09-El sueño de los inmortales

En el templo de la Luna, situado en las cercanías del Templo del Olimpo, se encontraba una mujer de cabellos ensortijados color celeste ceniza examinando unos viejos papiros. Su rostro afilado y blanco como el marfil, revelaba una profunda sensación de abatimiento mientras los revisaba.

Muy cerca de allí, una joven de cabello lacio color azabache, subía con prisa unos peldaños de piedra. Llevaba una túnica corta a la mitad de sus muslos y una armadura plateada, que por la manera en la que corría, parecía que aún no estaba demasiado acostumbrada a ella. La tiara que llevaba alrededor de su cabeza, poseía en su diseño, algo parecido a antenas... o más bien a orejas de conejo. Cuya particularidad residía en reflejar el estado de ánimo de su portadora.

Cuando llegó a una enorme puerta, doble, la joven guerrera entró sin anunciarse y comenzó a exclamar a los gritos:

—¡¡¡Señora Calisto, Señora Calisto!!!

—Marjani, ¿No te he dicho una y mil veces que los satélites no deben entrar en el templo de la señora Artemis haciendo tanta alharaca?

—Lo siento señora Calisto -aquellas pseudo antenas de su tiara, parecían de trapo por el modo en que caían sobre el rostro de la niña regañada- pero es urgente... ¡¡¡El legendario arco de nuestra Diosa Artemis ha... ha desaparecido!!!.

—¿¿¿Qué dices???

Calisto siguió a Marjani hacia a un extremo del Templo en donde se ubicaba un salón con numerosos objetos de valor aparente en su interior. Algunos poseían sellos inscriptos en ellos con el nombre de Ἄρτεμις".

Casi llegando al centro del sitio, había una escultura de la diosa. Sus brazos permanecían en posición de sostener y tensar un gran arco que, tal y cual lo había anunciado Marjani, no estaba allí.


—¿Ahora me cree?

La mujer del cabello ensortijado, también se percató de que la aljaba de la espalda, se encontraba vacía, no había rastros de las saetas que estaban allí.
Si bien permanecía sorprendida, mantenía la calma, como si conociera algún secreto extra sobre aquel fenómeno.

—Tranquila Marjani -Exclamó-. Tengo la sensación de que ha sido obra de nuestra señora Artemis.

—No lo entiendo... Nuestra Señora Artemis se encuentra reposando esperando su despertar terrenal. ¿Cómo es posible?

—Así es... Desde su último paseo en el cuerpo de una mortal, siglos atrás...

Marjani abrió sus ojos tras aquellas palabras, y para cerciorarse, preguntó:

—¿Entonces es cierto?... ¿La señora Artemis...?

Calisto, se alejó de Marjani y la estatua, y luego de un profundo suspiro, perdió su mirada más allá de aquellos objetos o el salón y comenzó a narrar una historia.

—Se dice que nuestra señora ha vivido como doncella en muchas oportunidades ocupando cuerpos humanos que recibían su esencia divina. De este modo podía intercalar su estancia en el Olimpo y tener a su vez contacto directo con sus preciados bosques y animales, los cuales siempre cuidó y protegió -haciendo una pausa, caminó hacia la escultura de una cierva, colocó su mano derecha sobre la cabeza de ésta y continuó-. La última vez que Artemis volvió a este mundo, tuvo la desdicha de caer bajo el hechizo de las flechas de Eros; se enamoró de un mortal. Su querido hermano Apolo, preso por los celos de aquel hombre, decidió tenderle una trampa que resultó en una verdadera tragedia.
Primero convirtió al hombre que había osado cautivar el corazón de su hermana, en una bestia colosal. Luego engañó a la doncella Artemis, con la falsa alarma de que un monstruo estaba atacando a los animales en la profundidad del bosque.
Nuestra señora, de inmediato tomó su aljaba de saetas, su arco y salió con sus compañeras a cazar aquella criatura. Sin embargo, sería su propia mano quien dispararía la flecha que no sólo le quitaría la vida a la criatura, sino que le rompería el corazón.
Cuando la bestia se retorció de dolor y cayó al suelo, el hechizo de Apolo se rompió, y cuando su cuerpo volvió a tomar la forma de su amado cazador, ya nada volvería a ser igual.
La devastó... tal fue el dolor de Artemis, que luego de intentar devolverle a la vida, abandonó sus bosques para ir en busca del mismísimo Hypnos, quien finalmente le otorgaría el favor de inducir en ella el llamado sueño de los inmortales.
Desde ese entonces, ha permanecido aquí dormida.

Marjani, perpleja observaba a Calisto quien parecía leer su mente llena de más preguntas que respuestas. La historia tenía cierto sentido, pero había cosas que no terminaba de comprender del todo. Sin notarlo formuló una de sus dudas como pregunta en voz alta.

—¿El sueño de los inmortales?

—Lo que para nosotros representa uno o dos siglos, para los dioses puede ser simplemente una apacible siesta de verano. Sin embargo, cuando ese tiempo no les es suficiente o satisfactorio, necesitan el poder de Hypnos.

—Pero entonces... Si nuestra señora despierta...

—El opio de Hypnos, debe haber perdido su efecto o la gran voluntad de la diosa ha dispuesto un cuerpo nacido entre los humanos en esta era. Ahora tenemos la misión de buscar a su recipiente mortal para que finalmente incorpore el alma inmortal de nuestra señora.

Calisto se acercó a una caja que contenía el sello de la diosa. Lo removió y quitó de su interior un objeto labrado de forma cónica de un color verde brillante, conocido por algunos como Diopeta.

—Ten Marjani, ya que has descubierto éste acontecimiento, partirás con la misión de encontrar el rastro del recipiente mortal de nuestra señora. El resplandor de la diopeta te guiará hacia ella. Una de las cazadoras te acompañará en ésta misión.

Calisto, se percató de no revelar algunos detalles. Ya que es obligación de los altos rangos celestes, mantener cierta información confidencial.

Entre aquella información, se encontraba la identidad de aquellos jóvenes y también la mención al médico sagrado Asclepio, con quién llevó el cuerpo sin vida del joven, quien nada pudo hacer por él.
Tampoco hizo mención a que fue su predecesora quien detallaría toda ésta historia en unos papiros adjudicándose el plan de encontrar a Hypnos para darle de beber, o bien agua del río Lethe para borrar aquel hombre de su memoria o del cuerno de Opio para inducir en ella el sueño de los inmortales.
Pero algo muy curioso que omitió del relato y que involucraba a su ejército directamente, es que algunos años atrás, ya habían dado con el paradero de quien sería el recipiente de la Diosa pero que luego le perdieron el rastro.

Esos detalles le hubieran sido claves a Marjani y a cualquier otro para entender ciertos acontecimientos  que estaban por suceder.

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