05 - Memorias I: Desterrada

Seis años atrás de los acontecimientos previamente narrados:

La pequeña Raidne, luego de aquel incidente con Saori, había sido convocada por Mitsumasa Kido.

Mientras esperaba en aquel inmenso salón ubicado en el interior de la mansión, comenzó a enrollar las puntas de su ensortijado cabello sobre su dedo índice. La situación la inquietaba un poco.

Para distraerse, comenzó a recorrer con la mirada aquel recinto, el cual disponía de numerosos sillones, un reloj cucú muy antiguo, una lámpara araña de caireles de cristal relucientes sobre su cabeza y un televisor desenchufado sobre un mueble llamó su atención por su proporción descomunal, deseaba satisfacer a su curiosidad abriendo las puertas del mismo, pero el calor de la hinchazón de su rostro, producto del bofetón de Tatsumi, la obligó a contenerse y en su lugar prefirió contar los distintos floreros de la habitación. Toda superficie de aquel sitio poseía uno diferente con distintas variedades de flores con una cualidad en común; todas ellas provenían del jardín de la mansión.


El anciano apareció en el entrepiso de aquella habitación, su imagen imponente, a pesar de su avanzada edad, intimidaba a la niña.

Si bien era el abuelo de Saori, presentaba una actitud afable y predispuesta escuchar la versión de los hechos ocurridos de la boca de su perpetuadora. Raidne se relajó y conversó con él con total franqueza.

—Pequeña Raidne, estoy al tanto por Tatsumi de los incidentes acontecidos hoy, pero... Me gustaría que me contaras tú misma qué fue lo que te llevó a actuar así.

—Señor... Sólo quería que Saori no siguiera maltratando a aquel niño... Jabu...

—¿Por qué dices que lo maltrataba?

—Porque él se había ofrecido a jugar y ella... No tenía por qué azotarlo. Jabu no la estaba pasando nada bien y me pareció muy injusto. Pero tampoco pensé otro modo de detenerla. Le pido disculpas -Raidne se inclinó hacia él a modo de Ojigi-.

—En algo tienes la razón, lo que hizo Saori no estuvo bien. Aún así, tampoco actuaste de manera prudente. Es la función de un adulto reprender esas acciones y lamento que Tatsumi haya preferido seguirle la corriente y castigarte de ese modo—El anciano detuvo la mirada en la mejilla morada de la niña, hizo un silencio y prosiguió— Debo destacar tu valentía y capacidad de intervención. Son pocas las personas que pueden hacer frente a ese tipo de situaciones, si bien no conocías otro modo de resolverlo mejor, tu motivación es comprensible... Al fin de cuentas, eres una niña y es responsabilidad de los tutores proporcionarte herramientas para la mediación para evitar la violencia.

Al señor Kido le preocupaba que Saori no tuviera amistades de su edad. Temía que al estar tan sola, no supiera cómo interactuar con otros niños para jugar y que el problema se fuera acentuando con el paso del tiempo... Por el otro lado, tampoco entendía la razón por la cual Raidne había optado por vestirse de varón o usar un seudónimo masculino, así que decidió también preguntárselo.

—Señor Kido, desde que llegué aquí, sólo se me ha permitido realizar actividades como la danza, la equitación, el bordado... Pero yo lo que deseo es aprender a pelear y defenderme. Cuando me topé con aquel gimnasio, sólo pensaba en entrar y practicar, pero como sólo vi varones entrenando, no quería llamar la atención y que me reprendieran por niña. Si lograba hacerme pasar por uno de ellos, no sólo podría entrar, sino que lo haría en igualdad de condiciones.

—Así que ese es tu deseo.. Si gustas puedo concedértelo, con una condición.

—¿Condición?

—Cuando lo logres, deberás regresar a este lugar, y jurarás usar tus habilidades para proteger la paz.

—Señor Kido, ¿Cómo sabe que lo conseguiré?

—Si tu convicción es tan grande como tu deseo, estoy seguro que lo lograrás.

Cuando Raidne salió de aquel Recinto; la figura de Isabella, apareció por sobre aquel entrepiso, en donde había estado sentada escuchando la conversación, y alzando su rostro por encima de los cristales de la ventana más ceracana, como perdiendo su mirada, exclamó:

—Parece que al fin y al cabo no se puede eludir el destino...

—Hiciste lo posible... Pero era cuestión de tiempo. Tarde o temprano nuestras niñas deberán afrontarlo con destreza y valentía. Ni nosotros ni nadie puede impedirlo.

—Quizás.... Si en lugar de enviarla a un sitio de entrenamiento convencional para Santos de Athena...

—¿En qué piensas, Isabella?

—¿Cuál es el único sitio en donde podríamos continuar su vigilia y monitoreo por si ocurre cualquier incidente extraño?

El anciano sonrió. 

—¿Así que estás pensando en enviarla a la Academia, y me preguntas para no herir mi creatividad? Voy a concederte ésta victoria, al fin y al cabo, todo lo que propones y sugieres; suelen ser excelentes ideas.  Sólo me preocupa que el día de mañana, Raidne se sienta subestimada por el eje de instrucción de dicha institución.

La Academia Santa Isabel, más conocida como la Saintia Academy, era una academia para señoritas superdotadas. No sólo eran formadas a nivel educativo, sino también, se les impartía un duro entrenamiento marcial.

Dicha Institución, que había sido ideada por Isabella, fue edificada y apadrinada por la Fundación Graad, a la cual asistía Bianca.

El objetivo: Entrenar Saintias, las damas de honor al servicio de la Diosa Athena. Allí no había necesidad de abandonar la feminidad, por ello no eran necesarias las máscaras para cubrir los rostros de las estudiantes.

Al día siguiente, Raidne viajó junto a Isabella a los Alpes Suizos, a las orillas del lago Thum, donde se erigía dicho establecimiento.

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