¿Infidelidad?
Nubia veía con detalle el interior de la casa de Marlenne. Se detenía en cada mueble con indiferencia hasta que encontró unas fotografías boca abajo en un librero. Tomó una de ellas y la alzó para observar de qué se trataba. Ahí estaba Marlenne con una sonrisa en su rostro. Lucía muy distinta en comparación a lo poco que la conocía. No fue difícil comprender que escondía fuertes cicatrices en el alma.
Como si ella no lo supiera.
Sin embargo, ignoró aquella situación. No estaba en ese lugar para descifrar sus problemas.
Marlenne por lo tanto, salía del tocador y antes de que Nubia pudiera verla directamente, volvió a ocultar sus ojos con las gafas.
-¿Y bien? ¿Qué querías proponerme? – Cruzó los brazos Nubia.
-En vista de que a ninguna le gustan los rodeos, seré directa. Estoy cansada de que me humillen y no puedo hacer nada para recuperar mi vida.
-Wow wow. Yo no revierto el tiempo, te equivocaste de persona.
-Quiero que...-La interrumpió de nuevo.
-Ya dejé de seducir a hombres hace años -tomó aire-. Si haces algo por mí, no esperes que te resuelva la vida.
-Escucha, yo no suelo pedir favores. Soy muy orgullosa. Pero si estoy recurriendo a ti, es porque ya no sé qué más hacer.
Nubia podría seguir discutiendo con ella, aferrándose a su idea pero Marlenne fue quien desistió primero. Sus ojos azules expresaban frustración y amargura. Era evidente que la lastimaba más de lo que creía. Fue inevitable rememorar el pasado. Aquellos abusos recibidos por parte de Morfeo. Lo recordaba y lo odiaba. Desde que era una niña le había arruinado la felicidad, creando un odio hacia todos los hombres. Una sed de lujuria, diversión y venganza.
Entendía a Marlenne después de todo.
-Voy a pensarlo –Marlenne levantó la mirada, observándola con impresión.
-¿En serio?
-Sí, pero no te confíes, puedo decirte que no.
Marlenne no dijo nada más relacionado a ese tema pero era claro que se sentía aliviada y esperanzada. Se esforzo por disimularlo.
-¿Deseas que te lleve a algún lado?
-Hoy no. Puedo irme sola.- Dijo antes de salir de inmediato.
***
Saga estaba sentado en el suelo con los codos sobre las rodillas y sus manos enterradas en sus cabellos. Se estaba calmando. Mientras iban camino a ver a sus hijas, comenzó a sentirse mareado y tenso. Reunirse por primera vez con sus gemelas, con Dione y con Kanon como si fueran una familia, resultaba más sencillo decirlo que hacerlo. Tenía miedo.
-Saga...- ella le frotaba la espalda podía verlo hecho un mar de emociones temblaba ligeramente la forma en que le hizo desviarse le había desconcertado apenas y entendía un poco de lo que murmuraba
-No puedo Dione. Es difícil. Ni siquiera sé cómo van a reaccionar.
-Ellas te aman mucho estoy segura de que apenas te vean sabrán que eres su padre. Si, puede que te confundan con Kanon pero lo sabrán de inmediato.
-No sé qué sucederá primero. Si ellas comienzan a hacer comparaciones con él y conmigo o si Kanon me hará uno de esos molestos interrogatorios a los que está acostumbrado - Rio nervioso-. ¿Aún sigue teniendo ese complejo? ¿Sigue teniendo la habilidad de encabritar a los demás?
-Un poco, sí, pero me apuesto un brazo a que tú hermano apenas te vea regresara a ser un niño pequeño y se unirá a un abrazo colectivo. Saga es tu hermano y sé que le hiciste mucha falta – le tomó del brazo-. Confía en mí por favor, Kanon cambio mucho y para bien y las niñas solo verán las similitudes que tienes con su tío.
Saga sonrió. Extrañaba a Kanon y sus constantes discusiones. Saber que había cambiado y se volvía más maduro, era grato. Lo que aún no terminaba de entender era cómo tras ese cambio, las cosas hayan empeorado con Saida. Dione no le habló bien sobre su relación ni todo lo que realmente pasó. Esperaba tener tiempo y calidez para hablar con Kanon sobre ello. Tenían tantas cosas qué hablar, esperaba no romper en llanto mientras tanto.
-Lo he arruinado. Ahora los tres se han ido. No sé si era peor reencontrarnos en la calle o en el Santuario.
-Bueno, esta breve pausa no te diría que pasará ya sea aquí o en el santuario, ¿no lo crees? Ahora te has despejado de tus miedos y dudas, estás más tranquilo. Además, ya has pasado tanto tiempo alejado de tu familia.
-Lo sé. Me gustaría que todo salga bien —suspiró-. Será mejor acabar con esto antes, espero que no vuelva a caer en el preciso momento. ¿Iremos directamente al Santuario o vamos a recorrer otro lado?
La pregunta hacía ver que Saga aún estaba inseguro. Dione sonrió delicadamente.
***
Nubia regresaba al pueblo. Aunque no le gustaba aparentarlo, tenía muchas cosas en su cabeza que debía organizar pero entre los que más le preocupaba era el de sus hijas.
¿Dónde se habían metido exactamente sus aprendices?
Cuando las encontrara, sabrían que es verla realmente enojada y resentida. Habían cometido una gran osadía al alejarse de donde vivían para buscarla y encima de eso, se llevaron a Nahlia. Bastante tenía con recuperar a Darlenne como para que también Aioros se enterara que tenía otra hija. Si se atrevía a reclamarla, estaría perdido. Defendería a sus hijas de lo que sea y su prioridad era estar con ambas.
No había ni una sola pista sobre donde podrían estar pero lo suponía. La única forma de saberlo, era yendo directamente al lugar; al Santuario.
Danna llevaba unos cuantos minutos desde que salió de su apartamento con la determinante decisión de ir a visitar a Aioros al Santuario. Aioria le había dicho que no se sentía bien y que sería mejor si hablaba con alguien. Ella quería hacerlo.
Fue a comprar ingredientes para prepararle algo de comer ya que seguramente no lo hacía aún.
Estaba angustiada porque no se imaginaba muy bien que estaba afectando a Aioros. Quizás era algún resfriado o estrés...o quizás algo emocional que se estaba guardando.
Danna ya casi terminaba de comprar lo necesario. Revisaba algunos limones sintiendo la textura y escogiendo los de mejor color. Sonreía por imaginar la reacción de Aioros cuando la viera y supiera que estaba ahí para él. Esperaba que así fuera.
Alzó la mirada por reflejo y llamó su atención una mujer de cabellos oscuros y postura confiada. La recordaba cuando la vio por primera vez en aquel ataque en Atenas. Sus burlones ojos cárdenos y una actitud detestable. La madre de Darlenne y la mujer que significó demasiado para Aioros. Ahora que lo pensaba mejor, la actitud de su novio cambió después de que volvieron a verse. Él le había dicho que estaba preocupado y alarmado porque Nubia se llevara a su hija a la fuerza. Dejó los limones en su sitio y tomó la bolsa de papel con víveres antes de acercarse a ella.
Nubia iba camino hacia el Santuario. Su mirada estaba fija en el frente pero eso no significaba que no estuviera al pendiente de su alrededor. En cuestión de minutos, se percató de que era seguida aunque no era alguien de peligro pero sí alguien que no deseaba encontrarse.
-¿Ahora te dedicas a seguirme? –La confrontó. Danna pronto se puso delante de ella con todo su valor. Nubia imponía pero no lo suficiente como para atreverse a hablar con ella.
-Acabo de verte pasar. ¿Tienes unos minutos?
-No –Dijo con decisión y siguió caminando. Danna nuevamente le impidió el paso.
-Es sólo un momento.
-No tienes nada interesante que decirme y yo no tengo el interés de escucharte –Comenzaba a molestarse.
-Yo diría que sí. Se trata de Aioros –Nubia rio pero no dijo nada más por el momento-. No se siente bien.
-¿Y por qué no vas a verlo si tanto te preocupa? Además, no sé qué tengo que ver yo con eso.
-¿No te preocupa a ti? –Nubia recobró su seriedad. Si llamaba su atención pero no debía hacerlo notar.
-Sólo me interesa Darlenne. Tú encárgate de Aioros.
Danna se veía realmente sorprendida por la indiferencia que moestraba Nubia hacia Aioros. Ciertamente, le aliviaba.
-Eso quiere decir...¿Qué no te importa más? –La morena enarcó una ceja y se cruzó de brazos.
-Creo que ya no dejé lo suficientemente claro. ¿No te parece?
-Existen dudas al respecto y por eso quiero pedirte un favor.
-Yo no le hago favores a nadie –Esta vez, Nubia si se había enfadado. ¿Quién se creía que era esa mujer? Era demasiado irritable y saber que estaba con Aioros lo empeoraba más-. Será mejor que te largues y me dejes en paz. Ya he sido muy paciente contigo y ya te di el tiempo que querías. Aioros no significaba nada para mí. Entre los dos sólo existe un pasado y lo único que quiero de él es a mi hija. ¿Contenta? No tengo ni idea de por qué tanta persuasión. Aioros no es de los tipos en que se debe desconfiar.
Lo que hiciera Aioros no era algo que le quitara el sueño, más bien, desconfiaba en Nubia y que esta pudiera utilizarlo.
-No lo hago. En todo caso, de quien desconfío es de ti, por eso te pido de favor que no te acerques a él.
-¿Eh? –Enarcó una ceja y se contuvo para no reírse a carcajadas por la exigencia. Sólo sonrió con sarcasmo-. ¿Me estás exigiendo algo?
-Así es. Amo a Aioros y tú eres una mujer que sólo puede traerle desgracias. Él estaba tranquilo y feliz antes de que volvieras a aparecer en su vida.
En el interior de Nubia se estaba formando una acidez tan irritable como Danna. No había tenido otras intenciones para acercarse a Aioros más que por su hija a pesar de que en algunos comentos llegaba a tener sed. Pero si algo odiaba era que le dijeran que hacer. Algo bastante irónico para la posición en la que le obligaron a estar. Sin embargo, quien le estaba exigiendo era una simple mujer insegura. La actitud de Danna y sus "sutiles" peticiones la invitaban a cometer osadías.
-Vaya, debes sentirte tan insegura como para que tengas que escuchar lo que siento y me pidas que no me acerque a él.
-No es inseguridad porque no lo digo en sentido sexual. Sé que él no se volvería a fijar en ti. No quiero que Aioros siga sufriendo por tu culpa.
Otro ataque que resultaba personal. Nubia seguía sonriendo con sarcasmo.
-¿Y si vuelve a hacerlo? ¿Y si vuelve a querer estar conmigo?
-No será así, por algo está conmigo. Ambos nos queremos –Dijo muy confiada.
-Ojalá así sea.
-Lo será. Gracias por brindarme un poco de tu tiempo para hablar de mujer a mujer. Iré a ver a Aioros –Terminó de hablar y se fue rumbo al Santuario.
¿Qué carajos?
Nubia deseaba borrarle esa sonrisa de un solo tajo pero existía otra manera mucho más placentera y humillante. Se divertiría mucho. Quedaría satisfecha con lo que haría.
Haría justo lo contrario a lo que Danna le pidió.
***
Ambrosía estaba con la cabeza escondida entre sus brazos y la caja registradora. El día estaba tranquilo y aparte, tenía mucha ansiedad. No estaba tranquila desde hace días con la noticia de que sus padres llegarían a Grecia en su presentación de danza. No era exactamente la presencia de sus padres lo que la tenía así sino el motivo; le buscarían prometido esa misma noche.
¿Cómo no iba a estar así?
A pesar de que amara la cultura hindú y que creciera entre tradiciones selectivas que eran muy comunes en países asiáticos. Casarse con un desconocido no era raro y sin embargo, esta era una tradición que ni Ambrosía ni Cassandra aceptaban, por eso se fueron a vivir a otro país.
Ambrosía había pospuesto por mucho tiempo contraer matrimonio con la esperanza de que el suyo fuera diferente, que fuera especial. Quería casarse con alguien que la amaba y que ella sintiera lo mismo. Había tenido ilusiones inciertas de que su boda sería antes de que cumpliera veinticinco, claramente, el tiempo ya se le había pasado.
Tenía un nudo enorme en la garganta y su mente no soportaría más presiones. Todo esto hizo que ella no escuchara que alguien recientemente había entrado a la tienda.
-¿Estás bien? –Shiva llamó a Ambrosía y ella alzó rápidamente el rostro. Él se inquietó aún más cuando vio sus ojos rojizos por la contención del llanto.
-Shiva, qué bueno que has llegado.
-Lo siento si demoré. Cuando me llamaste para decirme que necesitabas hablar con alguien, salí de inmediato. Tuve suerte de que Shaka no estuviera en el templo o de lo contrario aún no saldría –Sonrió.
-No quería molestar, es sólo que deseo hablar con alguien y Cassandra no es muy buena tranquilizando.
Ambrosía condujo a Shiva hacia una mesilla con unos cojines de lino en el suelo. Ambos se sentaron frente a frente.
-¿Te ocurre algo malo? Desde hace días que te noto extraña. Tienes ojeras y ojos rojos, me atrevo a afirmar que no has dormido bien.
-No, no lo he hecho –Suspiró largamente-. Mis padres vendrán de Tailandia a verme mañana.
Shiva permaneció en silencio, esperando que Ambrosía continuara con la exposición de su problema pero al ver que ella guardó silencio, entendió que ya había concluido.
-Y...¿Tiene algo de malo? Yo creo que es muy grato que vuelvas a verlos.
-Lo es. Los extraño pero eso no es lo que me aflige sino las intenciones detrás de su visita...Shiva, ¿tú qué piensas de los matrimonios tradicionales en Oriente Medio?
-Bueno, no hay demasiado qué decir ya que es una costumbre muy antigua. Sin embargo, en la gran mayoría de los casos y dependiendo del lugar, el compromiso se debe a una conveniencia por parte de la familia de la mujer...espera –Shiva abrió los ojos muy grande mientras observaba a Ambrosía acongojarse por el tema-. ¿Van a casarte con alguien?
-Eso es lo que quieren y desean. Durante mi presentación, buscarán un marido para mí. Si no lo encuentran, muy posiblemente me quieran casar con un conocido de ellos, alguien que no conozco. Es una obligación y yo ya detuve este momento mucho tiempo, según ellos.
-Pero tu prima, Cassandra y Shura no están casados y ya tienen familia. ¿Por qué contigo debe ser diferente?
-Porque mis tíos son diferentes. Mi padre y mi tía son hermanos de sangre, ambos son turcos. Cuando viajaron a un recinto espiritual en la India donde mi padre conocería a su futura esposa, mi madre. Fue un matrimonio arreglado por mis abuelos desde el inicio por conveniencia. En cuanto a mi tía...ella conoció a un hombre griego que estaba de vacaciones en el país y se enamoraron. Rompió con las tradiciones, se enfrentó a mis abuelos e incluso a mi padre pero ella se mantuvo firme y se fue con él. Se casaron aquí en Grecia y se convirtió oficialmente en mi tío. Ellos se acercaron más a las costumbres europeas modernas mientras que mis padres se aferraron a las tradiciones antiguas.
Shiva escuchaba atento a cada detalle sobre la historia de unión de sus padres y los padres de Cassandra. Comprendía mejor la exigencia y la preocupación que tenía Ambrosía.
-Y es algo de lo que tú no estás de acuerdo.
-No. Mis padres viajaron a Tailandia por motivos espirituales y ahí nací. Gran parte de mi infancia la viví ahí y me enseñaron mucho sobre las costumbres del lugar y sobre mi destino en la vida. Cuando tenía once años, fuimos a la India donde me enamoré de inmediato de toda su cultura pero desde entonces, me opuse a casarme con alguien que no conocía. Tuve grandes enfrentamientos con mis padres por varios años pero al final aceptaron mi decisión. Cuando cumplí diecinueve, les dije que iría a Grecia con mi prima para encontrar un horizonte en mi vida. Aunque no estuvieron de acuerdo, aceptaron sólo con una condición.
-¿Cuál condición?
-Que tenía que casarme antes de los veinticinco o de lo contrario tomarían medidas en el asunto. De hecho y considerando que ellos son muy estrictos con eso, fueron muy pacientes. Les dije que lo haría pero que buscaría a alguien que yo quisiera y que él me quisiera. Ahora ya tengo veintiséis...y sigo soltera. Creo que he decepcionado a mis padres y eso me duele.
-Lo que a su vez quiere decir que no has encontrado a esa persona, ¿o si? –Shiva preguntó entre ilusionado y decepcionado.
¿Qué quería decir el silencio de Ambrosía?
-No, aún no.
-Siendo así, no creo que sea demasiado tarde. No creo que los hayas decepcionado, no harías nada que pudiera hacerlo.
Ambrosía se mordía los labios. Como si el matrimonio no fuera lo peor, existía una condición inapelable para casarse con todo símbolo de pureza.
¿Cómo podría mostrarse ante ellos y ante su futuro marido si ya no conservaba su castidad?
Había perdido su virginidad inconscientemente. Fue un impulso creado por los afrodisíacos inciensos hindús. Su marido y sus padres al darse cuenta de su estado impuro, podrían incluso matarla, en el peor de los casos.
-Como sea...no estoy preparada para esto.
-Yo tengo una idea Ambrosía.
La posible solución de Shiva iluminó las platinadas órbitas de Ambrosía por algunos segundos antes de que la incredulidad tomara dominio en sus emociones. Lo que pudiera decirle calmaría un poco sus nervios pero nada podría librarla de su amargo destino. No por más tiempo.
-¿Cuál es Shiva? Si me la dices quizás me calme por un rato porque sé que no hay manera de evitarlo.
-No, no podrás evitar el casamiento pero sí que tus padres elijan a tu futuro marido.
-No entiendo. ¿Qué quieres decir?
-Que...puedes casarte con alguien que conoces y que te quiera.- Le tomó la mano. Ambrosía observó su contacto antes de volver a mirarle a los ojos. Su corazón dio un vuelco inquietante-. Sé que tú no me quieres tanto como yo lo hago pero algo te puedo asegurar...cuidaré de ti más de lo que esperas y te amaré más de lo que imaginas. Te convertirás en mi tesoro más preciado siempre y cuando tú me lo permitas.
Se había quedado sin palabras. Se desahogó con él porque era su amigo pero nunca pensó que estaría frente a ella con una declaración tan dulce y sutil que le abrazaría el corazón hasta casi llorar con desconsuelo.
-Shiva yo...
-No digas nada por ahora pero quiero que sepas que las cosas cambiarán de ahora en adelante. Tus padres no te obligarán a algo que no quieras hacer.
Ambrosía reconocía la única solución y a la que quizá Shiva quería llegar. Esa era la única manera en la que no sería casada al pie de los términos de sus padres.
¿Cuál era el problema? ¿Qué la hacía resistirse ante esa solución?
Shiva era su amigo pero no lo amaba. Sería injusto tanto para él como para ella.
-Shiva, te agradezco mucho pero no quiero ser egoísta. No quiero verte padecer.
-Claro que no porque es algo que yo deseo. Ambrosía, por lo menos...bríndame la ilusión de que lo pensarás.- Ambrosía suspiró.
-Lo pensaré. Mañana te daré una respuesta.
***
Mientras tanto, en el templo de Leo, las cosas estaban sumergidas en la tensión.
Marín no podía estar calmada. Llamaba al móvil de Aioria desde que estaba en el parque y ni siquiera le contestaba. Sin mentir, llevaba alrededor de unas treinta llamadas y varias notas de voz.
¿Qué le habría pasado?
Kanon lucía misterioso. Tenía la corazonada de que algo le estaba ocultando. Sin embargo, no preguntó más y se llevó a Darlenne con ella.
Darlenne estaba jugando con Arjen mientras ella seguía intentando con las llamadas.
-Aioria, ¿te habrá pasado algo? -preguntó con rastro de angustia en su voz.
Aioria subía tambaleando los escalones a su templo. No estaba tan perdido y agradecía que los que lo veían, no dijeran nada por su aspecto. Cuando llegó a Leo, este simplemente paso de largo, ignorando a Marín. Claro que la había visto y para su pesar, doble vez.
-Vaya con que ya estás aquí.
Marín fue tras él. No estaba segura de haber escuchado bien lo que él le decía. Su preocupación era más grande.
-Aioria. Te he hecho muchos llamados y no has respondido. Pensé que te había ocurrido algo -notó el semblante serio y perdido de Aioria-. ¿Estás bien?
-Si estoy bien, y si, ví las llamadas más no quise responderte
Marín frunció el ceño.
-¿Por qué no lo has hecho? Estaba preocupada. Te estuvimos esperando en el parque y jamás llegaste. Kanon no me dijo mucho, sólo que le habías encargado a Darlenne. ¿A dónde fuiste?
-Bueno al parecer tu tampoco respondías mis llamadas, y si deje a Darlenne con Kanon fue por qué tenía cosas más importantes que hacer. Por si lo has olvidado también puedo hacer algo más con mi vida
Las palabras retumbaron en el interior de Marín. Le dolieron. Eran tan crudas que no encontraba explicación a su comportamiento tan frío y a la defensiva. Se acercó a él y distinguió el olor a alcohol.
-¿Has tomado? ¿Preferiste beber que estar con tu familia? -La segunda pregunta era un reclamo-. ¿Y a que te refieres con que puedes hacer algo más con tu vida?
-Además, sé que no te la pasaste nada mal mientras me esperabas o quiero suponer que eso intentabas hacer y si tomo qué? Me parece que ya soy bastante mayor para poder hacerlo una mujer de familia debería marcar ciertos límites no te parece pero claro a tu amiguito que importa si eres madre y sabes que el padre de tu hijo los encontraría tarde o temprano
-¿Amiguito? -frunció el ceño. Marín no indagó en los sucesos de ese día, por lo que tomó el comentario de Aioria como celos sin motivo-. Aioria, será mejor que me expliques qué te pasa. No te entiendo.
-Tú sabes que hiciste Marín, así que no me vengas a poner cara de víctima -Este dio un fuerte golpe en la pared. No había medido su fuerza, por lo que había dejado grietas dónde impacto su puño-. Tú lo sabes, así que solo lo diré una vez, sí piensas andar de fácil con cualquiera, adelante pero a mi hijo no te lo llevas. Así de simple.
Darlenne se había espantado por el golpe a la pared y los gritos de su tío. Fue hacia ellos para saber qué pasaba.
-Yo no estoy haciendo nada Aioria. Estás borracho y no razonas. ¡¿Y encima te atreves a amenazarme con Arjen?!
-No es una amenaza, es una advertencia, Marín. Has lo que se te dé la gana pero a Arjen no lo metas - su tono era muy agresivo tanto que las manos le temblaban y solo paro al ver a Darlenne la cual los miraba asustada-. No estoy tomado, solo te digo la verdad.
Marín sentía impotencia. En la mañana, Aioria estaba bien. Iban a salir en familia...¿y de ahora se ponía agresivo? Incluso hasta pensaba en quitarle a su hijo. ¿Qué hizo que lo volvió tan exasperante? Ella ni siquiera estaba haciendo nada malo. Jamás le fue infiel y no lo haría como para que sus teorías tuvieran fundamento. A menos que...
Ella miró a Darlenne quien estaba espantada y fue hacia ella para tranquilizarla pero salió corriendo.
-Hablaremos cuando estemos solos. Darlenne está espantada. No deseo que mañana Aioros venga a pedir explicaciones.
-Si, para ti sería lo mejor no?- pasándola de largo fue a buscar a Darlenne
Darlenne fue junto a Arjen y lo abrazó. No recordaba haber visto así a su tío pero no le gustaba. Tenía miedo.
-Darlenne pequeña - la encontró con su hijo abrazándolo tal cual muñeco-. Pequeña, es hora de ir con tu papá
Darlenne tenía dudas sobre ir con él. No quería que le pegara o le gritara. Sólo quería irse con su papá.
Marín se acercó a donde estaban de brazos cruzados.
-Aioros no está, Aldebarán me dijo que había salido en la tarde.
-Darlenne ven vamos a buscar a tu papá, podemos ir a la casa de muñecas que te gusta.
Solo ignoro a Marín lo que menos quería era seguir cruzando palabras con ella.
-Quiero quedarme con Arjen. Quiero que mi papá venga por mí -dijo Darlenne. A pesar de ser una niña, sentía la tensión rodeándola.
-Pequeña, ¿quieres ir a la habitación? podrás estar ahí con Arjen en lo que llega tu papá -le propuso Marín con sutileza.
-Darleen ve con Arjen a su habitación, ¿si? Yo saldré a buscar a tu papá - Aioros puso una mano sobre la cabeza de ambos niños sintiendo como si nada pasara. Era consciente de que era lo que la había asustado
Marín se llevó a ambos niños a la habitación. Le dio algunos juguetes a Darlenne y a Arjen para que se entretuvieran. Luego, salió de la habitación y del templo. Sentía ardor en la garganta. Quería llorar de frustración por la actitud repentina de Aioria.
Aioria por su parte estaba en los escalones entre leo y virgo pasando repetidas veces las manos por su cara y cabeza es solo que no podía controlarse, estaba tan enfadado tenía las fuertes ganas de irse, perderse por más horas, y eso fue lo que hizo, regreso a cruzar el templo para ir de regreso a la ciudad.
***
Camus estaba leyendo en su templo el libro de Mary Anne para encontrar indicios ocultos a los que no le prestó mayor importancia como el nombre del orfanato donde creció y el lugar donde se encontraba. Las llamadas no funcionaban porque tenía el móvil apagado. Comenzaba a sentirse realmente muy angustiado.
¿Le habría pasado algo más?
Se había puesto de acuerdo con Sory para encontrar información relevante además de que probablemente, ambos irían de viaje para ir con Mary Anne. Así que se levantó de donde estaba y salió de su templo para reunirse con ella en el pueblo.
En el templo de Escorpio, estaba Milo sentado en el sofá a lado de una bolsa llena de juguetes de goma, con uno de ellos entre su mano. Su semblante lucía tenso y concentrado en el juguete.
Milo solo abría y cerraba su mano esperando que el estrés se disminuyera y parecía que funcionaba hasta que vio a Camus pasar por su templo.
-Hola ...
-Hola Milo -Al principio, no prestó interés en lo que hacía su amigo y pasó de largo, hasta que vio varios de esos juguetes rotos. Frunció el ceño-. ¿Qué es eso Milo?
-Se supone que son para el estrés, pero por extraña razón, se rompen muy fácil - respondió regresando su mirada al cual tenía en la mano.-. Parece que este si es resistente.
Camus alzó las cejas, se veía lo bastante entretenido como para que volviera a tener la actitud de detective que frecuentaba.
-Bueno, me alegra que hayas encontrado algo que acapare tu atención...nos vemos más tarde -Dijo sin más, Milo volvió a levantar la mirada con el ceño fruncido.
-¿A dónde vas? Últimamente sales mucho y no es tu costumbre -Había pensado demasiado rápido.
-Voy a verme con Sory.
El pequeño juguete de Milo terminó siendo destrozado como los demás
-Con sory...-Dijo presionando su voz.
Camus vio como una parte del juguete salió brincando hacia sus pies. Volcó la mirada. Milo estaba muy raro últimamente.
-Sí, con ella. ¿Por qué? -Aún se atrevió a preguntarle.
-No, por nada... M-Me me sorprende lo unidos que se han vuelto.
Milo rápidamente tomo otro de los juguetes reanudando su método Anti estrés.
-Milo...-Comenzó a relacionar su actitud con el tema de Sory-. Dime que no has estado irritante por ella.
-¡¿Yo?! Para nada - Tras esas palabras el juguete quedó en mucho peor estado que los anteriores.- Considero que todos somos libres de hacer lo que querramos y salir con quién querramos.
Camus no estaba muy convencido de lo que Milo le decía. Lo conocía muy bien.
-Juraría que era porque estabas celoso.
-¡¿Yo celoso?! Para tu información, no estoy celoso, solo algo estresado por...por ... Porque voy a salir esta noche -Ni el sabía por qué dijo eso.
-¿Salir? -estaba sorprendido-. Vaya, hace tiempo que no sales. Hasta eso es extraño. ¿Saldrás con alguien?
-¡SI! - Dejando su juguete roto saco de un cajón una libretita marrón incluso el se sorprendió de que siguiera escondida en ese lugar-. ¿Reconoces esto?
-Mmmm, ¿es donde anotas los números de las chicas que conoces? -Analizó la libreta.
-Así es... Así que, ¿por qué tendría que estar celoso?
Por dentro Milo trataba de idear un plan para buscar a una chica rápidamente con la cual fingir quedar para salir.
-No se si felicitarte pero con eso, vuelves a ser el Milo que conozco -Camus dibujó algo parecido a una sonrisa-. Ya me voy, nos vemos después.
Camus salió del templo y no se percató que se le había caído un trozo de papel en el suelo donde había anotado la dirección del lugar donde se vería con Sory.
Milo había levantado uno de los sofás con la muy clara intención de aventarlo y dar justo en Camus pero al ver que algo se le había caído no recistio a ver qué era.. era la letra de Sory... Ahora tenía un plan.
Más tarde
-Milo...esto es estúpido -Protestaba Hyoga caminando por las calles. Sentía que todos se le quedaban mirando. Menos mal que llevaba gafas.
-Ya te dije serán solo un par de horas además después podrás pedirme los favores que quieras... Y afinate más no pareces mujer.
-Ya quisiera verte en mi lugar -dijo molesto-. ¿Por qué no mejor confiesas que estás celoso en vez de hacer que otros queden en ridículo?
-¡¡Por qué no estoy celoso!!- nuevamente comenzó a abrir y cerrar los puños como si tuviera su instrumento anti estrés-. Solo me apetecía salir
-Con alguien vestido de mujer -se acomodaba la peluca-. Como si fuera tan difícil para ti conseguir una chica con quien salir -suspiró-. Si eres estúpido, más lo soy yo por aceptar hacer este tipo de cosas por tus celos.
-Por última vez, tú aceptaste y ahora cállate que ya estamos por llegar y desde aquí veo a Camus.
-¡¿Camus?! Espera...no me dijiste que mi maestro esttaría ahí. ¡No pienso entrar! ¿Qué va a pensar de mí? -Comenzó a ponerse muy nervioso.
-Tú solo cállate, además vas disfrazado pasas por cualquier chica...de...bueno ahora que lo pienso tal vez Shun hubiera quedado mejor.
Hyoga dudaba en pasar pero Milo lo empujó y no pudo evitarlo. Por ootro lado, Camus y Sory estaban sentados en la mesa del fondo, uno frente al otro.
-Estuve hojeando el libro para encontrar sobre el paradero de Mary Anne, pero no menciona el nombre del orfanato -le decía Camus a Sory.
-Estoy segura de que si lo hace solo tenemos que buscar bien... Puede que por lo desesperados que estamos no lo notemos - Ella tomo nuevamente el libro para buscar.
Milo y Hyoga observaban escondidos detrás de una maceta. El rubio analizó a Milo, estaba muy interesado, aspi que decidió molestarlo un poco. Se lo merecía.
-Se ven muy conectados...quizás estén hablando de amor -aprovechó que Sory estaba leyendo-. Estoy seguro que mi maestro le ha escrito poemas y ahora mismo se los ha enseñado.
Milo atrapó con sus manos una rama de la planta comenzando a estrujarla.
-Con que poemas...¿Y-Y qué si están juntos?
-No lo sé, quizás a Sory le guste el lado romántico de mi maestro. Tal vez no lo sepas pero Camus, es un hombre muy seductor cuando quiere -Se acomodó la peluca de nuevo-. Sólo mírala, se ve tan feliz.
Milo ignoró a Hyoga por su bien.
-No alcanzo a escuchar nada de lo que dicen...Tendremos que entrar.
-Vaya...tal vez si estamos muy desesperados, no encuentro nada - Sory cerró el libro con un suspiro derrotado, y aún así se negaba a rendirse.
-Yo tampoco...pero hay algo que no logro entender. De hecho, desde un inicio no pude hacerlo -Tomó el libro, rozando sin querer los dedos de Sory.
-¿Lo ves? Ese acercamiento...apuesto a que le está hablando en francés -dijo Hyoga.
Milo había logrado ver aquel gesto tomo del brazo a Hyoga con mucha fuerza hasta arrastrarlo al interior.
- ¡Oh vaya! - exclamó al acercarse a la mesa donde Camus y Sory estos se alteraron por su repentina llegada -Qué casualidad verlos aquí.
Sory frunció el ceño, fue aún más expresiva que Camus quien comenzó a analizar a la mujer extraña que iba con Milo.
-Milo...así que has venido aquí- dijo Camus neutral.
-Si, es una coincidencia muy grande, digo, no es el único café de toda Grecia.
-Lindo sueter- Sory se cruzó de brazos tal vez exageraba ese se parecía mucho a uno que ella tenía pero era imposible-. Tu cita no se ve muy cómoda, Milo.
Hyoga cubrió su boca con la mano para evitar que analizaran su rostro.
-Milo, me siento sofocada...quisiera un poco de agua o tomar aire fresco –suavizó la voz lomás que pudo.
-¿Verdad que es linda?...- dijo mientras discretamente le apretaba del brazo-. No los molestamos más, nos iremos a nuestra mesa - dándole la vuelta lo empujó a la mesa más cercana junto a Camus y Sory.
-Deja de apretarme o te abofeteo -susurró Hyoga una vez que se iba a sentar. Para su mala suerte, no calculó bien el asiento de la silla y se fue de espaldas, azotandose en seco. Rodó y quedó boca abajo, sosteniendo la peluca y las gafas.
Milo se contuvo las ganas de reír por lo ocurrido aunque ahora Hyoga era el centro de atención de todos en el lugar, solo le ayudo a levantarse. Sory quien miraba todo junto a Camus se levantó en automático al notar cierto parche en cierto lugar donde ella lo había colocado en su suéter esa no era una coincidencia.
-¡Ese suéter es el mío!
Milo ayudaba a Hyoga a levantarse pero al escuchar la acusación de Sory, terminó soltándolo y lo dejó caer de nuevo.
-¿Ah sí? No lo había notado yo solo tome lo primero que encontré en mi armario- Su mano temblaba, no imagino que ella lo reconociera tan rápido o si quiera que lo recordara hace tiempo que lo tenía.
-¡Si! Claro que sí es mío.
-Un momento -dijo Camus levantándose de su lugar y acercándose a Hyoga. El rubio tragó saliva de los nervios-. ¿Tu cita usa peluca?
-Pelu...¡Oye yo no critico a tu cita! –exclamó Milo.
Hyoga se levantó y siguió con la inerpretación.
-No es ninguna peluca, es mi cabello nattural -Se acomodó el cabello falso, el cual estaba en desorden. Camus lo observó con suspicacia.
-No entiendo que pasa contigo Milo, pero quiero mi suéter de regreso -Sory estiró la mano para que le devolvieran la prenda-. ¡¿Y quién demonios dice que esto es una cita?!
-Ha estado raro últimamente, no le hagas mucho caso -le dijo Camus a Sory.
-¿Lo ves? Intentan ocultar su romance -le susurró Hyoga a Milo entre molesto y divertido.
En respuesta, Milo le codeo en el estómago sin medir su fuerza.
-Tú a callar y no estoy, raro estoy como siempre.
El codazo le removió un objeto que Hyoga se había puesto en el pecho y salió rodando por debajo del vestido. Tanto Camus como Sory, vieron como el pecho "femenino" de la mujer, habia perdido su forma.
-¿Qué es esto? -preguntó incrédulo Camus, mirando con detenimiento lo que cayó al suelo y luego a la mujer-. Es un kilo de azúcar -vio a Milo con temerosidad-. ¿Estás saliendo con un hombre?
Hyoga se llevó las manos al rosro con sorpresa.
-Milo, la despensa -trató de disimular tontamente Hyoga.
-¡Nada de despensa! Eres un hombre –acusÓ Camus más espantado que molesto-. Milo, sé que no estás bien pero...no creí que estuvieras tan mal como para llegar a este punto.
Milo parecía al igual que sory en shock sudaba frío...literalmente.
-¡¿Me engañaste?! ¡¿Eres hombre?!
Hyoga no reaccionó bien a la acusación demencial de Milo.
-¡A mí no me pongas como el malo en esto! Tú lo sabías desde el principio -dijo Hyoga dejando de simular la voz femenina.
-Camus... ahora si me estoy asustando- dijo Sory quien no terminaba de caer en la sorpresa.
-Esto me está asustando aún más porque reconozco esa voz -dijo Camus acercándose a Hyoga y le quitó la peluca. Abrió más los ojos que como estaba antes y sintió ácido en el estómago además de una presión en el pecho-. ¡¿Hyoga?!
-Eh...no, soy Rosalinda -Estaba más que muerto.
-Oh ho...Puedo explicarlo camus...¡él me llamo finjiendo voz de mujer!- riculamente trataba de safarse echando toda la culpa a Hyoga- soy solo una pobre victima de este cruel engaño ¡¿Como pudiste?! Yo que te quiero como un hermano... ¡¿Por qué?!
-¡Suficiente! -Hyoga comenzó a quitarse el vestido y las gafas. Todos los presentes se asombraron de que fueran verdad las acusaciones-. ¿Por que en vez de culparme,mejor afrontas tus problemas? ¡Diles que me trajiste aquí para averiguar qué estaban haciendo!
-¡Tu tienes tanta culpa como yo! ¡Y no... por mi que se casen se larguen yo que se! - grito haciendo un pequeño berrinche- !Yo solo queria salir y pasar un buen rato!
Ahí fue donde Camus afirmó lo que ya sospechaba y le había dado el privilegio de la duda. Y él que pensaba que era capricho. Observó a Sory ya la vio avergonzada, molesta y triste. ¿Qué habrá pasado entre ellos dos?
-Milo, tú y yo tenemos que hablar -volteó a ver a Hyoga-. Dale sus cosas a Sory y llévala al Santuario, luego hablaré contigo y ni siquiera te voy a preguntar porque accediste a esta estupidez.
Hyoga trago saliva.
-Si, maestro.
***
La noche había cubierto el cielo. Las luces de la ciudad iluminaban las calles. El sonido de una música suave comenzaba a escucharse en un callejón.
El decorado era rústico. Apacible. Calmo. Las personas poco a poco ingresaban con intenciones de convivir mientras bebían un poco de alcohol.
Aioria recién llegaba al lugar. No era el mismo que había visitado por la tarde pero daba igual. Quería olvidar. Quería dejar de sentirse enfadado por la humillación.
Se acercó a una de las mesas del rincón y se llevó las manos a la cabeza. Estaba mareado aún. Esperaba que quedara inconsciente.
El estrés estaba rodeándolo de nuevo ya que nadie se acercaba a atenderlo y necesitaba de un trago amargo, fuerte y rápido.
-Señor...- Una joven se había acercado a él ninguno de sus compañeros querían acercarle pues emanaba un aura muy pesada-. ¿Puedo...puedo...ayudarlo?
Aioria sonrió de lado con ironía.
-Haz que olvide, a ver si puedes -respondió amargamente.
La chica estaba apenada, no quería insistir pero debía hacerlo porque era su trabajo.
-¿Que puedo servirle, algo fuerte tal vez?
Aioria suspiró desganado.
-Quiero ron para empezar.
La chica se marchó para ir por su trago realmente era un ambiente pesado pero a la vez podía se tira tristeza en su voz no tardó mucho cuando llegó con su trago-. Aquí tiene.
Aioria tomó el vaso torpemente y se lo bebió todo en cuestión de segundos.
-Tráeme otro igual.
La chica asintió y no se demoró en llevarle el siguiente trago, aunque una parte de ella estaba curiosa de su estado prefería no decir nada-. Señor aquí está
Aioria ignoró de nuevo a la chica y volvió a beberse ese trago con tanta facilidad y rapidez.
-Necesito otro. Si puedes, mejor la botella completa.
Ella solo se limitaba a decir un pequeño si y fue por lo pedido dejándole sobre la mesa la botella tal y como lo había pedido.
- Yo... Sé que no me importa señor pero, se nota bastante triste.
-¿Triste? Yo no diría eso -se recargó en la silla y observó a la chica-. Estoy decepcionado, dolido...pero no por mucho tiempo. Pronto estaré feliz -señaló la botella-. Ya que me has traído la fuente de mi felicidad...podrías decirme cómo te llamas?
-Yo...Aglalia...Pero señor, esa felicidad es solo momentánea no durará para siempre
Aioria dejó ver un rastro de melancolía después de servirse más ron.
-¿Y cómo puedo conseguir la felicidad para siempre? -cerró los ojos, recordando los buenos recuerdos con Marín-. Eso no existe.
Aglalia solo lo miro un par de segundos antes de contestar.
- Creo que solo debe de buscar correctamente no dejarse caer en las tentaciones del alcohol sabe eso no trae nada bueno a la larga.
-¿Y me lo dice alguien que trabaja aquí sirviéndole tragos a infelices como yo? -preguntó irónico, apenas notando la incomodidad que le producía a la chica-. No pretendo molestarte, sólo no tuve un buen día.
-Si, tiene razón... Al final el alcohol que sirvo a los clientes es el que paga mi sueldo, disculpe por molestarlo - Aglalia se lo había dicho todo con una sonrisa de cierto modo sus palabras fueron crueles y se lo merecía por meterse en lo que no le importaba.
-Oye -La llamó. Ella se detuvo-. No fue mi intención molestarte, en serio -Volvió a centrarse en la bebida.
-No lo hizo señor, no tiene de que preocuparse. Ahora debo regresar a trabajar, si necesita algo más puede llamarme.
Aioria asintió cabizbajo. ¿Qué tenía o qué hacía que siempre terminaba alejando a las mujeres? Marín, la mujer que amó durante mucho tiempo se había arrojado a los brazos de otro hombre. Era ridículo.
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