16. Solos y Juntos

Personajes: Lithos, Aioria de Leo
Historia relatada en base a la serie de Episode G, siguiendo la cronología de la misma obra. Los personajes aquí mencionados son exclusivamente del Episode G Special Chapter, siendo más específicos, el conmemorativo al 40 aniversario del primer trabajo de Masami Kurumada.

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Si bien desde que Lithos llego a la vida de Aioria todo cambió radicalmente; ella le había enseñado a teñirse el cabello y a cesar su odio por algunos individuos del santuario. Ella y Gaaran eran los únicos que lo apoyaban aun en su intento absurdo por odiar a Aioros y dejar de ser el hermano de un traidor.

Aioria sabía que Lithos era una chica, (al menos no desde un principio), aun así, él siguió tratándola como un hermano menor y escudero. El tiempo transcurrió Aioria y Lithos, maduraron y aprendieron a la par, a pesar de que la chiquilla era algunos años menor que el santo de Leo.

Aquel día, Lithos aprovecho que su señor se había retirado desde temprano a entrenar y no volvería hasta la puesta de sol como era su costumbre. Ella también había terminado con sus labores dentro del templo; por lo cual no vio el problema de tomar una relajante ducha en las piletas privadas de Leo. Una vez llena la pileta, Lithos se zambulló en el agua caliente; sus cortos cabellos verdes goteaban sobre sus hombros mientras ella descansaba contra la pared.

Un par de suspiros la hicieron aclimatarse. El cuarto de baño se había llenado de vapor. Al poco tiempo la moza se dispuso a limpiar su cuerpo con una pastilla de jabón y una pequeña seda; talló sus hombros, su vientre y sus piernas, enseguida continuó con sus partes íntimas, pero sin duda lo que parecía un simple lavado de rutina, se convirtió en algo erótico y sumamente excitante para ella. Sus pequeños dedos comenzaron a masajear parte de su clítoris, mientras que un par más de la mano derecha se adentraba en la propia cavidad. Enseguida los gemidos se hicieron presentes sin moderar el volumen pues estaba segura que nadie se atrevería a irrumpir en la casa de Leo sin su guardián, además, este último volvería hasta más tarde.

Lithos también masajeaba sus pechos, los pezones rosados alcanzaban a salir de entre el agua, de vez en cuando la chica se encorvaba un poco para tratar de lamerlos por sí misma. El éxtasis la había embriagado, Lithos gemía el nombre de su amo, se imaginaba que se trataba de él quien la embestía y la llenaba de placer; y aunque siempre ella lo vio como un amor imposible, dentro de sus fantasías no lo era, tampoco en esas fantasías existían las reglas del santuario donde dictaban que un caballero y una mujer nunca pudiesen estar juntos.

Las manos y pensamientos de Lithos provocaron un orgasmo; agitada y un poco sonrojada abrió los ojos, el vapor se había dispersado totalmente de aquella habitación. Pasaron unos minutos antes que se dispusiera a salir, se anudó una toalla al pequeño cuerpo y al girarse sobre la escalinata se dio cuenta de aquella presencia; debajo del marco de la puerta se encontraba el caballero de oro de Leo. Su amo, y a quien Lithos llamaba en medio de sus gemidos. La sierva bajo su mirada apenada; esperaba por la diosa Athena que este no le haya escuchado o visto las cosas que hizo anteriormente, y que simplemente hubiera llegado para cuando la tina ya se estuviera vaciando.

Camino lentamente hasta que quedó a su lado, sentía un nudo en la garganta, quería poder verlo y disculparse, pero no pudo. Suspiro profundamente y cuando se disponía a continuar su andar, el brazo del caballero la detuvo, Lithos sostuvo con mayor fuerza la toalla. El caballero había llegado justo cuando Lithos entro a la pileta, él nunca se había puesto a verla de otra forma, aun cuando siendo más jóvenes ella se desnudó frente a él por accidente.

Pero en este momento Aioria no pudo dejar de observarla; la disfrutaba, se deleitaba con lo que veía, aun a pesar de su corta edad sus proporciones eran ideales, como las de una mujer adulta.

Sin ningún problema, Aioria tomó a Lithos entre sus brazos, lo único que la joven podía hacer era verle y cerciorarse si era real o solo un producto más de su mente. Aioria le sonrió y entonces la besó detenidamente, a lo que Lithos respondió inmediatamente, el sabor de su saliva recorrió todo el cuerpo de la joven sierva haciendo despertar nuevamente su deseo por el caballero de oro.

Aioria camino con ella hasta sus aposentos, con su pie hizo que la puerta se cerrara y entonces se encamino hasta la cama para recostarla con lentitud. Lithos no había soltado el agarre de su toalla durante todo el camino, y no lo hizo hasta que Aioria llevo ambas manos sobre los dos extremos, enseguida la separo y dejó entrever el cuerpo desnudo de Lithos.

Enseguida y sin previo aviso, se situó sobre los pechos. Le sostuvo con la mano derecha llevándolo hasta su boca donde el caballero pudo lamerlo, y en ocasiones succionarlo a su antojo; Lithos rápidamente hizo saber su sentir en forma de altos gemidos, pero aun así Aioria no permaneció mucho tiempo en esa zona, a pesar de que los pechos de Lithos eran ideales para la excitación y prepararla, el caballero de oro buscaría otra forma de complacerla.

Aioria descendió hasta su entrepierna, separó sus piernas de extremo a extremo, acto seguido dio un par de lengüetazos contra la piel, a lo que Lithos se erizó y gimió, en respuesta positiva Aioria continuó, el muchacho se avorazó como un depredador a su presa, succionó, lamió y restregó su nariz en contra de la vagina de su sirvienta. La menor no tenía otra opción más que retorcerse y pedir por más.

Los largos dedos de Aioria se deslizaron entre los labios inferiores; de arriba hacia abajo, poco a poco aquellos provocaron que la cavidad se tornara un poco más caliente y húmeda. En cierta ocasión el caballero de Leo introdujo dos de sus dedos dentro de la vagina de Lithos al mismo tiempo en el que succionaba y jugaba con el clítoris de la chica. El éxtasis había inundado el cuerpo del joven pues no parecía tener la intención de detenerse aun cuando sus movimientos hacia la menor, se estaban tornando más bruscos de lo normal. Fue entonces que Lithos no pudo soportarlo, después de un tiempo de recibir únicamente penetraciones con la lengua, su parte íntima se había vuelto más sensible por lo que terminó expulsando un poco de sus fluidos en el rostro del caballero de oro. Aioria los recibió como un premio pues se encargó de lamerlos completamente.

Lithos estaba aún más sonrojada que antes, por lo cual instintivamente cerro sus piernas. Sin embargo, Aioria no profirió palabras contra eso, sino que casi de inmediato se puso de pie, desató sus pantalones sin dejar de observar a la menor sobre la cama; se deshizo de su camiseta y de los protectores que llevaba encima; y entonces Lithos volvió a observarlo. Era mucho mejor que lo que había imaginado durante todo este tiempo, sus músculos bien marcados, esa piel acanelada, además del buen tamaño que tenía en el miembro. Volvió a separar sus piernas provocando al caballero.

Aioria se situó encima de ella, y con un par de movimientos hizo que su miembro se restregara en contra de la entrepierna de la sirvienta. El miembro de Aioria comenzó a ensancharse, pues en ciertas ocasiones la punta del miembro llegaba a introducirse mínimamente en la vagina de la muchacha. Bastó nuevamente un movimiento más fuerte de su pelvis para lograr irrumpir en lo más recóndito de su cuerpo, Lithos sostenía con ambas manos sus pequeños senos, frotándolos y en ocasiones tirando de los rosados pezones, estaban doliéndole demasiado debido al placer, siempre que recordaba lo mucho que le gustaba ese hombre era común que sintiera esos cosquilleos en las zonas débiles, sin embargo, lo que por ahora tenía entre las piernas era mejor que sus delgados dedos.

Una vez más sus pensamientos se vieron interrumpidos por la brusquedad del caballero, quien comenzaba a moverse de manera continua; Aioria hacia que su pelvis chocara contra la femenina, creando un sonido que iba en aumento al igual que sus movimientos, con ello, aplicaba una inmensa cantidad de fuerza en cada embestida, tanto que provocaba que los pechos de Lithos se movieran de arriba a abajo, sin duda la chica sentía ese éxtasis desbordarse dentro de ella.

El caballero elevó una de sus piernas, permitiéndole con mayor facilidad el moverse dentro de ella, además de introducir un poco más profundo su miembro, lithos por su parte no podría hacer mucho aparte de mover sus caderas al ritmo que él le marcaba, eso y gemir cual perra en brama cada que sentía como el endurecido miembro se abría paso entre las paredes vaginales.

Los movimientos bestiales del castaño continuaron por un largo tiempo hasta que la voz de la chica se había desgastado, a tal punto que solo podía escuchar un débil quejido, el caballero por su parte, estaba más que excitado, nunca antes había sentido tanto deseo, sentía mucho calor, su piel estaba ligeramente húmeda, tan solo un par de golpes más hicieron que su miembro comenzará a lanzar los fluidos, desbordándosele por la vagina.

Aioria tomó el miembro entre sus manos, frotando el glande a lo largo de la entrepierna de lithos, expandiendo todo el semen en dicha zona. Por su parte, la menor comenzaba a sentir adormecimiento en sus piernas, no solo eso, se retorcía aún debajo del caballero, había culminado en lo más alto del éxtasis, su respiración estaba agitada, ni si quiera sabía si podía hablar y agradecer, así que solo se limitó a sonreír. El hombre hizo lo mismo, dejando nuevamente un beso sobre sus labios, tirando de estos últimos con fuerza hasta lograr dejarle una marca. En ese momento Aioria se recostó a su lado, descansando sus cuerpos uno sobre el otro, mientras sus respiraciones se normalizaban.

Tendría que esperar un poco más antes de comer ese delicioso baklava que ella le preparo, seguramente mientras lo degustaban, Aioria le hablaría de su próxima misión.

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