39. Bajo la mascara

Personajes: Aioria de Leo, Marín de Águila
Historia relatada en base a la serie animada Saint Seiya, siguiendo la cronología de la misma obra. Los personajes aquí mencionados son exclusivamente de la Saga del Santuario, siendo más específicos en el episodio 16, ''El Ataque a la fundación", cuando Marin es rescatada por Aioria durante los entrenamientos con Shaina.

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Una vez más Aioria la había rescatado, al caballero se le había hecho costumbre desde que era joven. Esta última vez la había salvado de un ataque de Shaina. Tal parecía que entre las dos amazonas crecían, más fuertes se volvían, y con ello, sus peleas duraban demasiado, llegando a ser demasiado duras y salvajes, Aioria las conocía muy bien a ambas, por lo cual, sabía que Shaina era ligeramente más terca y resistente que Marín, llegando a ser tan sanguinaria como algunos de sus compañeros de oro.

Después de haber salvado a Marín aquella mañana, Aioria se dispuso a seguir con sus labores y después practicar lo necesario. El sol estaba cayendo, este estaba justo al centro del coliseo del santuario: El caballero no llevaba puesta su camisa, únicamente vestía con sus pantalones, su dorso al igual que el borde de sus pantalones estaba mojado debido al excesivo sudor. Los tonos naranjos del cielo hacían que su piel acanelada y sus cabellos castaños se intensificaran un poco más. Aioria cada vez más se asemejaba mucho al caballero de oro Aioros, y a su vez, se iba convirtiendo en el hombre ideal para más de una chica en el santuario.

— ¡Relámpago de voltaje! — levantó su mano derecha y con un movimiento de su torso hizo que su puño lanzara una ráfaga de luces que viajaban tan rápido que era casi imposible verlas, su objetivo era el enorme pilar frente a él, en un instante aquel se rompió en miles de pedazos, dejando únicamente un rastro de polvo blanquecino del mármol. Aioria sonriente se dio media vuelta y entonces notó por encima de las gradas aquella silueta.

Levantó sus protectores y camiseta del suelo, avanzando a paso lento hasta la última línea de la gradería, metros antes se había percatado de quien se trataba, a lo que solamente la saludó como una amiga más:

—¿Desde cuando estás aquí? —

—Lo suficiente para verte sonreír. — Respondió ella con una voz metálica, aquella oración fue completamente indescriptible, pues además de deformar su voz, el rostro de Marín no era posible verlo.

Aioria no le dio más importancia y siguió avanzando. Tomó el pasillo que lo conduciría a la escalera, sin embargo, Marín una vez más lo llamó; esta vez sonaba completamente distinto, su voz era delicada y ciertamente melodiosa, como el de una Ninfa descrita en los antiguos pergaminos. Aioria giro un par de pasos y se dio cuenta que aquella muchacha no tenía puesta su máscara, el caballero sabía lo que significaba, así que simplemente suspiró, sin esperar por la pregunta, este se le adelantó:

—Escucha Marín... se lo que esto significa... pero realmente no quiero pelear contigo... —
en ese momento al escuchar la respuesta del hombre los ojos de Marín se volvieron brillosos, una pequeña sonrisa se estaba dibujando en su rostro, sin embargo de nuevo las palabras de Aioria se hicieron presentes:

—No estoy interesado en ti... no te amo. Por favor... acepta mi decisión... y te prometo que nadie más sabrá lo qué pasó aquí. —Respondió el caballero con franqueza, haciendo que una a una aquellas palabras golpearan el rostro y el pecho del caballero de plata. Marín estaba herida, no quiso admitirlo, no lloraría, así que antes de que pudiera decir algo más, su rostro terminó la facción, la chica sonrió y asintió.

—Agradezco tu sinceridad Aioria. —Y dicho aquello el león volvió en su andar, Marín lo observo, y entre cada paso que el caballero daba, un poco de su amor y su corazón se llevaba. Tan pronto lo vio esfumarse, Marín derramó un par de lágrimas.

Cabizbaja y después de algunos minutos, caminó hasta su casa en las periferias del santuario, en ese sitio pudo ver al caballero de oro de Cáncer, quien salía de una choza en la que una de las aprendices a caballeros femeninos se encontraba.

—Vaya... el caballero de Cáncer otra vez por aquí... esa chica tiene suerte —Pensó Marín; entonces una idea le inundó la cabeza. Quizás Deathmask no estaba enamorado de aquella chica, no, por supuesto que no lo estaba, pero si lo suficientemente fascinado para visitarla todas las noches y estar solamente con ella. Tal vez eso era lo que ella tenía que lograr con el caballero Aioria.

Marín cambio de dirección, a lo lejos podía ver la cámara del patriarca apagando sus luces, ascendió a los doce templos por medio de las pilas rocosas a su alrededor; su agilidad y flexibilidad le daban la oportunidad de saltar de pico en pico sin dejar un rastro de cosmos detrás suyo, además tenía la habilidad de borrar todo pensamiento de su mente, por lo cual era difícil prever sus acciones.

El templo de Leo estaba frente a ella; en silencio avanzó no sin antes deshacerse de sus zapatos. El mármol frío le erizó la espalda, más no se detuvo, se adentró hasta el ala privada donde estaba la habitación del caballero de Leo, al poner un pie dentro de ésta, pudo escuchar como el agua de la ducha caía, fue entonces que se deshizo de su ropa, y dejó la máscara de silencio sobre el lecho de Aioria.

Anduvo de puntillas hasta adentrarse al baño, bajo el agua de la regadera aquel hombre de piel acanelada se encontraba, con los ojos cerrados, Aioria lavaba su cabello y su cuerpo, por lo que Marín aprovechó para adentrarse. Completamente desnuda se apegó hasta él haciéndolo respingar ante su presencia:

—¡Marín, ¿¡qué haces aquí!?— cuestionó el león tratando de cubrirse con ambas manos

—Uhm... nada... solo quise informarte de algo... estaré dispuesta a que no me ames... pero vamos... admite que al menos sientes deseo por mí —respondió la fémina acorralando al más alto contra la pared; Aioria sentía un poco de vergüenza, puesto que aquello era verdad, Marín era hermosa y ciertamente le parecía una persona más que excitante, pero aquel hombre no podría admitirlo abiertamente y solamente dar desenfreno a sus mundanos pensamientos, no sería capaz de dañar de esa forma a Marín.

De un momento a otro, Marín se prendió de su cuello, tratando de besarlo lentamente, pasando sus labios enseguida por sus enormes pectorales y el abdomen bien marcado, aunque si bien el agua de la regadera le entorpecía un poco sus acciones, Marín logró posicionarse de rodillas delante del caballero, tomó su prominente miembro entre sus delgadas manos y sin más, lo llevó hasta su boca, la húmeda extremidad no tardó en responder a sus caricias y felaciones.

Mientras su boca se encargaba de engullir el miembro, aquella mujer situó sus manos sobre el trasero de Aioria, aferrándose a su cuerpo como si su vida dependiera de ello. Sin darse cuenta, el agua dejó de fluir, y Aioria gemía levemente conforme la pelirroja se encargaba de estimular su miembro. Una tras otra vez el miembro entró y salió de la boca de Marín hasta que éste se tornó totalmente duro, restregó sus dientes contra el borde entre el falo y la cabeza del pene. Aioria cerró sus puños con fuerza, se estaba conteniendo totalmente de no tomarla por la cabeza y obligarla a ir más rápido en sus acciones.

Fue entonces que sintió ese leve dolor bajar por su pelvis, apenas estaba por desviar sus pensamientos y evitar que aquello sucediera cuando Marín tomó con su mano derecha el saco de sus testículos, los masajeo y presionó levemente haciendo que el líquido seminal saliera disparado de su falo sin ningún problema. La pequeña cavidad bucal de la pelirroja se llenó rápidamente con aquel líquido, solo un poco salió por las comisuras, sin embargo, el resto fue tragado.

Ella se puso de pie, le sonrió pícaramente al caballero, se abalanzó a sus labios y le besó pasionalmente, Aioria correspondió de una forma bestial y brusca, la tomó por la cintura y la hizo girarse contra su pecho. Enseguida Marín gimió, Aioria restregaba su miembro endurecido en contra de su trasero mientras que sostenía a la pelirroja con un brazo alrededor de su cuello y el otro entre sus piernas.

Aioria le besaba por detrás del cuello, Marín estaba feliz, pues de esta forma el hombre demostraba cuanto la deseaba igual que ella a él, Aioria camino fuera de la ducha llevándola consigo, debido a la enorme cantidad de fuerza que poseía el caballero aquello le fue fácil. Una vez cerca del lecho, la arrojó con cierta brusquedad. Marín cayó boca abajo, apenas estaba por incorporarse nuevamente cuando sintió la enorme mano del caballero obligándola a permanecer con su rostro contra el colchón, momentos después, el hombre le tomó por la cadera, hizo que levantara su trasero, y con ambas manos separó sus glúteos, y como si se tratara de su platillo favorito, Aioria lanzó un par de desdentadas al trasero de Marín.

Aquel hombre mordió, beso, y succionó en ciertas partes el blanquecino trasero de la amazona, aun estando en la misma posición, Aioria situó su boca entre la zona íntima. Marín se retorció, comenzó a gemir, y en un impulso para que aquel hombre culminara finalmente tan anhelado acto, movió su trasero en forma circular, restregándolo en contra del rostro masculino.

El griego no dudó un solo segundo en lamer su vagina, de arriba hacia abajo hizo que la lengua se deslizara, inclusive un par de veces hizo que sus labios atraparan los íntimos de la pelirroja, succionándolos como si pudiera comer de ellos, las rodillas de Marín temblaban a la par que sus manos sostenían con fuerza las sabanas, aquel acto se había vuelto el más exquisito de toda su corta vida, el caballero de oro era un estupendo amante, sabía lo que hacía con cada toque y movimiento.

Marín sumida en el éxtasis no se dio cuenta cuando aquel hombre llevó su mano derecha hasta su trasero nuevamente, enseguida sintió un dolor punzante, Aioria había decidido introducir sus dedos en la cavidad anal, a los pocos segundos hizo que estos se deslizaran de dentro hacia afuera, creando un pequeño sonido interior.

Con estas acciones, Marín no paraba de gemir, estaba ruborizada, muy excitada y ciertamente apenada, no podía creer lo que estaba pasando, por fin se había entregado a este hombre que tanto amaba. Y él se encargaba de hacerla suya de toda manera posible. Aioria tenía el total control del cuerpo de Marín, así que cuando creyó que fuera suficiente su estimulación, se recostó a su lado, guio su miembro hasta su cavidad haciendo que la pelirroja se sintiera nuevamente ansiosa y a la vez nerviosa.

Acto seguido, Aioria empujó con fuerza provocando que el miembro firme y grueso irrumpiera en la estrecha cavidad vaginal. Marín gimió en un tono alto, tratando de ahogar el dolor entre las gruesas sábanas blancas. Pero cuando creyó que su cuerpo se aclimataría a la forma dentro suya, Aioria comenzó a moverse, separó sus piernas con la única finalidad de embestirla profundamente y llegar hasta el punto más profundo de la pelirroja.

Las continuas embestidas no le parecían suficiente al caballero, fue entonces que llevó la mano diestra hasta su entrepierna. Con movimientos circulares, sus dedos se enredaban entre el clítoris y los labios vaginales de la chica, Marín no se contuvo, sus caderas se movían a la par, su boca no podía cerrarse debido a la excitación, además de suplicar cada tanto tiempo por más. Marín atrapo sus pechos entre sus propias manos, masajeaba y tironeaba de sus pezones a la par de las embestidas de Aioria, quien además continuaba con las constantes estimulaciones a su clítoris.

Un par de minutos pasaron, ambos cuerpos se habían aperlado por las gotas de sudor, Aioria parecía ciertamente incómodo y un poco agitado, fue entonces que Marín se levantó un poco, hizo que la enorme espalda del caballero se hundiera en el colchón, a lo que ella pudo sentarse sobre su miembro aun erguido. Marín realizo un par de movimientos en contra de este, de adelante hacia atrás masajeaba el miembro de Aioria y el saco testicular.

Con uso de la diestra, Marín llevo el miembro de Aioria hasta su cavidad rectal, entonces hizo que este se introdujera levemente, sin esperar un poco, la chica se levantó, y enseguida se dejó caer nuevamente. Aplicando dicha fuerza Marín repitió sus movimientos, el miembro de Aioria salía y entraba en su cavidad anal de una forma exquisita, el caballero la sostenía por la cintura mientras la fémina realizaba los movimientos; su rostro se veía precioso, estaba ruborizado y levemente húmedo por el sudor.

La madrugada se les vino encima, estaba por amanecer cuando sus movimientos cesaron, Aioria se había corrido tantas veces que todas sus fuerzas habían desaparecido, Marín sufrió la misma perdida de fluidos que él. Ambos cayeron en el lecho, ella aun conservando el miembro de Aioria entre sus piernas.

Marín se despertó gracias a un espasmo en su estómago, levanto un poco la mirada hacia la ventana de a lado, el sol estaba por salir, solo podía observar manchas rojas, debajo de él sintió la caja torácica de Aioria, estaba durmiendo profundamente. Sin hacer movimientos bruscos se levantó del lecho, llevo consigo una sábana, al pisar el frio mármol sus piernas temblaron, no podía morse ágilmente, además su trasero dolía como si la hubieran apaleado en un duro entrenamiento; enseguida busco su ropa, se vistió debidamente y entonces subió al borde de la ventana.

Marín echó un vistazo hacia atrás, observo a Aioria, aún seguía dormido, suspiro profundamente y antes de que pudiera retractarse, pego un brinco al fondo del cráter en donde se alzaban los templos zodiacales. Marín dejo una muestra de su amor debajo de la almohada del caballero, esperaba que cuando la descubriera, entendiera lo que había sucedido la noche anterior, y muy pronto buscara una vez más lo que hay debajo de aquella mascara.

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