• TRITHEAD 'S A CEITHIR
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SAIGHEAD BOIREANNACH
XXXIV. Mala fama irlandesa.
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El grupo decidió que se merecían quedar al menos una noche en Formey para disfrutar de los negocios y las aventuras que la vida les entregaba antes de retornar a Escocia.
Las tabernas eran comunes en Irlanda, el whisky y las cervezas. La música alegre y los hombres apostando.
Había una especie de mito que hablaba sobre la mala fama de los irlandeses, mencionaba que eran tramposos, embusteros y que jamás perdían.
—Brindemos por los tratos de Blaire y que debido a eso puede invitarnos esta ronda de whisky —vociferó Heidrun —¡Skoll! —dijo con entusiasmo levantando su vaso.
—Lo siento, Heidrun. Estamos en Irlanda— replicó Marlenne—¡Sláinte!
—¡Sláinte! —respondieron todos al unísono y bebieron el alcohol.
Había músicos tocando gaitas y bodrhanes, típicos para lograr replicar las melodías tradicionales de la tierra irlandesa. Algunas parejas bailaban el ceidhir y otros grupos se dedicaban a beber y disfrutar al son de la música.
Marlenne no estaba acostumbrada a beber en demasía, pero le gustaba compartir y disfrutar con ese peculiar grupo que ahora se estaba convirtiendo en amistad. No les conocía casi nada a los hombres de Leoch, pero sabía que estaban dispuestos a todo por su honor; las chicas de la isla ya eran cercanas y sabía que podía confiar en ellas.
—¿Qué piensas? —consultó Heidrun, quien la notó pensativa.
—Algo estúpido, honestamente —susurró unos tonos más altos debido al ruido —. Pensaba en que en mi hogar jamás había tenido un grupo de amigos tan extraño, las chicas allá competían por todo y por nada, mis amigas son mis hermanas, fraternizar con mujeres no es algo común para mí, verme aquí en medio de todos, hace que me sienta muy feliz.
Heidrun sonrió y le besó la sien con cariño, demostrándole reciprocidad.
—¡Es hora de que cantes, Lenna!—le pidió Blaire —Estás en tu natal Irlanda, debes deleitarnos con al menos una canción.
—¡Oh, no me hagas esto, Blaire!— replicó la aludida —. No ando por ahí exhibiéndome porque sí.
—Pero puedes hacer feliz a tu amiga —siseó notablemente algo pasada de copas—. Por favor...
—Si no cantas te arrastrará con ella arriba del mesón para hacer que todos sepan de tu existencia de una manera vergonzosa— le comentó Heidrun—. Así es cuando se embriaga.
—¡Músicos, mi amiga es de aquí y canta mejor que todos en este sitio! —anunció.
—Maldita sea, Blaire— rió Lenna, nerviosamente al notar que las personas en la taberna comenzaron a golpear sus jabas de cerveza en los mesones, animándola a participar del jolgorio de la celebración.
Blaire la tomó de la mano, haciendo que se pusiera de pie, llevándola con los músicos sorteando las mesas repletas de hombres y mujeres.
—No te lo perdonaré jamás —habló Marlenne, enfurruñada y algo divertida por la situación.
Suspiró e intercambió un par de palabras con los músicos, a pesar de ser forzada por su amiga a cantar, en su mente tenía un montón de canciones irlandesas que serían la forma precisa de animar aquella noche de whisky y cerveza.
La voz de Marlenne comenzó a resonar en la taberna, acompañada de los acordes de las gaitas, violines y flautines.
«... Entré a una casa anoche
Y le pedí a la mujer que me alojara
Le dije
'La luna está brillante y mi violín está afinado para tocar'
Dime que la noche es larga
Dime que la luna está brillando
Llena mi vaso, cantaré una canción
Y la música comenzará a fluir
No importa la luz que se levanta
No hay señal de día o amanecer
En mi corazón todavía es de noche
Y nos quedaremos aquí hasta la mañana
No es día, no es amor
no es día y no será hasta la mañana
no es día y no será aún
la luz alta está en la luna
Llena los vasos una vez más
Y no hagas caso a la botella vacía
Convierte el agua en vino
Y que siga la fiesta al máximo
No salgas al frío
Donde el viento y la lluvia soplan
Porque el fuego está ardiendo dorado
Y aquí la música fluye
Dime que la noche es larga
Dime que la luna está brillando
Llena mi vaso, cantaré una canción
Y mantendremos la música sonando
Hasta que todas las canciones sean cantadas
No es día, no es amor
no es día y no será hasta la mañana
no es día y no será aún
la luz alta está en la luna
No es día, no es amor
no es día y no será hasta la mañana
no es día y no será aún
la luz alta está en la luna... »
—¡Canta otra canción por favor! —El público estalló en aplausos para ella y en vítores aullados debido a su melodiosa canción.
—¡Eres magnífica! —gritó Heidrun, chiflando con los dedos.
La irlandesa sonrió y se aclaró la garganta.
—Quiero agradecerles por este inesperado momento, a continuación cantaré una canción que era de las favoritas de mi madre, ella falleció cuando era niña, sin embargo todavía me acuerdo que me enseñó sus melodías preferidas y ahora que estamos aquí, quisiera dedicarle este tema, a donde sea que se encuentre ahora.
Hizo una pausa y cerró los ojos con emoción, recordando a Aida, su madre. Conmovida por el encuentro que había tenido, por haber escuchado sobre ella en la época por la que ahora caminaba de forma inesperada.
«... Cántame una canción sobre la chica que se ha ido.
¿Podría ser yo aquella?
Contenta de alma un día navegó, desde el mar hasta el cielo.
Uno en la popa, otro a babor y el último en estribor.
La gloria de la juventud brillaba en su alma.
¿Dónde está esa gloria ahora?
Cántame una canción sobre la chica que se ha ido.
¿Podría ser yo aquella?
Contenta de alma un día navegó, desde el mar hasta el cielo.
Dame de nuevo todo lo que estaba allí
Dame el sol que brillaba, dame el sol, dame el alma, dame la chica que se fue.
Cántame una canción sobre la chica que se ha ido.
¿Podría ser yo aquella?
Contenta de alma un día navegó, desde el mar hasta el cielo.
Olas y brizas, islas y mares
Montañas de lluvia y sol, todo lo que era bueno, todo lo justo.
Todo lo que era yo, se ha ido.
Cántame una canción sobre la chica que se ha ido.
¿Podría ser yo aquella?
Contenta de alma un día navegó, desde el mar hasta el cielo...»
El público hizo notar su entusiasmo con Marlenne y la apludió a rabiar,ella tenía mucha carisma y encanto, por ende, no era de extrañar que conquistara los escenarios de públicos difíciles como lo eran loa irlandeses, pues ella llevaba Irlanda grabada en la piel. Agradeció, contenta por ese episodio de trovas, pues se había sentido feliz, como hace mucho no lo hacía en su tierra. Irlanda le provocaba sentimientos encontrados, su niñez había estaba cargada de recuerdos felices con sus padres hasta su pérdida, después vinieron todos esos períodos de hambruna y guerras que desolaron los campos y luego la luz y la esperanza habían nuevamente comenzado a florear.
Pero ya no vivía allí, ya no la habitaba y por una extraña razón eso la hacía sentir triste, pero también feliz. De no haber dejado Irlanda jamás hubiese estado viviendo el presente, uno que la estaba sorprendiendo tras cada amanecer.
—Tú sin duda tienes un talento innato para cantar—señaló Nimué—, es impresionante ver cómo todos dejan de beber y te prestan atención.
—Esa música me recuerda a mi madre, si la hubieses conocido, definitivamente sabrías lo que era transportarse a otro lugar. Ella era mágica.
La banda continuó cantando y tocando las melodías tradicionales de Irlanda.
Jamie se quedó observando a Lenna mientras esta bebía de su copa con vino dulce, ella se quedó viéndole con atención, colocándose algo nerviosa por notar que él no dejaba de mirarla, su piel se encendió de tonos rosas, causando que a los ojos del escocés se viera adorable.
—¿Sucede algo?—preguntó ella con la sonrisa aflorando en su rostro.
—Nada, solamente que cada vez que cantas, me convenso más acerca de mis teorías.
—¿Cuáles serían aquellas?
—De que eres un ser que no proviene de este mundo, eres un ser étereo, un ángel o un hada—señaló con una sonrisa coqueta—. Definitivamente esa voz es capaz de cautivar hasta al más duro de los hombres.
Ella le devolvió el gesto con algo de vergüenza, no sabía cómo responder ante ese tipo de halagos, por lo que, intentó desvíar la mirada. Jamie se percató de aquel nerviosismo y tomó su barbilla para que volvieran a mirarse.
—Marlenne ¿aceptas bailar conmigo?
—Ya sabes que no soy una bailarina excepcional.
—Pues lo que recuerdo, es que la última vez que bailamos en Leoch, deslumbraste tanto que terminaste contratada, llamada por el mismo Laird.
Jamie le tendió la mano, conduciéndola hasta donde otras parejas se encontraban bailando; quería tenerla a solas y estar cerca, debido a que después del beso que habían compartido no habían tenido demasiadas oportunidades para poder estar juntos sin la compañía del resto del grupo.
Sentir la calidez del cuerpo de Lenna y su perfume silvestre llenándole las fosas nasales era una sensación que necesitaba percibir reiteradamente, no se había dado cuenta en qué momento había empezado a requerir la presencia de Marlenne, como una imperiosa necesidad, como una llamarada de calor que le hacía bien para vivir.
Se tomaron de la mano y se mecieron al son de la melodía de las gaitas y los violines, nunca dejando de mirarse a los ojos, ambos comprendían al parecer que las miradas decían más que mil palabras. Marlenne se sentía apabullada ante los intensos ojos azules del escocés, él sentía que sus ojos oscuros eran los más cautivadores y atractivos con los que se había encontrado, puesto que transmitían muchas emociones.
—¿Hay algo que te preocupa en este momento?—Él era demasiado perceptivo, no obstante Marlenne no quería hablar sobre su encuentro con el que asumía, era su abuelo. No sabía la forma de decirle a Jamie que ese hombre peleaba con la que creía era su madre, era una situación completamente embarazosa.
—No—mintió—, he aprendido a dejar ir las cosas de las que no puedo hacerme completamente responsable.
—¿Qué quiere decir aquello?
—Que sólo quiero ser consciente de este baile, nada más quiero estar pendiente de lo bueno de este momento, de lo mucho que estoy disfrutando bailar contigo, Jamie Fraser.
El aludido tragó saliva, conteniendo el impulso de besarla, hacer eso en público le pondría presión a la situación, mostrar ese tipo de afecto en público estaba reservado para los matrimonios, las parejas comprometidas podían hacerlo de manera recatada, sin embargo ellos no tenían ningún compromiso formal, algo que rondaba su mente desde ese beso.
¿Marlenne querría comprometerse? ¿Cómo podría hablar con su familia si él no tenía prácticamente nada que ofrecer? ¿Ella estaría dispuesta a aceptar esas condiciones de vida?
Se permitieron danzar, reír y disfrutar de la velada, Jamie era un caballero escocés que estaba dispuesto a todo con tal de que Marlenne pasara un rato agradable, quería hacerla sentir resguardada por él -no es como que lo necesitara- Marlenne tenía el porte y la estampa de una mujer que sabía cuidarse muy bien, era delicada y cautivadora pero su presencia se hacía notar cuando sus palabras salían a la luz.
—Quizás te parezca ridículo, probablemente te lo han dicho antes, pues sin duda es algo cliché, pero teniéndote aquí, tan cerca, no puedo evitar notar lo hermoso que es tu rostro, lo brillante que es tu mirada, tus pestañas enmarcan tus ojos avellana, tu cabello es una cascada de rizos que huele delicioso—susurró en su oído, aprovechando el hecho de que estaban entre la multitud y susurrar cerca e ella no sería mal visto—Eres una mujer cautivadora, Marlenne. Te aseguro que si no hubiesen tantas personas en este salón que pudieran cuestionar tu honor, habría tenido el atrevimiento de volver a besarte—señaló con pasión—; porque no tienes idea de las ganas que tengo por volver a probar tus labios.
Esa confesión fue decisiva, aquellas palabras llenas de ímpetu revolvieron todo dentro de la irlandesa, causaron estragos en su mente y en su semblante, nunca nadie le había halagado de una manera tan vibrante, tan apasionada y a la vez tan decidida, tan galante. Elijah Robinson sólo sabía cortejarla diciéndole lo hermosa que era, no sabía engatusarla nada más que con un objetivo común que podía usarse en todas las bellas mujeres del condado, no obstante, James Fraser había tenido el atrevimiento de mencionar muchas cosas de las que ella jamás se había sentido segura, sus atributos nunca le habían parecido atractivos o dignos de mención, muchas veces se sintió una mujer completamente común, sin ninguna cualidad que pudiese hacerla resaltar.
Todo lo que había sucedido con Jamie era atrevido, imaginaba la reprimenda que su hermana Adela le diría por saber que había besado de una manera tan privada e intensa a un hombre que realmente no era absolutamente nada de ella, con el que no tenía ningún tipo de compromiso y con el que había pasado noches de cabalgata y de campamento. Un hombre que no era para nada el ideal que su hermana hubiese querido para ella, Marlenne estaba segura de que ella jamás lo aprobaría, pero no le importaba, estaba enamorada de ese hombre y no sabía en qué momento había llegado hasta esa posición, pues siempre había destacado por ser racional y debido a su sensatez.
—Yo desearía que lo hicieras—contestó por fin, dándole a entender que sus sentimientos eran correspondidos.
—No digas eso, milady. De lo contrario no tienes idea de lo que estoy dispuesto a hacer por ti.
—No necesitas demostrarme nada.
—Lo sé, pero en este momento siento algo que me obliga a no dejarte ir, es la palabra real de un hombre de las tierras altas—comentó con los ojos luminosos por la astucia.
Intercabiaron una sonrisa y después Marlenne se acercó a la barra por un poco más de vino cuando terminó la canción. Un hombre que se encontraba en el bar se acercó a ella con actitud arrogante y sofisticada.
—¿Quisiera concederme un baile? La he oído cantar y he visto que hace poco bailaba ¿podría hacerme el honor?
Marlenne analizó al hombre, quien se notaba un poco mayor que ella, debía tener alrededor de unos treinta y cinco y lucía como el clásico irlandés apostador y catador de cervezas.
—Disculpe, no estoy disponible en este momento—respondió lo más cordial posible—, disfruto con las personas que vine.
—Por tu acento noto que eres irlandesa ¿porqué elegirías bailar y compartir con un escocés antes que con un compatriota?
—Eso no es de su incumbencia—contestó siendo más cortante—, con permiso.
El hombre la tomó del brazo y se acercó a su rotro.
—No creo que seas su esposa porque notó que no traes una alianza ¿acaso eres su ramera exclusiva?
—Suéltame—dijo meneando el brazo, forcejeando con el tipo para zafarse de su agarre.
Jamie había ido a intercambiar unas palabras con Murtagh, cuando de repente ambos notaron que Marlenne se encontraba en problemas con ese desconocido.
—No seas mojigata, si compartes con un grupo de escoceces asumo que ya compartiste cama con todos ¿qué más te da un baile?
Jamie apareció desde atrás, tirando al hombre de su camisa, este no se percató hasta que estuvo en el suelo. El pelirrojo era muy rápido y fuerte, por lo general sus contrincantes no duraban mucho durante una pelea. Marlenne profirió un grito ahogado al darse cuenta de lo rápido que se había formado una riña, las chicas se fueron a se lado para sacarla del medio mientras los hombres apoyaban a Jamie para que ninguno interfiriera en la pelea de ambos.
—¡Es mi culpa!—exclamó Lenna, culposa.
—Es mejor no meterse, dejar que los hombres arreglen sus asuntos como se les de la gana—anunció Blaire.
—¿Qué pasó?—preguntó Heidrun, preocupada—Te hacíamos bailando con Jamie.
—Nos separamos unos segundos, él fue a hablar con Murtagh y este hombre se me acercó de la nada.
—Atrevido—recalcó Nimué, observando con desprecio al aludido, donde unos hombres lo ayudaron a caminar fuera del bar, una vez que el altercado terminó—, creo que es mejor que nos vayamos, los dueños pueden llamar a los casacas rojas y no queremos tener problemas con esos malnacidos. Nosotros tenemos más que perder.
—Tienes razón, busquemos otro lugar donde pasar la noche, mañana saldremos al puerto a primera hora—terció Blaire, frunciendo el ceño, algo incómoda por presenciar la pelea.
—¿Te encuentras bien?—preguntó Marlenne.
—Sí, nada más estoy cansada y no quiero estar metida en líos que impliquen la corona inglesa, salgamos de aquí cuanto antes.
El grupo de forasteros salió rumbo a las calles aledañas de Formey hasta que dieron con un hostal barato que ofrecía comida y una habitación. Las mujeres decidieron que compartirían habitación, mientras que los hombres declararon no tener problemas en pasar la noche en la taberna.
Una vez que pudieron asentarse y dejar las cosas en la habitación, Marlenne decidió buscar a Jamie para agradecerle por la valentía de defendela cuando no tenía nada que ver en el asunto.
—¿Te encuentras bien?—susurró cuando lo halló, estaba sentado en el muro que colindaba con un gran manzano —¿Por qué estás aquí tan solo en la oscuridad?
—Murtagh ya me regañó demasiado y no soy un niño—farfulló con una sonrisa torcida, un gesto que a Marlenne lograba cautivarle—, se molesta por el hecho de que me meto en problemas y soy el más vulnerable en caso de que los casacas rojas aparezcan, pero no puedo llevar una vida escondiéndome ¿no crees?
—Quería disculparme por eso, fue mi culpa —¿Me lo prestas?—preguntó la joven, haciendo alusión al paño con hielo que este sostenía sobre su rostro.
Jamie se lo tendió, tragando saliva nervioso. Ahora estaban solos, en la oscuridad y él se consideraba un caballero, no obstante la cercanía con Marlenne lograba alborotar sus hormonas y sus instintos de seducción.
—No fue tu culpa, ningún caballero que se respete dejaría a una señorita a su suerte con un tipo de la calaña de aquel; el maldito tenía un puño bastante duro, pero parece que los míos fueron más hábiles y fuertes.
Sus ojos se encontraron cuando delicadamente, Marlenne colocó el hielo en su mandíbula, Jamie hizo un gesto de molestia, pero no dejó de mirar a Lenna, la luz de los faroles era escasa, por ende, podía vislumbrar su silueta y el contorno de su cara. El corazón comenzó a latirle fuerte y se aclaró la garganta, ese era un silencio lleno de tensión.
—Gracias—susurró la joven—¿Entrarás pronto? Está comenzando a llover.
—Estoy acostumbrado a yacer bajo la lluvia durante horas, unas gotas no van a matarme ¿Tú volverás adentro?
—Estoy exhausta por todo el alboroto de estos días—anunció—, caeré en la cama y dormiré como un tronco.
Hubo un largo silencio entre ellos, Jamie se apresuró y tomó una de las manos de Marlenne.
—Milady—siseó con cuidado—¿Es muy atrevido de mi parte si te pido que cuando volvamos a Escocia no te alejes de mí?
Jamie jamás había podido expresar sus sentimientos de forma muy clara, los actos eran más su forma de demostrar, las palabras eran bien empleadas por él, sin embargo sólo las usaba con las personas que consideraba reales, genuinas y de buen corazón.
Lenna por su parte era un ser introvertido, que cuestionaba todo y a la vez nada, muchas veces dentro de su mente, pero cuando la vida le había colocado en el camino a James Fraser se había dado cuenta de que lo importante era actuar, era aprovechar las oportunidades que el destino entregaba.
¿Qué había sido su viaje si no una oportunidad?
Se acercó de una vez, pues de lo contrario podría arrepentirse de lo que haría, con determinación posó sus labios sobre los del escocés, tomando la iniciativa, regalándole un beso sincero, delicado y lleno de la pasión que sentía por él. El pelirrojo por su parte lo tomó como un regalo, como una sorpresa, puesto que ella le estaba contestando sin palabras, su aliento y su respiración agitada, sus brazos entrelazados y la lluvia.
La lluvia golpeando las hojas.
Ellos bajo el manzano.
Sus labios incontrolables fundiendose en el frío que comenzaba con la noche.
Sus lenguas comunicando sin hablar, sólo rozándose.
—¿Quieres conseguir que te tenga presente siempre en mi mente? ¿No es así?—susurró Jamie—, porque estás lográndolo Marlenne Fitzgerald.
*
El viaje de vuelta a Escocia había sido rápido, las olas del mar habían conseguido que la brisa fuera apreciada por algunos viajeros y que el movimiento fuera detestado por otros que apenas podían contener su estómago dentro de ellos.
La cabalgata por las tierras altas fue extenuante, pero el grupo demostraba algarabía por volver a encontrarse con su conocida Escocia, por avanzar a paso rápido entre los pastizales verdosos y el rocío de la mañana. Además se habían vuelto a reencontrar con sus amigas, pasarían un día en el campamento de la campiña escocesa antes de ir a la Isla Skye, hace mucho que no estaban en él, por ende fue como volver a sentirse en casa.
—De verdad, no saben cómo extrañaba este sitio—anunció Blaire al notar que todo estaba casi igual a como lo habían dejado—, sólo puedo decir que Angus es un idiota al dejar que algunas hierbas murieran.
—Es tu culpa por haber dejado a un ebrio a cargo de eso—replicó Grace, con una sonrisa radiante al ver que todos habían regresado sin novedad—, las extrañé muchísimo.
Heidrun y Nimué no conocían el lugar, por lo que se mostraron curiosas de poder ayudar e instalarse para descansar.
Marlenne condujo a las chicas a la que solía ser su cabaña, indicándoles que podían dejar sus cosas sobre los chales junto a su cama. Todas estaban cansadas por el viaje.
—Creo que todas podríamos ir a bañarnos desnudas al río— propuso Heidrun, quien siempre tenía en mente ideas liberales—, sería vigorizante.
—Calla, algunas preferimos demorar un poco más pero usar la tinaja caliente—declaró Marlenne, dejando sus cosas en la cama, Heidrun se tiró con pesadez, consiguiendo que estas cosas se esparcieran por el suelo.
—Demonios, lo siento. Te ayudo—Rápidamente Heidrun tomó el bolso de cuero de Marlenne e intentó meter todo en él.
Las manos de la vikinga rozaron un papel que parecía ser el papel de nacimiento de Marlenne, algo que inicialmente la irlandesa no procesó.
—¿Cuándo estás de cumpleaños?—preguntó al percatarse de que algo no cuadraba.
Con letra cursiva y la circuncripción de Irlanda del Norte podía leerse claramente.
Marlenne Ariadna Fitzgerald
Nacida en Down, Irlanda del Norte, el día 7 de septiembre de 1849.
Del matrimonio de Joseph Fitzgerald y Aida Fitzgerald.
Diríjase este certificado a la corona inglesa y a su majestad.
—Espera...—pronunció una vez que ya era muy tarde.
Heidrun la observó perpleja e intercambiaron una larga mirada.
—¿Lenna? ¿Qué significa esto? ¿Cómo que 1849?
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