Planes y complicaciones
Templo de Géminis
Las gemelas y de Darlenne habían estado muy emocionadas de jugar con los obsequios, de hecho, habían improvisado escenas divertidas y femeninas con las muñecas pero requerían ayuda con los muñecos masculinos así que invitaron a los caballeros a jugar.
-De ninguna manera, soy un caballero...debo defender a Athena, al Santuario y a mi hombría con todo mi ser.
Habían sido las palabras de Milo y Shaka, aunque no dijo nada y le parecía demasiado exagerado lo que dijo Milo, también estaba en desacuerdo a jugar a las muñecas. Todo eso había pasado hasta que...
Habían pasado ya dos horas desde que se habían quedado cuidándolas y el ambiente había estado lleno de risas pero ahora había adquirido una tensión dramática y sin palabras. Las tres pequeñas estaban sentadas alrededor de las casitas de juguete, viendo la escena representada con las muñecas y sin palabras, estaban en shock y muy sorprendidas.
-¡Ya basta! ¡Te he pedido tiempo Miloberto! ¿Acaso no lo entiendes?.- Decía Milo agudizando la voz y manejando una muñeca de cabellos negros. En su otra mano tenía un muñeco.
-Realmente no lo entiendo, soy muy atractivo, irresistible, todas la mujeres quieren tenerme...¿Y tú me pides tiempo?.- Fingió una risa varonil.
-¡Ana Ambrosí! Por favor, hazle entender a Miloberto que quiero enfocarme en nuevos horizontes.
-¿Qué te puedo decir Soraya Magdalena? Ni siquiera yo me entiendo.- Dijo esta vez Shaka imitando también una voz femenina y manejando igualmente una muñeca.- ¡Estoy muy confundida!
-Y muy distraída al parecer.- Dijo un muñeco que manejaba.
-Ya entiendo todo...¡Me engañas con Shakarlos!.- El muñeco apuntaba a otro.
-No tienes remedio, eres un egoísta, mejor me voy.- Dijo Soraya Magdalena yéndose de ahí "supuestamente".
-Jum, yo necesito hablar con alguien, tengo tanto que decir...-Decía Ana Ambrosí.
-Habla conmigo, para eso somos amigos.- Dijo Shakarlos.
-No...no puedo hablar contigo, mejor hablaré con tu pupilo Shivanstro, hasta luego.- También se fui la muñeca. Los dos muñecos se quedaron en el centro de la escena.
-Voy a decirle a Shivanstro que lave los coches y limpie la casa día y noche para que no pueda hablar con Ana Ambrosí...¡Lo cumpliré porque me llamó Shakarlos!.- El muñeco voltea a ver a su compañero quien estaba tirado en el suelo, girando de allá para acá.
-¡Esa mujer está loca! ¡Se ha atrevido a rechazar a Miloberto!.- Se levanta.- No...no me daré por vencido, descubriré que le pasa cueste lo que cueste...¡Atropellaré con el porche de Barbie a ese canalla!
Las niñas estaban boquiabiertas por lo que veían y luego se miraron entre sí sin saber qué decirse; era algo realmente impactante.
***
Oficina Mouskouri
Ébano estaba sentada en su silla tras el escritorio pensando en la maldad reciente que había hecho. Separar a Saida y a Kanon había sido tan fácil al igual que haber mandado a lastimarla y aunque resultaba algo satisfactorio, cada vez era más común sentirse culpable y lo detestaba. Saida estaba prefiriendo desaparecer del mundo, podía sentirlo en su piel, ella estaba sufriendo mucho por su causa. No podía ser Némesis, ella habría estallado ya. ¿No era demasiado? Ni siquiera una muestra de su despertar. Después de todo, ella estaba en lo correcto, su hermana no era nadie que fuera una amenaza.
-Señorita Mouskouri.- Llamó un hombre de traje en la puerta, ella alzó su mirada aguamarina.
-¿Qué necesitas?
-Lamento interrumpirla, vengo a hablar sobre la fiesta de aniversario de empresas Mouskouri que estaba programada a celebrarse el por la noche.- Explicaba el hombre sin ninguna intervención por parte de Ébano.- ¿Desea que la cancele?
-¿Por qué harías tal cosa?.- Preguntó desconcertada.
-Bueno pues...las noticias sobre la salud de su hermana la señorita Saida Mouskouri volaron rápidamente y lamentamos mucho lo que le pasó, comprenderemos si desea cancelar la ceremonia.
Ébano suspiró y se levantó de la silla, caminó frente al escritorio y se recargó en él mientras cruzaba los brazos.
-No, la ceremonia seguirá en pie.- Dijo asombrando al hombre frente a ella.- Es el aniversario ochenta y cuatro de la cadena Mouskouri, de ninguna manera puede cancelarse...además, mi hermana ya se encuentra fuera de peligro, esta fiesta será también en honor a ella, sé que estará agradecida.
-Oh...de esa manera, entonces los planes continúan normales.
-Así debe ser, ahora deja que continúe con mi trabajo y encárgate de los invitados lleguen a tiempo y se sientan cómodos en la noche.
-Claro que sí señorita, así será.- El hombre cerró la puerta dejando a Ébano sola de nuevo.
Ella volcó los ojos, preferiría no tener que dar explicaciones. ¿Para qué? No tenían ningún sentido además de que a nadie debía importarle y mucho menos deberían hacer tantas preguntas respecto a lo que le sucedido a Saida, ya muchos se preguntaban por qué la policía no estaba investigando y por qué su estado era privado. Los humanos llegaban a ser demasiado exasperantes. Ébano dio media vuelta y buscó algunos papeles del escritorio, estaba segura que ahí había guardado la lista de alimentos que le había dado el médico. Ella no se había sentido nada bien y se sentía cada vez más vulnerable a pesar de ser una diosa; seguramente era por ese dichoso embarazo maldito.
La puerta se escuchó abrirse y Ébano se molestó enseguida, era muy estricta si de privacidad se trataba.
-Ya te he dado las órdenes Menúa, así que déjame en paz.
-A mí no me has dado ninguna.
Ébano abrió sus ojos de golpe y se giró de nuevo para ver a aquel hombre alto de ojos grises frente a ella; ahí se presentaba de nuevo su fragilidad ante él.
-¿Qué haces aquí?
-¿No es obvio? Vine a aclarar unas cosas contigo.- Dijo Tristán cruzándose de brazos.
-Lo único que podemos aclarar es sobre el paradero de Némesis, ninguna otra cosa.
-Yo creo que sí...comenzando con el embarazo.
Al escuchar la palabra con tanta seguridad hizo titubear un poco a Ébano.
-Mi hermana ha perdido a su hijo, es una pena pero no se puede hacer nada más.
-No hablo de esa mentira creada por ti, hablo de tu embarazo.- Ébano se quejó en seco. ¿Qué tanto sabía Tristán? Sea como sea que se haya enterado, había sido muy astuto para averiguarlo. Tristán fue acercándose con semblante neutral, examinaba cada reacción de Ébano.
-Yo no estoy embarazada.- Afirmó sin bajar la mirada.
-De tu boca no salen más que mentiras.
-¿Crees saber mucho de mí?.- Sonrió tratando de zafarse de su mira.
-Sé mucho más de lo que piensas, como por ejemplo...el ataque a tu hermana.- Ébano dejó de sonreír poco a poco y fue inquietándose.- También el acuerdo que tuviste con el médico sobre el falso embarazo de ella, o mejor aún, tú embarazo. ¿Por qué te empeñas en querer mentirme aun sabiendo la verdad?.- Ébano no dijo nada, sólo negó con la cabeza y fue acorralándose más al escritorio mientras Tristán se acercaba más.- Puedo sentir tu nerviosismo...y puedo percibir...-Tristán se acercó aún más a ella. Ébano sintió la respiración de Tristán acariciando su cuello y cómo sus labios apenas rozaron su piel, fue inevitable no sentir cosquilleos.- Puedo percibir hasta tus deseos...-Tristán se separó y examinó en la mirada clara de Ébano tantos sentimientos revueltos.- Sé lo mucho que deseas que yo te toque y que mi sola presencia debilita tus sentidos.
-Eres tan arrogante pero te equivocas...tal vez eres tú el que quiere sentir eso.- Tristán esbozó una sonrisa vacía.
-¿Quieres asegurarte de quien va a perder?.- Sonrió con picardía.
Tristán fue deslizando su mano por el brazo de Ébano muy despacio y podía sentir cómo su piel se erizaba. Ébano quiso quitarse por el cosquilleo pero deseaba que Tristán llegara más lejos. Tomó uno de los tirantes de su blusa y lo su bajando por su hombro. Tristán también apartó el largo cabello negro de Ébano del cuello y fue deslizando sus labios en seco. Ella se tensó mientras movía sus piernas y ponía sus manos en el pecho de él. Tristán no tenía ninguna intención de alejarse y terminó de acortar la distancia, podía sentir los latidos del corazón de Ébano. Los besos a su cuello fueron más intensos y difícil de creer que no pudiera dejar marcas aunque eso era en lo que menos pensaba ella.
-Detente.- Dijo Ébano apenas con fuerza de voluntad. Tristán separó sus labios de su cuello y la miró fijamente. Estaba incrédulo ante lo que escuchaba.
-Sigo sin creerte.- Dijo en susurros roncos. Sus manos subieron y sus dedos se enredaron con su abundante cabello oscuro, acercó su rostro al de él y sus labios posaron los de ella sin sutileza pero con exquisito placer.
Ébano no puso más resistencia y correspondió a sus besos intentando tomar el mismo ritmo en ellos. Sus suaves manos se colocaron en el cuello de Tristán. No había espacio para su respiración, era difícil tomar aire con tanta pasión acumulada. Habían pasado miles de años desde la primera y única vez que se besaron, antes de todas aquellas traiciones. Ella estaba perdiéndose en los recuerdos y en los únicos sentimientos de amor que había ocultado, sentía cada roce y temblaba ante la excitación. Tristán por el contrario tenía las acciones bien medidas y mientras la besaba, no dejaba de verla, observaba cómo ella se concentraba en las sensaciones. Él bajo una de sus manos, tocando partes del cuerpo de ella mientras la bajaba y llegaba a sus piernas. La sentó en el escritorio completamente y acarició con las yemas de sus dedos las rodillas, tenía intenciones de ir más allá. Sin siquiera pedírselo, fue metiendo su mano entre sus piernas y su falda, los roces intencionados hacia sus piernas hizo que Ébano abriera los ojos y fuera desabotonando la camisa de Tristán pero de inmediato él la detuvo.
-¿Qué?.- Preguntó ella en reacción a lo que él le impedía.
-Sólo concéntrate en lo que tú sientes, yo lo haré por mi parte sin necesidad de que me quites la ropa.- Le dijo con tanta calma que terminó por mantenerse quieta.
Su mano fue entrando más y sus dedos rozaron su braga. La intensidad del tacto provocó que ella tomara su falda y la subiera más arriba de sus muslos, así fue más fácil abrir las piernas e invitarlo a que la explorara sin tantas barreras. Tristán sonrió de lado al verla e iba a proceder a introducir sus dedos en ella.
-Antes de que sigas...quiero que me respondas algo.- Tristán la miró neutral.
-Se supone que no íbamos a hablar.
-Pero hay algo que aun no comprendo.
-¿Quieres saber por qué estoy haciendo esto?.- Se adelantó.
-Sí pero no quiero saber eso ahora.
-No me pregunto cuál sea tu curiosidad entonces.
-Es sobre el interés hacia mi hermana.- Habló sin amedrentarse.- Es muy notable cómo la defiendes cada vez que puedes. ¿Se puede saber por qué?
-¿Por qué pones de por medio a tu hermana?
-No intentes mentirme, sé que la has ayudado. Hay algo importante que me estás ocultando ¿no? ¿Es sobre Némesis?
Tristán volcó los ojos con severo hastío y se separó inmediatamente de ella como si se tratara de fuego y resurgió aquella indiferencia en sus ojos plateados.
-No...no es nada importante ni nada que no sea evidente, creo que es fácil de darse cuenta.
Ébano frunció el ceño ante lo dicho, no había comprendido exactamente a lo que se refería.
-¿De qué?.- Preguntó.
-Que Némesis o cualquier ser humano, incluía tu hermana...me importan más que tú.- Las palabras habían sido como cuchillo para Ébano aunque no quisiera demostrarlo. Si algo tenía que admitir en su vida, era que le había dolido lo que le dijo. No había ningún sentimiento de por medio...nada.- Es la primera vez que me socializo con humanos y créeme, los prefiero antes que a ti...eres despreciable Nix...todo lo que haces es despreciable.
-Lárgate.- Le ordenó esperando que en eso sí le hiciera caso pero al parecer, Tristán tenía muchas más cosas qué decir ahora.
-Además, no me puedes prohibir nada y si le hablo a tu hermana o a cualquier otro pariente que tengas...eso no te importa.- Tristán estaba muy enojado con las interrogantes de Ébano que no le importó si la hacía sentir mal o si alimentaba su juego.- Me decepcionas, no eres la misma joven que una vez aprecié...mientes con impulso y haces daño sin argumentos, alguien como tú...aunque seas una diosa...no merece el más mínimo afecto.
-¡He dicho que te largues!.- Le gritó y le empujó hacia atrás pero él apenas se movió. Tristán sonrió y asintió con la cabeza.
-El destino juega con las mismas armas empañadas, incluso también a ti...yo cuidaría mejor lo que hago.- Se dio medio vuelta y salió de ahí.
Ébano puso sus antebrazos en el rostro y maldijo muchas veces mientras brotes de lágrimas salían de sus ojos. Eran brotes de frustración, no de dolor; se quería convencer de ello. ¿A qué había venido todo aquello? De haber sido pronunciadas por alguien le había valido un pepinillo y lamentarían por tal atrevimiento...pero había sido él...él. ¿Por qué? ¿Con qué intención? Aunque él lo había dejado claro, era muy difícil no sentirse celosa. ¿Qué había hecho Némesis para ganarse su afecto y ahora su lealtad? ¿Por qué ahora Saida parecía resultar ser más importante para él?
***
Nubia, Dione y Saga habían vuelto a emprender camino al Santuario, llevaban un par de horas caminando y a diferencia de otras ocasiones, esta vez se habían topado con una carretera. Caminaron un poco más, siguiendo el camino de asfalto y llegaron a la base.
-¿Qué hacemos aquí?.- Preguntó Saga.
-Siempre tan paciente...vamos a tomar un camión.
-¿Camión?.- Preguntó incrédulo. Nubia mostró ligero fastidio con la mirada.
-Les facilito las cosas y todavía ponen peros...si quieren caminar, háganlo ustedes, yo ya me aburrí de hacerlo.
Saga se dirigió hacia Dione quien estaba de brazos cruzados.
-También estoy cansada y quiero ya estar con mis hijas, así que podríamos tomar transporte y facilitar las cosas.- Dijo Dione.
-Creí que estabas enojada y ahora me apoyas.- Dijo Nubia con mofa.
-Sigo molesta contigo.
-No lo estarías si no estuvieras de preguntona y no fueras tan metiche.- Contraatacó la morena.
-Ya basta...-Advirtió Saga perdiendo la paciencia.
-Yo sólo quería ayudar.- Dijo Dione ignorando a Saga.
-Ayudar...a esparcir chismes.- Completó Nubia.
-¡Ya basta!.- Exclamó Saga y ambas chicas le miraron.- Aún nos falta mucho por recorrer, deberíamos llevarnos mejor...Nubia, deja de molestar a Dione y....amor, deja de ser tan curiosa.
Se limitó en sus palabras y aunque parecía que ambas iban a protestar, tuvieron que aceptar e ir por boletos para el transporte. Nubia aún tenía algo de dinero que había "tomado" por ahí y enseguida subieron al bus con dirección a Atenas.
***
Santuario
Templo de Géminis
-¿Qué harás ahora Miloberto?.- Preguntaba Shakarlos mientras seguía al ken moreno.
-Iré a buscar a Soraya Magdalena, tiene que escucharme.
-¿Qué no había dicho que la dejarás en paz?
-Eso mi querido amigo Shakarlos, significa que quiere que la busque...¡Vamos a la mansión de Barbie!
Ambos muñecos fueron a la mansión y se quedaron observando una escena que los dejó sorprendidos. En el balcón estaba Ana Ambrosí, admirando a quien estaba abajo...era nada más y nada menos que Shivanstro cantando; le estaba dedicando una serenata. Shakarlos no podía creerlo y se llevó las manos a la cabeza.
-¿Qué piensas hacer Shakarlos?.- Preguntó Milberto.
-Todavía me lo preguntas...trataré de resolver las cosas como se deben.- Dijo Shakarlos tomando una piedra imaginaria y la lanzó hacia Shivanstro quien cayó desmayado.
-¡Shivanstro!.- Gritó Ana Ambrosí.
Miloberto miró a Shakarlos sin comprenderlo.
-Dijiste que harías las cosas como se deben.
-Y lo hice, era necesario...ojalá pierda la memoria y así lo separaré de Ana Ambrosí.- Dijo Shakarlos muy orgulloso.
De la mansión, iban saliendo Soraya Magdalena y otro hombre. Miloberto al verlo, casi cae desmayado también.
-No puede ser...¡No!.- Gritó Miloberto.
-¿Qué te ocurre?.- Preguntó Shakarlos.
-¿Has visto quien salió con Soraya Magdalena?.- Shakarlos vio a los dos que salían de la casa y auxiliaban a Shivanstro.
-¿Hablas de aquel hombre formal de ojos azules, sonrisa imborrable y peinado perfecto?
-Sí...
-¿Y qué tiene?.- Preguntó sin interés.
-Es...es...¡Camus Eulalio Tercero Junior!...Mi mejor amigo....- Shakarlos se llevó de nuevo las manos a la cabeza, todo tomaba un ambiente dramático.
-¿Y qué hace ahí?
Miloberto se iba quitando su chalequito de plástico y lo aventó al piso sin contemplaciones.
-¡Yo lo mato!.- Gritó Miloberto mientras se iba acercando a la escena.- ¡Camus Eulalio Tercero Junior!
El otro muñeco se giró con formalidad y elegancia a verlo, se trataba de su mejor amigo.
-¿Qué haces aquí Miloberto?.- Preguntó Camus Eulalio.
-Esa es la misma pregunta que te hago.- Dijo con molestia y volteó a ver a Soraya Magdalena.- ¿Él es la razón de "quiero tiempo"?
-Miloberto, es suficiente...tú no sabes lo que siento.- Dijo Soraya Magdalena al borde del llanto.- Y por si no fuera poco...golpeas a Shivanstro.- Seguía inconsciente.
-Yo no fui, fue Shakarlos.- Lo señaló. Ana Ambrosí iba saliendo de la mansión y escuchó lo que dijo Miloberto.
-Shakarlos...¿Cómo pudiste?
-Yo eh...él me provocó.- Culpó a Shivanstro.
Ana Ambrosí fue con Shivanstro y se acostó en su pecho.
-¡Un médico! Llamen a un médico.
-Yo soy médico.- Dijo Camus Eulalio.
-¿Eh?.- Se sorprendió Miloberto. Soraya Magdalena lo veía con más amor.
-¿Qué tiene Shivanstro?.- Preguntó Ana Ambrosí. Camus Eulalio le tomó el pulso y negó con la cabeza.- Lo siento...Shivanstro ha...muerto.
-¡No!.- Gritaba con dolor la chica.
-Triste noticia...pero la vida debe continuar, Ana Ambrosí, ahora sí podemos estar juntos.- Dijo Shakarlos.
-No...no puedo estar con un asesino, llamaré a la policía.
-¿Qué? Yo no hice nada...además no hay ningún policía aquí.- Afirmaba Shakarlos.
-Yo soy policía.- Dijo Camus Eulalio.
-¡¿Eh?!.- Expresó Miloberto.
-Shakarlos, quedas arrestado por el homicidio de Shivanstro, tienes derecho a guardar silencio...ahora, súbete al porche de lujo de Barbie y espérame ahí.
Shakarlos resignado y siendo odiado por Ana Ambrosí, subió al porche.
-Voy por mi ropa de luto.- Decía Ana Ambrosí entrando a la mansión.
Miloberto se quedó con Soraya Magdalena y Camus Eulalio, al verlos, recordó su propósito al estar ahí.
-Soraya Magdalena, sé que soy egoísta y que me encantan las mujeres...no te ofrezco mi lealtad ni un traje finísimo, ni un peinado perfecto ni una estúpida sonrisa en el rostro.- Decía observando a Camus Eulalio.- Pero por favor, no te vayas con él.
-Demasiado tarde Miloberto...yo no decidí a quien amar.- Decía Soraya Magdalena.- Amo a Camus Eulalio Tercero Junior.
-¿Qué? ¡Pero es mi mejor amigo!
-Lo sé pero...él me entiende mejor, me acepta por cómo soy y...es médico y policía.
-Pero...pero...¡Me has engañado todo este tiempo! ¡Casquivana!.- Decía al borde de un colapso.
-Será mejor que le digamos la verdad.- Decía Camus Eulalio tomando de la mano a Soraya Magdalena.- Miloberto...Soraya Magdalena y yo, vamos a tener quintillizos.
-¡¿Qué?!
-Y no sólo eso, sino que también nos vamos a casar en dos meses...es más, ahora mismo.
-Pero...¿Cómo qué ahora? Ni siquiera hay un cura que los case.
-También soy sacerdote.- Dijo Camus Eulalio.
-¡Es el colmo! Primero eres médico, luego policía...y también sacerdote. ¡¿Cómolo haces?!
-Ese es mi secreto Miloberto...soy un Ken multiusos.- Dijo con su misma gran sonrisa.
-¡No!.- Gritaba Miloberto mientras giraba en el suelo con desesperación.
Milo gritaba mientras manejaba a un ken y Shaka esperaba que el otro muñeco que manejaba Milo, Camus Eulalio, subiera al porche y lo llevara a la policía.
Las gemelas y Darlenne habían dejado de ver cómo jugaban ambos y estaban viendo la televisión. Mu, Aldebarán y Shura habían terminado de entrenar y se dirigían a Tauro para comer de lo que había cocinado Aldebarán pero en el transcurso, se toparon con las pequeñas quienes estaban sentadas tratando de ignorar a Milo y a Shaka. Les pareció más raro aún que los supuestos niñeros no estuvieran con ellas pero si estaban entretenidos con las muñecas. Se quedaron ahí varios segundos esperando que todo lo que veían fuera mentira...Shura lamentaba no llevar una cámara consigo.
-¡Miloberto! ¡Lánzale una roca!.- Decía Shakarlos.
-Lo voy a despeinar y le pintaré su porche de lujo de Barbie.
-Cuánta rudeza.- Decía Shura.
Milo y Shaka miraron hacia atrás espantados y escondieron los muñecos que tenían en las manos.
-¿Qué estaban haciendo?.- Preguntó Aldebarán riendo.
-Nosotros...nada nada...¿Por qué preguntas?.- Dijo Milo.
-Creo que nos perdimos las peleas de Barbie.- Dijo Shura queriendo morir de risa.
-No eran peleas de Barbie...eran de los Ken.- Corrigió Milo.
-Estábamos...revisando los juguetes, no es lo que piensan.- Añadió Shaka.- Las niñas querían jugar con ellos.
-Exacto y nosotros debíamos asegurarnos de que no fueran peligrosos.- Dijo Milo.
-¿Y lo fueron?.- Preguntó Mu incrédulo y al mismo tiempo divertido.
-No...sólo Miloberto y Shakarlos.- Dijo en voz baja Milo y Shaka lo codeó.
-¿Quiénes?.- Preguntó Aldebarán.
-Nada nada...¡Niñas! Ya pueden jugar, los juguetes son seguros.- Dijo Milo mientras las niñas se iban acercando. Milo acariciaba los cabellos azules de Venus.- Aquí tienes tu muñeco, es confiable.
-¿No quieres llevarte a Miloberto? Te encariñaste mucho con él y tú le pusiste el nombre.- Dijo Venus.
Milo sentía que el alma se le salía del cuerpo, no estaba seguro si quería mirar a sus compañeros.
-¿Miloberto?.- Pregunto Shura intentando no morirse de risa.
Darlenne miró a Shaka y le sonrió.
-¿Y tú no quieres llevarte a Sha...?
-Creo que es hora de que coman algo, ya es tarde.- Interrumpió Shaka antes de que también quedara en más ridículo.
-Íbamos a comer a mi templo. ¿Qué les parece si vamos todos?.- Preguntó Aldebarán.
***
Hospital.
Saida estaba aún recostada en la camilla. Su semblante era neutral y su mirada perdida en la pared. Se sentía infeliz, todo lo que la había hecho reír antes de felicidad ya no existía. Todo se le había derrumbado tan rápido, incluso se había arrepentido de haberse regresado a Atenas. ¿Para qué volver a buscar a Kanon? Se habría ahorrado este dolor si hubiera salido adelante con su vida. Escuchó la puerta abrirse, no quería hablar con nadie.
-Quiero estar sola.- Pidió en voz quebrada y débil.
-No creo que eso sea lo que quieres.- Dijo Tristán. Saida reconoció la voz pero voltearse a verlo directamente era doloroso; el cuello le dolía al igual que todo el cuerpo.
-Tristán...por favor...
-Ya te dejé muchas veces sola, como me lo pediste...esta vez no lo haré.
-No me siento bien.
-Puedo ayudarte.- Se acercó más a ella.
-No, nada podría ayudarme.
Tristán tomó su mano, ella se quejó con molestia y él acunó con sus manos la suya. Saida sintió calidez y tranquilidad, valía la pena dirigir su mirada hacia él.
-Yo puedo hacerlo, yo puedo curarte físicamente, de lo demás...tendrás que poner de tu parte también.
-Tristán, siento haberte pedido que te fueras cuando querías ayudar, pero en serio...no hay nada que puedas hacer para que me sienta mejor.
-Podemos averiguarlo.- Tristán le sonrió y luego ella vio cómo una luz brillante y azul comenzó a rodearlo a él y luego a ella.
No se explicaba lo que sucedía pero recordó el momento en que ella se curó a sí misma pero esta era una energía con mayor vibración. No dejaba de ver a Tristán y preguntarse quién era él. No lo conocía mucho, quizás nada y ahora con esto, no sabía si temerle o no. Mientras más pensaba, más rápido había acabado Tristán con su energía. Le soltó la mano y sonrió levemente.
-¿Qué hiciste?.- Preguntó temerosa.
-Obsérvalo por ti misma.
Saida levantó sus manos, sus brazos moreteados pero sin dolor. Se llevó las manos al rostro y tampoco le dolía. Aún sorprendida, desprendió la sábana de su cuerpo y sus piernas no presentaban dolores de ningún tipo, observó anonadada a Tristán.
-¿Cómo lo hiciste?
-Es un secreto revelado...uno que no debes decírselo a nadie.
-¿Por qué?
-No deben saber lo que hice ni cómo lo hice...confío en que no se lo dirás a nadie. Iba a curarte desde el principio pero no podía si estabas inconsciente y cuando tuve oportunidades, tú te negabas.
-Yo no sabía que podías hacer esto, no me lo imaginaba.- Aún estaba impresionada.
-¿Puedes levantarte?.- Saida dudó de lo que preguntaba pero así lo hizo, se levantó de la camilla y comenzó a caminar; lo hacía con normalidad. Tristán evitó verla demasiado ya que traía una bata de hospital.- Será mejor que te vuelvas a acostar, yo te traeré algo de ropa.
-Se supone que no puedo irme hasta que no me den de alta.
-Sí, pero ya estás bien y es necesario que nos vayamos, no tardaré.
***
Kanon estaba sentado sobre una acera meditando en todas las cosas falsas que le había dicho a Saida. Verla en ese estado crítico más aparte haberle hecho daño con sus palabras, lo hacían sentir como la peor de las basuras y esperaba de buena fe que esto trajera resultados positivos pues Ébano tenía razón, desde que Saida estuvo cerca de él, ella se metió en problemas y sufría de más. Afrodita quien no recibió ninguna explicación por parte de Kanon cuando salió hecha una bestia del hospital, esperaba a su lado. No sabía cómo hablarle o qué decirle, ni siquiera estaba seguro si estaba enfadado, preocupado, arrepentido, o todo eso y más. De hecho, era de las escasas veces en las que hablaba con Kanon.
-Kanon...sé que corro el riesgo de que me mandes al demonio con lo que voy a preguntar pero...¿Está todo bien?
Kanon lo miró de reojo con expresión confusa, de esas que aseguraban las palabras de Afrodita. Kanon suspiró enseguida.
-Nada está bien.- Respondió sin más. Afrodita sonrió levemente porque su respuesta no aclaró sus dudas.
-¿Saida cómo está?.- De nuevo aquella mirada irritable emergió de aquellos ojos turquesa.
-No sé cómo responderte a eso, lo único que espero es que ella esté bien de ahora en adelante, en cambio yo me siento como una mierda.- Dijo esto último con rabia en la garganta.- Yo sólo le hago daño...estar conmigo la hace sufrir, si me alejo ella estará mejor.
-Ahm, no estoy entendiendo bien Kanon. ¿Es una especie de sacrificio por amor?
-Sí, eso es. Si la hubieras visto Afrodita...ayer cuando estaba conmigo, cuando la dejé en el departamento, ella estaba bien...¿Quién fue el bastardo que le hizo eso? Tengo impotencia por no saber quién fue ni de qué fue capaz de hacerle. Quise regresarme incluso cuando nos subimos a la motocicleta pero ya no sé ni qué está bien ni qué la hará sentirse mejor.
-No te entiendo Kanon. Ella sufre por ti y tú sufres por ella pero por mero gusto. ¿Le dijiste que la amas?
Kanon permaneció en silencio y eso dio una clara respuesta a Afrodita. Él resbaló su mano por su rostro con frustración, no entendía por qué tenían que complicarse la vida con temas de amor "imposible". Pero bueno, tal vez él no era el indicado para juzgarlo porque él no fue capaz de decirle a Sienna que le gustaba y en vez de eso, tuvo conflictos con Ángelo por ella y ambos se la pasaban espiándola.
Afrodita estaba preparado para brindarle una de sus extensas pláticas reflexivas a Kanon cuando fijó su vista hacia alguien que se acercaba corriendo hacia ellos y fue bajando la velocidad a cada momento.
-Hasta que logro encontrarlos, estuve buscándolos desde hace horas.- Dijo Seiya poniendo sus manos en sus rodillas muestra del cansancio.
-Si te manda Athena, mejor regrésate, no estoy de humor para lidiar con esto.- Dijo Kanon irritable.
-Estuvo de acuerdo en que haya venido a buscarlos pero...realmente esa no es la razón por la que estoy aquí.- Se explicaba el joven.
-¿Y por qué no te esperaste a que llegáramos al Santuario?.- Preguntó Afrodita.
-Porque quería hablar con Kanon de algo importante y que no podía decírselo en el Santuario.
-¿Por qué?.- Preguntó rápidamente Kanon.- Lo que sea que tengas que decirme, dímelo otro día. Hoy mi cabeza no aguanta más problemas.
-Yo creo que sería mejor que te enteraras ahora mismo de esto.- Seiya sacó una carta del bolsillo de su pantalón.- Léela y sin detenerte, va a ayudarte a pensar mejor las cosas.
Kanon enarcó una ceja, no sabía de qué otra manera decirle que no le interesaba lo que le fuera a decir sin sonar como un completo monstruo pero terminó por tomar la carta y abrir el sobre, al sacar la hoja reconoció la letra de Dione, es más, conforme leía se imaginaba a ella hablándole y al leer el primer párrafo identifico que la carta iba dirigida hacia él y que la había escrito antes de marcharse. SU interés creció más y más al igual que una rabia irracional.
***
-Amiga, no sabes lo mucho que me preocupé por ti cuando me enteré y sinceramente, creí que estarías peor...-Decía Sienna abrazando a Saida con cierta extrañeza.
Saida se sentía bien y todo había sido gracias a Tristán pero aunque quisiera decirle a Sienna sobre lo sucedido, había prometido no decir nada al respecto.
-No fue tan grave, en la noche me sentí terrible pero con los medicamentos que me dieron, parece que me he recuperado.- Dijo Saida tratando de mostrarse sincera.
-¿Y reconociste al que te hizo eso? ¿No te hizo nada más preocupante?
-No no...y preferiría olvidar ese asunto por el momento, sólo quiero ir a casa.- Dijo sutilmente.
Tristán por otro lado estaba hablando con el médico de Saida quien al haberla visto no se podía creer lo que le había pasado pues ya caminaba bien y las extremidades no le dolían.
-¿Está seguro que la señorita Mouskouri ha pedido que lleven a su hermana a casa? Ella generalmente me informa de toda decisión.- Comentó el médico desconfiando.
-Tiene asuntos de negocios, me ha notificado a mí sobre esta decisión y que debo llevarla a su hogar.- Dijo con seguridad aunque aún no veía en el médico esa confianza.- Si gusta puede marcarle y preguntarle, así se sentirá más seguro...pero ya sabe cómo es de irascible, podría hablarle en un mal momento.
Y vaya que el médico conocía a Ébano y no le agradaba mucho verla enfurecida ni que se desquitara con él.
-No es necesario, adelante, sólo manténganla en reposo y que tome los medicamentos indicados.
-Así será.- Asintió con la cabeza y antes de marcharse, se dirigió por última vez al médico.- También me indicó decirle que el trato acordado con usted sigue en pie, recibirá su dinero siempre y cuando no la moleste con el tema.
-De...acuerdo.- Dijo sin sentirse por completo satisfecho por lo que ha estado haciendo.- Antes de que se vaya, quisiera saber si ella ha seguido las instrucciones que le di.
-¿A Ébano?.- Preguntó frunciendo el ceño.- No me mencionó nada. ¿Todo en orden?.- El médico no dijo nada, otra clara evidencia de que aún no confiaba en él.- Ya le había mencionado antes, soy un amigo tanto de Saida como de Ébano desde hace muchos años y me preocupo por ellas, sólo que Ébano es siempre tan orgullosa y obstinada. Debe creerme, no por nada me contó sobre lo que ustedes dos estaban haciendo.
-No tenía idea de que se lo haya contado a alguien.
-No pensaba hacerlo...¿Cuáles son las instrucciones que le dio a Ébano?
El hombre estaba sorprendido por lo bien informado que estaba Tristán del plan malvado de Ébano, creo que ahora no había razón alguna por la que debía de ocultarle algo.
-Su salud está empeorando, le he dado una lista de alimentos que debe ingerir además de vitaminas.
-¿Empeora con el embarazo?.- Tristán estaba jugando bien sus cartas, estaba comprobando que todas sus sospechas son reales.
-Sí...su embarazo aún es muy débil y también debe guardar reposo para prevenir un posible aborto.
Tristán asintió, aunque no lo reconociera, le perturbaba lo que le pasaba a Ébano. Desde que la vio por primera vez, supo que ella no estaba bien.
-Me aseguraré de que haga caso de lo indicado pero le agradecería que no la molestara con asuntos ajenos a ella, hablo de su hermana...no mientras ella esté delicada.- El hombre asintió lentamente.
-Disculpe, hay algo que despierta algo de interés en mí. Si dice ser amigo de ambos. ¿Por qué no evitó ni le ha dicho nada al respecto a la señorita Saida?
-No pienso lastimarla con ese plan estúpido de ambos, buscaré la manera de ayudarla a salir adelante mientras que a Ébano y a usted los espera un interesante karma.- Sonrió de lado provocando cierta temerosidad en el hombre mayor.
Tristán se fue alejando de él y acercando a Saida y Sienna quienes lo veían acercarse.
-¿Ya podemos irnos?.- Tristán asintió ante la pregunta de Sienna. Ella suspiró.- Me alegra que Saida pueda salir ya de este lugar, me preguntó cómo reaccionará tu hermana cuando te vea de regreso.
-No iremos con ella.- Interrumpió Tristán, ambas lo miraron confundidas.
-¿Entonces a dónde? Yo creía que iba a regresar a la mansión.- Dijo Saida.
-No por el momento, tendremos que ir a otro lugar.- Sienna quedó más perpleja que Saida, Tristán estaba portándose con ella con afecto muy protector; no lo entendía pero no mencionó nada, todo estaba tan raro.
-Cerca podríamos ir al departamento pero no estoy segura de querer ir allí, fue donde me atacaron.- Confesó Saida con temor.
-Lo sé, pero hazme caso, debemos ir allí.
Saida no tuvo otra opción, si lo pensaba mejor, comprendía porque Tristán quería que fueran a otro lado donde no estuviera Ébano presente. ¿No sería lo suficientemente raro que su hermana la vea completamente recuperada si hace algunas horas no podía moverse fácilmente? A Sienna fue fácil mentirle porque no la había visto en mal estado.
Sienna fue a pedir un taxi y los tres se subieron, alejándose poco a poco del hospital.
Mientras ellos se alejaban, Kanon, Afrodita y Seiya llegaban al lugar. Se habían acomodado como pudieron en la motocicleta y aún sentían la euforia de la velocidad a la que manejó Kanon. Tardaron más tiempo en bajar que Kanon entrando al hospital completamente enloquecido. Él se acercó a la recepción donde no tuvo ninguna sutileza.
-¡Quiero ver a Saida ahora!.- Le exclamó a la mujer quien bajó sus gafas con cierta molestia.
-En primer lugar señor, no puede venir a hablar en ese tono en el hospital y en segundo lugar, sólo los familiares pueden visitar a los pacientes.
Kanon apretaba los dientes y los puños, Afrodita y Seiya entraron para evitar que hiciera una locura.
-Yo voy a hablar como quiero y si no me dejan verla, yo mismo me invitaré a pasar.- Dijo Kanon provocando a la mujer.
-Voy a llamar a seguridad.
Kanon se rio ante la amenaza.
-No sabe cuántos hombres se necesitan para detenerme.
-Oye Kanon, tranquilízate, vas a empeorar todo.- Le dijo Afrodita. Kanon se giró bruscamente y le tomó de las solapas.
-¿Empeorar? ¿No lo ves Afrodita? ¡No hay nada más que pueda empeorar!
-¿Qué está sucediendo aquí?.- Preguntó el médico acercándose a ambos caballeros.
-Este hombre entró muy violento pidiendo ver a alguien.- Respondió la recepcionista.
El médico analizó a Kanon pues debía ser él el hombre al que se refería la mujer.
-Quiero ver a Saida, es lo único que quiero, ustedes no lo entenderían.- Dijo Kanon soltando a Afrodita.
El hombre no encontraba parentesco con Saida además que ya no tenía tanto sentido puesto que ella ya se había marchado.
-Tenemos muchos pacientes aquí. ¿Cuál es el apellido de la señorita?.- Preguntó para asegurarse de quien era.
Kanon quiso decir algo pero simplemente no sabía qué contestar. Afrodita lo observó con desaprobación.
-¿Qué no te sabes sus apellidos?.- Le preguntó en voz baja.
-Sé que me lo dijo al menos una vez pero...- Afrodita puso los ojos en blanco, sentía que estaban haciendo más el ridículo.- No recuerdo su apellido, ella estaba gravemente herida y vine a verla hace unas horas...necesito hablar con ella de nuevo.
El médico no se explicaba por qué habrían dejado entrar a un desconocido a verla exactamente a ella pero era evidente que la conocía. Los de seguridad habían llegado gracias al llamado de la recepcionista pero el médico les hizo una seña de que todo iba a estar bien.
-Acompáñeme.- Le dijo a Kanon. Él se sintió sólo un poco más tranquilo, se giró hacia Seiya y Afrodita quienes iban a esperarlo.
Kanon siguió al médico pese a las miradas expectantes y entró al consultorio del médico; no era exactamente el lugar al que quería ir.
-Sé que podrá tomarme como un loco y seguramente se estará pensando que soy yo de ella.- Comenzó a explicar Kanon mientras el hombre cerraba la puerta y caminaba hasta la silla detrás del escritorio.- Ella y yo llevamos saliendo desde hace años, soy su pareja y...necesito hablar con ella de algo que recién me he enterado y ni siquiera me lo dijo.
-Eso será imposible en este lugar, ella ya se fue.
-¿Se fue?.- Preguntó asombrado.- Pero...ella estaba muy herida. ¿A dónde se la llevaron?
-Supongo que a su casa, no tengo idea. Su hermana mandó por ella.- Kanon volvió a sentir esa ansiedad y estaba seguro que volvería a enloquecer después de algunos segundos.- Si lo tranquiliza, ella ya estaba mejor.- Sonaba imposible pero era testigo de su cambio.
-No me mienta, yo la vi hace un rato y estaba muy mal...¿Cómo podría haber mejorado tan rápido?
-Me resulta increíble a mí también, los medicamentos hicieron un efecto impresionante en ella. Le aseguro que ella estará en casa, debe guardar reposo de todos modos.
Kanon pasó una mano por su sien para mantener la calma. No podía hablar con Saida ahora, debía ir a la mansión sin importarle un comino que Ébano estuviera o no de acuerdo. Sin embargo, estaba frente a su médico, él debía saber sobre lo ocurrido.
-Quiero que me diga la verdad.- Dijo Kanon provocando la curiosidad del médico.- Saida...¿Está embarazada?
Era una pregunta imposible de responder sin mencionar alguna mentira. Ya había tenido suficiente mintiéndole a Saida pero no podía decirle la verdad a él tampoco aunque quisiera. Maldito sea el momento en que aceptó aquel trato.
-No...ya no lo está.- Kanon no respondió enseguida pero sintió un frío muy extraño recorrerle por todo el cuerpo, ahora ya no estaba seguro si quería saber el significado aquella respuesta. El médico suspiró con pena al ver el semblante en Kanon.- Lo siento, lo que le sucedió, lejos de los golpes físicos...fue haber perdido al bebé.
Kanon tragó saliva y ahora sentía que se estaba mareando así que comenzó a caminar dentro del consultorio sin dejar de poner sus manos en la cabeza. Le tomó algunos minutos prepararse para decir algo: su rabia había cambiado drásticamente por dolor.
-¿Cuánto tiempo tenía?.- Preguntó por fin y con mucho esfuerzo.
-Sólo semanas.
Kanon asintió y salió del consultorio tratando de no tambalearse. Fue hasta la salida donde Afrodita y Seiya lo esperaban, al verlo, parecía que le habían abatido cruelmente.
-¿Qué te pasa Kanon?.- Preguntó Seiya. Kanon negó y siguió avanzando hasta la motocicleta pero no estaba seguro de poderse subir. Ambos caballeros fueron hasta él queriendo saber qué le había pasado para estar así.
-Quiero...ir al Santuario.- Dijo Kanon muy débilmente. Afrodita asintió pero ahora no estaba muy convencido de que pudieran irse en motocicleta hasta allá.
***
Aioros estaba muy pensativo y constantemente se perdía entre los recuerdos y las posibilidades o consecuencias que tendrían el regreso de Nubia. A pesar de lo que ella le había dicho, no podía creer que no le hubiera importado ni un poco su hija ni él. Tal vez se debía a cierto resentimiento que le había tomado por haber sido él quien la intentó matar inconscientemente. Eso era lo único que no podía recordar bien, estaba tan borroso. Cuando pudo reaccionar, vio a Nubia herida con mortalidad con una flecha suya travesada en su pecho. Nubia estaba a punto de morir, la había dejado en su templo...luego desapareció por poco más de cinco años. ¿Cómo es que regresó y se rehúsa a hablar del pasado? Estaba defendiendo algo como una fiera y era lo que Aioros quería saber de una u otra manera.
-¿Estás escuchándome?.- Aioros sintió un beso en la mejilla después de aquella lejana pregunta. Se giró a su derecha y vio a Danna sonriéndole.- ¿Qué tienes? He estado contándote muchas cosas y por momentos te pierdes, no estás poniéndome atención.
-Lo siento...no es apropósito.- Dijo sonriendo también.
Danna sabía qué tenía, desde que atacaron el Santuario, Aioros no era el mismo. Podía sentir su distancia y le dolía.
-Es por ella ¿verdad? Su regreso te afectó más de lo que pensábamos.
Aioros no podía mentirle y si lo hacía, su mirada era el juez de la verdad.
-Sí, es por ella. No pensé que volvería a verla o al menos no ahora...y siempre pensé que si la volvía a ver, sería diferente. Nubia me debe muchas respuestas y cuando quise saberlas, simplemente evadió todo.
-Tal vez debas darle tiempo.
-¿Más? Eso es algo que no creo poder hacer. La esperé por muchos años, dejó a nuestra hija...ni una carta, ninguna señal de interés hacia nosotros y ahora regresa queriéndosela llevar y restándole importancia al pasado. Yo sólo quiero saber por qué se fue y porque hasta ahora regresó.
Danna masajeó sus labios con los dientes y suspiró a la vez que pasaba uno de sus rizos rubios por detrás de su oreja.
-¿Sólo quieres saber eso o es que quieres regresar con ella?
Aioros negó de inmediato, intentando esta vez mentir, incluso a sí mismo sobre su ya rota relación con Nubia.
-Regresar con Nubia es algo que ya se encuentra lejos de mi panorama, ya no es posible.- Dijo dejando un rastro de melancolía.
-Aioros, dime la verdad...- Aioros miró a Danna como si no quisiera hacerlo, no quería escuchar de sus labios aquella pregunta que todos pensaban y nadie le hacía.- ¿Aún amas a Nubia?
Aioros tragó saliva y bajó la mirada por unos segundos antes de volver a verla y tomarla de la mano.
-Hay una parte de Nubia que siempre amaré pero que hoy ya no existe...y ahora estoy contigo.- Danna le sonrió y Aioros le dio un beso en la mejilla.
Danna siguió manteniendo su sonrisa pero seguía sin sentirse feliz con las palabras de Aioros, no podía creerle por completo.
-¿Dónde está Darlenne?
-En el Santuario, por eso debo irme.- Aioros se levantó primero de la silla.- Quiero que me disculpes de nuevo, no voy a poder verte mucho tiempo, debo estar con Darlenne...no puedo perderla de vista, hoy sólo quería que lo supieras.
-No hay problema, entiendo que Darlenne debe ser cuidada mejor que nunca.
-Gracias, te acompañaré a tu casa.
-No, así está bien...yo aún iré a pasar a comprar unas cosas, tú vete tranquilo con Darlenne.
-¿Segura?
-Sí, seguro ya te extraña...no te preocupes.
Aioros se despidió con una sonrisa y salió del restaurante. Danna no dejó se sonreír hasta que él se fue. No estaba feliz y mucho menos convencida con sus palabras en comparación con su actitud. Aioros era más transparente de lo que creía ser. Ella sabía que él seguía amando a Nubia. Lo único que podía esperar que fuera verdad es que la a dar su lugar como su pareja frente a ella.
***
Santuario
Templo de Tauro
Kanon, Afrodita y Seiya habían llegado al Santuario en transporte y en todo el camino, Kanon no dijo ni una sola palabra, estaba demasiado en shock aún. Afrodita y Seiya respetaron su privacidad sea cual sea.
Llegaron al templo de Tauro y los encontraron viendo la televisión, Aldebarán se percató primero de su presencia.
-Qué bueno que han llegado. ¿Quieren ver televisión?
-No Aldebarán, ha sido un día pesado.- Confesó Afrodita con un dolor de cabeza.
-¿No quieren comer?
-Yo si tengo hambre.- Dijo Seiya algo avergonzado.
-¿Y tú Kanon?
Kanon negó con la cabeza y al ver al sillón vio a Milo dormido.
-¿No estaba cuidando de las niñas?.- Preguntó Kanon con mucha seriedad y después de no haber dicho nada.
-Sí, estábamos comiendo y luego vimos la televisión hasta que se quedaron dormidos.- Dijo Mu quien se levantó del sillón al ver a sus compañeros.
Kanon se asomó a ver mejor el sillón y vio a las gemelas dormidas en él a lado de Milo. Permaneció viéndolas con nostalgia sin parpadear.
-Shaka fue a preparar un poco de té, no tardará en llegar.- Añadió Aldebarán.
Kanon no prestó mayor atención y se acercó a las niñas para cargarlas, cada una acomodó su cabeza en el hombro de Kanon.
-¿Quieres que te ayudemos a llevarlas?.- Preguntó Mu.
-No, yo las llevo.- Dijo sin más y salió del templo.
-¿Qué le ocurre?.- Preguntó Aldebarán.
-No lo sabemos exactamente pero estamos viendo a un Kanon aparentemente triste.- Dijo Afrodita esperando que Shaka llegara con ese té y le calmara el dolor de cabeza.
***
7:35 p.m
Saida miraba a través de la ventana de su recámara. Veía el lugar donde había sido atacada sin piedad. Imágenes de su ataque fueron atravesando su memoria y entonces se dio cuenta que su agresor no había sido un hombre sino una mujer. ¿Cómo pudo haber olvidado su voz maliciosa y sus ojos amarillos? Ahora que recordaba sería muy difícil olvidarla. ¿Quién sería?
-No mires más ese lugar Saida.- Le decía Sienna entrando con un vaso de agua.
-Lo siento, no era lo que quería...-Dijo Saida alejándose de la ventana.
-Lo sé pero no me gustaría que lo hicieras más, también me duele verte así.
Saida sonrió levemente y tomó el vaso de agua que Sienna le dio.
-¿Tristán está afuera?
-No, lo vi salir...no dijo a donde iba.- Sienna fue hacia la cama y acomodó las almohadas y las cobijas.- Al parecer vamos a dormir juntas.- Sienna le sonreía pero pronto se desvaneció al ver que Saida comenzó a llorar.- ¿Qué te ocurre linda?
-Lo siento...pero no quiero que me dejes sola.- Sienna le quitó el vaso de agua e intentó calmarla.
-No me iré, eres mi amiga y te voy a apoyar siempre. Sé que lo que pasaste no fue...
-Perdí a mi bebé.- Dijo por fin. Saida abrazó a Sienna y ella le correspondió. Saida por fin le había confesado su verdadero dolor, había querido decírselo hace rato pero no sabía cómo hacerlo.
***
Ébano se estaba mirando en el espejo mientras se acomodaba el cabello trenzado. No podía ignorar lo que había ocurrido con Tristán. Seguía molesta con por haberle hablado de esa manera y evadir el tema sobre Saida. Alisó su vestido blanco y fue inevitable no volver a sentir aquel contacto de Tristán sobre su piel. Su mente estaba jugando la imagen de él sobre ella. ¿Qué habría pasado si ella no le hubiese preguntado todo aquello?
Suspiró y salió del tocador, era hora de dar inicio a la celebración. Caminó por el corredor donde era continuamente saludada por los invitados. Acababa de llegar a los barandales de mármol y uno de los mayordomos le extendió una copa de vino mientras ella tenía la mirada fija en sus invitados pero sus pensamientos estaban perdidos.
-Los invitados esperan sus palabras.- Comentó uno de sus empleados rompiendo su trance. Ébano asintió y poco después llamaron la atención de todos para que ella pudiera hablar.
-Gracias a todos por venir, antes que nada, todos sabemos sobre lo sucedido con mi hermana recientemente, quiero que sepan que ella está estable y esperamos que pronto se recupere, hoy es un gran día en honor al aniversario ochenta y cuatro de la cadena Mouskouri y como apoyo a mi hermana, sé que ella estará feliz de esto y que lamenta no estar con nosotros. Mi abuelo tuvo la iniciativa de crecimiento y con su visión empresarial, llevó a cabo la búsqueda de diamantes preciosos en el desierto del Cairo y una vez que logró encontrar un par de tesoros del antiguo Egipto...tuvo influencias y poder...- Ébano estaba explicando sobre los inicios de la empresa familiar con voz pomposa hasta que vio a Tristán en la planta baja, la miraba fijamente y con una delgada sonrisa en su rostro. Ébano se quedó en silencio y aun todos los demás esperaban terminar de escucharla.
-Señorita...¿Sucede algo?.- Le preguntó en voz baja uno de los invitados.
-No...Y gracias a todo eso, hoy en día somos una de las mejores distribuidoras de diamantes preciosos en el país y principales contribuidores del delicioso vino que degustamos esta noche...disfruten de la noche.
Todos asintieron y levantaron su copa de vino. Ébano dio un sorbo grande a su copa y caminó por el corredor, alejándose de su posible locura. Ya estaba alucinando a Tristán y eso no era nada bueno.
-Ébano...
Ébano se detuvo de golpe, su corazón se encontraba emocionado y sus ojos estaban tan abiertos como su sorpresa le indicaba. Ella se giró hacia atrás y vio a Tristán; no era parte de ninguna alucinación, de verdad estaba ahí.
-¿Qué estás haciendo aquí? No eres invitado.
-Tengo mis métodos para entrar. Tenemos qué hablar.
-Ya hablamos hace rato de eso.
-No, aún no.- Tristán se acercó a ella y le tomó del brazo conduciéndola hasta el final del pasillo donde abrió una de las puertas.
Al entrar, Ébano se soltó bruscamente de él y caminó unos pasos, alejándose. Tristán cerró la puerta tras de sí.
-¿Qué quieres? ¿Seguir insultándome?
-Me pareció realmente interesante todo tu discurso, sobre todo cuando tus falsas palabras hablaban de tu hermana...creo que ya no es necesario seguir mintiendo.
-¿Ahora sí vas a decirme la verdad?
-No sé de qué verdad hables exactamente pero sí se algo...tú eres la responsable del ataque de tu hermana. ¿Enviar a Ésile a hacerlo? ¿Por qué te molestarías tanto?
-Estás loco, yo no hice nada de eso.
-Deja de mentir, ambos sabemos que soy más persuasivo que tú y por esa razón es que yo te pregunto. ¿Por qué te molestarías en lastimar así a tu hermana?
-Eso no es de tu incumbencia y será mejor que me digas de una buena vez...¡¿Dónde está Némesis?!
-Ya entiendo...crees que Saida es Némesis, por eso le haces todo eso...¿O me equivoco?.- Ébano no respondió, dejó que su silencio respondiera por sí solo en cambio Tristán ya sabía todo aquello y si quería proteger a Saida de Ébano, debía de aplicar su astucia como hasta ahora. Confundiendo a Ébano lograría mantener a Saida libre de peligro.- Deja de pensar en eso, si aparecí aquí fue por dos cosas...una de ellas es buscar a Némesis pero hasta ahora, creo que eso es imposible, no siento su presencia ni cosmo...creo que ella aún no ha reencarnado o quizás no esté en este lugar. Si le llego a encontrar, tampoco te diré...sólo espero que dejes de involucrar a personas que no tienen nada que ver.- Se fue acercando a ella.
-Fingiré que te creo...¿Y cuál es la siguiente razón por la que has aparecido?
Tristán no dejó de acercarse a ella, a veces le daba la impresión de que ella actuaba con inocencia, eso le gustaba y al mismo tiempo le inquietaba.
-Yo vine...por ti.
Ébano se quedó de piedra antes de volver a sentir cómo Tristán la tomaba entre sus brazos con fuerza y apresaba su boca sin piedad. Los besos húmedos fueron enloqueciendo más la mente de ella y sus brazos comenzaron a perder el control de sus actos. Ella fue quitándole el saco que llevaba y esta vez, él no le impidió nada así que prosiguió a desabotonar la camisa mientras que él desabrochaba la espalda del vestido. Logró sentir la dulce piel desnuda de la espalda. Él también comenzaba a sentía que su mente se nublaba por el placer, era la continuación de lo que habían empezado. La separó de él sólo para deslizar el vestido hasta los tobillos, ahora la tenía frente a él sólo en ropa interior. Era la primera vez que la veía de esa manera y le resultaba muy hermosa. Su mirada se detuvo algunos segundos en su vientre el cual apenas y se notaba lo abultado. La tomó de la cintura y la cargó hasta llegar a una mesa con algunos adornos florales. La sentó en el borde de la mesa y volvió a besarla con estruendo. Ébano sentía temblar por dentro, esta vez, sí estaba con Tristán y no como aquella en la que alguien se hizo pasar por él y la embarazó. Maldito sea ese momento y glorioso sea el actual. Ella le apartó la camisa del cuerpo y también lo admiró, no pudo evitar sentirse embelesada por él. Los besos y las caricias fueron cada vez más profundos y más inquietantes en placer.
Ébano se perdía más en razón y sólo lo quería tener para ella. Tristán le tomaba de la espalda mientras besaba sus crecientes pechos con un exagerado cuidado. Volvió a acostarla en la mesa apartando los adornos florales y alisó sus piernas a sus costados y bajó su mano completando el exquisito placer de adentrarse. Enloquecía y lo expresaba con gemidos de pasión los cuales sólo incrementaron cuando Tristán se deslizó dentro de ella rítmicamente. Dolía pero resultaba combinarse con el deseo y la lujuria que terminó tomando algo positivo.
***
Templo de Géminis.
Kanon había llegado al templo desde hace casi dos horas y no hacía otra cosa que estar sentado observando cómo dormían las gemelas. Las quería mucho y desde que nacieron se había preocupado mucho por ellas, no deseaba otra cosa, sólo su plena felicidad y siempre tuvo sus dudas de poderlo lograr. Él no había sido bueno en nada, ni buen hermano, ni buen caballero, no era leal y nunca podría ser un buen padre. A pesar de todas las barreras y de su inexperiencia, Kanon logró criar a lado de Dione lo mejor pudo a las gemelas y ahora se preguntaba si había hecho lo mejor. En algún momento del pasado, él se imaginó si sería mejor con sus hijos, si es que llegaba a tenerlos...ahora, sentía que todos esos pensamientos se evaporaban con hostilidad. Se enteró que iba a ser padre el mismo día que lo perdió. ¿Cómo podía quejarse? Él había hecho muchas cosas mal, imperdonables y la vida se lo estaba cobrando poco a poco. No quería reconocer que le dolía lo que pasó, presentar debilidad frente a otros era algo que no lo definía.
Kanon quería ser otra persona, quería ser alguien feliz, alguien que aprovechara cada momento de la vida en vez de alejarlos con la peor de las decisiones. Había conocido a la mujer más extraordinaria, la única que lo había hecho feliz lejos de la cama y con quien había pensado que podía hacer su vida como lo hacían sus demás compañeros. Algunos ya eran padres y tenían a una mujer a su lado formando la vida que ellos nunca tuvieron. Kanon no tenía nada, ni era padre y a la mujer que amaba la había alejado de su lado para protegerla de él mismo. ¿Qué seguía ahora? Ya no tenía nada más que perder.
Volvió a ver a las gemelas y sus pensamientos lo llevaron a un imposible futuro donde se imaginó como habría sido su hijo en caso de no haber muerto. Podía entender el dolor que una vez experimentó Milo, eso te dejaba sin palabras y con muchas sensaciones oprimidas. Kanon salió de la habitación queriendo huir de aquellos pensamientos paternales.
Venus escuchó la puerta cerrarse y se fue despertando poco a poco mientras tallaba sus ojitos y luego despertó a Brissia.
Kanon caminó fuera del templo y se sentó en uno de los escalones. La noche lo cobijaba pero ni siquiera podía admirar el bello cielo estrellado. Quería golpear, gritar y maldecir un sinfín de cosas en vez de soltarse en el sentimiento amargo. Puso una mano sobre su frente y aquel dolor en la garganta se fue haciendo más grande hasta que ya no pudo más y comenzó a sollozar de impotencia y culpa.
Las gemelas se habían puesto detrás de él y lo escuchaban raro, podían sentir que él estaba mal y fue difícil para ellas verlo así. Kanon ni cuenta se dio que ellas estaban despiertas ni mucho menos que lo estaban viendo en ese estado. Sólo necesitaba unos momentos más para calmarse y reponerse, sólo unos momentos más de soledad.
-Tío Kanon...-Dijo Brissia. Kanon no se giró a verlas, podría preocuparlas.
-Denme un momento, enseguida voy.
-¿Qué tienes?.- Preguntó Venus. Kanon sólo quería que se fueran.
-Venus y Brissia...por favor, vayan adentro y enseguida voy, quiero estar solo.
Las gemelas se miraron entre sí y alzaron los hombros.
-¿Por qué quieres estar solo si estás triste?.- Preguntó Brissia. Kanon deslizó su mano por el rostro, deshaciéndose de las lágrimas al mismo tiempo que analizaba la pregunta que le había hecho.
-¿Quién dice que estoy triste?.- Preguntó intentando mostrarse fuerte ante ellas.
-Tu corazón.- Respondieron las dos. Kanon hizo hacia atrás la cabeza, esas niñas calaban en lo más profundo de su alma.
Antes de que pudiera volver a pensar en una forma de alejarlas, sintió como ambas lo abrazaban del cuello. Ese simple gesto tan inocente y sincero lo quebró por completo. Sus lágrimas brotaban sin fuerza y sólo pudo abrazarlas y besarles la frente, se sentía agradecido con la vida por haberle dado la oportunidad de cuidar a esas niñas, de amarlas sin límites y de darles lo mejor que podía. Ellas le habían enseñado a él muchas cosas y Kanon había sentido algo similar a ser padre.
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Por dios!!! Ya extrañaba escribir esta historia ToT.....aunque debo decir de nuevo (tal vez ya lo sepan) que es la historia más difícil que he escrito por la cantidad de personajes y sus respectivas personalidades que debo manejar además que por más que quiero avanzarla a su historia, hay muchos detalles que deben ser explicados, por eso es que tarda tanto y tardará, aun tardará ToT.
Bueno, Kanon ya se enteró que iba a ser padre (otro que fue arrastrado por la mentira de Ébano) y está sufriendo por eso al igual que Saida. Ébano por su parte ha tenido más contacto con Tristán sólo que ella no está fingiendo en lo que siente hacia él mientras que Tristán sólo busca una manera de proteger a Saida.
Saga, Dione y Nubia ya están por llegar al Santuario. ¿Qué pasará ahora? ¿Aioros cumplirá lo que le dijo a Danna? ¿Cómo reaccionará Saga cuando conozca a sus hijas? Uffff muchas cosas por resolver.
Espero leerlos y ya saben, estoy atenta a sus comentarios :).
Nos leemos pronto!!! Cuidense!
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