37. La oscuridad y la luz
Personajes: Aioros de Sagitario, Saga de Géminis
Historia relatada siguiendo la cronología de la historia original. Aproximadamente cuando Aioros y Saga se preparaban para ser sucesores del pontífice Sion.
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La clase de astronomía e historia le mataba, realmente le provocaba un intenso dolor de cabeza. El caballero de oro de Sagitario, Aioros, no terminaba de entender apenas nada cuando el señor Sion avanzaba a otra sección, y comenzaba a explicar términos que nunca antes había escuchado. Aunque quizás debía admitirlo, lo único bueno de esto, era su compañero...
Sí, un chico. Él y sólo él había logrado seducirlo con cada movimiento que hacía, con cada provocación suya, Aioros caía. Al principio no le prestaba atención, pues sus pensamientos únicamente estaban en convertirse en el digno sucesor del pontífice. Realmente esa era su única misión, las lecciones de la guerra y la economía, le gustaban demasiado, después su vista y sus pensamientos fueron pasando lenta y únicamente a Saga, con sus movimientos sensuales y sus miradas demasiado... provocativas.
Saga lo hacía a propósito, Aioros lo sabía. Saga intentaba todos los días provocarlo, y ponerlo nervioso. Y aunque no sabía si era gay o no, lo único que Aioros quería era tocarlo. Saber cómo era tocar su piel tan blanca, sus labios suaves... quería tomarlo, y que fuera completamente suyo.
En ese mismo instante al estar pensando en Saga, Aioros sintió una ligera punzada en su entrepierna. Cerro los ojos y maldijo por lo bajo, era increíble que le provocara una erección con tan solo pensar en él. Por lo regular este tipo de cosas le pasaban únicamente por la mañana al despertar, cuando Aioros tenía sueños húmedos, y todos ellos los tenía con mujeres. Llegaba a ser algo nuevo para el caballero de Sagitario.
Tenía que concentrarse en lo último que decía el pontífice, y aunque Sion siempre había tratado a los dos jóvenes como iguales, Aioros había dejado pasar muchas de sus tareas, tanto físicas como escritas, por lo cual, tendría que poner todo de su parte para poder cumplir con ellas pronto. Afortunadamente para uno de los aspirantes, un soldado raso llego para hablar con el pontífice, el cual anuncio de inmediato que las lecciones habían acabado por ese día.
Aioros seguía cubriendo su entrepierna esperando a que bajara la erección. Sin embargo, esta no bajaba. Por el contrario, creía que hasta estaba aumentando considerablemente, tal vez esperaría a que Saga y el señor Sion se fueran para liberar la tensión.
—¿No vienen? —les preguntó Sion mientras juntaba sus cosas. Aioros se sorprendió un poco, pero negó con la cabeza.
—Si me disculpa, su alteza, lo veré con los demás, tengo cosas que hacer—respondió lo más natural posible. Sion se encogió de hombros y salió, pasó cerca de Aioros para despedirse.
A pesar de que el pontífice era un gran amigo, Aioros no podía decirle que tenía un problema en ése momento o haría un escándalo reprendiéndolo, además de, tener que escuchar una vez más sobre las reglas del santuario que especifican no tener mundanos pensamientos que provoquen ese tipo de situaciones.
La biblioteca del patriarca ya estaba casi vacía y aún no podía bajar su pequeño problema, igual tenía que irse, así que empezó a guardar sus cosas. Se levantó tan de repente que sintió un ligero mareo, tuvo que sostenerse de su mesa.
—¿Estás bien? —esa voz. Era él, Saga aún no se había ido.
—Sí, estoy bien—contesto sin darle la cara.
Un escalofrío recorrió todo su cuerpo al sentir que Saga le abrazaba, sin duda era él, pues su aroma invadió el aire a su alrededor. Era una exquisita fragancia, una extraña combinación entre violetas y menta. Sus brazos se apoderaron de su cintura, y Aioros pudo sentir la respiración de Saga cerca de su oído derecho.
—Y... muy bien—comentó Saga mientras besaba su cuello.
Aioros se sentía atrapado por él, estaba endiosado con su toque, con ése momento tan perfecto. Pero, estaba tocando un punto sensible, si continuaba con eso, las cosas seguramente terminarían en algo más que caricias y besos. Y eso para nada era correcto.
—No, Saga...—dijo separándose de él. Aioros tomo sus cosas y empezó a caminar directo a la puerta cuando sintió que le sujetaba por el brazo y lo detenía.
—No te vayas—susurró.
—¿Cómo es que podía hacer esto conmigo? ¿Por qué me detenía? Esto no estaba bien, no era ni el momento ni el lugar. — Pensó Aioros rápidamente, no podía dejar de observar como Saga le sostenía del brazo, en ese momento tenía únicamente dos puntos, el agarre y el rostro del mayor.
Una parte de Aioros quería tomarlo ahí mismo, seguir con sus incitaciones, dejarse llevar por su dulce seducción, pero otra parte suya se decía a si mismo que no, que no debía ceder a la tentación. El silencio de Aioros abrumo demasiado a Saga, al punto de que él termino decidiendo por retirarse.
—Lo siento...Tengo que irme— Le dijo para después voltear a verlo.
—Saga... espera... por favor...te deseo—sus palabras fluyeron como el agua, tan vital... tan claras. Como si toda duda que tenía momentos atrás hubiera desaparecido para siempre. Esto tenía que ser un sueño; Aioros no podía dar crédito a lo que estaba diciendo, a sus palabras, a ése sonido que simplemente le erizaba la piel y le excitaba, y vaya que le excitaba.
—No sabes lo que dices, Aioros—respondió Saga con una voz apenas audible que daba lastima. Pero Saga realmente también quería tocarlo y que Aioros lo tocara.
—¿Eso crees? —le retó, su mirada tan traviesa lo incitaba, lo provocaba.
Lentamente el caballero de Sagitario se acercó y le quitó sus cosas, y Saga, como un muñeco inerte, se dejó mover, dejando que le guiara hasta el mesón donde momentos antes el patriarca Sion estaba sentado. Ahí, en aquel lugar donde Aioros había fantaseado con muchas otras chicas, era donde estaba por cumplir su más grande fantasía. El sagitario le empujó, Saga tuvo que recargar sus brazos en el escritorio. Su mirada lo cautivó en ése momento, tan gutural, tan sensual...
—¡Oh...! ¡Saga! —su voz resonaba en toda la biblioteca, no podía dar crédito, esto era el sueño más perfecto y de verdad, Aioros creía que era un sueño, tal vez cuando se despertara tendría una gran erección, peor tal vez no era un sueño. Esto podría ser muy real... Ya estaban allí... No había marcha atrás.
Aioros se acercó más a él, sus manos empezaron a recorrer lentamente su pecho, acariciando suavemente, empezando a levantar la playera hasta quitársela. No podía soportar más, Aioros tenía que saber cómo se sentía el poseerlo. Acaricio su mejilla y luego lo acerco hasta él, sus labios eran suaves... dulces. Eran tan perfectos, tan deliciosos. Cada vez más el beso entre él y el géminis se profundizaba, podía incluso sentir como si estuviera flotando y el tiempo se hubiera detenido en ese mismo momento.
Ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaban besándose, pero no importaba, ni siquiera se había dado cuenta de que estaban híper ventilando hasta que Saga, se separó un poco tomando una enorme bocanada de aire.
—Es... perfecto—dijo Aioros mientras acariciaba su pecho. Entonces el sagitario volvía a sentir una punzada en su entre pierna, probablemente se hubiera dejado caer, pero estaba delante de Saga.
— ¿Te duele? —preguntó mientras tocaba por encima de su pantalón.
Aioros no pudo evitar soltar un fuerte gemido, de ¿dolor? ¿placer? Sí, era infinito placer que le provocó ese roce. El castaño negó enseguida, otra vez se le había adelantado al géminis, Aioros imito la acción del mayor, Saga hizo su cabeza hacía atrás, dejando que él siguiera tocando a su antojo, sintió sus perfectos labios sobre su cuello. Saga se erizo cuando sintió su mano deslizarse dentro de su pantalón, bajando lentamente el bóxer.
—Aioros...—susurró mientras el menor tomaba fuertemente su miembro y empezaba a mover su mano de forma continua de arriba hacia abajo, el caballero de géminis escuchaba su voz, se había vuelto un poco más ronca.
—¡Oh...! ¡Aioros! —dijo una vez más mientras Aioros le acariciaba la espalda y, como podía le quitaba la playera, dejando ver su piel acanelada, Saga lo acerco a él y nuevamente empezó a besarlo, y a tocar cada parte de él.
Saga sentía como estaba por correrse, pero no quería, no aún. Tomó a Aioros de la cintura e intercambio los lugares, dejándolo a él pegado al mesón.
—Me toca a mí—susurro mientras besaba su pecho y bajaba el cierre de su pantalón.
Bajándolo junto con su bóxer, dejando al descubierto su parte inferior, cuyo miembro ya presentaba una inminente erección.
Saga se colocó a la altura de su miembro, dejo unos pequeños besos sobre el saco de los testículos, acto seguido Saga lo introdujo a su boca y lo succiono un par de veces. Enseguida utilizando su lengua recorrió el miembro de arriba abajo. Una vez ahí se limitó a succionarlo, soltarlo y volver a realizar aquella acción, cuando terminaba volvía hasta la punta del miembro, succionando esa parte como si de un caramelo se tratara.
El cuerpo de Aioros se tensó, sus piernas ejercían fuerza para no caer de rodillas. Saga escucho sus gemidos y, unos cuantos suspiros tan profundos, sabía que Aioros estaba disfrutando de lo que hacía tanto como él. Subió lentamente hasta su cuello mientras juntaba ambos cuerpos, haciendo que sus erecciones se rozaran de forma continua.
—Saga... hazlo—pidió él mientras se daba media vuelta.
—¿Cómo decir que no cuando me has provocado? — Pregunto saga con media sonrisa en el rostro.
Acaricio su espalda lentamente, pasando hasta su cintura. El caballero de Géminis tomo su miembro y lo introdujo lentamente, Aioros gimió y movió su cadera esperando aclimatarse a la situación, Saga por el contrario no podía soportar más. Entro en él completamente, gimiendo al mismo tiempo.
Recargo su cuerpo contra el de Aioros, moviéndose lentamente. El mayor podía escuchar claramente cuando decía su nombre entre gemidos, este simplemente se deleitaba con cada embestida que daba, realmente esto era mucho más de lo que Aioros jamás había fantaseado. Estaba al borde del paraíso, podía sentir como las olas del placer los embriagaban poco a poco.
Entonces Saga tomo su erección y empezó a masturbarle.
—Saga...—susurró Aioros sintiendo la estimulación en su gran erección. Saga seguía con el vaivén de su mano mientras besaba el cuello de su amante.
El sagitario no podía contener tanto placer, era demasiado para él, y estar a su merced le provocaba aún más excitación. El solo hecho de imaginar todo lo que podía hacer con él, le provocaban espasmos de placer que recorrían todo su cuerpo.
Saga acarició su pecho, bajando hasta el vientre y deslizando su mano hasta la espalda de Aioros, quien estaba más que fascinado por las caricias y el estímulo continuo.
—Me excitas—susurró Saga mientras mordía el hombro derecho, haciendo que soltara un gemido de dolor y placer. Aioros pegó su cuerpo con el de Saga, haciéndolo gemir.
—Sa... Saga... —decía una y otra vez—. Me voy a... correr—dijo mientras hacía su cabeza hacía atrás.
Saga beso cada parte de su espalda hasta llegar nuevamente a su cuello, lo mordió levemente, pero fue lo suficiente para dejar una marca roja en su piel delicada y tersa. Entonces se liberó, se dejó correr mientras suspiraba fuertemente.
Empezó a embestirle con más fuerza, hasta que llegó su turno y se vino dentro de él, pudo sentir como el éxtasis total le recorría desde la punta de sus pies hasta el cabello. Era algo completamente adictivo.
—Eres adictivo—anuncio Saga mientras salía de él y lo volteaba, su sonrisa pícara le encantaba. Sabía perfectamente lo que a Aioros le gustaba.
—Lo sé... pero tú eres maravilloso—pronunció cada palabra con una sensualidad que idiotizaba por completo al géminis. Lo tenía mal, muy mal.
Saga lo tomo de las mejillas y lo acerco hacia él, lamiendo sus labios. Besándolo nuevamente mientras acariciaba su torso.
—¿Quieres ir a mi casa? —pregunto mientras se separaba un poco de él para volver a tomar aire. Estaba volviendo a híper ventilar.
—Me encantaría—respondió Saga mientras volvía a sonreír ampliamente
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