Experiencias

** Y siguen los lemon**

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Local de antigüedades.

Shaka y Ambrosía estaban aún ahí, los últimos inciensos estaban por consumirse y la situación ahí dentro había cambiado un poco. Shaka estaba más inquieto que antes, ya ni respirando profundamente podía relajarse y además por su cabeza pasaban pensamientos que no recordaba haber tenido antes con tanto afán, si lo describía perfectamente podría decir que se sentía excitado. Él quería alejar esa sensación pero era difícil, miraba a Ambrosía directamente, ya ni discreto podía ser y tenía un impulso obsesivo por acercarse a ella.

Ambrosía no estaba mejor que él, estaba que quería gritar y también veía a Shaka con deseo, había tomado ya un litro de agua esperando que con eso se tranquilizara pero sólo eran vagos esfuerzos. Ella tenía dos opciones a seguir ya que sentía explotar; o se salía de ese local lo más rápido posible o besaba a Shaka sin sentir pena alguna, la valentía estaba de su lado en esos momentos.

-¿Sabes qué? Será mejor...que nos vayamos ya...no me siento bien.- Dijo Ambrosía alejándose de la vitrina y guardando el incendiario. Manoteó el aire para despejar el humo que había alrededor y luego caminó hacia la salida pero antes tomó su gabardina y su bolso. Shaka también se levantó sin saber que decir, su cuerpo temblaba al tenerla más cerca, cerró los ojos poniéndose lo más serio que pudo. Ambrosía lo miró rápidamente y vio que parecía incómodo o molesto.- ¿Te ocurre algo?

Shaka ladeó la cabeza sin abrir los ojos.

-Mejor vámonos, tampoco me siento bien.

-¿En serio?.- Preguntó incrédula.- ¿Qué tienes?.- Le preguntó por curiosidad, si ella se sentía mal y él también debían buscar la verdadera razón.

Shaka no podía decirle la verdad, no podía decirle que se sentía excitado, que tenía fuertes deseos de tener relaciones.

-Nada...vámonos.

Ambrosía se quedó mirándolo, detalló sus labios y se preguntaba que tan bien podía besar, veía a Shaka tan atractivo en cuestión de minutos...todo era tan raro. Shaka abrió los ojos poco a poco al sentir un silencio alrededor, se encontró a Ambrosía estática y se topó con sus ojos grises detrás de sus gafas.

-¿Vamos?.- Preguntó Ambrosía sin dejar de verlo.

-Sí...hay que hacerlo.- Dijo Shaka retractándose de lo que dijo al ver la cara de sorpresa de Ambrosía.- Digo...me refiero a salir de aquí...a eso me refiero, no vayas a pensar otra cosa.

-No...claro que no, no lo...había...pensado...-Ambrosía si lo había pensado. Desvió la mirada y ambos iban de salida, chocaron ya que ambos no saldrían al mismo tiempo, ese roce de ambos fue demasiado.- Lo siento...yo...-Lo volvió a mirar embelesada.

-No...te disculpes...- Él apartó la mano de la manija y acarició la mejilla de Ambrosía a quien casi se le salen los ojos.

-¿Q-Qué haces?

-No sé...-Contestó Shaka para luego besar a Ambrosía apasionadamente, ella no tuvo la intención de resistirse, era lo que esperaba. Ella le rodeó el cuello con sus brazos y él la abrazó con fuerza y caminó hacia enfrente hasta recargarla en la pared. Shaka separó su rostro y le besó el contorno de los labios y luego el cuello.

-Shaka...¿Por qué...hacemos esto?

-No tengo idea...pero no puedo controlarme, discúlpame.

-Discúlpame también a mí.- Dijo ella acariciándole la cabeza con vehemencia.

Volvieron a enfrascarse en besos profundos y muy sincronizados. Shaka puso sus manos por encima de la cabeza, ella acariciaba su espalda por encima de su playera y presionaba los dedos, deseaba arrancársela. Él bajó una de sus manos acariciando todo lo que tenía a su alcance hasta llegar a la pierna la cual levantó para sentirla más cerca.

-De verdad lo siento...-Dijo él separándose un momento.- No tenía planeado esto.

-Yo tampoco...

Shaka se separó con respiración agitada.

-Vamos allá atrás.- Dijo él y esas palabras le calaban más a Ambrosía.

-Deja cierro la puerta.- Ambrosía sacó sus llaves y cerró la puerta muy bien, bajó las persianas y apagó las luces.

-¿Y las cosas?.- Preguntó Shaka pues aún estaban las cosas afuera.

-Olvida eso, luego lo resuelvo.

-De acuerdo.- Dijo Shaka caminando hacia ella y le tomó de la cabeza levantando sus cabellos magentas y volviendo a besarla.

Cuando sintió sus labios fue como si el paso del tiempo transcurriera más lento. La besaba con tanta delicadeza y esmero, explorando cuidadosamente cada rincón... Jugaba con ella, la probaba, la mordía en el labio inferior y entonces volvía a besarla con una pasión apenas contenida.

Ese fue el detonante para Ambrosía. Con un tímido gemido se acercó más a él y le rodeó el cuello con los brazos de nuevo.

Ambrosía y Shaka iban caminando hacia el cuarto de atrás mientras se empezaban a despojar de la ropa. Ella aventó su gabardina y su bolso y comenzó a quitarse su blusa. Shaka se quitó la playera. Ambos se admiraron encendiendo más su lujuria. Él le tomó los tirantes del sostén color blanco y a la vez que los iba deslizando hacia abajo iba besando sus hombros, sus manos seguían deseosas de seguir tocando su piel. Shaka se detuvo e hizo que diera la vuelta, él tomó los cabellos de ella y los acomodó a un lado de su rostro, iba a quitarle el sostén de una buena vez. Ambrosía sintió de inmediato como su sostén se aflojaba. Conteniendo el aliento, Ambrosía se llevó las manos a los pechos y trató de sujetar el sostén en su sitio.

Un segundo más tarde sintió su aliento cálido sobre la piel mientras le daba besos desde el cuello hasta la espalda. Ambrosía echó la cabeza hacia delante. Le latía sin control el corazón. Notó las manos de Shaka sobre las caderas y después sobre el abdomen. Sus labios volvieron a besarla en el cuello y en el hombro. Ella no tenía experiencia alguna, pero un instinto femenino se apoderó de ella en ese momento, un instinto que nació de la nada esa tarde. Cuando Shaka la hizo darse la vuelta de nuevo, le miró a los ojos y se perdió en dos lagunas llenas de promesas de placer de ese momento, lo desconocía también, se desconocía ella misma sin embargo todas las dudas que pudieran quedar se disiparon, aunque ella haya perjurado no tener relaciones hasta estar casada debido a sus creencias, hoy era diferente, no sentía arrepentimiento de hacerlo, mañana sería otro día. Ella apartó sus manos de su cuerpo y el sostén cayó al suelo. Sentía los pechos pesados y doloridos, más sensibles que nunca. Shaka se sonrojó. Apretó la mandíbula y estiró un brazo, abarcó uno de sus pechos con la mano. Ella reprimió un gemido, no era capaz de bajar la vista.

Con una lentitud exasperante, Shaka deslizó la otra mano alrededor de sus pechos, moldeando el contorno antes de abarcarlo con la palma. El pezón, duro y erecto, le provocaba. Volvió a inclinarse y la colmó de besos por todo el pecho... Y después, tras un segundo de tortura, empezó a lamerle la areola y se llevó el pezón a la boca. Ambrosía arqueó la espalda como si hubiera experimentado una descarga eléctrica. Nunca había sentido nada parecido en toda su vida, apretó las piernas para contener la marea de calor. Sus dedos se cerraron alrededor de los de Shaka y empezó a acariciarle el cabello con la otra mano. Él continuó con el otro pecho, aplicándole la misma tortura, haciéndola gemir con todo su ser. Por fin le soltó la otra mano y se retiró un poco para contemplarla. Ambrosía se sentía incontrolable. Tenía los pezones húmedos y las mejillas sonrosadas. Le brillaban los ojos.

Él se detuvo un instante. Por primera vez en su vida se sentía fuera de control con una mujer. El calor y la lujuria se habían vuelto uno y le nublaban el juicio, cubriéndolo todo con su espesa neblina. Lo único que quería era adentrarse en el exquisito cuerpo de Ambrosía.

Cuando él le soltó, ambos caminaron por fin al cuarto de atrás sin decirse nada, sus ojos aceptaban la decisión de estar juntos. Al llegar ahí volvieron a mirarse y Shaka comenzó con los suyo. Se empezó a despojar de la ropa, él pensaba que lo hacía rápido, ella lo consideraba una tortura, el tiempo pasaba lento.

Ella sabía sobre el sexo, aunque nunca lo hubiera practicado. Sabía cuál era la realidad, pero ver a Shaka, completamente desnudo y excitado, la intimidaba y a la vez la alteraba sexualmente, más de lo que se atrevía a admitir. Si en algún momento tuvo intención de decirle que era virgen, se le quitaron las ganas en ese momento. Y habían llegado lejos y no quería dar marcha atrás. Ella terminó por despojarse también de su ropa. Shaka la miraba extasiado y no podía creerse lo que estaba pasando, no podía controlarlo. Ella se quitó los anteojos poniéndolos en una mesilla, no se preocupó por guardarlos.

Ambos se tumbaron en el suelo, justamente en el centro de la alfombra hindú de lino. Shaka se puso a su lado y tiró de ella. Ambrosía podía oler la fragancia almizclada de su excitación. Podía sentir su miembro contra la piel y quería mover las caderas. De manera tentativa, deslizó una mano sobre su cintura estrecha y continuó subiendo hacia el torso. Su abdomen se contraía con cada respiración. Encontró uno de sus duros pezones y empezó a lamérselo por puro instinto, besándolo para después morderlo y tirar de él. El sabor de su piel era agradable. Shaka la agarró del pelo y le hizo echar la cabeza hacia atrás. Torso contra torso, se tocaron por todas partes. Con una mirada enigmática que Ambrosía no era capaz de descifrar, Shaka le dio un beso arrebatador y la atrajo hacia sí aún más. Sus brazos la rodeaban con mucha fuerza, aplastándole los pechos contra su poderoso pectoral. Ambrosía ni siquiera sabía dónde terminaba su propio cuerpo y dónde empezaba el de él. Una urgencia incontenible crecía entre sus piernas, en su vientre. Era una espiral de tensión que la hacía moverse con agitación, haciéndole perder el control.

Él deslizó las manos por su espalda hasta llegar a su trasero y entonces la apretó contra su cuerpo. Ambrosía abrió las piernas de manera instintiva. Podía sentir la erección de Shaka, rozándose contra ellas. Sus corazones latían cada vez más rápido y un sudor helado les cubría la piel. Ambrosía jamás había deseado algo con tanta avidez. Con un movimiento fácil, Shaka cambió de posición hasta que Ambrosía quedó acostada boca arriba. Se colocó entre sus piernas. Podía sentir su potencia masculina entre los muslos, pero él seguía sin moverse. Simplemente se limitó a inclinar la cabeza para besarla de nuevo, emborrachándola con sus besos.

Le agarró de los bíceps y sintió cómo se contraían bajo su piel. Abrió las piernas un poco más y enroscó los muslos alrededor de sus caderas. Él bajó un poco y la tocó con un dedo en el lugar más íntimo. Siguió deslizándolo hacia arriba, a lo largo de los pliegues de su intimidad, y entonces comenzó a frotarla allí, el ansia era más palpable. Ambrosía arqueó la espalda y se apretó contra su mano. No podía respirar. No podía pensar con claridad. Le agarró de los brazos con tanta fuerza que creyó que iba a dejarle marcas.

-Estamos llegando demasiado lejos.- Dijo Shaka mirándole a los ojos plomizos que brillaban urgidos.

-Estoy de acuerdo.- Dijo apenas.

-¿Deberíamos parar?.- Le preguntó. Ella no sabía ni qué responder.

-Desde hace rato yo me siento rara...estimulada...pero debo aclarar que esto no me había pasado antes.

-A mí tampoco.- Dijo inmediatamente.- Sin embargo no puedo detenerme y siento que con esto nuestra amistad se va a romper.- Agachó la cabeza, le costaba trabajo despejar su mente.

-Opino lo mismo.- Dijo ella cerrando los ojos por un momento.- Pero ahora no puedo pensar en otra cosa que no sea en tener relaciones.- Confesó y Shaka ladeó la cabeza, él pasaba por lo mismo, en un abrir y cerrar de ojos, él estaba encima de ella a punto de tener relaciones, estaba yendo en contra de sus principios.- ¿Continuamos?.- Preguntó forzadamente, apretaba sus ojos.

Ambrosía lo miró largamente, se criticaba por no tener raciocinio en ese tipo de temas, se trataba de perder la virginidad, un asunto delicado e importante, le costaba ser liberal como lo había sido Cassandra. Ella no había tenido problema con eso, ella no pensaba en el matrimonio, sus ideales eran muy diferentes a los de Ambrosía y su razón estaba nublada y tener a Shaka frente y sobre ella no era de mucha ayuda.

-Pero...es que yo soy...- Empezó a hablar, no podía a mirar a Shaka esta vez. Era una confesión hacia su amigo y ahora posible amante. Shaka la miró todavía y no fue difícil para él descifrar lo que trataba de decirle amargamente.

-Entonces será mejor parar...-Shaka estaba por levantarse pero Ambrosía le tomó de los brazos, luego abrió sus ojos.

-No...-Dijo firme.- Hay que seguir...

Shaka no siguió hablando más y continuó besándole de nuevo el cuerpo.

-Entonces...reléjate, puede dolerte.- Dijo susurrándole. Ella abrió más las piernas. Shaka flexionó la cadera y entonces empujó cuidadosamente causándole un dolor abrasador. Ambrosía soltó una queja y apretó los párpados.

Sus labios la cubrieron de inmediato. Comenzó a besarla con frenesí mientras empujaba más y más adentro. Pero el dolor se desvanecía por momentos y era sustituido por una deliciosa fricción. No quería dejarle escapar, así que empezó a mover las caderas en sincronía, pero entonces él volvió, empujando de nuevo, más adentro esa vez. Las piernas de Ambrosía estaban alrededor de su cintura, su pecho se arqueaba contra él y la cabeza le caía hacia atrás. Era evidente que trataba de comprender todas las sensaciones que la sacudían en ese momento. Shaka la agarró de la espalda y tiró de ella hacia delante al tiempo que empujaba más adentro. Ambrosía gimió, sentía su aliento sobre la piel, su boca alrededor de un pezón. Su lengua la lamía sin tregua y sus labios la acariciaban mientras tomaba una cadencia regular, saliendo y entrando en su cuerpo.

La intensidad de las sensaciones era abrumadora. Ambrosía no podía hacer otra cosa que no fuera aferrarse a él. Él era su ancla, el centro de su universo y estaba a punto de caer por un precipicio a su lado. Sus movimientos fueron más prolongados, más rápidos. Ambrosía sintió que sus músculos se contraían. Se dirigía hacia algo desconocido... De repente todo explotó a su alrededor, y un placer carnal que apenas podía imaginar la hizo vibrar por dentro. Sus músculos se movían espasmódicamente a lo largo de su duro miembro. No podía articular palabra alguna, lo que acababa de experimentar la había cambiado para siempre. Llevaba la marca de Shaka sobre la piel.

-¿Ya no te duele?.- Le preguntó Shaka después de varios minutos.

-No.- Contestó ella y luego sintió como él se separaba y respiraba agitadamente.

-Espero no haberte hecho daño.- Le dijo angustiado.

Ambrosía se sorprendió al ver cuál era su preocupación. Shaka le acarició su intimidad sutilmente, lo hizo en círculos, verticalmente, de todas las formas posibles. Ella acudió la cabeza y gimió suavemente al sentir que la penetraba con un dedo. Comenzó a mover las caderas, abandonándose al placer. Pronto, él la atrajo hacia sí hasta tenerla cara a cara. Después le levantó una pierna y la colocó por encima de su cadera, abriéndola aún más. Un segundo después, Ambrosía sintió la punta de su miembro erecto. Shaka la besó con frenesí y al mismo tiempo la penetró hasta el fondo. Ambrosía le rodeaba el cuello con ambas manos y tenía las piernas alrededor de sus caderas. Él estaba en su interior, a punto de empezar a moverse de nuevo. De repente se dio cuenta de que todo lo que se había dicho a sí misma era mentira.

Él empezó a empujar, lenta y poderosamente. Comenzó a besarla a lo largo del cuello e Ambrosía ya no pudo pensar más. Le agarró un pecho y se lo llevó a los labios. Ella enredó las manos en su cabello y le sujetó con fervor, apretando las piernas alrededor de su cuerpo mientras su incansable trasero le daba el placer más exquisito.

Después de varios minutos más de agonía, Ambrosía ya no pudo aguantar más. Sintió que explotaba en mil pedazos. Jamás había conocido nada parecido.

Templo de Géminis.

8:37 p.m

Sienna y Sine habían regresado de la playa y habían decidido quedarse ahí por un rato más debido a que Sienna se encontró con Saida, al verla su alegría regresó y el coraje se había disipado. Ambas se habían abrazado y hasta lágrimas de felicidad hubo, después de varios años se volvían a encontrar.

-¡¿Por qué no fuiste a verme?!.- Se quejaba ahora Sienna con las manos en su cintura.- Es más...cuando pasé por aquí hace rato no te vi.

Saida se encogió de hombros, era raro que tampoco la hubiera visto a ella si no había salido del templo. Lo único que se le ocurría era que cuando estaba viendo las fotografías con las gemelas, ella fue al baño y al salir no encontró a las niñas así que se puso a buscarlas y se quedó un rato en el dormitorio, la zona donde las niñas se dedicaron a hacerle varias bromas "inocentes" a Saida; como aventarle espuma, ropa, zapatos y demás. Cuando terminaron de hacer el desorden, ella se dedicó a acomodar las cosas y al finalizar volvieron a ver las fotografías como si nada, Saida sabía que lidiar con niños no era cosa tan fácil pero ya había logrado algo con las hijas de Dione.

-Debió haber sido cuando me distraje.- Sonrió. Sienna la miró severa por un rato y luego volvió a abrazarla.

-¡Me hiciste tanta falta! Y más porque no contestabas el móvil...

-Sobre eso...se me perdió.- Empezaba a explicar Saida y Sienna la miraba atenta.

Kanon estaba sentado en el sofá, escuchaba las pláticas femeninas desde hace un buen de rato e incluso ya comenzaba a sentirse aburrido. Miraba la hora y abrió los ojos con hastió puro.

-Y todavía falta que vaya a hablar con Athena...-Dijo para sí. Se sentía cansado ya que no pudo dormir anoche y de sólo pensar que subiría escalones sólo para que las mujeres siguieran hablando era demasiado para él.

-Tienes cara de querer correr a medio mundo.- Le dijo Dione acercándose para acomodar algunas cosas que habían dejado sus hijas regadas.

-Algo así...

-Y luego que Athena quiere platicar...-Dijo divertida al ver como Kanon volcaba los ojos.

-¿Acaso ya sabes leer la mente?

-Como si no conociera cuando andas fastidiado...de hecho estás así desde la fotografía...

Kanon puso una mano en su rostro, era tortuoso recordarlo.

-Todo gracias a ti y a tu pareja de criminales.- Refiriéndose a sus sobrinas quienes estaban jugando no muy lejos de ahí.- Será mejor que me deshaga de esa fotografía o tus hijas harán un Santuario con ella.

-Ya no te preocupes, se las quitaré cuando se duerman.- Dijo ella evitando reírse en el momento.- Kanon...no entiendo por qué no quieres irte al dormitorio, ya te había dicho que yo puedo quedarme en la morada con las niñas y tú te quedas ahí.

Kanon además de haberse acostumbrado a estar durmiendo en el sofá o en el suelo tampoco podía vivir mucho tiempo separado de sus sobrinas, tenía que admitirlo pero su vida se había encajado con ellas. Le gustaba cuando ellas lo despertaban sutilmente fuerte...entiéndase, a gritos. También cuando jugaba con ellas aunque recibiera regaños por parte de Dione, Shion y hasta de Athena porque el templo de Géminis quedaba patas arriba.

-No me molesta tenerlas aquí.- Dijo cortante.- Además dormir en el sofá no es tan malo, es ya una costumbre y algo irrelevante.

Dione entendió y suspiró después.

-Oye...mañana quiero ir a ver a Mary Anne y no creo que me permitan entrar con las niñas así que no sé si tú...

-Ya sé...quieres que las cuide "la niñera Kanon".- Adivinó.

-Sí...por favor, no tardaré.

Kanon se recargó en el sofá y exhaló por un buen tiempo.

-Está bien, déjamelas, sólo espero poder dormir toda la noche para recuperar energías.- Dione estaba por seguirle la plática pero no iba a seguir preguntando más, Kanon le había dejado una pista de lo que hizo en la noche.

Casa de Eufrosine.

Desde hace un buen de rato que estaban Clara y Shion en la casa de Sine, ambos la habían esperado pero no daba señal de vida. Estaban sentados en el sofá aburridos, Shion ya deseaba irse porque no le veía el caso de seguir esperándola, era claro que no iba a llegar. Clara estaba nerviosa por estar a solas con él, desde hace rato se sentía así y su silencio era la mejor prueba, aunque haya pasado ya mucho tiempo de estar junto a Shion aún le costaba adaptarse, lo veía como una autoridad, después de todo era el Patriarca. Le miraba de reojo, quería hablar de muchas cosas pero no se animaba a expresarlas.

-Yo pienso que Eufrosine no va a venir.- Dijo por fin Shion.

-Eso pensaba yo.- Dijo Clara dejando de mirarlo.

-¿Y por qué no le llamas?

-Lo hice pero no me contestó.- Y era verdad, le había marcado a Sine incontables veces y sólo le enviaba a buzón.- Mejor hay que irnos, puede que le haya pasado algo.

-No lo creo o eso espero, de lo contrario Athena me estaría buscando.

-Es cierto...-Dijo ella con el móvil entre sus manos. Terminó por levantarse.- Vámonos, la veré en el Santuario.

Ella estaba caminando hacia la salida y al no notar la presencia de Shion siguiéndola giró su cabeza, él seguía sentado y aparentemente no iba a levantarse aún.

-Quisiera hablar contigo...ya sé que pude haberlo hecho antes pero es que te he notado rara.

-¿Rara? ¿Pero qué cosas dices?.- Fingía demencia más no engañaba con eso a Shion.

-No me lo niegues, aún te sientes rara de estar conmigo ¿verdad?

Una frase que enfrascaba toda una verdad. ¿Cómo mentirle a eso?

-Perdona...no puedo evitarlo.

Shion se levantó y caminó hacia ella. Clara quiso evitarle la mirada, era increíble cómo podía derrumbar esa barrera de seguridad en poco tiempo y en dos sencillas acciones; que él la mirara o que estuviera cerca.

-Me siento igual, no tengo porqué perdonarte, es comprensible...sientes que estamos haciendo algo indebido, siento lo mismo...lo que me hace sentirme bien además de estar cerca de ti es que Athena lo sepa.

-Lo sé pero...es que...me pongo nerviosa, es eso...

-¿Por qué?

-Porque...no sé, tienes algo que me hace temblar cuando te veo, cuando me hablas y cuando me miras...-Se puso roja al momento en que lo expresó.

-¿En serio?

-Sí...desde que te conocí...no puedo evitarlo, tus atenciones hicieron que me prendara más a ti y aunque yo debí haberte visto sólo como el Patriarca...no pude...aún parezco una adolescente enamorada pero es lo que siento...-Levantó la mirada lentamente y observó esa órbitas rosadas, su corazón le aceleraba demasiado.- Y otra vez me está pasando...justo ahora...¿Por qué me preguntas esto?

Shion sonrió, le parecía muy tierno ver a Clara ponerse de esa manera y sobretodo que esa reacción la provocara él.

-Porque desde hace tiempo quise aclararlo pero no encontraba el momento.

Clara sonrió de repente pero sin mirarlo aún.

-Desde que hay niños en el Santuario te dedicas a jugar, no pensé que tuvieras instinto paternal.

Shion sonrió también.

-Ni yo pero sorpresas que da la vida.- Rio.- Ya que estamos aquí...veamos la televisión un rato.

-Pero...¿No ya nos íbamos?.- Clara no recibió respuesta y en vez de eso, Shion le tomó de la mano.

-Ven aquí.- Shion tiró de ella con delicadeza hasta un sofá. De un solo y fluido movimiento se sentó en él con Clara en su regazo. Encendió la televisión.- ¿Estás cómoda?

-Sí...-Ella estaba más nerviosa que antes, aspiró su aroma a jabón y ropa limpia, a colonia. Era casi imposible resistirse a la tentación de acurrucarse contra él y dejarse llevar, y contuvo el aliento mientras Shion le apartaba un mechón de pelo de la frente. Ella se sentía a salvo y segura estando con él. Como si nada ni nadie pudiera hacerle daño si permanecía a su lado. Shion rozó con los labios su frente a la vez que deslizaba una mano por su muslo hasta alcanzar su pie. En un instante, le había quitado los zapatos.

Un sonido mezcla de sorpresa y protesta escapó de entre los labios de Clara cuando Shion tomó uno de sus pies y empezó a darle un masaje con los pulgares en la planta. Mientras iba sintiendo el mágico efecto del masaje, Clara pensó que podría acostumbrarse fácilmente a aquello.

-¿Son ideas mías o acaso es una táctica de seducción?

Shion sonrió.

-Sólo es un gesto de cariño.

Clara se sintió alegre de escucharlo..."Cariño" Una palabra corta pero que tenía mucho significado, después de todo, parecía que Shion la estimaba demasiado. Ella había detenido sus pensamientos, el estómago se le oprimió cuando empezó a quitarle las horquillas del cabello. Los dedos de Shion recorrieron la graciosa curva del cuello y ella sintió el toque a lo largo de la espina dorsal.

-¿Qué...haces?.- Preguntó levantándose y mirando a Shion fijamente.

-Sólo acariciaba...¿está mal?

-No.- Contestó de inmediato.- Pero...

Ambos no dejaban de verse, era una conexión visual muy fuerte, no podían evitarlo.

-¿Pero qué?.- Preguntó Shion mirándole discretamente los labios.

Clara en un impulso acercó más su rostro hasta juntarlos con los suyos. Shion no se resistió al impulso y por ende le tomó del rostro moviendo sus labios cuidadosamente. Clara se separó, los nervios le atenazaron el estómago.

-Yo...-Estaba por hablar más, estaba apenada pero no pudo continuar.

Sin una palabra más, Shion la tomó con delicadeza por la barbilla y la besó en los labios con infinita ternura, una más expresiva que hace segundos. Clara se sintió como si por fin estuviera conociendo sus sentimientos o tal vez siempre los supo y no había querido entenderlos. Ella se sentía feliz mientras abría la boca para él, aturdida por las sensaciones que evocaba en ella.

Cerró los ojos y se entregó por completo a él, devolviéndole cada beso con un fervor que hizo que el calor creciera entre ellos hasta que necesitaron más, mucho más que el contacto oral.

-¿Estamos haciendo lo correcto?.- Preguntó Clara a falta de respiración. Shion no abandonaba esa ternura en su mirada.

-Lo correcto sería si tú lo deseas, yo no tengo ningún problema con demostrarte de diferentes maneras cuanto te quiero.

Sus mejillas enrojecieron y hasta ganas tenía de llorar sin embargo ella oprimió esa sensación, no iba a ponerse a llorar en un momento así.

-Sí...

-¿Segura?

-Sí...estoy segura.

Ya una vez que ambos tomaron la decisión volvieron a besarse. Las sensaciones estaban a flor de piel y eran más ascendentes que nunca. La ternura que sentían ambos estaba cambiando su intensidad, los besos eran más pronunciados, más apasionados y románticos a la vez.

Varios minutos de seguir con ese contacto, Clara decidió que Shion llevaba demasiada ropa. Con dedos urgentes, apartó su chaqueta y murmuró su aprobación cuando él terminó de quitársela y la arrojó al sillón más cercano. A continuación voló la corbata y luego Clara se ocupó de desabrocharle la camisa, que siguió el mismo camino, a Clara le gustaba mucho ver a Shion con ese tipo de ropas civiles, más que con la túnica a la que estaba acostumbrado. Shion se veía muy formal entonces.

Sin pensárselo dos veces y cegada por la emoción que sentía, había abandonado la vergüenza y había seguido sus instintos, tomó uno de los pezones de Shion en su boca... oyó su ronco gemido de placer.

Cuando le soltó el cinturón y le bajó la cremallera de los pantalones, se regocijó al sentir el tamaño y la fuerza de su erección. Los pantalones se deslizaron al suelo.

-Esto está siendo un poco unilateral, ¿no te parece? -murmuró él con voz ronca a la vez que apoyaba los labios contra el cuello de Clara, que se estremeció de placer al sentir la caricia. Ambos se levantaron y antes de continuar se dieron un beso fresco y profundo.

Shion terminó de desnudarse en un instante y luego bajó la cremallera del vestido de Clara, que se deslizó por sus hombros hasta la alfombra. La única prenda que protegía la desnudez de ella era una breve braguita de seda y se esforzó por quedarse inmóvil mientras él la contemplaba apreciativamente. Los ojos despidieron llamaradas cuando la mirada de él se detuvo en los pechos, descendió por su cuerpo y luego alzó la vista para encontrarse con una expresión homogénea.

Realmente Shion era apuesto. Anchos hombros, caderas estrechas, estómago plano, piel aceitunada y músculos endurecidos que denotaban una fuerza innegable. Shion se aproximó a ella. Los ojos de Clara se agrandaron un segundo cuando él trazó con el índice la curva del labio inferior. Una oleada de calor invadió su cuerpo, el pulso empezó a latirle aceleradamente mientras él le tomaba la cara entre las manos, y emitió un gemido silencioso cuando inclinó la cabeza hacia su rostro. Clara no esperaba el lento contacto de su boca o el modo en que la punta de la lengua se introdujo entre sus labios mientras su rostro continuaba entre las manos de Shion. Luego sintió que los pulgares se deslizaban por sus mejillas y contuvo la respiración cuando el beso se hizo más intenso.

Shion tiraba de sus sentidos y los despedazaba destruyendo de ese modo la barrera protectora que ella había erigido contra él. Las manos de Clara se alzaron hasta los hombros sólo para apoyarse allí, vacilantes, mientras él capturaba su nuca con una mano y con la otra recorría toda la espalda hasta la parte inferior y la atraía hacia su cuerpo. Con un leve movimiento, Shion le quitó la braguita y ella gimió al sentir su mano entre las piernas. La caricia fue eléctrica y Clara se estremeció cuando Shion introdujo un dedo bajo la seda de sus braguitas para acariciar expertamente su sensibilizado clítoris. Las contracciones de un repentino orgasmo le hicieron aferrarse a él para no perder el equilibrio. De un solo y fluido movimiento, Shion la tomó en brazos y la acostó sobre el sofá. La verdad sobre que estaban en la antigua casa de Eufrosine no pasó siquiera por su mente en esos instantes.

Con gran delicadeza, acarició la piel del tórax de Clara a la vez que mascullaba algo ininteligible. Sin decir nada, inclinó la cabeza y le dio una serie de delicados besos antes de enterrar el rostro entre sus pechos. Tomó un pezón entre sus labios y lo succionó a la vez que volvía a deslizar una mano entre las piernas de Clara para seguir acariciándola. Cuando ella empezaba a temer enloquecer de deseo, él deslizó sus labios hasta la sensible intersección de sus piernas y le hizo separarlas para darle el beso más íntimo de todos, para saborearla y disfrutar dándole placer. Clara sentía perder la cordura, y pensar que tenía vergüenza con sólo la mirada de él sobre ella, eso era sólo pasado ahora. Su espalda recibía los escalofríos y ella sólo podía agarrarse de los cojines, era su única salida antes la dulce sensación. Clara pudo sentir el rubor que cubría sus mejillas. ¿Qué tenía ese hombre que podía hacerla sentir así de cualquier manera?

Ella se sintió acobardada al sentir el dedo que recorría la sien y colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja. Había una atmósfera de irrealidad en esa conversación. Ella era consciente de la habitación, del sofá, del hombre en el que pronto enfocó toda su atención. Con el dedo pulgar él delineó el labio inferior y luego lo deslizó hasta la barbilla en tanto buscaba la boca femenina, como un preludio a la deliberada seducción de los sentidos femeninos.

La sutil exploración se convirtió en una sugerente posesión sensual que la llevó a prescindir de sus inhibiciones... con demasiada facilidad para su paz mental. Debería intentar escapar, retirarse, protestar un poco, pero el toque de sus labios tenía algo de mágico que ella no podía resistir, y gimió mientras las manos acariciaban sus pechos y luego atormentaban los excitados pezones. Una onda de calor se había apoderado de sus venas llenando su cuerpo de honda calidez sensual mientras él le quitaba la camiseta. Durante largos segundos soportó la mirada apreciativa sobre su cuerpo desnudo y supo instintivamente que el momento de la intimidad había llegado. Todas las células de su cuerpo respondieron con dolorosa vivacidad. Clara deslizó los dedos por el cabello de Shion y gimió deseando que se detuviera al sentir la lengua alrededor del ombligo antes de posarla entre los muslos. A pesar del ruego para que desistiera, la caricia se hizo más íntima, y aunque ella luchó contra las sensaciones que le producía se sintió lanzada hacia lo alto, tan alto que un breve grito de placer escapó de su garganta.

Cuando pensaba que la sensación ya no podía ser más intensa, volvió a repetirse, hasta tal punto que sintió que su cuerpo se incendiaba. Shion se apoderaba de su boca en un beso tan intenso que al fin la venció, obligándola a compartir el placer de la sensualidad.

-Lo haré despacio, si te duele, dímelo.- Le dijo sutilmente. Ella apenas lo miró asintiendo, había llegado el momento.

Shion la penetró y poco a poco con infinito cuidado, el cálido y sensual gemido de placer que escapó de entre los labios de Clara, ella sintió que sus músculos se relajaban a medida que él comenzaba a moverse lentamente al principio y luego con mayor insistencia hasta que el movimiento acompasado se convirtió en una entidad hipnótica contra la cual no había ningún poder capaz de resistir. Una experiencia nunca antes vivida. Una intoxicación cautivadora de sus sentidos mientras él la llevaba a un punto de éxtasis mágico. Clara estuvo a punto de hacerle perder el control. Enterró la boca en la curva de su cuello y sintió su respuesta cuando empezó a moverse, despacio al principio, luego más y más deprisa, hasta lograr llevarla más allá de la cima del éxtasis.

Clara sintió que el tiempo había pasado demasiado rápido, su cuerpo aún deseaba más descontrol y fue testigo de cómo su mirada se opacaba, ella sintió un cosquilleó recorrerle la espalda que le hizo aferrarse a Shion. Él no se sentía diferente, hace mucho tiempo que no había experimentado algo así y ahora que lo volvía a hacer, se alegraba de saber que era con la persona que él quería y que ella lo quería.

Shion levantó la mirada para encontrarse con los ojos de Clara quien apenas parecía creerse lo que pasaba, entonces le dedicó una sonrisa. Shion se preguntó si Clara tendría idea de lo preciosa que era. Quería abrazarla y retenerla contra sí durante el resto de su vida.

Entonces Shion la acomodó lenta y suavemente, calmando el cuerpo estremecido hasta dejarlo quieto entre sus brazos. Clara sentía ganas de llorar, se sentía totalmente expuesta. Como si ese hombre tuviera la facultad de ver dentro de su corazón, dentro de su espíritu, en todo su ser, y todos sus secretos quedaran al desnudo.

Cuando Shion se tendió, siempre con ella entre sus brazos, la miró bajo la suave luz y ella no pudo retirar la mirada.

-Te quiero demasiado...-Susurró Shion para luego abrazarla con fuerza. Ella abrió sus ojos con demasiada sorpresa, lo que le ocurría parecía sólo un cruel sueño al que despertaría pronto pero ese no era el caso, sintió como una lágrima resbalaba por su mejilla y de inmediato se la limpió con sus dedos, esa lágrima era de felicidad, había tenido su primer relación sexual con quien quería y había sido sorprendente, Shion no reparaba en afectos. Ella lo abrazó y cerró los ojos, si Sine no llegaba ya no había problema alguno.

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