[3] Verdades.
— ¡¿Un ataque?! — exclamó sorprendida Claire, que fue callada al instante por Zorent y Brida.
— ¡¡Ssshhhhh!! ¡Sólo nosotros sabemos! — susurró Brida poniendo su dedo índice sobre sus labios, Claire cubrió su boca con ambas manos. Lo tres jóvenes vieron a sus lados para ver si había alguien. — No saben cuando será, tampoco nos lo quieren decir...
— ¿Nisiquiera mi hermana? — agregó una expresión triste, ante esa reacción Zorent se apresuró a decir.
— Es que no te lo puede decir, Hiroku mismo lo ordenó. — Le respondió el lemuriano menor a la joven peli lila, se puso a pensar por unos minutos.
— ¿Deberíamos decirle a Pearls?
— ¡¡Noo!! — exclamaron los dos ante la propuesta de Claire, que los vio ingenua.
— Recuerda que Pearls es la nieta de Hiroku, y le tiene mucha estima a su abuelo. ¡Si le decimos, ella tal vez le dirá a Hiroku que espiamos en la reunión! — habló preocupada Brida agitando sus manos dejando ver claramente su punto, haciendo que sus amigos le vieran con cierta extrañeza por su estado dramático. — oigan, no Me miren así. Saben que lo que digo es verdad.
— Si es verdad que hay un ataque, ¿No deberían advertirles a todos? — sugirió Claire.— POr lo menos para que estemos preparados.
— No, Hiroku tiene razón en una parte. No podemos esparcir que el Santuario no está listo para un ataque a gran escala, Los espectros tomarían ventaja de ello. — Zorent estaba recordando las palabras del patriarca, si hacia las cuentas. Sólo la mitad de los caballeros dorados están en sus puestos, varios caballero de rango bronce y plata también podría hallarse en una misión entre el ataque. Y si los espectros estaban completos, tendrían una amarga derrota. — Tratemos de no decir nada hasta que la situación lo requiera, y tenemos que entrenar más para subir de rango.
— ¿Crees que podamos subir de rango en poco tiempo? — preguntó dudosa Brida viendo fijamente al lemuriano, que asintió.
— Pues... creo que si, Entrenamos mucho desde que éramos pequeños. No dudo que podamos obtener nuestras armaduras. — sonrió determinado Zorent subiendo el espíritu de pelea de Brida y Claire.
— ¡Así se habla! ¡Entonces me esforzare el doble para conseguir la armadura de Sagitario! — sentenció con su puño al aire haciendo que sus amigos también estuvieran decididos, a pesar de ser la menor del grupo, Claire era la que más se esforzaba en conseguir su meta. Convertirse en la caballero de Sagitario como lo fue su padre.
— Me alegra escuchar esa energía. — otra voz sobresaltó a los tres jóvenes que se voltearon hacía atrás y vieron a la caballero de Leo apoyada en el marco de la puerta exhibiendo su armadura, tenía su casco en forma de León en sus manos. Los menores tragaron grueso a verla, está a verlos nerviosos lo miró con dudas. — ¿Por que están tan nerviosos?
— ¡Por nada! Sólo que... nos tomaste por sorpresa hermana. — trató de ser convincente Claire ante Crystal, que le miró fijamente.
— No estarán ocultando algo ¿Verdad? — recorrió con su mirada a los tres jóvenes que negaron con la cabeza algo temerosos. Y sus ojos se fijaron en el lemuriano menor que tragó en seco. — Zorent, yo sé que tu nunca mientes, ¿Qué es lo que pasa?
Sus compañeras le miraron con preocupación negando levemente con la cabeza, Zorent intentaba mantener el contacto visual que tenía con la intimidante Crystal de Leo, su intuición era increíble, como la de un león hambriento y no se daría a convencer muy fácilmente. Hasta que finalmente reunió el suficiente valor para decir.
— No, Todo está bien. — amplió su sonrisa, sabía que Crystal ni dudaría si era tierno. Ya pues, la Santo de Leo sentía debilidad por las criaturas adorables. La joven leona miró por un tiempo pero volvió a sonreír.
— Vale, pero tenemos que irnos Claire. Debemos seguir con tu entrenamiento. — comenzó a caminar por el pasillo de piedra, Claire se vuelve a sus amigos y levanta ambos pulgares diciendo que bien hecho. Cuando ambas peli lilas se fueron, Brida y Zorent pudieron volver a respirar.
— Eso... eso estuvo cerca ... — suspiró aliviado el lemuriano secándose el sudor de la frente, pero sintió como Brida se lanza sobre él y le abraza el cuello.
— ¡Bien hecho, Zorent! Nunca hubiera sido capaz de mentirle a Crystal— le felicitó aún manteniendo el abrazo, provocando un leve sonrojo por parte de Zorent, Brida le soltó y le puso su mano sobre el hombro. — Bueno, será mejor que nos vayamos a los templos antes de que nuestros maestros sospechen.
Ella comenzó a caminar adelantándose en ir al templo de Virgo, Zorent se volvió hacia arriba viendo el ocaso y las primeras estrellas comenzaron a parecer con su brillo. Cierta preocupación rondaba por la cabeza del lemuriano, ese asunto era más grande que ellos mismos, con vidas de por medio. Sentía que la presión de saber sobre el ataque le estaba afectando un poco, podían con unos espectros pero un ejército... eso era otra cosa, se preocupaba por Brida. Se estaba metiendo mucho en el asunto, no deja de pensar de que tal vez esto no termine bien, y lo que había dicho tal vez no haya sido toda la verdad... temía por Brida.
— Espero que estemos preparados para lo que viene — susurró dejando ver el ocaso y seguir a Brida que le llamaba desde la distancia. Se acercó a su lado. — Oye, hiciste un gran trabajo con la barrera del orfanato.
— ¿Tu lo crees? La verdad eh practicado mucho para serle útil a mi maestro... — dijo algo apenada mientras acomodaba un mechón de su cabello castaño detrás de su oreja. — Tu también has hecho un gran trabajo con la rueda que faltaste, no sabía que tenías para la carpintería.
— Eh bueno, no es para tanto, sólo vi como lo hacían los carpinteros de Rodorio, además de que ni maestro me enseñó una que otra cosa. — sonrió con nerviosismo mientras se rascá la cabeza, seguían caminando bajo el combinado cielo rosado y naranja-rojizo, una Brisa pasa por sus cabellos mientras eran observados por ciertos caballeros dorados desde la casa de Aries en lo más alto.
— Aque hacen bonita pareja ¿Verdad, Atlas? — rió a lo bajo Falak haciendo que el caballero de Virgo se sobresaltara. Y negara.
— Yo creo que son demasiado jóvenes, así que no te pongas a hacer ideas. — sentenció cruzando los brazos de forma molesta fruciendo el ceño, provocando más risa por parte de Falak.
— Qué va, ¿No puedes dejar pasar una broma? A veces eres un tanto aburrido. Amigo mío. — habló aún riendo poniendo su mano sobre el hombro de Atlas, que nega con la cabeza. — Lo dices por que la ves con ojos de padre, y no te culpo, yo también lo hago con Zorent. Pero en tu caso aún crees que es una niña.
— Muy gracioso, Falak. — puso más seria su expresión por la broma de mal gusto de su amigo Aries, que se encogió de hombros. Pero parte de lo que decía era verdad, Brida ya está creciendo, y sentía que las cosas estaban cambiando demasiado muy rápido. Parecía que fue ayer cuando la encontró en los brazos de su madre. — Sólo... tiene quince años.
— Lo sé, han estado con nosotros durante años. Es increíble que hayan crecido tanto. — dijo el peli oliva mirando al par de jóvenes, y ante sus ojos tuvo el recuerdo de Zorent y Brida jugando entre los valles, riendo y saltando provocando que se le hinchara el pecho por un sentimiento tan calido. — ¿Por que te has puesto tan sentimental de repente?
— Bueno... — vacilo por un momento pensando en las palabras correctas, pero suspiró. — ¿No te parece que los años pasaron volando? ¿Y que ya no tenemos tiempo? Para ellos...
— Atlas... — la personalidad carismática, bromista y alegre fue reemplazada por una expresión sería, eso era raro en el Santo de Aries, ya que siempre veía el lado positivo de las cosas. Se volvió hacia su discípulo, viendo lo feliz que era en compañía de Brida. — Es cierto que este ataque trae mal augurio, y tal vez... no salgamos vivos de esta.
— Qué directo eres Falak, podrías suavizar un poco el golpe... — No era su intención hacer una broma, ni quería, la verdad sonaba muy feo como lo dijo. — Aún que... te doy la razón, sólo espero que tenga el suficiente tiempo para decirle...
— ¿Aún no le dijiste lo que pasó con su madre? — frucio el ceño el lemuriano mayor hacía el peli naranja, este sólo se quedó quieto ante la pregunta de Aries. — Deberías decirle...
— Lo sé, pero no se como... a veces Se me complica los sentimientos ajenos, y no se como lo tome... — suspiró con pesadez, Falak quería decir algo pero al fin llegaron sus discípulos a la entrada de Aries.
— ¡Maestro! — dijeron al unísono ambos jóvenes en frente de sus respectivos maestros.
— ¿Ya terminaron su misión? — preguntó Falak con un puño en su cintura, ambos chicos asintieron orgullosos.
— ¡Así es maestro! Pudimos hacer la barrera alrededor de la casa y reparar la carreta de La señorita Elizabeth. — habló emocionado Zorent ante el Santo de Aries, que sonrió tranquilamente como su amigo Atlas.
— Muy bien, creo que pronto estarán listos para la batalla de las armaduras. Y tal vez nos superen algún día ¿Aque sí Atlas? — vio a su amigo que asintió de acuerdo, los jóvenes rieron con orgullo. Los cuatro se dieron cuenta que todo se estaba oscureciendo, la estrellas comenzaron a brillar con su tenue luz en oscuro cielo. — Creo que es hora de regresar a los templos, buenas noches Atlas, adiós Brida.
— ¡Nos vemos mañana Brida! — Se despidió el menor de los lemurianos, Brida asintió despidiéndose.
— Hasta mañana.. — habló mientras caminaba, Atlas le sigue después de despedirse en silencio, cuando se detiene de pronto por una voz que resonó en su mente.
— « ¡Dile la verdad...!» — era la voz de su amigo Aries, Atlas no se volteó para ver a Falak por que sabía que tenía esa mirada seria con una ceja levantada. Lo que cual le provocaba acierta gracia por que su compañero jamás podría estar serio ni por unos minutos.
Acompañado por su discípula, se dirigieron a la casa de Virgo a través de las anchas escaleras hasta Dar con la entrada, justo allí el peli naranja se detuvo. Aún estaba pensando en como le diría a su alumna, a la que había criado desde bebé y enseñado todo lo que sabe. De las desafortunadas circunstancias de su encuentro.
— ¿Maestro? — la voz de su alumna le sacó de sus pensamientos que hizo que levantará la cabeza bruscamente. Brida le miraba preocupada tratando de saber que le pasaba por su mente, este volvió a caminar pasando de largo a la castaña que le sigue hasta una de las salas de Virgo, la sala gemela. Una gran estatua de Buda de bronce era lo primero que se veía que levantaba su mano izquierda, a su lados dos cascadas caian esta estatua estaba en medio de un estanque, en el medio estaba una plataforma sobre la superficie del agua que era conectado con unas rocas que se usaban como un puente, árboles de Cerezo dejaban caer sus hojas sobre el estanque dando un toque de paz al lugar. Era muy silencioso, sólo se podía oír las cascadas que estaban a los lados de Buda.
Brida aún no entendía por que su maestro le había traído a ese lugar, sólo podía entrar cuando se requería consejo, o simplemente para estar solo. Atlas se quedó parado frente a la fuente, con sus ojos azules cerrados, Brida se acercó a su maestro para saber por que estaba allí.
— Brida, ¿Tú... Quieres saber sobre tu familia? — preguntó dudoso, no sabía que decir y eso fue lo único que le vino a la mente, pero primera vez estaba nervioso de cómo podía reaccionar Brida. En cambio ella estaba mirándolo fijamente tratando de descubrir por que preguntaba tal cosa.
— La verdad... es que no lo sé, claro, quisiera haber conocido a mis padres... Pero.... con el tono de su voz creo que le incómoda hablar de ello... — Atlas levantó las cejas, pero era cierto, le incomodaba, por que le quería como su propia hija. Pero su madre y padre también merecen que sepa de su existencia y sacrificio que ellos hicieron. — Tal vez sea por una mala pasada del destino fue que quedé huérfana, o tan solo... mis padres creyeron que no podían estar conmigo...
— Ellos querían estar contigo, créeme. — Aún estaba frente la estatua en silencio, Brida giró un poco el rostro para ver a su maestro, su rostro reflejaba cierta nostalgia y culpa. A Atlas le embargaron los recuerdos de hace quince años, la pobre mujer que usó su cuerpo y gastó su últimas energías para proteger a su querida hija. Comenzó a imaginarse de lo que fue del padre a manos de los espectros; una muerte inmediata y dolorosa, a sentir la potente mirada de su alumna decidió explicarse. — Tú padre se enfrentó a unos espectros para tu madre y tú pudieran escapar, pero otro espectro siguió a tu madre... Y le atacó...
Un malestar se presentó en el pecho de la joven castaña y una presión en la garganta, le daba tristeza lo que estaba oyendo, de saber que sus padres dieron su vida a cambio de la suya. Debieron de ser unas buenas personas, estaba empezando a comprender el porqué su maestro le decía esto, no quería que viviera con la duda de quienes se trataban sus padres y de que fue de ellos. Sólo pudo imaginarse esos momentos, provocándole cierta tristeza por tener tal suerte, una lágrima traicionera se deslizó por su mejilla. Trató de limpiarla rápidamente con su antebrazo, cuando sintió algo en el hombro, cuando vio resultó que era su maestro que a sentir su hombro, la rodeó con sus brazos ocultando el rostro entre los pliegues de su capa blanca que yacía sobre su armadura de oro.
— Aquel día hice una promesa... esa fue protegerte. — susurró aferrandose más A su alumna, era lo menos que podía hacer para hacer sentir mejor a Brida. No era del tipo muy cariñoso, pero lo haría con tal y Brida estuviera feliz. — Tu.. fuiste un pequeño milagro, me alegro que hayas sobrevivido.
Aquellas palabras hicieron que el corazón de Brida se hinchara y le provocará llorar más, abrazo por el torso con fuerza, sintiendo el metal de su armadura y ocultandose en el pecho de su maestro, la persona que consideraba como a un padre.
— Gracias... maestro.. — su voz fue amortiguada por las telas blancas, pero su maestro le escuchó claramente, su labios se curviaron en una leve sonrisa y suspiró aliviado; se había quitado ese peso en su consciencia, no había nada más que odiaba que las mentiras, en esta vida se debe ser honesto con las personas que te rodean, como contigo mismo.
No tan lejos del Santuario, dos fieros ojos color carmín observaba los recintos de los caballeros dorados, viendo gracias por las antorchas que habían a los alrededores de los mismo reflejando en color semi naranja en la montaña donde yacían los templos. Esta persona pasaba desapercibido desde la penumbra del bosque, el hombre que yacía vestido de una armadura negra, a las de murciélago de igual color adornan su espalda. Su cabello era negro y corto, algunos mechones caían sobre su pálido rostro, una sonrisa arrogante se formó en su faz a ver el santuario de Athena tan tranquilo, parecía que ni sabían lo que había planeado para ese lugar.
— No tienen idea de nada... — rió a lo bajo, su comentario iba dirigido al otro hombre que le acompañaba en esa guardia, el hombre tenía cabello rojo largo, tez morena y ojos amarillos u también vestía una armadura negra. Esos ojos no estaban interesados en el Santuario, si no en el horizonte donde la luna llena brillaba con todo su fulgor acompañada de las estrellas mientras estaba apoyado sobre una roca, el hombre de cabello negro a ver que su compañero le ignoraba le dedicó una mirada enojada. — ¡Hey! ¡Creo que es de mala educación ignorar a tu compañero!
— Y yo creo que deberías cerrar la boca. Nos van a descubrir. — respondió tajante el pelirrojo viéndolo con recelo sobre el hombro.
— Hmph sus guardias no me asustan en lo absoluto. — señaló con el pulgar otra parte del boque, detrás de él, cuerpos de unos caballeros yacían en el suelo, su sangre se había esparcido por el césped y los árboles por la pelea que no pudieron ganar. El caballero de melena roja suspiró con pesadez.
— Y ahora por tu culpa hay que ocultar estos cadáveres, pero serás tú quien lo haga, Radamanthys. No voy a limpiar tu desastre. — respondió su compañero señalando a los mismos cadáveres, seguido se cruza de brazos. — Sabes que no debemos dejar evidencias de nuestra presencia o tomaran cartas en el asunto.
— ¡Bah! ¡Estas siendo paranoico! Nadie sabe que estamos aquí... — agitó su mano de forma despreocupada, sus uñas estaban pintadas de un negro brillante que combinaba con su cabello.
— ¿Enserio? — su tono obvio fue acompañado por una seña de su pulgar, que le ubicaba el lugar donde aparecieron dos caballeros dorados en la entrada del Santuario, uno de melena verde y otro naranja, este último estaba elevando su cosmos haciendo forma con sus manos que brillaron en un color amarillo. Los hombre de negro se ocultaron entre las hojas de un arbusto viendo los sortilegios que hacia el caballero de Virgo. — Creo que están enterados de lo que se avecina...
— Así parece... — Radamanthys se relamió los labios con una sonrisa maliciosa. — Entonces será más emocionante de lo que creí...
Radamanthys tenia pensado saltar para matar a aquellos caballeros sin previo aviso, pero fue detenido por su compañero presente. — Eres un aburrido Bastian, podemos acabar con ellos en estos momentos.
— No lo creo. — le respondió en un susurro señalando en un terreno más alto, las hojas de aquellos árboles se sacudieron dejándolas caer, el del cabello negro lo notó y se quedó en su lugar serio. — debemos irnos, ahora.
— Se salvaron esta vez. — su mirada carmesí se dirigió a los caballeros dorados y ambos espectros se dedicaron a irse del lugar entre las sombras.
En aquel terreno alto donde se había movido los árboles, dos aprendices estaban en la Copa del árbol vigilando, cierta castaña y cierto lemuriano observan desde la distancia a sus maestros sus cabezas estaban cubiertas por telas negras para ocultar su rostro en caso de una emergencia.
— ¿Por que estamos aquí? — preguntó Zorent algo fatigado por tener que estar sentado sobre la Dora corteza del árbol, Brida no le dio respuesta, ya que había notado que algo se había movido entre las sombras. A confirmar eso viendo una segunda silueta decidió dejarse caer de pie del árbol, Zorent le sigue haciendo lo mismo. — ¿Qué ocurre?
— Espectros. — seguido comenzó a correr en dirección a donde había visto las figuras, Zorent confundido y algo desorientado le sigue con dudas. Saltando sigilosamente entre el bosque para no hacer ruido, Brida sentía que alguien estaba observando demasiado cerca del Santuario. Lo sentía en su pecho, aún seguía corriendo a gran velocidad, pero se tuvo que detener en seco por el acantilado que se hallaba frente a ella, lo que había abajo sólo era más bosque. Brida recuperaba el aliento trabajo correr esa maratón, mira tras ella y tampoco hay nadie.
Pero no se daba cuenta de que desde la sombras de los árboles, los espectros yacían escondidos observando con detenimiento a la muchacha encapuchada, otra voz se hizo presente haciendo que los hombres de negro se hicieran un paso atrás.
— ¿E-Estás bien? — preguntó el chico peli azul acercándose a su compañera algo agotado, que asintió, Zorent giró su cabeza a su alrededor y notó que no había nadie. — ¿Segura que viste algo?
— Si, estoy segura que vi algo que pasaba por aquí. — Fue la respuesta de Brida que vio a Zorent, ambos se encogieron de hombros sin saber que había pasado, Brida están desconcertada por haberse equivocado y su amigo a notar eso puso su mano en el hombro de la castaña.
— No te preocupes, si esos espectros estaban por aquí de seguro ya salieron despavoridos por nuestra presencia, volvamos o si no puede ser que nos descubran. — habló consolador Zorent para subirle el ánimo a su amiga, Radamanthys entre las sombras quería darle un golpe a aquel mocoso encapuchado por insinuar que los espectros eran unos cobardes, pero se contuvo sabiendo que eso era imprudente y les dejó irse junto con su amiga.
Ya no pudieron verlos después de un rato, ambos jueces de los infiernos salieron de su escondite viendo el comunique había tomado.
— Estuvo muy cerca, esa chica tiene buena vista, por poco y nos descubren. — suspiró aliviado Bastian a ver la ausencia de aquellos jóvenes, no quería que Radamanthys matara a unos niños. Se dirigió al mismo que tenía la vista en el recinto del patriarca a la distancia y sonrió. — Tenemos que irnos, Radamanthys.
— Disfruten de su paz mientras dure... — finalmente soltó ese comentario aún con esa sonrisa y ambos espectros se hicieron uno con la oscuridad y desaparecieron entre la densidad del bosque bajo la luz de la luna llena.
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