46. La reina vampiro

Personajes: Saga de Géminis, Geist de Vampiro
Historia relatada siguiendo la cronología y argumento de la serie clásica animada, Saint Seiya. Tomando como referencia el episodio 18, ''Los caballeros de los abismos''.

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La noche era fría a pesar de estar en la mejor época del año, la sensación de humedad era completamente diferente a como lo era en Grecia. Había muchos mosquitos, los monos aullaban sin parar, y los murciélagos cazaban como si quisieran mostrarle a quien le pertenecía el cielo. La hierba y árboles se había extendido demasiado desde la última vez que había estado en la isla del espectro. Los árboles con copas altas crecían tanto que el corazón de la isla, donde se erguía el enorme castillo por poco y se perdía.

A lo largo de su llegada, y su andar hasta el castillo, aquel hombre se topó con unas cuantas trampas, aun así, ninguna logró afectarle, dejándolo continuar a paso lento y sereno sin llegar a agitarse. El borde inferior del traje azul marino estaba lleno de fango, y la luna abrillantaba el cabello de Plata bajo el yelmo de dragones escarlatas.

Después de un tiempo, se introdujo en el castillo. Entre el eco y el rechinar de las ventanas de madera, camino por los pasillos y subió por la escalera, no había una sola alma habitando aquel sitio. A menos no una buena.

Camino por el corredor iluminado por breas en los muros, su andar lo llevo hasta la enorme sala del trono, había estatuas de murciélagos frente a él, quizás de tres metros y medio de altura, tan altos como los techos en punta de aquel castillo, denotaban a la vez la pasividad y agresividad que podían tener aquellos seres, se simulaban mucho a las gárgolas en las catedrales de parís. En el centro, custodiado por las estatuas de piedra, un trono de madera, con relieves y curvas bien labradas sobre la recargaderas.

Sin embargo, aquel puesto estaba vacío, no había nadie al rededor, al menos no hasta que el rechinido de la puerta la descubrió. Una de las puertas adyacentes al trono se abrió, dejando entre ver a una muchacha de prendas púrpuras. Llevaba puesta una bata con mangas largas y anchas, sujeta a la cintura por una cinta de la misma tela. Su cabello a pesar de un tono marino, resaltaba gracias a la luz de la luna entrando por los ventanales del salón, sus ojos azules se protegían debajo de unas gruesas y largas pestañas. Su nombre era Geist, un ex santo femenino y actuar líder de Ghost Saints, desterrados por el santuario hacía unos años.

En cuanto Geist noto la presencia de aquel hombre, no se inmutó ni alarmó, acto seguido camino hasta una de las mesas donde los coperos colocaban las jarras de vino, allí se sirvió una enorme copa de vino dulce, bebió satisfactoriamente y entonces le dijo: — Has logrado sobrepasar las trampas. —

—Son ilusiones muy débiles, — respondió el hombre, con una voz grave, aunque un poco distorsionada por la máscara de metal que llevaba puesta sobre el rostro. —No trates de subestimarme, Geist. —

—Todo aquel que ha entrado a esta isla no ha logrado volver, y todo gracias a mis ilusiones. — Dijo ella bebiendo un profundo sorbo de la copa.

—Esos hombres no son como yo. — Respondió el masculino sin alguna expresión visiblemente notable sobre el rostro.

Al escuchar sus palabras, apretó la copa entre sus manos: —Claro que no... sin embargo, me gustaría saber ante quien me estoy dirigiendo antes de hacer una comparación, su majestad. —Hizo un ademán con la mano y la cabeza, simulando una corta reverencia, luego presionó sus labios una vez más contra el borde de la copa de bronce bebiendo el resto del contenido.

Aquel hombre, de túnica marina, se retiró el casco, dejando entrever su espesa cabellera plateada, enseguida continuó con la máscara para mostrarle su rostro. Tan pronto abrió los ojos, Geist sonrió:

—Maestro Saga, sea bienvenido. ¿Que lo trae por aquí? —Dijo ella con cortesía, tomando una copa extra para llenarla con el vino dulce.

—He venido a verte— respondió él sin siquiera moverse de su sitio.

—¿A mí? Seguro que sí. —respondió dándose media vuelta, luego se encaminó hacia él extendiéndole la copa. —No me lo imaginaba, al menos no después de que fue usted mismo quien nos desterró. — Enarcó una ceja, y tan pronto como Saga tomó la copa entre sus manos, Geist levantó la suya en símbolo de brindis y terminó bebiéndola toda. —¡Largo y bondadoso sea su reinado, majestad! —

—¿De verdad piensas recibir a tu maestro de esta forma? — Cuestionó el caballero de Géminis y pontífice con media sonrisa en el rostro. Sus ojos rojos brillaban tremendamente cuando sonreía de aquella forma, cualquiera podría quedar hechizado al verlos.

—Seria un honor conocer que le parezca mejor, su divinidad — Dijo ella devolviéndole la sonrisa.

Y dicho aquello, Saga arrojó la copa de vino al suelo, luego llevó sus manos sobre el cinturón de oro y rubíes que sostenían su túnica; la abrió de par en par y dejó ver su torso desnudo, luego abrió los pantalones de seda que llevaba debajo y extrajo su miembro. Sosteniéndolo con su mano derecha.

Geist negó entre una sonrisa, había observado lo que Saga realizaba, luego le respondió: —Ya no soy una niña, maestro Saga. —

—Lo sé, y es por eso que he venido, porque quiero ver en lo que te has convertido. — Y tan pronto acalló, tomó a Geist de la cintura, haciendo que su delgado cuerpo se pegara al suyo, acto seguido presionó sus labios contra los de ella, rápidamente la fémina sostuvo el rostro del mayor con ambas manos para dar comienzo a un beso apasionante y lleno de deseo.

Como si lo supiera, Saga llevo sus manos sobre la cinta que sostenía la bata de Geist, abriéndola con un solo movimiento, descubriendo así la desnudes de su cuerpo. A ciegas, coló sus manos por su espalda, dejándolas recorrer sus formas, la apego con fuerza, la chica estaba a su merced, no había forma de alejarse de él, aunque así lo quisiera.

Geist era un soldado del santuario, un caballero femenino que había entrenado con Shaina y Marín en la niñez, y a pesar de su corta edad, había logrado convertirse en el discípulo del caballero de Géminis, Saga la adiestró en las artes mentales, las ilusiones y en la brutalidad de un santo de oro. Sin embargo, al obtener una de las sonota Cloth (cloths malditas), su personalidad dulce e indulgente cambiaron, comenzó a cometer actos terroristas, robos y sabotajes a barcos, por lo cual, el lado bondadoso del caballero Saga la exilio a la isla del espectro cuando tan solo tenía 14 años, allí, en ese santuario de tinieblas, Geist se convirtió en el propio patriarca, se irguió un castillo a la usanza Transilvana, en honor a la sonata cloth que portaba, la de vampiro.

Su escuadra fue confirmada por tres sujetos más, quienes la seguían fervientemente como una emperatriz. Durante el último año Geist llevo el contrabando a un nivel superior, ya no importaba lo que había sobre esos barcos, su placer ahora consistía en hundir y destruir por completo las embarcaciones, causándole problemas al santuario.

Durante ese tiempo, el santuario había enviado soldados, con la consigna de asesinar a la reina vampiro, sin embargo, esos hombres jamás volvieron o dieron señales de vida. Por el contrario, la sangre derramada de aquellos soldados parecía acrecentar su poder, Geist bebía de sus fuerzas creciendo y volviéndose más fuerte como un verdadero vampiro sediento de sangre. Como lo había mencionado al patriarca, ninguno había sido capaz de traspasar más allá del rio.

Poco después, Saga comenzó a besarle el cuello, haciendo que la bata de seda cayera por encima de sus hombros, tiempo después el más alto siguió descendiendo, sus labios húmedos trazaron un camino que iba desvaneciendo conforme Saga avanzaba.

Comenzó a besarle el pecho, a la vez que delineaba su cuerpo con ambas manos, al poco tiempo empleó sus enormes palmas para sostenerle los senos, los presionó ligeramente con la finalidad de guiarlos hasta su boca, su lengua delineó la punta de sus pezones, provocando que se endurecieran y provocando en Geist un escalofrío.

La chica echó la cabeza hacia atrás, su cabello rozó con las puntas su trasero, estaba disfrutando plenamente de tener a su maestro en ese momento. Geist había estado enamorada de él por más de ocho años, y a pesar de ser solo una niña en ese entonces, deseaba que algún momento como éste llegara.

Los movimientos de Saga la sacaron de sus pensamientos, aquel hombre había descendido hasta su entrepierna, sin previo aviso comenzó a masturbarla y pasar su lengua por su entrepierna. Geist colocó sus manos sobre el cabello plata, acariciando y jalándolo levemente mientras gemía al ritmo marcado por la boca del mayor. Saga succionó y lamió de vez en cuando, su rostro estaba hendido completamente contra su monte venus, las piernas de Geist comenzaban a flaquear, pues Saga sostenía entre sus labios y tiraba del frenillo, incrementando la estimulación de aquella mujer. Pero entonces se detuvo abruptamente, le tomó por la cintura y la hizo darse vuelta para darle la espalda.

Le sostuvo el rostro por un momento obligándola a besarlo por el costado derecho. Saga era el hombre más viril que había conocido, su piel, su cuerpo, su pasión y la forma tan peculiar de apoderarse de ella, todo era como el de un perfecto dios. Geist se inclinó un poco hacia adelante separando las piernas, pero antes de poder consumar su acto, el usurpador introdujo dos de sus dedos, una vez más sus piernas flaquearon, los enormes dedos de aquel hombre entraban y salían de su interior con rapidez.

Geist de vez en cuando llamaba a sus aposentos a los hombres que la acompañaban, y aunque en ocasiones los tres de ellos asistían a sus encuentros, delfín, medusa y serpiente de mar no se comparaban en lo absoluto al caballero Saga.

Durante sus años de entrenamiento, Saga llamaba a doncellas a sus aposentos, aquellas mujeres eran hermosas, llenas de curvas y mucha sensualidad que hacían explotar en cuanto llegaban a la cámara privada de Saga. Geist en algunas ocasiones llegó a presenciar aquellos actos, inclusive cuando sus pequeños atributos comenzaron a hacerse notar, una de las chicas le pidió a Saga que la amaestrara, sin embargo, aquello nunca fue posible. El caballero asesinó a aquella doncella sin consideración. Y a los pies de su cadáver, hizo que Geist tomara su miembro y le realizara sexo oral, sin embargo, aquella nunca logró que Saga se corriera.

Su intimidad estaba húmeda, Saga hacia entrar y salir sus dedos con facilidad, Geist escuchaba el ruido ocasionado entre el choque de aquella extremidad con su intimidad; le estaba gustando en demasía, y se lo hacia saber con cada gemido y suplicas para que le diera más. Su cabello comenzó a humedecerse gracias al sudor, de vez en cuando las hebras le cubrían el lado izquierdo del rostro, luego Geist inconscientemente lo movía hacia el lado contrario.

No fue hasta que Saga le tomo por la cintura, e hizo que su miembro se colara entre los húmedos muslos de Geist, aquella gimió al sentir el endurecido miembro; el géminis ejerció un poco más de fuerza haciendo que aquella extremidad se introdujera por completo en el cuerpo femenino, acto seguido, comenzó a moverse en contra suyo, de adelante hacia atrás; marcando un ritmo que pudiera seguir su compañera. Al poco tiempo, Geist continuo los movimientos, en ese entonces, Saga pudo tomarle el largo cabello, peinándolo hacia atrás, sujetándola con fuerza, Saga la hacia curvar la espalda, brindándole una vista perfecta y placentera del cuerpo de aquella mujer.

Pocas veces, el caballero Géminis anteponía el placer ajeno por sobre el suyo, sin embargo, esta vez era diferente, había añorado demasiados años el dia en el que por fin aquella chiquilla fuera suya; y debido a la fama que perseguía a la pirata, nadie sabía cuánto tiempo más estaría en aquella isla.  Permanecio envistiendo a Geist por un prolongado tiempo, de vez en cuando levantaba su pierna izquierda, en otras, la chica se inclinaba completamente hacia adelante, y quedo un poco sorprendido cuando de la nada, aquella amazona se giro para quedar frente suyo con gracia y sincronía.

Su respiración se tornaba pesada y el aliento que exhalaba era caliente, su cabello plata estaba mojado, pero algo más que el cansancio lo hizo detenerse abruptamente; un dolor de cabeza agudo, un malestar en su cuerpo lo hacia retorcerse y retroceder a la vez que soltaba injurias. Geist se giro para verlo, sin embargo, no parecía asustada ni sorprendida, aquella simplemente espero pacientemente.

El cabello del caballero de géminis comenzó a tornarse obscuro, estaba volviendo a su color natural, sus ojos dejaban de ser brillantes rubíes, y su rostro, finalmente tenia ese semblante de amabilidad y fiera justicia. Geist se encamino hasta él de puntillas, el hombre se había dejado caer en el trono que coronaba aquel salón. La chica se tendió a sus pies, froto su rostro en contra de sus piernas ligeramente hasta poder estar a una altura conveniente. Lo observó fijamente y en medio de una sonrisa Saga le dijo: — Has crecido demasiado, mi pequeña sabandija — Entre una risa Geist le respondió.

—Lo he echado de menos, mi señor. — Con toques sobre las piernas, Geist se acerco hasta el miembro del caballero, enseguida lo tomo entre sus manos y lo dirigió hasta su boca. Con sumo cuidado, comenzó a succionar, lamer y mordisquear la punta de aquella extremidad endurecida. A los pocos segundos aquel hombre dejo escapar unos cuantos gemidos.

No hubo fuerza ni motivo para que Geist se detuviera, Saga estaba siendo complacido tal y como lo había esperado, sus dos personalidades se prestaron; desde ser el hombre más rudo y posesivo, a uno sumiso y complaciente. Aquella mujer había hecho una vez más honor a su nombre; la reina Vampiro, quien bebía del alma de sus presas, dejándolos completamente a su merced. El caballero de Géminis quizás habría sido otro desdichado, sin embargo, aquel hombre no era igual que el resto de los hombres, Saga haría uso de las habilidades de Geist para que los colmillos no se cirnieran sobre el cuello de la Diosa Athena.

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