunta de Ébano hizo que la mujer se estremeciera más y quisiera tocar a Ébano.

-¿Dónde está Saida? ¿Está bien?.- La mujer estiró los brazos y llegó a rozar la piel de Ébano, ella reaccionó como si se hubiera quemado y retrocedió unos pasos.

-¡No me vuelvas a tocar a menos que quiera lo contrario!.- Ébano extendió la antorcha a un lado, Kesia captando lo que trataba de decirle se acercó y tomó la antorcha.

-Nix, has lo que tengas que hacer y vámonos.- Le dijo Érebo tajante. Ébano ignoró la petición autoritaria y miraba a la mujer temblando, tenía que admitirse que su corazón palpitaba al verla.

-A pesar de todo no puedes olvidarla...me das pena...-Negaba con la cabeza.- Te emocionaste más de escuchar su nombre que de escuchar mi voz cerca de ti.

-Tú sabes por qué...pero al escucharte has llenado mi corazón de felicidad.- Mencionaba la mujer, Ébano alzó las cejas.

-¿De verdad?.- Preguntó con incredulidad.- Yo creo lo contrario y tu actitud hacia ella hace que la odie más y más...desgraciadamente no puedo hacerle daño y creo que tú tienes que ver con esto.

-Es tu hermana...es por eso...

-No...no es sólo eso, es algo más...tal vez pusiste algo de poder tuyo para que yo sintiera más consideración hacia ella...me resulta muy extraño que no pueda herirla sin que me afecte.

-¿Has intentado hacerle daño?.- Preguntó la mujer angustiada e intentaba levantarse pero cayó al suelo de nuevo.

-¡No me interrumpas!.- Exclamó Ébano molesta.- Saida está bien por el momento...y lo seguirá a menos que tú no cooperes...quiero que quites todo poder que hayas puesto en mí.

-Yo no puse nada...lo juro...no le hagas daño a Saida, ella es tu hermana...no debes ser tan cruel con ella.

Ébano rio falsamente y se acercó a la mujer tomándole del tirante medio roto de los harapos que la cubrían y la jaló con brusquedad. Kesia quería interponerse pero sería lo peor, no estaba en condiciones de hacerlo.

-No te burles de mí y por supuesto que podría hacerle daño porque ya sé que ella esconde un poder...uno que podría resultar una amenaza si no hago nada al respecto, así que coopera o además de perjudicarla a ella a ti te mandaré a azotar hasta que la piel se te caiga.

La mujer comenzaba a sollozar y puso sus manos contra la de Ébano, quería soltarse inútilmente.

-Ébano, ¡Ya vámonos!.- Gritó Érebo frustrado.

Ébano estaba agitada y con mucha rabia por dentro, gracias al jalón que le dio a la mujer, partes de sus cabellos se habían retirado de su rostro y uno de sus ojos cobaltos la miraban con lágrimas.

-Ojalá yo hubiera sido una prioridad y no sólo un cero a la izquierda.- Especulaba Ébano.- Si tan sólo todo el afecto fuera para mí, todo habría sido diferente...no sólo el tuyo, sino el de todos...

-Por favor...no hagas daño a nadie...

-¿A Saida? Tú no quieres que le haga daño a Saida, sólo te importa ella.

-Y tú...-Ébano respiraba agitadamente, veía cierto brillo en ese ojo, lo que sentía en esos precisos momentos era lo mismo que sentía cuando quería deshacerse de Saida- Yo no te hice nada, no puse ningún poder sobre ti.

-Mira, estás impacientándome...

-Por favor, por favor...haré lo que tú me digas, lo que quieras...pero no le hagas daño a nadie más...ni a Saida...por favor.

-¿En serio? ¿Harías lo que fuera?

-Por supuesto, lo que sea...

-Muy bien...entonces, quiero que olvides cada recuerdo de Saida...que te olvides por completo de ella y sobre todo lo que sientes hacia ella, si lo haces...te dejaré en libertad y tendrás mi protección pero si estás en mi contra te juro que te arrepentirás de cada movimiento.

La mujer titubeaba, su labio inferior temblaba estrepitosamente.

-No me hagas esto...

-¿Por qué no? Para ti puede ser muy sencillo, por eso tienes el poder de crear sentimientos además de disolverlos...intenta contigo y no le haré daño...lo digo en serio, tienes mi palabra.

Después de varios segundos de silencio, la mujer terminó asintiendo como si se sintiera forzada, era lo mejor que podía hacer por el momento.

-Está bien...lo haré...

Ébano sonrió maliciosamente y poco a poco fue cambiando a una de alegría. Soltó a la mujer y se puso completamente de pie.

-A partir de ahora, tú serás la encargada de cavar tu tumba si me traicionas.- Se giró a sus espaldas donde vio al guardia en la entrada.- Libérala...y Kesia.- La mujer la miró atenta.- Serás la encargada de atenderla, si necesita algo también puedes proporcionárselo...y...prepárale una habitación más digna y un buen baño.

Ébano salía de la celda sin volver a ver a aquella mujer, Érebo la siguió con altanería, no estaba nada de acuerdo con lo que acababa de hacer.

El guardia entró a la celda y le quitó las cadenas a la mujer. Kesia se arrodilló y puso sus manos en los brazos de la mujer quien seguía sollozando.

-Tranquila Cereby...todo saldrá bien, estás bien...me da tan ta alegría volver a verte después de tanto tiempo.- Expresaba Kesia nostálgica a la vez que le separaba el resto del cabello de la cara.

-Kesia...yo también te extrañé.- Kesia no pudo más y la abrazó largamente. El guardia salió de ahí dejando a las mujeres a solas.

-Quería intervenir pero iba a ser peor.

-Y estuvo bien, al menos ha prometido no hacerle daño a nadie, ni siquiera a Saida.

-¿Y tú le crees?

-Es lo único que me queda por creer.

-¿Y lo cumplirás?

-Tendré que hacerlo, si no ella estará en problemas y sabes que Saida no puede morir.

-Lo sé y estoy consiente pero ella no debe saber quién es...

-¿La has visto?

-No, para nada...pero...¿Qué pasará ahora que le has dicho que borrarías los sentimientos hacia ella?

Cereby intentaba estar más cómoda sentándose con más libertad ahora que no tenía aquellas cadenas.

-No lo sé, tengo que pensar...pero también tengo que buscar el bien de ella.- Suspiró.- Tengo que buscar el bien de mis hijas...

Días después...

Centro de Atenas.

Ambrosía estaba en su salón de yoga acompañada de varias chicas.

-Ya estás mucho mejor.- Le dijo Ambrosía a Mary Anne mientras le ayudaba con sus ejercicios. Mary Anne estaba costada sobre el piso de madera, se sentía mejor desde que salió del hospital. Ambrosía se había encargado de ayudarla a sentirse más tranquila además de los movimientos de sus piernas, ya no era necesaria la silla de ruedas.

-Como tú dijiste, ya me siento mejor, creo que ya no deberíamos practicar estos ejercicios.- Decía Mary Anne mientras que Ambrosía le ayudaba a estirar una pierna y Sory estaba con la otra.

-Deja de protestar que son órdenes del médico.- Le regañó sutilmente Sory.

-Pues yo creo que está exagerando.- Mencionaba Mary Anne.

Ambrosía y Sory dejaron de flexionarle las piernas a Mary Anne y se quedaron sentadas en forma de loto.

Mary Anne se iba levantando poco a poco y fue sentándose de la misma manera que ellas.

-Ahora que hemos terminado con los ejercicios de piernas, comenzaremos con las meditaciones y ejercicios de respiración.- Explicaba Ambrosía con suma paz.- Inhalen...profundamente...-Ambrosía se mostraba muy profesional, Sory y Mary Anne le copiaban los movimientos.

A unos cuantos metros de ahí se encontraba Cassandra quien andaba muy arreglada y muy apresurada, había terminado de organizar ciertas cosas ahí y luego iría a la escuela de sus hijos, era el día de la presentación que harían. Cassandra se cepilló rápidamente el cabello y observaba su maquillaje en uno de los grandes espejos del salón. Luego anduvo de allá para acá con desesperación. Ambrosía trataba de concentrarse pero el ruido de los tacones de su prima eran irritables, parecía que Cassandra se mostraba muy antipática con aquellas actividades.

-¿Dónde la dejé?.- Preguntaba para sí la castaña y volvía a hacer un recorrido por el salón. Ambrosía respiró profundamente y abrió los ojos mirando directamente a su prima pensativa.

-¿Podrías dejar de hacer tanto ruido? Como podrás ver, estamos haciendo meditaciones.

Cassandra enarcó una ceja y sonrió con mucha diversión.

-Creí que se estaban durmiendo.- Comentó la castaña haciendo que Ambrosía se ofendiera.

-¿No tenías que irte a ver a tus hijos?.- Preguntó a modo de indirecta, lo que quería era que se fuera o dejara de hacer tanto escándalo.

-Y en eso estoy, pero no encuentro la cámara...-Miró a su izquierda y vio la cámara colgando en un perchero, rápidamente fue hacia ella y la puso alrededor de su cuello.- Ahora sí, ya me voy...no quiero llegar tarde.

-Alabado sea Buda.- Comentó Ambrosía volviendo a cerrar los ojos. Cassandra torvo una sonrisa altanera y como amaba sacar de quicio a su prima, antes de salir dio varios golpes en el piso con sus zapatillas. Ambrosía se tensó y puso sus manos en la cabeza. Sory comenzó a carcajearse y Mary Anne sonrió agradable, segundos después y con una victoria se fue Cassandra.

-Ya guarda la calma....se ha ido.- Dijo Sory viendo a Ambrosía más tensa a como estaba cuando llegaron.

-Qué bueno, estaba estresándome mucho.

-¿Y tú no irás a ver a tus sobrinos?.- Preguntó Mary Anne.

-No puedo, en unos minutos empiezan las clases y luego tengo que irme a la tienda.- Explicaba Ambrosía.- Ya me enseñará las fotos Cassandra.- Sonreía la chica.

Escuela.

Todos los niños estaban preparándose para realizar la obra de teatro que habían estado practicando y además de entregarle los obsequios que habían hecho a sus respectivos padres.

Shura estaba en la segunda fila y observaba ansioso el reloj y luego pasaba sus manos por sus cabellos oscuros, Kanon estaba a lado y no dejaba de tocarse la corbata. Saida estaba a lado de én y lo miraba hostigada.

-Llevas casi dos horas queriéndote quitar la corbata.- Comentó la pelirroja.

-Claro...odio los trajes, no es mi estilo.- Dijo Kanon.

-Eso lo puedo ver pero...no te ves mal.- Mencionó Saida amablemente. Kanon le miró divertido y por fin se dejó la corbata. Acercó su boca hacia el oído de Saida.

-Deja de verme de esa manera, ya sé que quieres quitarme este traje pero hay niños alrededor.- Saida inmediatamente se puso roja y muy apenada y pronto golpeó a Kanon con su bolsa.

-Eres un tonto...tú no digas esas cosas que te van a escuchar los niños.- Dijo la pelirroja, Kanon comenzó a reírse.

-De verdad que no hay seriedad en ti ni en un momento como este.- Decía Dione quien había escuchado todo.

-Sólo era una broma...y este momento no es nada serio, sólo escucho niños gritando y corriendo.- Se defendía Kanon.

-Pues lo es para mí porque mis hijas van a actuar.- Se cruzaba de brazos Dione.

-Se van a ver lindas con sus disfraces.- Le seguía Saida.

-Demasiado.- Dione ponía sus manos en sus mejillas.- Cuando las vi no dudé en irlas a abrazar.

Kanon levantó las cejas mientras las escuchaba.

-Son bien cursis ustedes.- Comentó y de inmediato las dos chicas lo encañonaron con la mirada.

No muy lejos de ahí estaba Kira quien se había ido al baño, había llegado con Dione y los demás. Sus azulados ojos miraban por todo el salón en busca de Dohko...aunque estuviera decepcionada y enojada con él, muy en su interior quería verlo y vaya que lo iba a hacer puesto que su hijo estaba por actuar. Avanzó hasta donde estaba Dione y lo vio llegar, se le detuvo el corazón. Dohko iba bien formal y en compañía de Shion quien parecía estar más emocionado. Dohko también había visto a Kira, de hecho siempre la veía el problema era que no quería dirigirle la palabra y la vez que se acercó mucho a ella terminó con un florero estampado en su cabeza, antes y no lo mató. Kira se mostró indiferente casi a fuerzas y se sentó a lado de Dione incluyéndose en la plática, fuera la que fuera.

-Ahí está...-Dijo Dohko sensible. Shion miró a Kira rápidamente, era lógico que aparentaba n o haber visto a Dohko. Shion miraba a su amigo deprimido, de hecho nunca lo vio así.

-Dale tiempo.

-¿Cuánto más? ¿Hasta que mi hijo vaya a la universidad?.- Cuestionó desesperado.

-No exageres, sólo deja que se enfríen las cosas, ya te lo dije.

-Igual que Shiryu...mejor vamos a sentarnos.

Pocos momentos después entró Cassandra y de inmediato vio a todos, sobre todo a Shura quien se levantó fastidiado.

-¡Hasta que llegas mujer!.- Le exclamó. Cassandra frunció el ceño después de saludar a todos y acercarse a lado de Shura.

-No seas escandaloso, ni que hubiera tardado demasiado.

-¡Pues si lo hiciste!

-No está tan lejos Shura, no hagas drama que terminarás saboteando la obra de los niños.- Shura comenzó a bufar.

-Eres fastidiosa mujer.

-Ya cállate o veles a dar una clase de drama a los niños.- Cassandra se sentó y Shura hizo lo mismo pero el coraje no se le pasaba.

Aioros y Aioria también estaban presentes y observaban todos aquellos líos en los que estaban involucrados sus compañeros. Aioros estaba muy emocionado de ver a Darlenne, él había sido una fuente de tranquilidad para ella pues no podía dormir en la noche por los nervios.

-Has esperado este momento desde hace días.- Decía Aioria.

-Por supuesto, es mi hija y...es imposible no sentirme así.

-Lo entiendo, ya me veré cuando mi hijo esté en esa edad.

-No falta mucho.- Reía Aioros.

Mientras tanto...

-Muy bien niños...¿Ya están listos?.- Les preguntaba Danna.

Los niños estaban con sus disfraces los cuales representaban las estaciones del año, varios contestaban positivamente mientras que otros no querían salir.

-Yo no quería ser un árbol.- Dijo Brissia cruzándose de brazos.

-A mí me gusta el mío.- Dijo Venus con una cesta en sus manos, ella tenía un disfraz de conejo.

Hikaru era igualmente un árbol y Franco una hoja gigante de maple. Darlenne estaba muy nerviosa de participar y sobre todo porque era la primera en salir al escenario.

-Tu disfraz es muy bonito.- Le decía Venus a Darlenne, su disfraz era una flor blanca.

-Me gusta pero no quiero salir...tengo miedo.

-Yo también.- Dijo Brissia y los demás asintieron.

Danna dio unas palmadas llamando la atención de todos.

-Bien niños, ya es hora.

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