03-Visitantes
El pequeño barco que transportaba a Bianca y a Shun, estaba llegando a la costa de un gran puerto.
─Ahora deberíamos cambiar de barco─ exclama Shun.
─¿Sabes dónde estamos?
─Si mi memoria no me falla, deberíamos estar por llegar a Al Hudayda, uno de los principales puertos de Yemen... dependiendo de lo que tardemos en encontrar un buque y lo que permanezca en cada puerto, tenemos aproximadamente 30 días de viaje más.
─¿Sabes cuánto demoran en cada parada?
─Pues... A veces sólo un par de horas, otras, algunos días.
Shun observó a Bianca, quien había hecho una mueca de desagrado permaneciendo en silencio.
Ella reflejaba una impronta muy señorial, que no se comparaba siquiera con el recuerdo que Shun mantenía de la señorita Kido, (aunque él conservaba aquellos de una niñita un tanto malcriada). Sin embargo aquel carácter; directo y un poco fuerte, la alejaban de la imágen que se solía establecer del propio de una dama.
Entre sus pertenencias, Bianca tenía un bolso de mano y una gran flight case con ruedas, un tipo de equipaje especial para transportar instrumentos, algo que al muchachito le llamó bastante la atención, puesto que era aproximadamente del tamaño de su Pandora box, una caja labrada que contenía su única posesión material; su armadura, la cual cargaba como una gran mochila rígida.
Shun se había ofrecido a ayudarla con su equipaje pero ella se negó rotundamente. La franqueza y orgullo de ésta muchacha, era una cualidad que le resultaba poco peculiar, recordó a su amiga June y sonrío.
Una vez en tierra firme, ambos tenían una misión; encontrar un buque de carga que partiera con rumbo a Tokyo.
Si bien no era una costumbre habitual, estos barcos cargueros permitían pasajeros a bordo, en función del espacio disponible. La media solía ser entre cuatro o cinco personas. Ellos debían buscar alguno que no sólo estuviera disponible a recibirlos a bordo, sino también, que hicieran el recorrido esperado.
Bianca no parecía muy tranquila, Shun notaba como solía voltear su cabeza en intervalos recurrentes, como buscando algo o alguien.
─Bianca, ¿ocurre algo?
─Tengo... una sensación extraña...
─¿Hambre tal vez?
─... Es verdad... no hemos comido nada todavía.
─Descuida que enseguida conseguiré algo.
─Espera, ¿Tienes dinero?
Shun recordó que tenía unos Riales, moneda de aquel país que le habían quedado de la última vez que había estado en ese lugar... Seis años atrás.
Había llegado con unos yenes que le había dado la Fundación Graad para el viaje. Irónicamente, nadie lo había asesorado de niño y cuando llegó allí, su moneda era el equivalente a papel pintado. Afortunadamente, un señor muy amable se los aceptó por Riales, le había dicho que su sueño era ir a Japón, aunque quizá lo dijo para que Shun no se sintiera mal de que simplemente se apiadaron de su condición de infante estafado.
─Creo que... ─ Shun revuelve su bolsillo con una mueca de concentración─ sí... Ahora vuelvo.
Mientras Shun se encargaba de conseguir algo para calmar el hambre, Bianca intentaba hablar con la gente del puerto. Las diferencias culturales eran evidentes y los hombres simplemente la ignoraban completamente o se la quedaban mirando perplejos. Finalmente un capitán asiático le confirma que "pronto" saldría un buque hacia el Mar de la China... ¿Eso podría dejarlos en Tokyo "de pasada"?... Cansada, se sentó sobre de su gran caja porta instrumentos, y vió a lo lejos aparecer a Shun corriendo con una sonrisa gigante de extremo a extremo con algo en sus manos.
─ Pruébalo! Esto es delicioso... Se llama Saltah, es la comida típica de aquí.
─ Eres increíble, muchacho, toda una caja de Pandora.
Luego de comer el exótico plato local, llegaron a aquel Buque que haría el viaje esperado. Finalmente podrían subir a bordo y descansar. Luego de que les entregaron las llaves de sus camarotes, Shun se dispuso a ello. Dejó su pesada Caja y se dirigió directo a la cama sin poder evitar desplomarse sobre ella... No recordaba nada tan suave como aquellas sábanas o tan esponjoso como aquel colchón, una combinación que lo fue adormeciendo lentamente hasta entrar en un sueño profundo.
A media noche, Shun despertó por el sonido de una melodía... No, ésta vez no provenía de las cuerdas del violín, que le hubiera parecido lógico oír de alguna práctica nocturna de su nueva compañera de aventuras. En esa ocasión, la misma parecía más bien ejecutada por un instrumento de viento; una flauta.
Luego escuchó que la puerta de la habitación de Bianca se abría. A continuación, escuchó pasos y voces que provenían desde afuera y una de ellas, era efectivamente la de la concertista. Sin pensarlo, se incorporó para asegurarse que estaba todo en orden y salió de su camarote descalzo. La luna creciente que brillaba en lo alto, dejaba ver las siluetas de tres personas; un joven, que aparentaba ser mayor de edad que el propio Shun, y una muchacha, algo más joven que Bianca, pero no estaba seguro.
─Bianca!!! - Exclamó la desconocida abrazando fuerte a la violinista
─¡Me tenían sumamente preocupada, pensé que ya no los encontraría!─ Dijo Bianca─.
─No fue nada fácil, estuvo vigilada todo este tiempo, de hecho están en estado de alerta ─ Respondió el joven.
─Oye...─Dijo Bianca, acercándose confiadamente al muchacho─ Agradezco lo que estás haciendo por nosotras. Pero por favor, cuídate...
Bianca, no parecía querer que el joven misterioso se marchara, incluso tomó las manos de éste entre las suyas, su lenguaje corporal decía que intentaba retenerlo unos minutos más, pero su mente sabía que no era seguro que se quedara más tiempo con ellas. A continuación él la abrazó dulcemente y antes de contestarle, le acomodó un mechón rebelde que caía por sobre su mejilla hacia detrás de su oreja:
─Ahora, debo regresar, si no estoy allí cuando descubran que Raidne no está, será todo en vano. Cuídense.
Dicho ésto, el joven misterioso, pegó un Gran salto por la borda hacía el océano. Bianca se dio media vuelta y volviendo con la recién llegada le dijo:
─Raidne, ven esta noche dormirás conmigo. Ya estás fuera de peligro.
Las dos jóvenes caminaron hacia la puerta del camarote de Bianca para entrar en él. Shun, sin darse cuenta, se había desplazado hacia allí, como impulsado por inercia, algo había activado el "piloto automático" para su caminar errante. Y luego se percató de que estaba experimentando un Deja Vu, ... a lo mejor había sido la sonoridad de ese nombre: "Raidne"... ¿o quizá había sido su voz?... tal vez, pero era aún más probable que fuera la estela de su perfume. Una fragancia dulce, cálida y reconfortante que le quitaría el sueño durante el resto de la noche.
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