34. Lucha Sangrienta (1/2)

Luego de una breve conversación con su diosa, el joven Aioria se despidió de ella y de Seiya, en sus brazos llevaba a Shaina de regreso al santuario para que sanaran sus heridas.

Seiya le pidió que cuidara de ella lo cual el caballero Leo asintió y como un relámpago se marchó del lugar. Saori observó a Pegaso.

—¿Y bien Seiya? ¿Me ayudarás a luchar contra la maldad que está a punto de destruir la humanidad?

La joven esperaba su respuesta, él aún estaba indeciso por ello.

—Yo... No sé qué decirte la verdad...

—Se que el todo mundo me odia porque creen que soy una impostora, una farsante que desea acabar con el gran patriarca... Pero si no demostramos que todo eso es una completa mentira, el mundo estará en peligro — tomó de la mano a Seiya. —Por favor Seiya, te lo suplico... ¡Ayúdame! Yo solo... Quiero que cuides lo que mi abuelo siempre quiso seguir... ¡El destino de las estrellas — El santo de Pegaso reaccionó.

—¿El destino... de las estrellas? — cuestionó el castaño a lo que Saori asintió, soltó la mano de Seiya y luego miró hacia el cielo.

—Todos y cada uno de nosotros debemos cumplir con nuestro destino Seiya, tú que te convertiste en el caballero de Pegaso dispuesto a luchar por el amor y la justicia, y yo... que fui elegida como la reencarnación de la diosa Atena. Pero no hemos sido los únicos en esta vida, Ikki también tiene marcado su destino desde que se convirtió en el ave Fénix, lo mismo pasó con su hermana Shun, con Shiryu y con Hyoga... Desde que nacemos estamos obligados a seguir ese destino, el cual nos llevará hacia donde queremos estar — concluía con una sonrisa.

Seiya mostró empatía hacia ella a pesar de tener resentimiento hacia su propio padre, pero todo lo que la pelo lila decía era cierto aunque él no lo pensara de esa manera. Saori comenzó a marcharse.

—Oye, ¿a dónde vas? — la chica le miró nuevamente.

—A afrontar mi destino... Iré al santuario a encarar al gran patriarca — Seiya se sobresalto.

—No estarás hablando en serio verdad,¿cómo piensas irte así? ¿Qué acaso no estás consiente de que si vas por tu propia cuenta te matarán? — Saori le sonrió.

—He decido renunciar a mi vida con tal de que todos y cada uno de ustedes no sufran, ese es el destino que debo seguir, lucharé con todas mis fuerzas en nombre del amor y la justicia... Adiós Seiya.

Dijo finalmente Saori y se marchó, Seiya se dió un golpe en el rostro mientras miraba hacia el cielo y pensaba sobre lo que la pelo lila había dicho respecto a seguir el destino de su propia estrella. Aún así no se había percatado que unos metros lejos de él era observado por el caballero de Escorpio, Milo.

...

Días después.
Grecia, Sala del Gran Patriarca

La máxima autoridad del santuario presenciaba la llegada de Aioria de Leo a quien había encomendado a darle fin a la vida de Seiya y sus amigos. El santo de Leo se mostraba muy convencido de lo que Saori había dicho aquella vez, por fin abrió sus ojos luego de enterarse de la verdad.

El gran patriarca estaba molesto y en riesgo de que Aioria pudiese arruinarle sus planes.

—Tienes aun el descaro de presentarte ante mi después de lo que Milo me dijo — habló en tono serio.

—¡Necesito hablar con la diosa Atena ahora! — Aioria exclamó con fuerza.

—¡Acaso eres tonto Aioria! Nadie tiene permiso para ver a Atena así que quieres dejarle algún recado dímelo a mí y yo se lo diré después — respondió.

—Necesito hablar con Atena, si no me das autorización entonces tendré que tomar medidas extremas, entre ellas matarte — Aioria dijo amenazante.

—¡Estás loco! Crees que con ese tono alzado y no cumplir con mis órdenes te dejare que me trates de esa manera... Con razón eres igual o peor que tú hermano Aioros, los dos son unos malditos traidores — refutó el sumo sacerdote, Aioria levantó su puño y emanó su fuerte cosmos.

—Dime la verdad... Atena está aquí o solamente es otra de tus mentiras las cuales nos hiciste creer durante estos 13 años  — el gran patriarca se sobresaltó. —Tu ni siquiera eres el verdadero patriarca, ¡eres el diablo en persona!

El comentario de Aioria sacó una que otra risa del sumo sacerdote quien a simple vista el color de su cabello se tornó muy oscuro. Aioria estaba dispuesto a luchar contra él para limpiar el nombre de su hermano, el sumo sacerdote atacó violentamente al caballero Leo.

Aioria cayó al suelo mientras el gran patriarca se acercaba a él para darle el golpe de gracia, en cambio un remolino de aire había sido creado frente a ambos. De ahí apareció otro caballero dorado que, a diferencia de los demás mantenía sus ojos cerrados y con las manos unidas como si estuviera rezando.

—Shaka de Virgo, ¿qué haces aquí? — pregunto Aioria a la vez que se levantó.

—¡Hazte a un lado Aioria! — dijo Shaka mientras se iba acercando a él. —Tratar de ponerle la mano encima al gran patriarca es revelarse contra la diosa Atena, no hace falta que te castigue, porque yo lo hago en nombre de los cielos — replicó.

—Me alegra que hayas venido a tiempo Shaka, ahora muestrale a este traidor de lo que eres capaz de hacer, ¡Acaba con él! — ordenó el patriarca.

—Vete aquí Aioria sino quieres que haga caso a lo que el sumo sacerdote ordena — dijo nuevamente el santo de Virgo.

—No pienso irme de aquí Shaka hasta que hable con Atena, no tengo tiempo para explicarte... Es mejor que tú te vayas de aquí  — respondió, Shaka se enojó.

—Muy bien... No me dejas otra alternativa Aioria — correspondió el santo de Virgo. —Sabes muy bien que si dos caballeros de oro luchan entre sí...

—Podremos destruirnos el uno del otro o también provocariamos una batalla de mil días — concluyó Aioria.

Los dos caballeros se detuvieron bruscamente el puño uno del otro mientras eran observados por el gran patriarca, el templo era testigo de semejante cosmos  que ambos caballeros emanaban.

—"Han detenido su puños, y han puesto las piernas en posición de ataque... eso significa que ambos han adoptado la postura de la batalla de los mil días. Eso puede provocar que permanezcan así hasta que uno de ellos caiga primero lo cual es imposible de que pase" — pensaba el gran patriarca. 

Ambos caballeros retrocedieron y comenzaron a lanzarse ataques, Aioria con su plasma relámpago mientras que Shaka se defendió con su Om provocando que el templo fuera cubierto por un fuerte destello.

...


Cinco Picos, China

Shiryu aún permanecía con la venda en sus ojos y ahora se encontraba cortando un trozo de árbol hasta que sintió unas manos abrazarlo por la espalda, al sentir la calidez y una tierna risa se dió cuenta que se trataba de Shunrei.

—¡Shiryu!

—Hola Shunrei, ¿pasa algo?— saludo alegremente Shiryu.

—El maestro manda a llamarte, Shiryu — comentó la chica.

—¿Oh, en serio?... De seguro me va a dar otro buen sermón — el chino se echó a reír.

—Pues... No creo que sea eso, vamos a ver

Tomó de la mano a Dragón, este último se sonrojo y ambos fueron a ver al maestro Dokho quien se encontraba en los cinco picos como era costumbre. Shunrei dejo a solas a Shiryu para que hablara con su tutor.

—¿Cómo te has sentido durante estas dos semanas muchacho? ¿Te ha gustado labrar la tierra? — indagó su maestro.

—Claro que si maestro, me siento feliz de  disfrutar mi vida haciendo lo que me gusta, trabajar con la tierra es una bendición... Y sobre todo pasar el tiempo con usted y con Shunrei, siento que ya no es necesario ser un caballero — dijo.

—¿Eres tonto?, Te he dicho Miles de veces que tienes el poder suficiente para proteger a la diosa Atena. No pierdas la esperanza Shiryu, porque gracias e ella eres lo que eres... Un fiel protector y defensor de la justicia — respondió Dokho.

—Pero maestro... La diosa Atena... Es nada más ni nada menos que Saori Kido — dijo Shiryu.

—Lo sé, esa muchacha emana un cosmos muy pero muy poderoso que crece día con día — Shiryu se sorprendió. —Pero tu ni siquiera te das cuenta de ello... Es mejor que te vayas, si ya decidiste dejar de ser un caballero está bien, por lo que he visto se te da bien el labrar tierras — enfatizó el maestro, Shiryu bajo la mirada y se disculpó con él.

—Mis disculpas maestro...

Dokho iba dejando a Shiryu solo, pero este último sintió un cosmos tan fuerte y volteó hacia donde estaba su maestro.

Frente a él estaba un caballero dorado a quien pudo reconocer fácilmente.

—Ha pasado mucho tiempo ¿no cree, gran maestro? — decía el sujeto.

—Mascara de muerte, no me digas que el gran patriarca te ha mandado a matarme — al oír la última palabra Shiryu reaccionó.

—¿Qué? ¿A matarlo?

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