29 - Memorias VII - La versión de Dragón de Mar
Phoebe, le había hecho prometer a Raidne que si estaba dispuesta a escuchar la verdad, debía recolectar algas y corales que crecían bajo la luz de la luna. Y previamente, elaborar su propia "poción de protección".
Era posible que Raidne corriera peligro.
"Debes verter esto en el matráz que tu maestro guarda bajo llave.
Bébela cuando se oculte el Sol, tienes hasta el alba, luego perderá efecto".
Raidne había entrado en trance, no parecía reaccionar frente a esa directríz de Phoebe.
Mientras tanto, desde sus grandes ojos almendrados, las lágrimas corrían como ríos silenciosos. Cada sollozo parecía arrancarle un pedazo del alma, como si aquella revelación sobre su madre dejara un vacío imposible de llenar. Aquella mujer que perdió su condición de doncella para apaciguar la ira de dioses indiferentes, y que debió separarse de sus hijos, lo sentía más como una maldición que como un acto de redención y amor.
Lentamente sus mejillas empezaron a tomar otro color, un calor iracundo comenzó a brotar en ella, su semblante mutó; iracunda y enardecida comenzó a correr hacia donde se encontraba su maestro, necesitaba respuestas.
¿Acaso era cierto que su maestro era Kanon? ¿Que había escapado del santuario y había violentado a su madre? ¿Quién era su padre... Kanon o era acaso el antiguo Patriarca?...
Raidne irrumpió sin medir las consecuencias de sus actos en aquel sitio reservado exclusivamente para los guerreros superiores, el sitio de reunión de los generales marinos.
—¡Solicito una audiencia urgente con el general del Atlántico Norte!
En ese recinto, se encontraban reunidos: Sorrento, aspirante a general de Atlántico, el muchacho sin belleza; Caça y su maestro, el general del Atlántico Norte.
Sorrento, había llegado a conocer a Raidne, pero no lo suficiente para reconocer a aquella que había aparecido. Comprendió que debía retirarse pero al mismo tiempo permanecer a la expectativa, así que pidió disculpas y se alejó.
Kanon, que previamente había sido informado por el aspirante a general del Océano ártico, comenzó a caminar para que Raidne lo siguiera a otro sitio, alejado de oídos indiscretos.
Los ojos de la muchacha eran una ventana a su propia alma, y ésta guardaba una profunda desolación.
—Respóndeme, Kanon! —la voz de Raidne tembló entre furia y desesperación, y el general sintió un sobresalto cuando escuchó su nombre luego de tanto tiempo—. ¿Es cierto lo que decía esa anciana Phoebe? ¿Eras un santo de Athena? ¿Te expulsaron del Santuario por deshonrar a mi madre? ¡Dime la verdad!
Kanon hizo una pausa y se removió el casco.
—Yo amaba a tu madre, Raidne... más que nadie —murmuró Kanon, su voz teñida de una mezcla de dolor y nostalgia—.
—Responde mi pregunta
—No, no deshonré a tu madre. —Raidne se quedó helada, y como si leyera su pensamiento, Kanon prosiguió—.Tampoco soy tu padre, pero es algo que desearía con todo el corazón. Tu madre y yo, nos amábamos, pero el Patriarca, mi hermano Saga y las malditas leyes del Santuario... nos arrebataron cualquier oportunidad de estar juntos. Sabía que llegaría este día, pero no me lo esperaba hoy.
--------------------------- Versión de los hechos de Kanon ------------------------
Mi hermano y yo fuimos sorteados, uno sería el santo de Géminis y el otro sería su reemplazo frente a alguna adversidad, sin embargo, nadie debía conocer la identidad del gemelo "sombra".
Yo había sido criado para ser el reemplazo de mí hermano Saga, era mí misión que nadie notara mí existencia y por eso, si alguien se topaba accidentalmente conmigo, debía comportarme y lucir cómo él.
Un día, una bella jóven bajó para cazar y recolectar hierbas y me vió, pero como todos, me confundió con Saga. Su nombre era Ifigenia.
Al principio, los encuentros eran esporádicos, luego se volvió causal lo casual. Eran momentos ue se volvían un respiro para mi, un escape de las sombras que cargaba en mi alma.
Si bien inicialmente me confundía con mí gemelo, con el tiempo logró descubrir que yo no éra la misma persona que Saga. Y cuando lo noté, por primera vez, me sentí desnudo, independiente... Tu madre me hizo sentir libre de quien debía ser. Fue así como entre risas tímidas y miradas furtivas, que ambos comenzamos a forjar un vínculo que desafiaba las reglas del Santuario.
Cuando Saga descubrió que Ifigenia era consciente de mi existencia. Los celos comenzaban a cegarlo, pero sería el día en que Shion nombró a Aioros como su sucesor que mi hermano terminaría de quebrarse.
Luego de encerrarme, Poseidón me liberó nombrándome su general Marino y me encomendó rearmar su ejército. Para cuando logré volver a la superficie. Intenté dar con el paradero de Ifigenia pero en su lugar, encontré a una anciana que la tutelaba en las artes adivinatorias paganas. Fue ella quien me comunicó que el sumo pontífice había profanado no sólo su cuerpo, también su espíritu y que luego se había intentado quitar la vida por no poder mantener la castidad exigida para servir a Athena. Pero fue salvada de cometer esa locura por una mujer de cabello ceniza que apareció misteriosamente para trasladarla al templo de Artemis.
Allí fue que comencé a viajar en búsqueda de aquel sitio.
Luego de descubrir que su progenie estaba destinada a ser recipiente de la diosa si nacía en aquel Templo, Ifigenia se escapó antes del último mes con un matráz sellado con el símbolo de Artemis.
Fue así que pude dar con su paradero, pero para ambos fue tarde; una cazadora del ejército de Artemis que había estado buscándola, logró herirnos con unas flechas venenosas.
Pude ayudar a dar a luz y traerte a ti y a tu hermano al mundo, pero lamentablemente no pude salvarla. Antes que la muerte me la arrebatase, juré protegerlos junto al matraz con mí propia vida. Pese a que el veneno me había debilitado lo suficiente, los llevé a tierra firme y perdí la consciencia. Sólo recuerdo que a la mañana siguiente, dos niños nos encontraron tan sólo a tí y a mí. Sin embargo desde entonces no he logrado dar con el paradero de tu hermano.
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Raidne bajó la guardia y se sintió culpable de cómo había confrontado a su maestro inicialmente.
— ¿Eras tú la persona que me vigilaba en el Orfanato?
— Raidne, siempre he intentado estar cerca de tí todos éstos años.
Un sonido se escucha afuera de aquel recinto, Kanon vuelve a colocarse el casco y se acerca a una vitrina donde permanecía un pequeño matraz con un tiento anudado en su cuello.
—Esto fue encomendado por tu madre para su protección. Sólo con el fin de que tarde o temprano llegara a tus manos.
—¿Qué es eso?
—Le llaman, el matraz de Lethe. Si lo bebés, olvidarás todo lo que te acongoje y seguirás bajo mi tutela en el santuario marino. De no hacerlo, serás exiliada. Tienes unos minutos.
Kanon se retira de aquel sitio.
Raidne se quedó también perpleja e inmediatamente recordó lo que Phebe le había dado antes de partir; La poción vertida en aquel extraño matraz con el tapón labrado con el rostro de Hypnos. Dudó por un segundo y temía preguntar...Le angustiaba que su propio maestro, quizá su propia sangre dudara de ella.
Cuando Kanon volvió a ingresar, Raidne aún no estaba decidida... pareció muy breve el tiempo que estuvo fuera.
— Kanon, de hoy en más me desligo completamente del santuario marino y cualquier plan que tengas en mente, no formaré parte de ello, necesito encontrar a mi hermano.
—Lo siento, pero no puedo permitirlo, le hice un juramento a tu madre, pero no puedes conocer mí verdadera identidad.
—¿Qué estás diciendo?
Raidne no lo dudó, tomó la poción entre sus manos, removió el tapón y apenas la tocó con sus labios, un escalofrío la recorrió de pies a cabeza. Apenas un instante después, un fuego abrasador pareció encenderse en sus venas. Raidne gritó, pero su voz no era suya; era un eco de algo mítico, ancestral y divino.
El cuerpo de Raidne estaba cambiando cada segundo, se hacía más alta y esbelta, Kanon ya no veía el cuerpo de una niña, sino el de una mujer. Una mujer que le recordaba a su difunta amada de juventud.
Raidne sintió como cada fibra de su ser se retorcía mientras una fuerza desconocida la arrancaba de su propio control.
—¿Pero qué has hecho, qué has bebido, niña?
Y es que la poción "de protección" era en realidad un magnificador del broche que Raidne llevaba en el pelo como recuerdo de su madre. Aquel broche que Callisto, la mujer de cabellos ceniza, había colocado en su manta mientras Kanon permanecía inconsciente y que durante todo ese tiempo, ella lo atribuía a su mamá.
Una particularidad de aquel objeto era que si el mismo se encontraba o bien cerca de un Dios o en tierra consagrada a uno, era eclipsado. Por ello no había funcionado en la academia cómo tampoco en la mansión Kido y mucho menos, en el santuario submarino.
La poción liberaba por un instante el poder de la diosa Artemis a quien estuviera destinado a ser su recipiente mortal.
El grito desgarrador de Raidne rompió el silencio del Santuario Marino. Sorrento, inquieto por el sonido, corrió hacia la fuente del tumulto. Cuando llegó, la escena que presenció lo dejó helado: El general del Atlántico Norte, furioso y fuera de control, se abalanzaba sobre una mujer que, a pesar de su nuevo cuerpo, le resultaba aterradoramente familiar. —¿Raidne? —susurró, incrédulo, mientras el caos se desataba frente a él.
En un intento desesperado, la jóven quien presenciaba lo sucedido sin poder tomar el control de su cuerpo, desprende un enorme poder que empuja el cuerpo de su maestro por lo aires, golpeándolo y dejándolo inconsciente.
Sorrento no podía caer del asombro. Mientras tanto, confundida Raidne poco a poco comenzó a recobrar parcialmente el control de sí misma, pero se sentía aterrada por lo que acababa de suceder.
Sorrento mientras intenta acercarse, asustado, observa a Caça que había estado observando toda la situación, encontró una oportunidad de tomar ventaja de lo ocurrido. Oliendo el miedo en el flautista, le dice que vaya a buscar ayuda. Y así, mientras Sorrento abandona el recinto, el aspirante a general toma la forma del muchacho cabellos lavanda antes de acercarse a Raidne.
—Deprisa, Debes huir de aquí" No se cuanto tarde en despertar, pero no debe verte aquí cuando despierte.
Mientras tanto, piensa para sus adentros...
"Con que ese era el poder de aquel frasco mezclado con el agua de la poción... Sorrento ha sido testigo del ataque a uno de los 7 generales Marina, una traición que de no dar alarma, se podía considerar una insubordinación, y la jóven puede volverse un demonio poseído"
Nuevamente cambia y toma la forma de Kanon para llamar a los guardias marina para que den inicio a la búsqueda de la mujer a quien describió como espía. Al fin y al cabo, necesitaba ese frasco al conocer su secreto.
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