27 - La artista callejera
El camino hacia Mudumalai era largo, pero no era una décima parte de lo que tendrían por delante recorrer.
Caminando sin descansar, se podía demorar en llegar dos días y medio. El terreno cada vez se elevaba más en altura, y las lluvias podrían prolongarse durante varias horas.
Así fue como Raidne y Maya llegaron a un pueblo cuya calle estaba bordeada por numerosos locales y puestos de comida, bebida y textiles.
La lluvia había parado, y a medida que avanzaban, lograron divisar lo que de lejos parecía una mendiga. Aquella jóven de aspecto harapiento, vestía prendas limpias, pero muy desgastadas en su uso. Llevaba un choli (blusa) rosa chicle que apenas llevaba un recuerdo de lo que alguna vez fueron mangas y lo que parecía ser una babucha color verde era en realidad un saari retorcido como un pantalón ancho. Lo más "novedoso" de su atuendo y claramente en mejores condiciones era su calzado acordonado de lona.
Dicha descripción desencajaba con sus "vecinos". Su rebelde cabello violeta estaba atado en una coleta alta, permanecía sentada en la banquina acompañada de un loro bailarín, sobre su falda reposaba un instrumento cordófono, pesado e imponente como un violenchelo, pero con el aspecto de un laúd. A diferencia de éstos, el mismo se componía de una caja resonante en forma de calabaza y otro cuerpo en forma de pera, en el extremo opuesto del cuello y sus cuerdas apuntaban hacia arriba. La muchacha permanecía con los ojos cerrados, parecía ejecutarlo como inmersa en un trance.
—Qué bonito... ¿Qué es?— Preguntó Raidne a Maya—.
—Una niña ignorante intentando destruir mis tímpanos con una Saraswati veena.
Por ser una anciana que se hacía pasar por mujer jóven, a Maya le generaba mucho rechazo que un instrumento de la música carnática y por ende, más tradicional, fuera utilizado como un emulador de una guitarra eléctrica. Pero no era la única a la que parecía desagradarle dichas melodías poco convencionales.
Entre su aspecto y su música incomprendida, la gente se veía obligada a rehuir de la jóven punk, excepto los niños.
Frente a la entrada de un viejo orfanato comenzó a tocar unas notas.
El sonido y el ritmo que ejecutaba con aquel instrumento entusiasmaba a los niños, sumado al acompañamiento de aquel perico, quien brindaba un show magistral para los más pequeños que no podían evitar y salir a los balcones para escucharla, para que luego los improperios de los adultos dirigidos a la muchacha, los asustaran obligándolos a entrar.
Entre la muchedumbre molesta, había un hombre que tenía su puesto de comida detrás de donde la jóven se había acomodado en el suelo, la quería ahuyentar tirándole piedrecilas mientras gritaba:
—¡Devuelve ese instrumento a quien quiera que se lo hayas robado, paria!, no eres digna de tocar esa basura con él. Me espantas clientes con tu intento de música.
Maya había pasado delante de la desaliñada muchacha y sin siquiera mirarla, se adelantó un buen trecho, Raidne sin embargo se había quedado aminorando el paso para ver qué cosa tramaba aquel vendedor impaciente.
Cuando el mismo salió amenazando con golpearla con una rama, al grito de
—Vete de aquí escoria
Raidne no pudo quedarse de brazos cruzados. Le sostuvo su muñeca y le dijo.
—¡Tú eres la escoria, basura cobarde!
Inmediatamente lo empujó unos cuantos metros, a lo que el hombre, a la vista de los niños curiosos, intenta regresar para atacar por la espalda.
Seguidamente, la joven música, levantó su ornamentoso instrumento de su rodilla y estiró la pierna que había quedado libre provocando que el señor tropezase para desplomarse en el suelo, mientras el pequeño loro, lo picoteaba en su cabeza.
Las carcajadas desde el orfanato se volvieron el palco de una audiencia entregada a la comedia; no podían parar de reír.
La Muchacha llevó su mano derecha hacia su frente y en una reverencia hizo un gesto a modo de saludo hacia su público infantil. Posteriormente, buscó a Raidne con la mirada procediendo a retirarse y acompañarla.
—Gracias, por tu intervención...
Raidne se quedó paralizada... no creía que hubiera hecho gran cosa.
—...De nada...
—Cómo te llamas, me llamo Mantrini. No sé cómo agradecerte... no llevo dinero, pero si gustas, podría acompañar parte de tu trayecto con música, para alivianar la marcha.
Maya interrumpió aquella conversación respondiendo una pregunta que nunca se le había formulado.
—¡No! ¡Definitivamente!
Mantrini observó a la mujer de los puntos en la frente que no había estado presente en el incidente y comenzó a reír.
—Estaba haciendo el trato lo hacía con la pequeña... pero descuida... Al menos permite que las alimente bien en compensación.
Mantrini hizo un ademán para que la siguieran, y en la puerta de aquel Orfanato, comenzó a gritar:
—¡Nishupert! Abre la puerta!!
Un jóven de diminutos bucles rubios, pecoso y ojos azules salió.
—¿Mantrini, volviste?
—No me puedo ir por mucho tiempo porque comienzo a extrañarlos. —Tomó un puñado de billetes de su escote y dándoselo en la mano al jóven, prosigue— Conseguí algo de efectivo y unas criaturas para probar tu curry occidental.
Una multitud de niños la rodearon para saludarla, allí Mantrini era una celebridad.
Raidne y Maya parecían sorprendidas por el alboroto.
—No entiendo, ¿Vives aquí? —Preguntó Raidne
—No, no tengo hogar, pero mi amigo Nishupert tiene buen corazón y a cambio de música moderna y unos días ayudando a calmar a las fierecillas de los niños de aquí, me da una cama y un poco de arroz con curry por unos días.
Maya observando con desdén, mencionó
—Calculo que no tienes padres...
—No madame, no tengo el recuerdo de ellos, murieron cuando era muy pequeña. Mi abuela cuidó de mí y me enseñó todo lo que pudo antes de dejar éste mundo.
—Te entiendo— Dijo Raidne, tampoco conocí a mis padres.
Maya se quedó observando a la inadaptada. Le recordaba a alguien... pero sus modales claramente la desorientaron... Finalmente preguntó:
—¿Tu abuela es de aquí?
—Hmmmm... No lo sé, viajabamos mucho y cuando no lo hacíamos, nos pasabamos practicando con éste bebé.
Nishupert que parecía muy emocionado por contar sobre la abuela de Mantrini, les preguntó:
—¿Alguna vez oyó hablar de Nilanjana?
Maya hizo un gesto de desconcierto y finalmente dijo que no, Nishupert había abierto sus ojos como si fueran dos huevos fritos.
—Nishupert... ¿y tú?— Preguntó Raidne
—No, yo vine de muy pequeño, acompañaba a mis padres, el transporte en el que viajábamos tuvo un accidente, fui el único que sobrevivió. Nilanjana me rescató, de hecho le debo mi nombre, el mío no podía pronunciarlo bien... je je. En fin, ella me trajo aquí y desde ese entonces le estoy en deuda... no podría negarme a ayudar a Mantrini.
Raidne la miró y antes que pudiera preguntar si se trataba de su abuela, la muchacha, como leyéndole el pensamiento, le respondió con ese movimiento con la cabeza que también había hecho Mohini y que no lograba descifrar si era un sí, un no, o qué.
—Sí, era su abuela— Completó Nishupert—.
Mantrini le echó una mirada desafiante y Maya inmediatamente reaccionó ante aquel gesto atinando a ofrecer su asistencia.
—Nishupert, espero que no seamos una molestia, ¿qué te parece si te ayudo con el Chai?
Si bien Mantrini permanecía reservada respecto a lo que respectaba a su abuela, Nishupert parecía muy ansioso por contar todo lo que sabía sobre la anciana que le había salvado la vida y Maya aprovechó el momento perfecto para tironear la lengua del jóven. Algo le indicaba que Nilanjana podría haber sido una de las Mahavidyas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top