40. Inseparables
Personajes: Camus de Acuario, Milo de Escorpión
Historia relatada siguiendo la cronología y la apariencia de la película Saint Seiya Leyenda del Santuario. Durante los meses anteriores a la rebelión de Saga y la batalla de las doce casas.
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Milo estaba harta de que Camus se entrometiera siempre en sus asuntos. Se suponía que su relación ya había terminado por completo, que él había decidido terminar porque era lo mejor para ambos y ella lo había aceptado, quizás, no del todo, pero se vio obligada a hacerlo. Habían prometido ser buenos amigos y todo eso se fue al carajo cuando el acuario empezó a entrometerse de nuevo en su vida.
Ella le había dicho en una ocasión que lo dejo de amar, sin embargo, eso no era más que una mentira. La pelirroja aun lo amaba tanto como antes, quizás hasta más. Pero Milo sentía miedo, pues el caballero de acuario nunca le hacía saber el cómo se sentía, mucho menos después de la ruptura, uno de ellos debía prometer que deberían seguir cada quien, con su vida, y esa fue el escorpión.
—Shura es un mal tipo, Milo—le dijo siguiéndola por la casa de escorpión—. No me agrada, deberías salir con alguien mejor... —. Camus se lo repetía una y otra vez, con cada chico con el que Milo se veía, incluso para con el caballero de Capricornio, con quien Milo conservaba una amistad igual de fuerte que con él, pero siempre le advertía que le quería partir la cara, y Milo siempre le respondía con las mismas palabras:
—Me quedaré soltera y cuando sea patriarca, tendré tantos gatos como caballeros bajo mi cargo, ¿te parece bien? —el sarcasmo no era algo que se le diera muy bien, pero gracias a los sermones de Camus, Milo podía practicar bastante.
—¡Estoy hablando en serio, Milo! — Respondió el caballero cruzando los brazos por encima del pecho.
—¡Yo también! —
—Preciosa... —La tomó del brazo y la detuvo, la obligó a tener que voltear y verlo a la cara —Lo hago por tu bien. —
—¿Mi bien? ¿cuál bien, Camus? ¿Qué bien podría ser este? Te la pasas limitando mis relaciones sociales —El santo femenino le escupió todo lo que sentía en la cara, Camus bajó la mirada, guardando una vez más sus sentimientos.
—¿Acaso no lo ves? —le preguntó, Milo seguía molesta, permanecía con los brazos cruzados después de haberse soltado del agarre.
¿Qué se supone que Milo tenía que ver? ¿lo mucho que le molestaban sus reacciones infantiles y el cómo quería manejar su vida después de que el caballero había decidido ya no compartirla?
—¿Ver qué? ¿qué te la pasas fastidiándome la vida? —
—Te amo —dijo en casi un susurro, interrumpiendo lo que Milo estaba diciendo. Aun así las palabras de Camus la hicieron quedarse perpleja.
Él era un idiota y ella lo sabía. Era su excusa. Pero aun así ella ansiaba durante mucho tiempo volver a escuchar esas voces salir de su boca. Milo tomo su mano y entrelazo sus dedos con los suyos.
—¿Por qué quisiste terminar? —le pregunto.
—Porque me gustaba mi tiempo a solas, y para ti y para mí era más difícil guardar las apariencias, y creí que se había acabado todo hasta que...— Camus se quedó callado. Con esto que el caballero de acuerdo le dijo, Milo sabía que en cierta parte ella también tenía la culpa, no lo quería aceptar hasta que vio la verdad. También sabía qué hace un tiempo Camus le ocultaba cosas o se inventaba misiones para no pasar tiempo con ella, y era bastante bueno tener cada uno su propio espacio, tenía que aceptarlo. Pero el saber que le gustaba más estar solo que compartir su tiempo, fue algo pesado de asimilar.
—Hasta qué...—le animo a seguir.
—Hasta que te vi de la mano con ese tipo, Shura, entonces entendí que te amaba demasiado y que había sido un completo idiota. —
—Aun sigues siendo un idiota —le confirmo mientras se levantaba de puntillas y le daba un beso suave en los labios —. Te amo, idiota. — Finalizo
Él sonrió y la tomó por la cintura. Los dos caballeros eran incompatibles y ambos lo sabían. Él era de salir todas las noches y observar las estrellas o leer todo el tiempo, y yo prefería pasar todo el tiempo posible con él. Ambos teníamos muchas cosas que hacer en nuestro día a día que apenas y nos daba tiempo de siquiera hablar unos cuantos minutos cuando nos encontrábamos en la misma sala.
Él pertenecía al patrullaje matutino en las fronteras del santuario, mientras que yo me la pasaba en vela en el patrullaje nocturno en los campos de entrenamiento, por ende, el tiempo era limitado. A veces llegaba a mi templo exhausta y olvidaba pasar y saludarlo, a veces era él a quien se le olvidaba. Los fines de semana era el único tiempo en que podíamos vernos, eso sí entre semana terminábamos nuestros deberes, claro estaba.
—Yo también te amo —le dijo de nuevo mientras volvía a besarla.
Extrañaba besarlo, extrañaba tanto esa sensación de poder estar entre sus brazos. Milo se sentía a salvo, feliz y plena. Poco a poco el beso se fue intensificando, podía sentir su necesidad y para qué ocultar la suya, Milo también necesitaba de él, lo ansiaba tanto. Demasiado. Sin darse cuenta habían comenzado a caminar, al punto de que su espalda tocó la pared y entonces él presionó su cuerpo contra el suyo. Sus labios se movían con desesperación mientras que sus manos ansiaban recorrer otros caminos. La muchacha tomo la iniciativa, metió sus manos dentro de su playera acariciando su piel.
Sus respiraciones se agitaron, sus pechos subían y bajaban rápidamente con cada respiración. Sus manos encontraron el límite de la blusa de Milo y empezaron a levantarla para quitársela. Ella hizo lo mismo con él; tiro su playera y recorrió su pecho con sus manos, acariciándolo todo para después besar su cuello y bajar lentamente por su pecho mientras lo escuchaba respirar profundamente.
—Espera —le dijo Camus deteniéndola. Le tomó de la cadera y la llevó a la mesa del comedor.
—¿Aquí? —pregunto.
—Será interesante hacerlo aquí —Le dijo al oído para después tomarla por los glúteos y poder levantarla. Ella sonrió al ver en el rostro del caballero su sonrisa pícara.
—Recuéstate —le pidió y ella obedeció. La mesa estaba fría, antes de que pudiera replicar Camus posiciono sus labios en su estómago. Estaba desabrochándole el pantalón mientras sus labios subían un poco para después bajar mientras deslizaba el pantalón por sus piernas.
Milo estaba al borde de la locura.
—Camus...—lo llamo mientras se incorporaba. Él ya se había quitado el pantalón y sus boxers.
—Shh —la silenció para después besarla nuevamente. Sus manos pasaron hacia la espalda para quitarle el sostén; no paso mucho tiempo para que ambos estuvieran completamente desnudos.
Camus tomó a Milo de la cadera y la pegó más a él, provocando el roce de sus intimidades provocando que la muchacha suspirara. Sus labios se posaron sobre el delgado cuello, mordiéndolo suavemente. Ella aferro sus manos a la espalda ancha del caballero, mientras sentía como dejaba un camino de besos húmedos por toda su piel.
Acuario tomó entre sus manos los pechos, presionando suave y haciendo que se endurecieran un poco al mismo tiempo en el que su espalda se erizaba. El escorpio respingo ante el acto. Continuó estimulándolos mientras la besaba. Estaba tratando de provocarla, pero ya lo había hecho, y más que bien. Así que Milo bajo sus manos por su espalda acariciando cada músculo, pasándolas enseguida por su vientre y rápidamente descenderlas para tomar su miembro.
Camus suspiró pesadamente cuando milo le tomo el miembro. Ella sonrió entre sus labios al momento que lo estimulaba a él. Ambos habían iniciado con un juego y una tortura. El escorpión ansiaba tenerlo dentro, y ella sabía que él quería lo mismo. Entonces el bajó sus manos hasta sus piernas, acariciándolas lentamente mientras las separaba. Sus manos detuvieron la estimulación al miembro masculino, subieron por su pecho hasta llegar a sus hombros. Se apegó más a él, enseguida lo beso y en ese mismo momento, Camus empezó a entrar en Milo.
Suspiro en su boca, tan pronto Milo sintió su invasión, esa calidez dentro de suyo. Sus manos se aferraron a la cadera mientras terminaba de entrar, entonces las manos de Camus se pasearon por su espalda. No esperó mucho para empezar a embestirla con fuerza.
—¡Ahhhh! Camus... Camus... —Milo comenzó a gemir su nombre mientras sentía como su cuerpo se sentía bien al estar con él, al sentir sus caricias, sus besos, su ser entero unido al suyo.
Ya no había cordura entre los dos. Sentía como todo se desvanecía a su alrededor conforme el placer los ahogaba, con cada embestida Milo le pertenecía a Camus, sólo estaban ellos dos en aquella habitación. Sus movimientos empezaron a acelerarse, haciendo que ambos caballeros se separaran un poco, necesitaban un poco de aire. Sus golpes contra el delgado cuerpo de Milo eran más fuertes.
Camus tomo por los muslos a Milo, haciendo que sus piernas se enredaran en su cadera, haciendo que su miembro entrara más profundo, dando en aquel lugar que le provocaba el más ansiado éxtasis. La pelirroja no podía controlar sus gemidos; él entraba cada vez más rápido, con más fuerza y dando en aquel punto de una forma tan precisa.
Ella se aferró a él mientras Camus llevaba sus labios nuevamente a su cuello. Podía escucharlo suspirar y gemir con su voz áspera, se notaba que estaba cansado. Aquella sensación poco familiar se hacía presente poco a poco, haciendo que los sentidos del caballero escorpión se agudizaran cada vez más, provocando olas de placer. Entonces sin previo aviso, Milo se corrió.
Camus se corrió unos segundos más tarde, suspirando pesadamente mientras sentía su calidez derramarse dentro de la vagina de su compañera. Sus respiraciones estaban descontroladas y sus corazones amenazando con saltarles del pecho en cualquier momento. Camus la sujeto por la cintura pegándola de nuevo a él.
—Ansiaba poseerte —le dijo sobre los labios, dejándole un par de besos sobre las comisuras.
—Y yo ansiaba que lo hicieras —le respondió y enseguida ambos sonrieron.
—Entonces es un buen inicio —volvió a hablar mientras acariciaba su espalda.
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