45. El veneno y la ambición
Personajes: Manigoldo de Cáncer, Albafica de Piscis
Historia relatada en base a la serie de The Lost Canvas Gaiden, siguiendo la cronología de la misma obra. Los personajes aquí mencionados son exclusivamente del TLC Gaiden #4 "Cáncer", siendo más específicos, en el capítulo 36 ''Sentimientos de maestro y alumno''
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Albafica y Manigoldo habían terminado finalmente su misión en la ciudad de Venecia, en Italia, todos los integrantes del clan Nero habían sido derrotados, aunque los dos caballeros de oro resultaron heridos finalmente podrían volver de regreso al santuario. La chica Gioca, quien los acompaño durante los últimos días, se había despedido con la promesa de encontrarse nuevamente con la máscara de la isla de la Reina muerte, así que no tendrían ningún motivo por detener su partida.
Habían tomado un ferri con destino al puerto de Patrás en el Peloponeso, allí, su travesía hacia la ciudad alta de Grecia sería más conveniente, además, podrían aprovechar dicha travesía para descansar un poco más.
La tarde les cayo aun sobre el buque, los dos permanecían tumbados sobre las literas afianzadas por cadenas del pequeño camarote que habían alquilado; estaban hablando sobre la misión de Venecia, hasta que llegaron a mencionar a Gioca, desde que Manigoldo se enteró que era una chica, no había parado de coquetearle y hacerle saber su especial interés. Inclusive antes de despedirse, le había dicho que, en caso de volverse a encontrar, esperaba que luciera linda para poderla invitar a salir.
Aquello aparentemente no había molestado a Albafica, hasta que se lo dijo de la siguiente manera:
—¡Estuviste coqueteando con esa niña sin si quiera darte cuenta como eso me lastimaba! — Y entonces los dos acallaron. Albafica sostenía su cabeza por medio de su brazo apoyado sobre el lecho. Manigoldo guardo silencio sin dejar de ver el techo de madera de aquella habitación.
Después de segundos de un incómodo silencio, Albafica se puso de pie de un solo salto. Los pasos huecos sobre la madera hicieron al italiano recobrarse y darse cuenta de que su compañero lo abandonaba. Enseguida, se puso de pie tomando apresuradamente una de las rosas que yacían en un vaso de marfil sobre el vano de la ventana.
—¡Albafica, espera! —Le llamo con un tono un tanto desesperado. Sin embargo, cuando el albiceleste se dio la media vuelta, no tuvo una sola reacción del contario, ambos se vieron a los ojos en silencio, ambos sin saber que decir en ese momento.
Así que Manigoldo le mostró la rosa y soltó un suspiro nervioso: —Estas rosas son del color de tus lindos y suaves labios —le dijo.
Albafica abrió la boca tratando de responder algo, sin embargo, las palabras no salieron, así que, simplemente uso el sentido común, dio un par de pasos hacia Manigoldo y jalo el cuello de su chaqueta hacía abajo y le dio un beso en los labios.
Manigoldo abrió los ojos con sorpresa, pero no perdió el tiempo, rodeo la cintura del piscis mientras esté abrazaba su cuello. La espalda de Albafica choco contra la puerta cerrada, Manigoldo mordió su labio inferior haciendo que el contrario abriera su boca.
Ambos se besaron con deseo contenido, sabiendo muy bien a que iba aquella situación, Albafica dejo que Manigoldo quitará su capa y la dejara caer al suelo, haciendo lo mismo con la suya mientras que sus lenguas se encontraban en una húmeda danza. Las manos del más alto recorrían el delgado cuerpo de su compañero, mientras este se aferraba a sus hombros, ambos podían sentir como el aire les faltaba, finalmente se separaron sin querer hacerlo.
Sus mejillas estaban sonrosadas y sus respiraciones agitadas, ambos se vieron a los ojos, Albafica le acaricio la mejilla a Manigoldo con demasiada calidez, provocando al italiano a recargarse sobre ella.
—¿Tan difícil era decírmelo en Italia? —Susurro y Manigoldo le sonrió apaciblemente, como si con aquel beso y ese par de miradas todo estuviera dicho.
—Tal vez, —Murmuro el mayor, se separó un poco en dirección de las literas, y con sus pies puso las capas junto a las cajas de las armaduras, Albafica comprendió al instante que era lo que aquel hombre hacía, enseguida se le cruzo caminando hasta la litera donde hasta hace algunos minutos yacía recostado, con un nuevo beso de por medio, Albafica se recostó sobre el colchón, haciendo rechinar el tablón por el peso de ambos.
Manigoldo le separó las piernas y se puso entre ellas—Pero así fue mucho mejor, ¿No? —
—Si... —Albafica volvió a besarlo, metiendo su lengua de golpe en la boca del contrario, haciendo que ambas se tocaran y él italiano gimiera.
Ambos comenzaron a quitarse la ropa a tirones, dejándola regada en suelo; sus fajines, los pantalones negros y las prendas interiores dejaron a la vista las muy recientes marcas de combate, Manigoldo tomo un poco de distancia del masculino con cabellos largos, aprecio su torso tan bien trabajado como el propio, en seguida y teniendo el mayor de los cuidados, la boca del cáncer bajo de manera lenta dejando un camino de saliva sobre su cuello.
Mordiendo levemente y llenándolo de chupetes, aquel hombre hacía de esa acción una labor que requería especial atención, pues en varias ocasiones, presionó sobre una herida abierta, haciendo que el menor se quejara. Aferrado al de cabello corto, gimoteo al sentir aquella lengua viperina en uno de sus pezones.
—¡Oh...! —Levanto un poco las caderas cuando Manigoldo mordió su pezón, Albafica se acomodó sobre las almohadas.
Albafica arqueó su espalda en cuanto Manigoldo lamía su cuello, el caballero de cáncer saboreó su sudor, volvió a sus labios, lamiéndolos, presionando su boca de manera deliciosa, Albafica gimió, alargando sus piernas y poniéndose rígido bajo el italiano, le clavó las uñas en la espalda y presionó con fuerza, provocando a que el mayor jadeara.
—¡Oh, carajo! —Murmuró cerrando los ojos y enterrando su cara en el pecho del mayor, Manigoldo movió la cabeza y espiró, el aire caliente le toco la cabeza alborotándole ligeramente el flequillo. Jaló a Albafica hacia delante, a su regazo y después acaricio su espalda.
Sus miembros se deslizaron juntos y Albafica abrió los muslos con ambas manos, sintiendo un frío viento contra sus testículos
— Oh...carajo...—El caballero de cáncer repitió mientras empujaba hacia arriba, justo entre las piernas del albiceleste, su miembro resbalándose justo para presionar contra la entrada. Albafica chilló y tembló en los brazos de Manigoldo y él lo hizo de nuevo
—Oh, Manigoldo —suspiró, el jugueteo previo de aquel hombre estaba excitándolo demasiado, su miembro lo demostraba al erguirse ligeramente sin necesidad de masturbarlo.
—¿Así?... —Susurro Manigoldo, rodeando el cuerpo de Albafica para mantenerlo cerca del suyo y seguir con los roses; Albafica comenzó a mover sus caderas de adelante hacia atrás, haciendo que sus miembros chocaran y quedaran atrapados entre sus pelvis, ambos gimieron.
Acto seguido, Manigoldo llevó uno de sus dedos al orificio rectal de Albafica y acaricio aquella sensible cavidad, provocando una vez más al menor.
—¡Ahhhhhh! —Soltó Albafica al sentir la intromisión, sin embargo, aquello parecía más una distracción, pues casi un segundo más tarde, el italiano arremetió contra él; el caballero de Cáncer había introducido su dedo en el ano del piscis, moviéndolo sin aviso o control de adelante hacia atrás, aquellas acciones hicieron que Albafica comenzara a temblar de pasión, Manigoldo sonrió al percatarse del sonrojo y las expresiones de aquel muchacho.
Una carcajada escapo de sus labios cuando en medio de un chillido, Manigoldo introdujo un dedo más en su cavidad. Sus ojos cristalizados buscaron los de Manigoldo que se deleitaba únicamente con verlo rogar y moverse desesperadamente sobre de él.
Ambos sentían el cuerpo demasiado caliente, comenzaban a sudar y ya no tenían idea si el buque se movía o regresaba, pues el tablón se movía cada vez más junto a ellos. La boca de Manigoldo buscó la de Albafica, introduciendo su lengua para juguetear con la impropia, los movimientos se hicieron más rápidos haciendo que la saliva se deslizara entre sus labios, y por consecuente por el rostro y cuello, el italiano metió un tercer dedo y ahogo un gemido de satisfacción entre el húmedo beso.
—Ahh...—Gimio con mayor fuerza, arqueando la espalda al sentir como los dedos entraban y salían una y otra vez, —¡Ahhh...! —Volvió a gemir al sentir como tocaba su próstata, Albafica finalmente termino corriéndose entre ambos vientres
—¡Lo siento! —Susurro en medio de un profundo jadeo.
—No importa, finalmente la encontré... —Susurro Manigoldo con una sonrisa, deposito un profundo beso sobre los labios, enseguida saco sus dedos, que se deslizaron con facilidad —Relájate, esto será mucho mejor. —El caballero se inclino sobre él y le dio un beso en los labios, mientras con la punta de su miembro, comenzaba a rosar la entrada anal de Albafica.
El albiceleste se removió bajo el cuerpo del mayor al sentir la erección, luego la sintió entrar de manera lenta, las paredes de su cavidad anal se sintieron desgarrar, enseguida Albafica enterró las uñas en su espalda arqueando la espalda y soltando un gemido, mientras el otro se dedicaba a besarle el cuello.
Las piernas le temblaron, chillando con fuerza al sentir como poco a poco aquel miembro entraba completamente, el caballero de cáncer continuaba besando su barbilla y mejillas, tratando de calmar su dolor con las acciones. Albafica afianzo sus piernas alrededor de la cadera de Manigoldo, aquel entendió y con cuidado comenzó a deslizarse hacia afuera, creando movimientos continuos cargados de fuerza.
—¡Vamos Albafica, has mucho ruido! —Susurro contra sus labios para volver a besarlo, ambos sabían que el buque estaba lleno de personas y menores, inclusive aquella madera ni siquiera podría ahogar unas simples conversaciones, aun así Albafica le hizo caso, gimió fuerte con cada embestida.
El caballero de piscis volvió a chillar con fuerza al sentir como sus embestidas se hacían más intensas y profundas, sintiendo como la punta de su miembro iba hasta el fondo de su interior, justo como lo hacían los dedos anteriormente, Albafica se aferró de nuevo a su espalda, soltando suspiros y dejando que el sudor perlara sus cuerpos. Los labios de ambos estaban hinchados y rojos debido a sus incontrolables besos, al darse cuenta de ello, el italiano volvió a su cuello, dejando marcas a lo largo de la nívea piel.
—¡Mierda! —Gimoteo al sentir el semen de Manigoldo llenar su interior, su espalda se volvió arquear, sus brazos subieron hasta su cuello prendiéndose de él con fuerza.
Los torsos de ambos chocaron, frotándose de nuevo, esta vez mucho más pegajosos y sudorosos que antes.
—Te amo —Susurro contra sus labios, apartando unos mechones de cabello de su rostro, Albafica le sonrió con suavidad y unió su frente con la de Manigoldo.
—Yo también te amo —Murmuro, y volvió a gemir al sentir como el miembro de su compañero y ahora amante, se movía con más facilidad en su interior de nuevo —Dilo otra vez...—Susurro viendo de reojo la rosa que estaba tirada en el suelo.
Manigoldo viro la mirada a donde la había guiado Albafica, se percató del objeto y enseguida la tomo de nuevo, con media sonrisa la puso sobre el pecho del albiceleste.
—Las rosas de este color combinan con tus lindos y suaves labios—Le dijo en voz alta, sabiendo que seguramente estaban escuchando detrás de la puerta, Albafica se río y lo abrazo para después besarlo.
—Eres tan cursi...—
—Oh vamos... pensé que esas cosas te gustaban, —Le dijo y ambos se sonrieron, Manigoldo volvió a moverse, arremetiendo de nuevo dentro de él, Albafica gimió —incluso te has sonrojado —Le dijo con burla.
—¡Idiota! —
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