[1] "Nueva generación"

Era un bello día en Grecia, los bosques verdes, el viento surcando los cielos. Por medio de un camino de tierra pasaban dos jóvenes con vajillas de barro llenas de hierbas y agua para llevar a la aldea de Rodorio, cuando de repente frente suyo, aparece un hombre de melena naranja claro. Piel blanca y en su espalda había una caja de oro, las mujeres, con mucho respeto le hicieron una reverencia.

- Buenos días... - dijo una, el caballero siguió caminando pero igual respondió.

- Buenas... - y siguió su camino, las mujeres estaban confundidas por la aparición de ese hombre que era parte de la élite dorada de Athena. Pero este caballero no era muy conocido por salir de su templo al menos que le toque guardia.

En su yo interno se arrepentia por haber escuchado la sugerencia de Aries:

«- Deberias salir de vez en cuando, estar encerrado en tú templo no te llevará a la iluminación.. - rio a lo bajo el lemuriano, pero igual siguio - Explorar el mundo que nos ha brindado Athena sería un buen comienzo para estar más cerca de Dios »

Aunque no lo niega, le era incomodo salir de sus aposentos; estaba tan acostumbrado a la casa de Virgo que no le convenció el asunto. A sentir un lugar silencioso decidió dejar caer suavemente la caja donde contenía su armadura y se posó en una posición de loto para meditar...

Mientras tanto, más profundo en el bosque. Una mujer herida corría con un bulto envuelto en una manta entre sus brazos, rápidamente, con sus pies descalzos trató de ser tan rápida como pudo, pero la raíces de un árbol la hicieron caer contra la corteza de este. Un hombre de armadura oscura y rasgos demoníacos la había acorralado.

- Será mejor que me la des si quieres vivir.. - una sonrisa maligna adorna su rostro, más la mujer no flaquea, en eso saca una daga y apunta al hombre.

- ¡Alejate espectro! - gritó con autoridad, pero temblaba de lo debilitada que estaba, veía borroso. La muerte estaba cerca.

- Cómo quieras, morirás de todas formas - Suspiró desinteresado concentrado energía oscura en su puño, en un rayo oscuro desató ese gran poder hacia la mujer que se cubrió. Pero a no sentir nada, levantó nuevamente la mirada; el espectro estaba en el suelo tratando de levantarse, había un hombre frente de ella, la capa blanca obstaculiza su visión. Pero notó que tenía una armadura de oro y cabello naranja. - maldito ¿Quien eres?

- Soy Atlas de Virgo. Caballero dorado al servicio de Athena - respondió este, tanto la mujer como el espectro estaban sorprendidos por la aparición del el guardián de oro de la casa de Virgo.

- ¿Un caballero dorado? - repitió en forma interrogante la mujer, Atlas sólo estaba frente al espectro con los ojos cerrados.

- En los territorios de la diosa Athena no se permite atacar a alguien indefenso, vete espectro, o apegate a las consecuencias.- dijo firme. Pero sin mostrar su cosmos.

- ¡¿Como te atreves a hablarme así!? ¡Maldito, ahora si verás! - reclamó el hombre de negro al intentar repetir el ataque contra el caballero, Atlas comenzó a meditar elevando su cosmos para defenderse.

- ¡Captura del demonio! - estiró sus dos manos hacia el espectro, en ellas emanan una luz dorada, esa luz se convirtió en una esfera que se dirigió al espectro que no pudo esquivarlo, esa esfera es expandió alrededor del espectro encerradolo dentro de esta, aunque golpeara la esfera nunca lograría salir de allí, pero de repente está comenzó a encoger aplastando al espectro dentro hasta que dejó de existir.

Se dirigió a la mujer de cabello castaño, piel blanca y ojos avellana, que aún tenía ese bulto en brazos, parecía relajada, a pesar de que una gran herida en el abdomen que acabaría pronto con su vida.

- Señorita, déjenme llevarla al Santuario, allí sanaran sus heridas. - le hablo Atlas arrodillado frente la mujer, pero ella parecía pensar en sus propios asuntos. Paso su mano por el bulto quitándole lentamente la tela manchada por su propia sangre, mejor ver piel rosada y unos cuantos cabellos castaños.

Era una bebé durmiendo...

Atlas se sorprendió, aunque no lo hacía notar, calculaba que sólo tendría meses desde su nacimiento. La mujer vio A Atlas de forma nostálgica.

- Tú y yo sabemos que no voy a sobrevivir... - dijo en un hilo de voz, casi a punto de llorar. - Sé que sería mucho pedir, ¿pero podría cuidar de Brida? Por favor, mi esposo... sacrificó su vida para que pudiéramos escapar, y no quiero que su muerte sea en vano...

Atlas parecía pensarlo, la situación no lo dejaba con muchas opciones. La mujer estaba demasiado herida que no llegaría viva al santuario, y ademas. Había una bebé de por medio, debía pensar en ella: Así que efectivamente, asistió, aceptó a cuidarla.

- Brida... mi pequeña, siempre te estaré cuidando junto a tu padre, cuidate mucho. - le dio un suave beso, se dirigió a Atlas. - Prometa que estará a salvo

-... lo prometo. - suavemente tomó al bebé en brazos, la mujer sonrió con los ojos llenos de lágrimas y co su último aliento:

- Gracias... - fue lo último que dijo antes de cerrar los ojos eternamente...

De una o otra forma, sentía pena por la bebé, perdió a su padre y madre en un día, se sentía identificado, al ser huérfano sabía cómo se siente. - lo lamento, pequeña...

No fue tan largo el camino hacia el santuario, decidió quedarse en la casa de Aries para que una experta en medicina le dijera el estado del la bebé.

- Está saludable, no tiene ni un rasguño. - respondió ella alegremente mientras le daba el biberón a la bebé castaña y de ojos amarillos, que estaba en una cesta tejida de paja.

- Qué bueno... - suspiró de alivio el peli naranja con una sonrisa.

- ¿Qué vas a hacer ahora? - preguntó curiosa la mujer.

- ¿Perdón?

- La bebé, ¿Qué pasará con ella? ¿La conservará? ¿O la dejará en el orfanato? - siguió preguntando la médica.

- No lo sé... Depende del patriarca... aunque quisiera quedarmela y que viviera una vida plena aquí en el santuario. - dijo pensativo, tendría que hablar con la mayor autoridad del Santuario. Pero sobre todo, debía pensar en el futuro de Brida... Como su discípula y heredera de la Cloth de Virgo.

- No es tan complicado, Atlas.- una voz masculina suave y elegante aparece, era un hombre de buen aspecto, de cabello verde amarillento y ojos fucsia. Vestía una armadura de oro al igual que Atlas pero con diseño diferente. - Sólo mirame a mi y a Zorent, hace poco que lo adopté y todo esta bien.

- Y no dudo de eso amigo mío, pero creo que Hiroku dudé de mi capacidad para cuidar a otro ser humano... - suspiró con pesadez a no creerse a la altura, no era que tenía baja autoestima ni nada por el estilo. Es que ya sabía por experiencia que el patriarca Hiroku se la pondría difícil.

- ¡No es para tanto! - intentó animar a su compañero de armas el Santo de Aries. - Hiroku... sólo piensa en los niños que se someten a esta vida, no le culpes porque se preocupa por ellos. Y más en tu condición.

- Tal vez si tengas razon, Falak, pero aún así me siento capaz de cuidar de esta bebé, y debo hacerlo... se lo prometí... - susurró en la última parte, aunque aún era joven, sabía cumplir una promesa, y más la de un difunto.

- ¡¿BEBE!? ¿¡DONDE!? - un hombre alto y un poco mayor que los caballeros dorados presentes, de cabello lila claro peinado hacía atrás y tenía un parche en el ojo izquierdo donde estaba una cicatriz que le llega a la ceja. Se asomó por la puerta de forma algo escándalosa.

- Buenas, Dante ¿Qué te trae a mi casa? - preguntó amable Falak, refiriéndose a nuevo Santo que acaba de llegar.

- Quería ver a Zorent, pero veo que hay un nuevo caballero en el grupo. O debería decir amazona. - se acercó a la niña de cabello castaño, que se sorprendió la presencia de un hombre tan alto. - Hola pequeña...

La bebé se quedó viendo a Dante pero al final se rió aplaudiendo.

- ¡Jajajaja al parecer le agrada Dante!- rió Falak a ver a la pequeña Brida riendo.

- Cómo no, aún que Dante tenga una apariencia dura, a la vez posee una aura paternal. No me sorprende. - sonrió Atlas al oír las risas de la bebé. Pero su rostro se tornó serio de repente y se dirigió al Santo de Aries- Tengo que reunirme co Hiroku, ¿Podrían..?

- Tranquilo, Atlas, estará en buenas manos. - señaló con la mirada a Dante que jugaba con Brida.

Atlas agradeció el favor, se dirigió con calma al salón del patriarca. Ante las grandes y gruesas puertas de hierro y oro, abrió con tal facilidad como poner sus dos manos y empujar. la sala era inmensa, el piso reluciente, los pilares blancos unidos por cortinas y el trono de oro. A un costado, un hombre de cabello verde esmeralda largo hecho una cola baja le daba la espalda a Atlas: se podía ver que traía una túnica blanca, como la de un sacerdote.

- ¿Cómo está la pequeña Atlas? - preguntó serenamente el hombre de melena verdosa, Atlas pareció sorprenderle, ya que no se lo había dicho. - No te sorprendas, debo saber todo lo que pasa en el santuario, ya que soy el nuevo patriarca.

Lo dijo en un tono casi arrogante, se volteó para ver fijamente al caballero de Virgo con sus ojos azules, Atlas sólo negó con la cabeza.

- Apenas Hace un mes que eres patriarca y ya se te ha subido el poder a la cabeza, Hiroku. - sonrió de medio lado tomándoselo como una broma. Mientras Hiroku se sentaba en su trono luciendo su vestuario de patriarca.

- ¿Qué quieres que te diga? Me siento afortunado... - sonrió juntando sus manos.

- Es cierto, Ya nació tu nieto. ¿Verdad? - preguntó curioso el peli naranja.

- Es una niña hermosa, pero me imagino que no vienes para preguntar por eso ¿Verdad?- Agregó haciendo una pose pensativa.

- Es sobre la bebé que salvé de un espectro. ¿Qué pasará con ella? - preguntó bajando un poco la mirada. Hiroku pareció pensarlo un segundo.

- Tomando en cuenta las circunstancias... creo que lo más preferible es que alguien se encargue de ella. - sugirió serio, pero indirectamente quería decirle que él no.

- ¿Porqué yo no?

- Creo que Ya sabes la respuesta, Atlas, eres ciego ¿Cómo cuidarias a esta bebé sin verla? - preguntó algo inquieto, más el caballero de Virgo solo fruncio el ceño.

- Me creo capaz de cuidarla por mis propios medios, además, dejé muy en claro que ser ciego no era nada para mi. - hablo determinado Levantando la mirada, le molesto el comentario.

- admiro tu espíritu, pero eso no es suficiente, ¿Enserio te crees capaz de cuidarla? - dudoso, Hiroku no parecía convencido de la decisión de su compañero

No dijo nada, se quedó pensando...

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- ¡Dante! ¡No seas tan brusco! ¡Recuerda que es sólo una bebé! - exclamó alarmado Falak de Aries a ver que el gran Tauro lanzaba a la pequeña Brida por los aires atrapandola después. Pero Brida estaba riendo sin parar por los juegos de Dante.

- ¡Pero a ella le encanta! ¡Sólo mirarla como se ríe! Jajaja - rió a carcajadas mientras levantaba sus brazos para evitar que el Santo de Aries se la quitará.

En eso llega Atlas, con una expresión tranquila, casi neutral. Era difícil saber que estaba pensando, se dirigió a Dante que ya había calmado sus juegos.

- ¿Puedo...? - preguntó extendiendo sus manos hacia la bebé, Dante asintió y se la entregó suavemente en sus brazos, la acercó a su pecho y de él empezó a emanar una energía cálida, tan suave y armoniosa. En eso, la bebé también transmitía una aura pacífica. Una luz dorada brillaba de Brida y la sensación de calidez, paz y amor invadía el ambiente del Templo sorprendiendo a los presentes, poco a poco. La intensidad del brillo bajó volviendo todo a la normalidad: Atlas parecía complacido por ver la energía pura e infinita. Su Cosmos.

- Bienvenida al Santuario, Brida... - sonrió con dulzura al igual que sus compañeros, que estaban felices por la nuevo Santo de Virgo...

Mientras tanto en la sala del patriarca, Hiroku miraba atentamente el cielo que se estaba oscureciendo a medida que el ocaso bajaba. Se podía ver la tenue luz de las estrellas que destacaban en la oscuridad de la noche.

- « Espero que hallas tomado la mejor decisión, Atlas. Por el bien la pequeña Brida...» - pensó y después Suspiró, sólo podía confiar en el Santo de Virgo.

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Principios de la primavera, las flores florecian pitando las colinas de varios colores, el viento refrescaba y volaba con tranquilidad. Pero cierto caballero de Tauro buscaba algo o a alguien.

- ¡A ver! ¿Donde están? - preguntó viendo detrás de un pilar, pero no había nadie, gruñó para sus adentros y se cruzó de brazos. - Estos niños... jamás se quedan quietos...

A algunos pilares de distancia, dos niños reían y de burlaban de Dante: un niño de cabellos cortos azules marinos y ojos violetas, tenía unas cejas muy peculiares en forma de puntos rojizo además de una bufanda de igual color. la niña que lo acompaña cabello lila claro y ojos jade. Entre las manos del niño había un casco de oro con cuernos. Era el casco de Tauro, y Dante lo buscaba.

- ¡Niños! ¡Podemos hacer un trato! ¿Qué les parece si me devuelven el casco y les doy unos dulces? - seguía buscando a los pequeños por las esquinas, pero ellos se reían bajo a distancia.

Aprovechando la distracción de Tauro, lo niños corrieron para escapar de aquel templo, pero no más dieron unos cinco pasos chocaron contra alguien, tenía melena verdosa y clara, vestía una camisa blanca simple y pantalones junto una capa que le rodea el cuello, era Falak de Aries que miraba a los más pequeños.

- Niños, ya les dije que no deben molestar a Dante. Y más a ti Zorent. - le reclamó de forma suave a los niños, estos agacharon la cabeza mientras el mayor hablaba.

- ¡No fue su culpa señor Falak! ¡Zorent sólo me estaba acompañando! ¡No le regañe por favor! - suplicó la niña de cabello lila al mayor, Falak pareció pensarlo.

- ¿Qué me dices tú, Dante? - preguntó levantando la mirada, Dante ya había pillado a los niños estaba detrás de ellos. También parecía pensarlo.

- En serio lo sentimos señor Dante - habló en un tono muy bajo en niño de cabellos azules mientras le entregaba el casco a su dueño.

- Bueno... supongo que lo dejaré pasar esta vez. - sonrió para alegrar a los más jóvenes, que también sonríen. - Pero ¿Para que querían mi casco?

- Sólo queríamos jugar, estamos aburridos. - fue la respuesta de la niña, Falak se inclinó un poco hacia los niños.

- Si... Brida está con su padre, Pearl está en el salón del patriarca con Hiroku. - siguió Zorent apenado por sus acciones. - Crystal y yo solo queríamos jugar...

- Ya veo... ¿Pero que hay de Adrián? Qué yo sepa él siempre está sólo... - recomendó el Santo de Aries, pero el niño se puso pálido y más callado ocultando la parte inferior de rostro en su bufanda Roja, lo cual notó el mayor de melena verde. - ¿Qué ocurre Zorent?

- Es que... yo... - murmuró Zorent con pena, el rubor rosado era notable.

- Zorent le tiene miedo a Adrián. - respondió Crystal por el más pequeño de los aprendices para caballero, Zorent se exalta y le mira con vergüenza y enojo.

- ¡Sshhh! ¡Crystal! - reclamó Zorent dirigiéndose a la niña peli lila, Esta sólo se encogió de hombros ingenua.

- ¿Eso es cierto? ¿Zorent? - la pregunta de Aries hizo que el pequeño se avergonzara y asistiera, el peli verde se agachó para quedar en la altura del pequeño. - Zorent, Sabes que Adrián apenas llegó al santuario, es bueno que intenten conocerlo mejor y tratar de ser su amigo.

- Maestro... es que no entiendo mucho lo que dice, y hace cosas extrañas... su cosmos me pone la piel de gallina... - hizo una expresión de frío aferrandose A sus brazos.

- Apenas está aprendiendo griego, no puede hablarlo con fluidez todavía. - explicó Dante dirigiéndose a los jóvenes.

- El cosmos de los cánceres es así Zorent, son fríos y misteriosos. Es de esperar que a simple vista te de miedo. - siguió explicando Zorent poniendo su mano en el hombro del pequeño lemuriano, este comprendió lo que querían decir los mayores, sólo se limitó a asintir.

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Mientras tanto en un campo cerca del Santuario, el viento soplaba ligeramente, moviendo los cabellos castaños de una niña y los cabellos naranja del hombre que tenía a lado, ambos estaban en posición de loto meditando. Pero la niña abre para ver una mariposa muy especial, era dorada y dejaba una estela brillante por donde pasaba.

- ¿Qué ocurre, Brida?- la voz del hombre mayor exalta a de cabellos castaños y de mirada ámbar, que agacha la cabeza con sumisión.

- ¡Lo siento maestro! Es que... - Volvió a girar su cabeza hacia la mariposa, se había posado en una margarita, movía sus alas de oro pero sin emprender vuelo.

Atlas sin abrir los ojos, giró su cabeza hacia donde estaba la niña. Esta le dedicó una mirada tierna y curiosa.

- Nunca había visto a una mariposa tan dorada como el oro. ¿Cómo es posible eso maestro?- aún mantenía la mirada al mayor esperando una respuesta, Atlas sin embargo, tocó con sus dedos su barbilla, pensativo.

- Yo tampoco las he visto, ni doradas, verdes, marrones, azules o de otros colores. Pero puedo hacer algo mejor. - sonrió y bajó su mano a la altura de su pecho mantenido en el aire. La mariposa comenzó a revolotear hasta la mano de Atlas, posandose en su mano. La niña veía con asombro y curiosidad. - Puedo sentirlas, todo ser que tenga espíritu lo puedo sentir, pero esta no es una mariposa común.

- ¿A no? ¿Y entonces?

- Brida, cuando la muerte nos llega, nuestro espíritu se une de nuevo con la naturaleza, puedes ser cualquier cosa. Un gato, perro, una persona, o simplemente una pequeña mariposa - sonrió con calidez bajando su rostro hacia la misma.- Claro que eso depende de ti, después de pasar tu tiempo en los campos Elíseos. Puedes ser lo que quieras.

Brida había bajado la mirada pensando en todas las personas que mueren a diario, ya sea por una enfermedad terminal o que las mataban, eso deprimio a la niña que expresa su estado con una cara triste.

— La vida a veces es cruel. — comenzó hablar Atlas alzando su cabeza al cielo, Brida le miró con atención. — Pero así es la naturaleza, es cruel y despiadada. Pero a la vez buena y dulce, nosotros los seres vivientes aprendemos a enfrentarnos a la naturaleza, pero también a entenderla y cuidarla. Por ejemplo este lugar, ¿No crees que es hermoso?

Señaló con su mano a su alrededor, la verdad era un lugar muy bonito. La flores los rodeaban, el césped era muy verdes y la tranquilidad es agradable, la niña que miró todo a su alrededor lo notó y sonrió por estar rodeada por la bella naturaleza.

— Es hermoso este lugar. — respondió en un suspiro. Atlas sonrió por unos segundos, pero después volvió a tener una expresión algo triste.

— No es lo mismo en otros lugares, hay veces que la naturaleza nos pone obstáculos muy difíciles en nuestra vida para probarnos y darnos más experiencia sobre este mundo. — Brida sonrió por las palabras sabías de su maestro.

— Creo que ya lo entiendo, todo es cuestión de sobrepasar esos obstáculos en nuestra vida ¿Verdad? — Se emocionó a ver que el peli naranja sonreía mientras asentía.

— Brida, algún día, yo también voy a unirme a la naturaleza cuando llegue mi tiempo de partir... y allí tu vas a tomar mi lugar. — otra vez levantó la mano para tocar su hombro y guiarse para poner su mano sobre su cabeza, Brida le veía preocupada y triste.

— espero que ese día no llegue nunca. — murmuró la niña castaña bajando la mirada.

— Algún día llegará, aunque no lo queramos. — bajó su mano y cubrió su mejilla haciendo que Brida levantará la mirada, por fin pudo ver los ojos de Atlas, eran azules muy claro y opacos acompañados de una sonrisa dulce. — Brida, yo sé que lograrás grandes cosas, confió en ti.

Esa última frase hizo que empcionara más, y sonrió con determinación en sus ojos dispuesta a cumplir con su destino.

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Había mucho ruido en las gradas del Coliseo de entrenamiento del Santuario, la gente estaba amontonadas para ver a un joven de cabellos de oro corto y ojos azules, y como este derrota a cinco chicos a la vez y se reía con burla.

— jajaja ¿Eso es todo? ¡Que decepción! ¡Yo quería ver un verdadero reto! — gritó rodeado de los peleadores adoloridos, a pesar de ser tan joven les había dado una buena paliza.

En lo más alto de las gradas estaban Dante y Hiroku observando al joven rubio divirtiéndose peleando.

— Tiene mucha energía. — comentó Dante cruzado de brazos, Hiroku asintió de acuerdo. — Su hermano menor también es muy bueno, pero no pelea con tanto empeño...

Su mirada se dirigió a otro lugar de las gradas, allí estaba otro chico de igual aspecto, era exactamente igual al chico que estaba peleando en medio de la arena, la diferencia era que su cabello era más largo y traía lentes. Estaba muy entretenido viendo la pelea de su gemelo.

— ¡Hey! ¡Keelan! ¡Ven y pelea contra mi! — exigió señalando al mismo, este se apoyó tranquilamente en la baranda de las gradas.

— No lo creo, es más entretenido ver como ten dan un ataque por detrás, Demian. — El gemelo reaccionó a la indirecta de su gemelo menor y dio un salto atrás evitando un ataque, también le dio una patada al que le había lanzado el ataque. Lanzando al peleador contra el suelo.

— Bueno Demian, ya es suficiente entrenamiento por hoy. — interrumpió Dante entrando en la arena y deteniendo al joven rubio, este sólo suspiró decepcionado.

— Pero no pude pelear con Keelan...

— No te preocupes, ya tendrás otra oportunidad. — habló su gemelo dando un salto desde las gradas y caer majestuosamente a lado de su hermano mayor ajustándose los lentes.

— Eres un presumido. — habló obstinado Demian a ver la acrobacia de su hermano, este sólo sonrió arrogante y orgulloso. Pero dejó de hacerlo para hacer una reverencia, su hermano no entendió hasta que giró su cabeza y se encontró con la figura de Hiroku. Vistiendo su blanca túnica de anchas mangas con bordes dorados y capa azul marino que envuelve su brazo, era un hombre muy simple y no le gustaba la joyería exagerada así que no usaba más que un collar de oro, un cinturón de igual material yacía en su cintura. Pero su hermoso rostro era el que se llevaba todas las miradas, con su largos rizos esmeraldas hecho una cola desajustada, piel blanca y sus ojos azules que parecía penetrar en el alma. Ahora estaba sonriendo a los gemelos .

— Estoy contento por ver su avance como guerreros, pero hay que cambiar algunas cosas. — habló suavemente Hiroku llamando la atención de los chicos rubios que levantaron la cabeza. — Demian, tienes mucha fuerza, pero sueles ser un tanto imprudente y desorganizado. Y tú Keelan, sé que tienes mucho potencial, eres hábil, fuerte y cuidadoso, pero necesito ver mas empeño de tu parte. Trabaja con tu hermano y ayudense mutuamente. ¿Entendido?

— ¡Si, gran patriarca! — asintieron al mismo tiempo los dos, el de cabello esmeralda suspiro de alivio y salió caminando saliendo de las gradas acompañados de el caballero de Tauro, cuando los hermanos Géminis se aseguraron de que ambos maestros se fueron volvieron a hablar.

— ¡Viste eso! ¡Hiroku me elogió! ¡Que bien! — gritó emocionado mientras corría por el pasillo de piedra interior del Coliseo, si hermano sólo caminaba tranquilo viendo a su gemelo mayor dando saltos de felicidad, pero se detuvo de repente cuando vio a alguien en la trayectoria de su hermano.

— ¡Demian! ¡Cuidado! — la advertencia de hermano menor fue en vano cuando Demian chocó contra otra persona, fue duro el impacto ya que la persona con la que chocó vestía una armadura de oro, su cabello naranja rojizo acomodado a un lado, un Mechón estaba amarrado con una cinta y sus ojos verdes miraban con enojo al mayor de los gemelos.

— ¡Mira por donde caminas! — gritó enojado el chico haciendo que Demian diera un paso atrás, el chico moreno apretó su puño, pero no arremetió contra nadie. Estaba cansado por el viaje del que acaba de regresar y no le gustó mucho que Demian chocara contra él.

— Disculpa a mi Hermano, Adrián. Ya sabes que es muy torpe... — intentó acercarse Keelan para calmar al peli naranja-rojizo, este respiro profundamente. De verdad estaba cansado por estar en viaje durante esa semana que ni quería discutir el asunto. Así que sólo suspiró y se fue exhibiendo su capa negra rasgada en busca de Hiroku.

Había estado despierto todo el viaje de regreso desde Italia y de paso le dolía el tobillo por el ataque que recibió del unos espectros, sólo quería ver a Hiroku para avisarle de su misión. Estaba recorriendo por los lugares del Santuario cuando vio una figura entre las flores del campo, su cabello largo esmeralda caía sobre su espalda, estaba arrodillada en ese jardín recogiendo plantas medicinales, su piel blanca y ojos verdes miraban las flores con suma atención. Adrián se le quedó viendo por un rato hasta que al fin pudo reaccionar.

— Disculpa, Pearls. — Se acercó a la hermosa chica de cabello esmeralda que se sorprendió a ver al caballero de cáncer.

— Adrián... no sabía que habías vuelto. — suspiró Pearls levantando su cesta con plantas, desvió la mirada, Adrián solo suspiró; no podría esperar más de aquella niña.

— ¿Sabes donde está el maestro Hiroku? Necesito hacerle saber que ya cumplí mi misión. — los ojos verdes se encontraron con los de su compañera que lo pensó por un momento.

— Estoy casi segura que se dirigió a la cámara del patriarca, si vas ahora tal vez le alcances. — habló con desinterés, Adrián asintió y de nuevo emprendió su camino hacia ese lugar. Pero un dolor en el tobillo derecho lo detiene en seco, Pearls lo Notó y le miró preocupada.

— ¿Estas bien? — fue la única pregunta que salió de sus labios, Adrián se puso derecho ignorando el dolor, sin voltear a verla dijo un leve si, y siguió caminando para llegar a su destino. La niña le observó hasta que perdió de vista al peli naranja-rojizo.

Por suerte, el trayecto fue muy corto, podía ver el recinto del patriarca desde la casa de Piscis, caminaba por una camino seguro; en un jardín lleno de distintas flores de todas más clases, parecía el paraíso. Adrián comparaba ese lugar con los campos Elíseos, pero muy al fondo de esos jardines se haya un frondoso y rojo jardín de rosas. Nadie debía acercarse, al meno que quisiera una muerte agonizante. Pero ese era el orgullo de los Piscis.

Dejó de ver ese jardín Escarlata para seguir caminando, las puertas de hierro le saludaron antes de entrar, un chirriante sonido fue lo siguiente que se  escuchó. Dio unos pasos sobre la alfombra roja hasta arrodillarse cortésmente frente a si superior, este le miró con atención pero sonrió a ver a chico a salvo.

— Maestro, ya terminé con los espectros que nos informaron, dicen que habrá un ataque al santuario. — habló seriamente con la mirada gacha, Hiroku que estaba escuchando sentado desde su trono se levantó y fue a una ancha ventana, podía ver todo el paisaje de Grecia, lleno de vida y paz.

— ¿Sabes cuando sucederá eso? — preguntó sin voltear al joven cáncer, este tragó grueso, eso era lo único que no sabía.

— No lo sé maestro. — habló con suma decepción de si mismo.

— Algo grande va a suceder, las estrellas han estado inquietas, y eso significa que no estamos a salvo. — murmuró Hiroku cerrando los ojos, Adrián le miró con el rabillo del ojo y se encontró con su cabello sobre su espalda. — Avisa a Dante y a los demás caballeros dorados, necesitamos estar listos cuando ese día llegue.

Adrián se puso de pie y asintió, se despidió de su maestro para salir rápidamente del salón, pero la voz del patriarca le detiene.

— Y trata de descansar tu tobillo, no es bueno que estés cojeando en combate... — habló sereno Hiroku sorprendiendo al joven caballero de cáncer, pero este sonrió, su maestro le conocía muy bien hasta saber cuando ocultaba una lesión. Por mínima que está sea.

Cuando el peli naranja-rojizo se retiró, aún seguía viendo por la ventana, predecía que ocurrirá un gran desastre y aún no había encontrado a su diosa. Sólo esperaba que pronto aparecería aprovechando que el dios del inframundo no ha despertado.

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