[2] Orden dorada.

Había mucha tranquilidad en el bosque, el trinar de los pájaros, el viento refrescante y los frondosos árboles. Pero el silencio del bosque fue interrumpido por el silbido de una flecha que se clavó en un blanco pintado en medio de un tronco, alguien corría a toda velocidad lanzado flechas acertando todos los blancos.

La arquera era una chica joven, su cabello largo lila volaba con el viento mientras corría y sus ojos Jade efocaban los blancos pintados en los árboles. Corrió hasta llegar a la orilla de un acantilado, vio la otra orilla a distancia, la joven apuntó su flecha al gran árbol que se estaba lejos. La flecha viajó a una velocidad impresionante y dio en el blanco que ya tenía varias flechas en el tronco.

— ¡Si! ¡Creo que fui más rápida esta vez! — exclamó dando saltos de felicidad, pero se estremeció a escuchar un ¡Crack! En el bosque, rápidamente se armó de nuevo con su arco y flecha y la lanzó al lugar donde escuchó el sonido. Lo único que se escuchó fue un gemido de dolor proveniente del bosque. La peli lila se acercó rápidamente a ver, abrió los ojos a visualizar a otra chica. Era un poco mayor que ella pero tenía el mismo color de cabello sólo que más claro y corto y ojos, estaba recostada en un árbol mientras una flecha sobresaliente estaba en el brazo derecho, la menor de la jóvenes se aterrizó a ver tal escena y se acercó asustada a la mayor.

— ¡¡Crystal!! ¡Responde! ¡Hermana! — gritó con los ojos llorosos sacudiendo a Crystal, pero no hubo respuesta de su hermana mayor, la chica menor que se llamaba Claire, apoyó su frente en el pecho de su hermana para llorar sin parar.

Pero se escuchó una risa Claire levantó la mirada y se encontró a su hermana con una sonrisa burlona en el rostro.

— jajajaja debiste ver tu cara, estabas tan tan... — habló entre risas Crystal, resulta que la flecha le había dado bajo el brazo no en el brazo, eso enojo en sobre manera a Claire que le dio un golpe en el estómago.

— ¡Idiota! ¡Y pesar que creí que te había matado! ¡Maldición Crystal me asustaste! — gritó enojada mientras veía a su hermana mayor aún riendo con la mano en el estómago por el golpe.

— Pero... estuviste muy cerca. — señaló la flecha que tenía un trozo de tela de la camisa de Crystal. — un poquito más y no vivíria para verte convertirte en caballero.

— Ya... Pero no me asustes así Crystal, Sabes que soy algo sensible en ese aspecto... — habló con la cabeza gacha, su hermana mayor le puso su mano en el hombro y le sonrió.

— Algún día tendrás que cambiar eso, tienes que tener carácter si quieres ser caballero de oro, Claire, y además de esforzarte todos los días hasta que ese día llegue. — habló para darle ánimos, Claire le sonrió y rieron animadamente. Pero el crujir de los árboles alertó a ambas jóvenes, pero se aliviaron a ver que sólo era un mensajero del Santuario. — ¿Qué es lo que ocurre?

— Lamento interrumpir, pero señorita Crystal le llaman para una reunión en el recinto del patriarca, es obligatorio. — Fue lo que dijo el soldado cortésmente ante la mayor, Crystal suspiró con resignación, la verdad no quería ir a la aburrida reunión de Hiroku.

— Lo siento Claire, pero el deber llama. — Se despidió sacudiendo la mano en forma de despedida a su hermana menor, está asintió, sabía que ser caballero dorado requería participar en reuniones importantes. Era una de las razones por la que admiraba a su hermana mayor, por la dedicación que le ponía con su papel de ser guardián de la casa de leo.

— Prometo que algún día seré como tu hermana, y podré enorgullecer a nuestro difunto padre... — habló entre si volviendo con su entrenamiento.

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— ¿Cuando llegaremos hermana? — preguntó un niño inquieto a la chica que tenía las riendas de la carreta, la joven  chica tenía cabello morado hecho dos trenzas que caían sobre sus hombros y ojos chocolate, miró sobre el hombro al niño.

— Ya casi llegamos, ten paciencia. — habló dulcemente la muchacha al niño, pero el no estaba solo, había cinco niños, tres niños y dos niñas, en que había hablado era moreno, cabello café y ojos negros.

— Es que ya tengo hambre... — habló impaciente el niño moreno posando su mano en el estomago, una niña de pelo celeste hecho colitas y de ojos púrpura vio al niño con recelo.

— ¡Siempre tienes habre! ¡Andreu! ¡Y no compartes con los demás! — le reclama la niña jalandole de la oreja, eso le dolió a Andreu.

— ¡¡Elizabeth!! ¡¡Kolette me está molestando!! — Se quejó Andreu haciendo berrinche mientras fingia llorar.

— ¡Oigan! ¡No peleen! — alzó la voz la mayor del grupo mientras detenía la carreta, y todos se callaron al instante. — Pronto llegaremos al orfanato así que por favor eviten pelearse, ¿Entendido?

— Está bien. — respondieron los dos al mismo tiempo, los demás niños le veían burlones por los había regañado.

El mayor de los niños era Andreu, después venía Evan un niño tranquilo con lentes, cabello negro y de ojos azules y el más pequeño era Orien de un año, su cabello era rubio y sus ojos naranja, y era cargado por Kolette, que era la mayor de las niñas, y la más pequeña era Ina, la niña de ojos rosas y De cabello castaño, nunca hablaba, sólo tenía entre sus brazos una muñeca de trapo.

La carreta volvió a caminar, pero Elizabeth sintió unas presencias entre los árboles, y se le puso la piel de gallina. Así que tomó las riendas con más fuerzas y azotó al caballo que chilló antes de correr desesperado.

— ¿¡Que ocurre!? — preguntó alarmado Evan sosteniendo sus lentes que casi caen al suelo, Elizabeth no respondió de inmediato, pero si soltó un grito de advertencia.

— ¡¡Todos sujetense!! — de nuevo movió las riendas, pero algo golpeó la rueda derecha de la carreta obligándole a Elizabeth a detenerse por que sino se voltearian, su caballo se le soltaron la cuerdas y escapó. Cuando volvió a ver el camino, estaban rodeados por varios hombres vestidos de negro, la armadura que los cubría también era negra y tenían rasgos demoníacos.

— Pero miren que tenemos aquí, que adorable coincidencia... — el más alto del grupo se acercaba a la carreta, y los niños temblaban de miedo viendo a los hombres, Elizabeth también tenía miedo, pero no podía dejar que lastimaran a los niños.

— ¡Alejense! ¡No se atrevan a acercarse! — gritó autoritaria la peli morada bajandose de la carreta y acercándose a los niños, pero sintió que el jefe me toma del brazo. — ¡Sueltame!

— Nos divertiremos con estos niños. — habló otro acercándose a los mismos, que trataron de escapar saltando de la carreta pero los atraparon.

— ¡¡No!! ¡Sueltenlos! — exclamó desesperadamente mientras se soltaba del tipo que le tenía, trata de que uno de los espectros suelte a Ina que lloraba aferraba a su muñeca, pero recibió una bofetada tan fuerte que fue a dar contra un árbol.

— Jajajaja que patético jajajaja — Todos los espectros se rieron de la pobre joven que se había lastimado, sintiendo la sangre recorrer por su rostro. Todos los soldados del Hades tenían cada uno un niño, pero callaron a sentir la presencia de otra persona en ese camino.

— Será mejor que se vayan y dejen en paz a estos niños. — Todos dirigieron su mirada a un chico, de quince años, cabello corto azul marino, ojos violetas y piel clara, tenía una bufanda que le rodeaba el cuello con el mismo color de sus cejas, que eran pequeños puntos rojizos y tenía sobre el hombro un bolso de cuero. Estaba cruzado de brazos mirando severamente a los hombres de negro.

— ¿Qué tal si nos divertimos contigo en vez de estos mocosos? — preguntó el mayor del grupo soltando a Kolette, sus compañeros imitan la misma acción liberando a los niños que se dirige a Elizabeth que aún tenía la herida en su cabeza.

Ahora todos los espectros rodeaban a joven de cabellos azules, este a un cruzado de brazos y indiferente ante la situación provocando molestia en los hombres de negro.

— ¿Qué pasa? ¿Acaso te mordió la lengua el gato? — preguntó el más grande acercándose amenazador a chico, que aún estaba tranquilo.

— ¿Pero que hace? Le van a matar si no hace algo rápido. — murmuró Elizabeth aferrandose a los niños y preocupada por que aquel misterioso chico no hacia nada.

Pero antes de que hiciera algo, un espectro salto en su lado derecho e intentó atacarle. Lo sorprendente fue que una fuerza le empujó chocando muy fuerte contra un árbol, todos estaban confundidos por lo que acaba de pasar, aquel chico no había hecho nada en lo absoluto y ya había derrotado a un hombre. Seguido los demás integrantes intentan hacer lo mismo que su compañero pero todos a la vez, estaban a punto de tirarse encima pero otra onda de fuerza los envío a todos a volar sin siquiera tocar al chico.

— ¡Maldito! ¡¿Como es posible que nisiquiera podamos tocarlo?! — gritó enojado desde el suelo uno de ellos, el joven de mirada violeta paso su mirada entre todos los espectros. Tontos, no tenían oportunidad contra él.

— Váyanse de estas tierras, no Me apetece tomar sus miserables vidas en estos momentos. — habló de nuevo el chico, muy serenamente, eso hizo enojar a más de a uno.

Sin siquiera poder decir otra palabra, la espectros se levantaron y comenzaron a atacarle, pero el esquivaba todos sus golpes muy fácilmente. Otro soldado de Hades que tenía una guardaña saltó en el aire y lanzó un rayo cortante oscuro. El chico se movió a un lado esquivando esa estocada, pero vio la sonrisa del espectro por lo cual volvió a ver hacía atrás, resulta que el verdadero objetivo era Elizabeth y los niños. No pudo alcanzar el rayo, los niños asustados abrazaron a la mayor preparándose para morir.

— ¡Escudo celestial! — una voz anunció antes que un brillo cegara a los presentes, a sentir que no había pasado nada. Elizabeth y los niños levantaron sus rostros y vieron la espalda de una chica alta, tenía cabello largo castaño claro y rojizos hecho una cola de caballo baja, giró su rostro para ver a quienes había protegido dejando ver sus ojos amarillos brillantes, parecían dos ambars brillando con la luz del sol. — ¿Están bien?

— S-Si... — respondió la peli morada aún impresionada por la energía que emanaba de aquella muchacha.

— ¡Brida! ¡Que bueno que llegaste! — exclamó emocionado el chico peli azul a ver a la castaña, que le sonrió.

— No te preocupes Zorent, yo los cuido, tú encargarte de estas escorias. — seguido le hace un guiño provocando cierto sonrojó por parte de Zorent, pero asintió con determinación.

— Eso ya fue demasiado. — habló Zorent de forma más seria y enojada mientras apretaba los puños, se volvió a ver los espectros. — Atacar así a los inocentes no tiene perdón.

Una gran energía emergió de aquel muchacho asustando a los espectros que dieron un paso atrás. Zorent levantó su mano derecha sobre él y comenzó a concentrar energía de color dorado haciendo una esfera.

— ¡Impacto estelar! — bajo su mano hasta el suelo y varios meteoros cayeron al suelo destruyendo dirigiéndose a los espectros que le dio de lleno y ya no volvieron a levantarse, Zorent se sacudió las manos por el polvo y tierra que tenían y se dirigió de nuevo al grupo. — Estás herida.

Elizabeth estaba tan impresionada que se había olvidado de su herida la cual comenzó a arder, Brida, la chica de cabello castaño se acercó a Elizabeth y puso su manos sobre el golpe.

— Por favor, quédate quieta — habló serenamente mientras cerraba los ojos, una luz emanaba de sus manos. Curando la herida de Elizabeth, haciendo que una sensación tranquilizadora, a los pocos segundos ya estaba sanada. — Y listo...

— ¡Miren! ¡ YA no tiene ningún rasguño! — exclamó sorprendida Kolette cargando al pequeño Orien que estiraba sus brazitos hacia la peli morada.

— ¿Nadie más está herido? — preguntó Brida viendo los niños, estos negaron con la cabeza, Elizabeth se levantó con Orien en brazos y se acercó a ambos jóvenes.

— Muchísimas gracias por salvarnos... eh...

— Yo Soy Brida, él es mi amigo Zorent. ¿ Y ustedes por que están en estos caminos desolados? — preguntó mirando a los lados y notando que de verdad no había ninguna aldea o villa cerca de allí.

— Bueno... Siempre tomamos este camino para volver al orfanato, Jamás nos habían atacado los espectros... — habló algo confundida, en todos sus años que vivían allí todo era paz.

— Los tiempos cambian, igual que nuestros alrededores... — otra voz masculina se acercaba al grupo de jóvenes, los niños exclamaron de la sorpresa a ver las armaduras doradas que brillaban, un hombre de melena verde amarillenta y con la misma cejas que Zorent traía al caballo fugitivo, que sonrió a ver a su maestro, y a su lado un peli naranja caminaba con los ojos cerrados.

— ¡Maestro! — dijeron ambos jóvenes acercándose a los mismos.

— Sentimos que estaban en problemas y vimos a este caballo asustado así que decidimos venir. Pero veo que pudieron con la situación. — habló Falak viendo a los espectros yacían en el suelo y todo el desastre, ambos adolescentes rieron con orgullo antes que la ola de niños se abalanzaron sobre los caballeros dorados de Aries y Virgo.

— ¡Son caballeros dorados! ¡Jamás los habíamos visto! — exclamó emocionado Evan y en sus ojitos azules se veían la admiración.

— ¡Ustedes son los más Fuertes del mundo! ¡Cuando crezca quiero ser el caballero dorado más fuerte! — dijo determinado Andreu acercándose a Atlas de Virgo, este le sonrió.

— Nunca abandones ese espíritu y de seguro lo lograrás. — Andreu asintió feliz y admirado por ese consejo, Brida no pudo evitar soltar una risa baja.

— Dime, ¿Están muy lejos de su orfanato? — preguntó Brida dirigiéndose a Elizabeth.

— No, falta muy poco, pero esos espectros nos atacaron. — respondió mientras acariciaba la cabeza rubia de Orien. — Pero gracias a ustedes podemos estar a salvo.

— Lo dudo. — habló el caballero de Aries acercándose a la carreta y viendo el daño que había recibido, le faltaba una rueda la cual se había destruido. — No es seguro que vallan solos en estos momentos.

— Los acompañaremos hasta su hogar, así estarán seguros. — Atlas estuvo de acuerdo con su amigo, Zorent y Brida también asintieron.

— Dudo que esos espectros se aparezcan después de la paliza que les dio Zorent. — habló altanero Andreu mirando al mismo, provocando que este se sonrojara de la vergüenza.

— ¡Ese es mi discípulo! — Falak rodeó con su brazo el cuello de Zorent, sacando un suspiro cansado por parte de Atlas.

— Maestro, por favor no me avergüenze.. — habló Zorent apenado viendo de reojo a todos, su maestro entre risas lo soltó y se dirigió a la carreta.

— ¡Vamos! Tenemos que llegar antes de que se haga de noche. Zorent es tu turno. — dijo señalando a la misma

— ¿Eh? ¿De que habla? — preguntó ingenuo el menor de los lemurianos, Falak puso su dedo índice en la frente del chico entre sus peculiares cejas.

— Tú llevarás la carreta obviamente, hace tiempo que no te veo practicar la psicoquinesia y este es un buen momento para hacerlo. — Le dio unos golpecitos en la frente con el dedo, Zorent se queja sobandose la frente, Falak de dirigió a los niños. — ¿Quieren ir a un paseo emocionante?

Los niños hicieron un alboroto entre si y risas para después subirse a la carreta, Falak miró a su discípulo para darle confianza y se retiró a reunirse de nuevo con Atlas para adelantarse. Brida ayudó a Elizabeth para subirse al caballo con Orien, pero la peli morada vio la carreta con los niños y preguntó confundida.

— ¿Cómo se va a llevar la carreta el solo? ¿Y además con los niños? — se dirigió a Brida que tomó las riendas del caballo, miro a Zorent tratando de concentrarse y le sonrió.

— Zorent es especial, ya lo verás. — habló señalando con la cabeza al peli azul, Elizabeth lo miró con atención.

A lo pocos segundos, la carreta comenzó a temblar asustando a los niños, y está comenzó a elevarse desde el suelo. No tan alto claro, pero todos estaban sorprendidos excepto Brida.

— ¡Mira hermana! ¡Estamos volando! — dijo entre risas Andreu igual los otros niños, Zorent dirigió su dedo hacia delante y la carreta se movió hacia delante. La peli morada veía boquiabierta como pasaban sobre ella sin ningún problema.

— ¡¿Como puede hacer eso!? — exclamó reaccionando al momento que el caballo comenzó a caminar por orden de Brida, está sin mirarla le respondió con suma tranquilidad.

— Con su mente, Zorent tiene control sobre las cosas y puede manejarlas a su antojo. — siguió avanzando, Elizabeth aún veía ingenua la carreta aún no creyendoselo.

Pasaron unos minutos, los niños hacían como aves jugando en la carreta y Zorent pendiente de que nadie se fuera a caer, todos llegaron a un claro donde seguía el camino de tierra u vieron una casa, algo maltratada, pero era grande, a lado había un huerto con verduras y frutas, una pequeña granja con unos pollos y sus polluelos con un pequeño establo.

— Bueno ya llegamos. — habló Elizabeth deteniendo el paso de todos los presentes, fue Atlas quién tomó la mano de la peli morada para bajarla mientras Brida tenía al caballo, la mayor de trenzas moradas se dirigió a los niños de la carreta. Pero ellos no parecían dispuestos a bajarse. — Niños, ya bajense, llegamos a casa.

— ¡Unos minutos más!

— ¡Si! ¡Es muy divertido!

— ¡Yo no voy a bajarme! — esos era unos de los comentarios que usaban los pequeños, Elizabeth suspiró con pesadez y se dirigió a Zorent.

— Perdón, es que cuando ven algo nuevo no lo dejan ir. — habló avergonzada rascándose la nuca, más Zorent sonrió.

— No te preocupes, fue divertido. — dijo al mismo tiempo que bajaba su dedo y con el la carreta, los niños suspiraron de decepción y tuvieron que bajarse a regañadientes. — Podemos venir otro día, ¿Verdad?

Se dirigió a si maestro, este asintió. — Claro, pero sólo espero que termines tu entrenamiento antes.

— Cambiando de tema... no creo que estén seguros aquí. — fue el peli naranja quien habló dirigiéndose a Elizabeth. — Están un poco alejados de la villa.

— Si pero aquí no nos a pasado nada. — respondió Elizabeth viendo a Atlas con atención.

— Eso también creyeron sobre el camino y bueno... no salió tan bien está vez... — suspiró el caballero de Virgo aún con los ojos cerrados, Elizabeth se puso a pensar un momento y era verdad.

— Es que este es nuestro único hogar, ni tenemos a donde ir más que aquí. — habló Elizabeth con una mirada triste mientras sus hermanitos se le acercaban, Atlas lo pensó por unos momentos.

— Vamos a ver si podemos poner una barrera de protección alrededor de su hogar, no se preocupen. — sonrió tratando de animar el ambiente, Elizabeth y los niños estaban agradecidos. Y cuando iban a decir algo unos pasos alertaron a los caballeros y sus discípulos, pero se relajaron a ver que era un caballero de plata. — ¿Qué se te ofrece, caballero?

—  Perdonen la interrupción, pero el patriarca Hiroku me envió para avisarles que habrá una reunión ahora mismo, y es de suma urgencia que estén presentes. — habló con mucho respeto a los mayores que cruzaron miradas serias.

— Y pensar que sería nuestro día libre... — habló Falak estirando sus brazos hasta dejarlos en la nuca. — No tenemos opción, hay que ir...

— ¿Podemos ir? — preguntaron Zorent y Brida a sus maestros con un brillo en los ojos, ambos caballeros negaron rotundamente.

— No, ustedes no pueden estar en este tipo de reunión, se quedarán... — Atlas se dirigió a Brida y puso su mano en su hombro. — Necesito que hagas una barrera de protección alrededor de esta casa, ¿Podrás hacerlo, Verdad?

— Claro que si, pero es injusto. Nosotros también queremos saber que es lo que pasa en esas reuniones. — respondió Brida haciendo puchero .

— Cuándo tengan esta altura y consigan las armaduras de oro, podrán ir. — Falak levantó su mano sobre su cabeza, su discípulo le vio suplicante. — No pongas esa cara Zorent, también tengo una misión para ti.

— ¿Enserio?

— Si, arregla esa carreta. — señaló a la misma con los ojos, una rueda no sería mucho trabajo que hacer. Pero igual el menor de los lemurianos se sintió perezoso. — No seas vago, vamos que no tienen todo el día.

Atlas se acercó a su amigo y puso su mano en el hombro, Falak se despidió con un ademán de la mano y desapareció frente a ellos.

— Siempre nos dejan de lado... — Se cruzó de brazos Brida cerrando los ojos con cierto enojo, los trataban como unos niños cuando ya tenían quince años cada uno, pero no podían cambiar a sus maestros y sus actos de paternidad. Al final sólo pudo suspirar con resignación, se acercó a la casa y se puso el posición de loto. — será mejor que comiences antes de que anochesca.

Zorent asintió. Y se acercó a la carreta abriendo su bolso de cuero marrón, cortó madera y comenzó a tallar haciendo una nueva rueda con las herramientas que tenía el su bolso durante media hora. Mientras Brida murmurando, una energía   comenzó a hacer un círculo alrededor de la propiedad en un camino dorado y después haciendo un domo transparente sobre la casa.

— Y ya está. — bajó sus manos del pecho después de recitar unas palabras, de levantó y se acercó a la barrera que había creado, tocando la con el dedo. Esta hizo ondas por donde ella tocó, significaba que lo había logrado y sonrió victoriosa. Había estado practicando ese ritual desde hace meses y al fin pudo usarlo, se volteó para ver a Elizabeth con sus hermanitos que jugaban alegremente, se les acercó y notó que la de trenzas moradas jugaba con Orien en el césped. — Ya está lista la barrera.

Elizabeth volteó a oír lo que dijo Brida. — ¿Tan pronto? Pensé que era algo más complicado.

— Es complicado, por eso tenemos que volver cada semana para reforzar la barrera. Es lo que mi maestro dice... — se encogió de hombros con lo que dijo, la verdad estaba tan acostumbrada a hacer ese ritual que ya sentía que era parte de su ser. — Hablando de maestros, ¡Zorent! ¿¡Ya terminaste!? ¡Recuerda que tenemos que volver al santuario!

Alzó la voz  desde la distancia, su amigo lemuriano estaba muy ocupado pasando lija por la nueva rueda que había tallado. Sólo esperaba que si encajara, Brida a ni tener respuesta de Zorent que estaba muy sumido en la rueda se puso frente a él con sus puños el la cintura.

— ¿Zorent? ¿Me estas escuchando? — el joven de cabellos azules dio un saltó a notar la presencia de su compañera que le veía impaciente, que hasta se sonrojó de la vergüenza de hacerla esperar.

— Ah, lo siento Brida... — habló bajo, se reclamaba internamente por la torpeza que acaba de hacer, pero la castaña sonrió con siempre.

— No te preocupes. — Le restó importancia al asunto y vio la rueda. — Nada mal para un aprendiz de herrero.

— ¿Tu crees? La verdad es lo mejor que pude hacer en tan poco tiempo... — dijo mientras sus ojos violetas veían con atención la rueda de madera, Brida suspiró: olvidó que a veces Zorent tiende a ser inseguro sobre su trabajo. — Vamos a ver si encaja.

Se acercó con cierta emoción a la carreta y encajó el orificio del medio de la rueda en un palo cilíndrico, Zorent la giró con facilidad, significaba que la carreta ya estaba lista. Los niños le agradecieron y igual Elizabeth.

— Muchísimas gracias, no sabríamos como pagarles... — agradeció la de trenzas moradas, y los niños hicieron una pequeña reverencia por respeto.

— No se preocupen, además era lo que se debía hacerse. — admitió Brida sintiéndose un poco avergonzada por tener tanta atención por los niños, de repente sintió un pequeño tiro por su manto que le cubría el hombro hasta el torso, y pudo ver a la pequeña Ina con varias flores ofreciéndoles a ambos jóvenes, Brida las aceptó con gusto. — muchas gracias, tendremos que venir a la siguiente semana y tal vez podamos jugar con ustedes.

Los niños festejando por saber tal noticia que eso le hacía sentir a Brida la ternura que poseían aquellos niños, se alejaron despidiéndose con la mano y cuando estaban solos en el bosque, Brida llamó la atención de Zorent.

— ¿Qué tan efectiva es la teletraportacion? — la pregunta de su amiga confundió a Zorent, pero se dio cuenta de su plan y puso su cara seria. — ¡Vamos, Zorent! Siempre no nos dicen nada sobre sus reuniones, ¿Acaso no te pica la curiosidad?

— Pero...¿Y si nos descubren? — preguntó temeroso el lemuriano imaginandose un millón de castigos que le preparia su maestro si ese fuera el caso. Eso le hizo tragar grueso.

— Vamos Zorent, sólo será por unos momentos. No te pongas nervioso. — ánimo Brida sosteniendo los hombros de su compañero, este dudo por un momento, pero sabía que no se la quitaría de encima si decía que no, así que sólo asintió. — Todo saldrá bien, confía en mi.

— Está bien está bien, hagámoslo antes de que me arrepienta. — habló rápido Zorent haciendo un ademán con la mano, Brida saltó de felicidad y puso su mano sobre el hombro del peli azul. Este cerró los ojos u de un momento a otro ya se encontraron en otro lugar, a lado de los jardines del patriarca Hiroku, estaba parados a lado de un muro de piedra entre unos pilares.

Oyeron varias voces proveniente de una ventana, ambos jóvenes se pusieron en gatas para chatear sobre el suelo y quedar debajo de la ventana, Brida hizo la señal de silencio a su amigo para escuchar la conversación.

— Hiroku, usted sabe que es un gran riesgo que el Santuario sea atacado ahora y en estas circunstancias. — reconocieron la voz de gran Dante de Tauro, que yacía arrodillado haciendo la formación junto a sus compañeros seguido de Falak de Aries. Su voz expresaba preocupación, Brida y Zorent se vieron sorprendidos y decidieron seguir escuchando. — Sólo somos la mitad de los caballeros dorados, necesitamos reclutar a más caballeros para que no nos tomen por sorpresa.

— Los ataques de los espectros son más frecuentes, de seguro que quieren alejarnos del Santuario para atacar. — comentó Crystal de Leo en la misma posición que Tauro, pero otra voz le interrumpió.

— ¿Y que? ¿Qué puede hacer unos cuantos espectros al santuario? Somos más Fuertes que ellos — era Demian de Géminis, con un tono altanero, pero fue refutado por su propio hermano menor.

— ¡¿Acaso te estás escuchando Demian?! ¡Si Hades planea lanzar un ataque a gran escala tal vez nisiquiera tengamos oportunidad! Somos fuertes es verdad, pero también somos pocos. Hasta la misma fuerza puede ser superada por multitud. — explicó Keelan a su hermano mayor que le vio severamente por que le había dicho su error, pero era verdad.

— ¿Puedes hacer algo para proteger al santuario, Atlas? — preguntó Hiroku dirigiéndose al caballero de Virgo, que se quedó pensando un poco.

— Necesito unos días para hacer una barrera lo bastante grande como para proteger el Santuario, pero sería buena idea si mi Discípula me ayudará. — respondió el peli naranja levantando un tanto el rostro. Brida a escuchar eso se emocionó dirigió sus ojos amarillos hacia el marco de mármol de la ventana que tenía sobre ellos, se escucharon unos pasos que se dirigían hacia el lugar donde los jóvenes se escondían. Estos se preocuparon por ser descubiertos y se pegaron más a la pared, era Hiroku que veía por la ventana y a su jardín de flores carmesí, el silencio era terrible y que Brida y Zorent no se atrevieron siquiera a respirar.

— Yo creo.... que debemos mantener un perfil bajo. — Fue la respuesta del patriarca que se volteó nuevamente hacía los caballeros dorados, Atlas levantó las cejas aprendido. — Dante tiene razón, por ahora somos vulnerables ante el ataque de Hades. Por eso debo evitar que se corra ese rumor a los oídos de los espectros.

— ¿Qué insinúa? — insistió algo molesto Atlas ante lo que dijo el de cabello esmeralda, tal vez Brida sea joven y un poco rebelde. Pero esa no es razón para desconfiar de ella.

— No es lo que piensas. — interrumpió el patriarca antes de que Virgo se pusiera a  hacerse ideas en la cabeza. — Sólo digo que es peligroso avisarle a alguien de esto si no estamos preparados, y si ese fuera el caso. Los espectros tomarán ventaja de nuestra debilidad... Así que ni una palabra a sus discípulos ¿Entendido?

Vio a a cada uno con suma atención, todos asintieron obedientes ante el patriarca, Atlas no tuvo más remedio que abstenerse a seguir sus ordenes, ante el ánimo de su amigo, Falak de Aries obtuvo la palabra.

— Hiroku, yo puedo ayudar a Atlas a hacer la barrera, con mi poder psíquico tal vez pueda ayudar a reforzarla. — sugirió el peli verde amarillento, el patriarca cerró sus ojos pensado y le dio la espalda a sus caballeros.

— háganlo, asegúrese que esa barrera este lista lo antes posible. — ordenó y los caballeros asintieron ante él. — mientras tanto, Adrián, intenta averiguar todo lo que puedas sobre cuándo será el ataque.

— Si, maestro. — asintió el moreno de cabellos naranja-rojizo.

— Pueden retirarse.

Ante esa orden, todos los caballeros dorados se levantaron haciendo haciendo una reverencia hacia el patriarca en forma de despedida, los jóvenes aprendices a oír el sonido de las suelas de oro que soltaban al caminar decidieron que era el momento para irse, dejando sólo al patriarca en esa sala.

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